Partida Rol por web

Cortinas de agua caen desde el cielo a medida que atraviesan las pasarelas de Sharn. Los caminos de piedra y madera serpentean alrededor de las torres altas y capiteles, o junto a ellos, formando un complejo enrejado que puede resultar muy confuso en tardes como esta. La lluvia cae con fuerza, formando arroyos desde las pasarelas y balcones más elevados, en oleadas que los dejan empapados, y haciendo difícil la visión más allá de unos pocos pies por delante de vosotros. 
El brillo distante de las linternas siemprebrillantes, apenas visible en la acuosa penumbra, tiene poco éxito en iluminar vuestro camino en esta tarde calurosa y húmeda. 
 

Un particular grupo de personajes se encuentra en un punto de la ciudad, sus motivos sólo ellos los conocen. El grupo se encuentra "reunido" en un pequeño callejón (el de abajo a la derecha en el mapa). Será la casualidad o el destino que hizo que sus caminos converjan en ese punto, en ese momento. Lo cierto es que algo los incomoda. La vista se les ve comprometida por la lluvia, nadie se siente cómodo con algo así. Es la naturaleza humana temer por lo que no se conoce. 

Silver se nota algo agobiado por el temporal y el único lugar que parece poder resguardarnos es ese callejón. Me hubiera gustado encontrar alguna posada donde guarecerme, he llegado a la conclusión luego de unas horas que definitivamente estoy perdido... Parece que no somos los únicos que estamos ahogándonos en este temporal. Disculpad caballeros si me apropio de mas lugar del que debería, pero Silver no esta acostumbrado a este clima y se ha puesto algo nervioso. Señalando a mi corcel blanco de un tono claro grisáceo que se funde con la piel y da una impresión de un color algo mas plateado.

Mi nombre es Phillip y ando algo perdido, alguno de ustedes nobles caballeros ¿podría indicarme una posada en los alrededores?... con establo por supuesto. Al acercarse se nota su delgado cuerpo, cubierto con unas ropas de comerciante y una manta impermeable. En su cuello lleva un medallón tallado en madera de una llama. Como contraste de sus pobres pertenencias, en su cinturón tiene una vaina de un estilo sobrio de donde se deja ver una empuñadura plateada de un tallado exquisito.  

La lluvia cae en la ciudad del millón de tejados. Las gotas repiquetean en el sombrero de un sombrío caminante, que disfruta de la sensación del agua sobre él, si es que se puede llamar agua a lo que cae al fin tras pasar por tantos canalones y capas de torres. Guiado por la brida, Estrella lejana camina a mi paso, vigilando con recelo las pertenencias que guardo en sus alforjas como solo un caballo con experiencia sabe hacer. Pero no es solo la ropa, oscura y práctica, ni el aire calculador de la mirada, ni siquiera la pala que carga a un lado del animal que me acompañan lo que señalan un aspecto especialmente peligroso de asaltar en mi persona. Es la espada alargada, una rapier al cinto, la que avisa de que puede no ser tan buena idea. Y luego, el extraño bártulo a la espalda, con un cinturón de aspecto grueso propio para sujetarlo, envuelto en unas telas. ¿Un báculo de hechicero, quizá? ¿O alguna otra clase de arma..?

Sin embargo, cuando la situación lo requiere no tengo ningún problema en dejar espacio al caballo gris que otra de las personas que se han resguardado en el callejón lo solicita. Al fin y al cabo, yo estoy acostumbrado al exterior y a las lluvias, incluso las torrenciales, y mi acompañante no es para menos. Un par de vistazos a su persona me permite saber más de lo que muchos podrían querer, aunque no yo. Aunque mis reflexiones me las guardo para mí. Aun así, no creo que alguien con ese aspecto de aspirante a paladín vaya a dedicarse a preguntar mucho en estas circunstancias, como para ponerse a tratar de discurrir quién soy.

