Partida Rol por web

Y el templo de Set arde, su ruina causada por el faraón. Algo no funcionaba bien en la ciudad, o lo que sería peor, algo funcionaba demasiado bien en la ciudad. Dos refugios vampíricos atacados en tan poco tiempo no era algo que le dejara a uno tranquilo. Vuelves a tu refugio dando un largo rodeo, asegurándote de no ser seguido y con intención de llamar la atención lo mínimo posible. Los humanos no son rivales para ti uno a uno, ni siquiera en grupos reducidos, pero un grupo de soldados armados, con antorchas y de día acabarían rápidamente con tus posibilidades.

Los siguientes días viajas más durante la noche a través de las calles, en tu forma incorpórea, tratando de averiguar lo que está ocurriendo. El templo de Set ha caído, pero no así el de Osiris. Una barrera mística lo protege de tus indagaciones, causando dolor incluso en tu forma etérea. Está claro que la entrada al templo te ha sido vedada. Tal vez tus intenciones te han delatado de cara a la protección que el propio Horus le implantó en su día.

El faraón, por su parte, parece que ha muerto. Su cadáver se dispone para la momificación (osiríaca) y luego emprende un largo viaje que le conducirá hasta el recinto funerario de Abidos, mucho más arriba en el río. Le sucede Dyer, cuyo sobrenombre "Horus el que socorre") no parece dejar espacio a muchas dudas.

Ahora la duda es: ¿cuáles serán tus próximos movimientos?

Apartado tanto del templo de Osiris como del caído templo de Set, prosigues tu no-vida en la noche de la ciudad. Menfis se ha convertido en tu refugio y en él una pequeña parte de los suburbios te pertenece. Una parte sombría y intimidante, donde se dice que pasan cosas extrañas y del que la gente desaparece... o incluso reaparece con el corazón arrancado de su pecho. Pese a todo, se te respeta, o al menos no se te busca activamente, lo que no deja de ser chocante dada la política actual de erradicación de los vampiros de la ciudad que no estén bajo el manto protector osiríaco. Tal vez te estén "pagando" los servicios prestados. O tal vez les convenga que alguien como tú elimine a lo más oscuro de la sociedad, copando el espacio vital de caza de vástagos peores que tú (como los setitas). Y ciertamente lo hay. No lo puedes comprobar, pero se diría que Joseth ha sobrevivido en las sombras todos estos años, acechando como un depredador, aprendiendo las vías del cazador en esta enorme selva humana que constituye la capital del imperio egipcio.

En cualquier caso, tras casi medio siglo de reinado, Dyer, como mortal que es, sucumbe, dando paso a un periodo, cuanto menos, curioso a nivel histórico. Su sucesor elegido, Dyet, hijo de su última esposa (Merytneith), es demasiado joven para reinar, así que es su madre la que asume el reinado, como regente, en nombre de Dyet. Sus primeras medidas: reinstaurar los cultos apartados durante el reinado de Dyer, su fallecido marido, y nombrar un tutor para el futuro faraón. Para tu sorpresa éste no es otro que Joseth.

Tch'moar encuentra extraño que una mujer se alce con el poder en lugar de ejercerlo desde la sombra, como es habitual. La reinstauración de los cultos olvidados le resulta beneficiosa, y trata de mostrarse amigable con los setitas, dispuesto a formar parte de los nuevos templos, si es que llegan a levantarse, aunque preparado para retirarse con cautela si vuelve a haber guerra, que la habrá.

Los primeros años los pasa en un seguro término medio, mostrándose útil e inofensivo para los Osiríacos y abierto e interesado para los setitas. El tiempo dirá qué bando resulta el adecuado.

Pasa el tiempo reforzando su red de refugios, alimentando lo que le gusta considerar una sana paranoia, estudiando la idea de crear una red de túneles, un palacio subterráneo para él y sus nuevos sirvientes, cadáveres andantes que le sirven de forma torpe pero efectiva.

Se ve a sí mismo como el anciano que se encierra en su choza y se abandona a sus propios asuntos, cansado de los juegos de los chiquillos. Pasa lunas enteras sin abandonar sus estancias más secretas, sumido en sus hórridos experimentos, a los que vuelve periódicamente, obsesionándose con cada matiz de la muerte, de la putrefacción, analizando cada estertor de muerte, cada grito de agonía, cada súplica.

Recorre las calles en forma incorpórea, escuchando conversaciones secretas, maquinaciones entre los poderosos, maniobras de traición, tratando de no desconectar del todo del mundo. Cuando el miedo le invade juega con alguna presa, le obliga a hablar durante días, obsesionándose con aprender hasta los detalles más insignificantes, los pasos de baile, las nuevas oraciones, qué tipo de cuchillo se usa para cortar la fruta. Y a veces, sólo a veces, comprende que se hunde en una espiral de locura.

Como era tu sospecha, las cosas se van inclinando de nuevo del lado setita. Con el culto reinstaurado y el tutor del faraón de los suyos, parece evidente cuál va a ser el camino que se recorrerá de ahora en adelante. Los osiríacos han hecho un discreto mutis y han dejado de meter las narices en tus asuntos (por los cuales ya había una más que evidente tirantez, pues aunque has hecho todo lo posible por ocultar tus experimentos, de una manera u otra ha debido llegar a sus oídos, por mucho que no lo hallan comentado era evidente). El culto en el templo de Set vuelve a comenzar, poblándose de nuevo de sacerdotes y fieles (más numerosos de lo que uno cabría esperar para un culto prohibido durante decenios), pero no es Joseth el que dirige los ritos, sino Anum, el viejo y peligroso Anum.

Tus viajes espirituales te agotan, pero a veces son reveladores: no sólo el templo de Osiris tiene las protecciones mágicas que impiden el escrutinio o penetración de espíritus o seres incorpóreos como tú, sino que también el templo de Ptah y una sección de palacio las poseen, ésta última muy similar a la del templo de Osiris. Pronto averiguas quién habita en esa zona de palacio: Merytneith, la madre del actual faraón, por lo que sabes una fiel seguidora de Osiris. Sus guardias, maquillados con el ojo de Horus, *pueden verte*(1).

Cuando el brujo comprende que los acontecimientos se suceden para elevar al poder a los setitas, se muestra al fin como un aliado para ellos y trata de participar en el culto, ser ordenado sacerdote y servir a la serpiente, complacido por la supremacía, al fin, de un culto oscuro y terrible como él mismo.

Es Anum, el Sumo Sacerdote del templo de Set en Menfis el que te recibe. Su rostro ancho tiene la faz oscurecida por la pintura del maquillaje que usa bajo sus ojos. Su cabeza rapada está tintada de rojo en el lugar donde debería tener el pelo. Sus dedos regordetes están adornados con anillos y su ancho cuello con un amplio collar con el símbolo de una serpiente. Flanqueado por los guadias del templo, te acompaña hacia una de las salas laterales, donde te interroga a conciencia sobre tus intenciones y deseos, siempre guardando la compostura, pero sin palabras amables. Posee poder y no tiene mucho que ganar con tu presencia allí, al menos eso es lo que crees que pasa por su mente.

Cuando el interrogatorio por fin acaba, una inesperada y amplia sonrisa aparece en el rostro del sacerdote, que asiente y estrecha la mano en señal de amistad. Por supuesto que serás integrado en su templo, aunque tendrás que someterte a su disciplina. El respeto hacia Set (lo que incluye su estatua, que debe ser limpiada ritualmente, entre otras cosas) debe ser máximo y también deberás realizar los cometidos que se te indiquen. A cambio de todo eso, te colocarás dentro de su oscuro influjo, protegido por sus sombras, vengado