-No hay por qué disculparse. -Digo con un tono suave y tranquilo, aunque de regusto frío. -Aunque me temo no poder ayudaros, ni ser un noble caballero. Si conociese un lugar de esas características, probablemente ya estaría alojado. -Termino, sin esforzarme por hacer que las palabras queden bien, pues ya lo hacen ellas solas. Pero no es momento para desesperar, así que con la misma calma con la que he permanecido bajo la lluvia, me llevo la mano al sombrero y lo sujeto un poco para poder alzar la vista a mi alrededor. Que no se diga que no he intentado al menos ver algo. Aunque no consigo demasiado, y me mantengo esforzándome en ello con los ojos recorriendo todo lo que el callejón y la baja iluminación permiten ver. Aunque no es que la falta de iluminación me sea un problema, tampoco...

Solo tras conocer la noticia del desastre en la casa Cannith en uno de los boletines de noticias de Sharn, Hammer volvió a la ciudad. No entendía el resultado de todo aquel episodio. ¿Como podía haberlo traido de vuelta el maestro, después de tantos años?. Sin duda el Cannitha se asusto y por eso atacó al maestro.El recuerdo volvió a producirle un fuerte dolor, pero no entendía el motivo ya que no tenía nada averiado y todos sus engranajes fucionaban perfectamente. Simplemente sentía apego por su maestro, ahora muerto.

Llovía en la ciudad de las torres, y Hammer miraba al cielo mientras andaba y arrastraba su viejo mulo cargado de herramientas. Había leido mucho sobre ella, y sobre millares de cosas más, pero era la primera vez que lo veía y le fascinaba. Avanzaba por un callejón, mientras seguía mirado el agua caer, cuando casi se tropieza con un grupo de personas que se saludaban alegremente. "También parece gustarles la lluvia. Aunque no miran hacia arriba." Pensó Hammer.

-Yo... ehm... He nacido aquí, pero no conozco estas calles. Es la primera vez que me muevo libremente por ellas.

-Mi nombre es Hammer. Y a Mulo le vendría bien un techo y un poco de paja. A veces me olvido que necesita comer...-Dijo señalando el viejo mulo que lamía el suelo empedrado tras él.

Avistan una figura con capa oscura, que se mueve en silencio bajo la lluvia, en el puente que hay más adelante. Parece que intenta evitar los tenues círculos de luz emitidos por las linternas "siemprebrillantes", como si prefiriese mantenerse en la sombra. Entonces restalla un relámpago, y ven una forma sobre el suelo de piedra del puente bajo su breve destello. La figura se acerca con rapidez a la barandilla del puente, salta la barrera y desaparece en medio de la oscuridad y la lluvia.

¡Por la Dama de Plata, un hombre ha saltado por el puente! Me dirijo corriendo para ver si por alguna bendición todavía se encuentra con vida esta persona.

Nunca había visto que alguien se quitara la vida y la verdad me perturbaba bastante. El solo hecho de tirar el mas sagrado de los regalos que se nos fue otorgado, era un sacrilegio. Aunque mi cabeza estaba en duda si ayudar a alguien tan desagradecido con la vida o si rescatarlo, nadie de mis antepasados había abandonado a alguien que necesitara ayuda; incluso si en su corazón albergaban maldad. Y por supuesto yo no sería el primero en pasarlo por alto.

Mientras corro voy sacando mi soga de la mochila.

-Un hombre... uhm...¿ha saltado?.-Se preguntaba Hammer ante el comentario del humano educado Phillip. -Pero... uhm... los humanos no saben volar ¿no?.-Se preguntaba desconcertado el Forjado. ¿Que traería a un hombre a saltar por un puente sin saber volar? Desde luego nunca entendería a las criaturas de carne y hueso.

Sin pensarlo siguió al humano de cerca, más por curiosidad que por cualquier otra cosa.

Contemplo la escena entera con la lluvia sobre el sombrero, goteando frente a mi rostro sin llegar a empaparme la cara. A mi lado, mi montura se deja empapar tanto como yo, acostumbrados ambos a largas jornadas bajo un clima infernal haciendo ejercicio de mi oficio. Cualquiera de los dos. Pero, según lo que grita el aspirante a paladín, es posible que pronto tenga que hacer empleo de uno de ellos, si juego bien mis cartas de enterrador. Un suicidio no parece demasiado la opción de un cazador de abominaciones, desde luego. A mi lado, otro de los espectadores del callejón se mueve y actúa, un enorme montón de mecanismos autodenominado Hammer. Un nombre contundente, que dice mucho de su persona.

-No, los humanos no saben volar. -Digo, contrastando y dando una segunda opinión a la pregunta sencilla. Le hago un gesto con la mano a Estrella lejana para que espere y, mano en la espada pero sin sacarla de su funda, avanzo hacia el cuerpo. No corriendo, como el tipo que saca una cuerda, ni con el paso de quien tiene curiosidad y quiere ver qué es lo que se han encontrado más allá. Yo camino paso a paso, lanzando mis miradas hacia arriba y tratando de ver si descubro de dónde diantres ha salido esa pobre alma vagante que se ha precipitado desde el vacío en una ciudad que lo pide a gritos, casi. -Vaya. -Alcanzo a añadir, una vez me acerco más al cuerpo, torciendo el gesto en una mueca de disgusto.

El exquiriente a sueldo se encontraba rezagado, tratando de taparse al máximo posible: no llevaba en los genes disfrutar de que llkoviera a cántaros encima suya, como seguramente le pasaba a todo el mundo, y aquella cornisa ofrecía un poco de protección, pero no como para evitar que se calara hasta los huesos. Una de esas noches en las que nada podía ir peor-

Tenía que decirlo.

-Mierda.

Dijo, justo para que el tipo del caballo que ocupaba media plaza hubiese resultado ver lo mismo que él. Algún pobre desgraciado... algún pobre desgraciado que por alguna razón había ido evitando las permanentes, había saltado y se había tirado por el puente.

-Tanto dará que veamos que pasa. Acabará por llegar la gura. Y no, no vuelan. Éste no.

El otro desconocido se había levantado de su rincón, bastante mojado, y aún más que parecía que se iba a mojar; el sobretodo guardapolvos que llevaba dejando caer la lluvia por encima, con las solapas levantadas al máximo tapándole una cara de rasgos vagamente ferales. Se acercó al mismo ritmo que los demás a ver qué había pasado, aunque no fuera asunto suyo del todo, por el detalle de que si NO había sido un accidente quedarse sólo en un callejón lluvioso con alguien deseoso de no dejar testigos no era una gran idea, con las manos en los bolsillos, resguardado, como si no fuera del todo con él. Si sacaba un arma tan obvia y la veían cuando vinieran de patrulla iba a haber un montón de preguntas incómodas.

Allí estaba el cadaver. Bajó la cabeza, para comprobar de qué había muerto. Fuera lo que fuese, había sido rápido: ahora saldría de dudas.

Sin poder aguantarse la curiosidad el grupo de individuos avanza en dirección al puente.

El puente colgante que hay ante vosotros salva la distancia existente entre dos plataformas adheridas a las paredes de dos torres diferentes: la torre Dalannan y la Aguja Kelsa. Un cuerpo yace sobre el suelo del puente, y pueden ver una mezcla de agua y sangre condensándose a su alrededor. Un maletín de cuero, aún agarrado con fuerza en la mano del fallecido, sobresale del chaco de agua y sangre.

Cuando llego al puente y veo el fallecido, me doy cuenta que la persona que saltó lo hacía para escapar de la escena. Eso explicaría el porque andaba por las sombras. Sombras... como puede ser que siempre acechan allá a donde vaya; primero mi padre, después la familia de mi prometida. Acaso ha sido culpa mía que este hombre muriera o solo le estoy dando vueltas al asunto. Me detengo enfrente del cuerpo y lo revisó para ver si todavía hay alguna posibilidad de salvarlo. 

Que la Dama te resguarde en este mundo y si su mano no ha podido llegar a tiempo. Que te acompañe en el largo camino hacia tu destino. Mis manos llenas de sangre que se diluye con la lluvia son un reflejo de la vida de este hombre que me escapa. Pongo todo mi conocimiento en la medicina para salvarlo, no se si sera suficiente... Si tuviera alguna poción mágica tal vez...

El individuo permanecía en el suelo mojado, mientras su sangre se mezclaba con el agua. Si no estaba muerto debía estar, por lo menos, al borde de la muerte. Una caida desde esa altura no es ninguna tontería.

Phillip intentó asistirle, comprobando su estado y ayudando en lo que pudiera. No se le daba mal. Hammer meraba asombrado como trataba al herido. El forjado solo sabía arreglar cosas rotas y crear objetos útiles, pero la anatomía de la gente de carne y hueso era demasiado compleja para como para arreglarlos a ellos.

Pudiendo hacer poco más, observó la zona, centrándose en el misterioso maletín que aún sostenía el herido. ¿Estaría mal que lo abriera y o examinara?. Tal vez, pero su curiosidad fue más grande. Y lo examinó con cuidado.

Ante uds encuentran el cuerpo de un anciano que ya ha sucumbido ante las heridas causadas por un arma de filo. 

El grupo se encontraba concentrado en inútiles intentos por devolver la vida al pobre anciano. La sangre que se escurría entre los dedos de Phillip eran evidencia del tardío intento. El viejo ya habría abandonado vuestro mundo hace rato.

Otro trueno ilumino por un instante la ciudad que se bañaba en lluvia. La figura volvió a aparecer tras Hammer. Un instantáneo reflejo en el agua advirtió la presencia de un arma que descendía a toda velocidad sobre el forjado que inspeccionaba el cadáver. Un rápido movimiento de Hammer hizo que la gigante hacha pasara a pocos centímetros de tu hombro. 

Tras de uds ven un forjado cubierto en la capa que algunos habrían visto hace unos instantes. En sus manos un gran hacha y la decisión de acabar con ustedes.

La vida de este pobre anciano se me había escapado de las manos. Pero, no quería parar de intentarlo, mi padre podía volver a la vida a las personas si ellos llevaban muertos uno o dos minutos. Sin embargo, desisto la Llama ya había reclamado a esta alma y no había nada que pudiera hacer para impedirlo.

En el momento que empiezo a pararme un rayo ilumina nuestro alrededor, mostrando lo que parecía ser el hombre que salto. Pero, no era un hombre, era un forjado y sus intenciones eran bastante obvias. Agarro con fuerza el mango de mi espada. ¡Pagarás por tus crímenes, baja tu arma y tendrás un juicio justo!

-El muerto está muerto y apuñalado. -Murmuro para mí, visto de cerca el cuerpo. Eso nunca es buena señal, y menos con la gravedad de quien cae desde más arriba... y menos si tiene un tajo bien dado. El asunto del maletín me sigue interesando, pero no hay posibilidad de acceder a él sin resultar sospechoso y parece que el buen humano sigue intentándolo. O al menos, seguía hasta que un arma corta el aire cerca, muy cerca de nuestro metálico compañero, ataque que proviene... de una criatura como él. Sorprendente, pero no demasiado. El buen humano dice unas palabras para tratar de apaciguarlo en las que no imprimo demasiada confianza, y dejando el mango de mi espada tiendo a un arma mejor, esa que tengo a la espalda. -No te esfuerces, no parece dispuesto a escuchar demasiado. Mejor cúbrete el cuello. -Le digo en voz alta, ante la frase que ha soltado, por si sirviera de algo el consejo. No será la primera vez que veo a una buena persona morir por tratar de hablar demasiado contra quien no quiere escuchar.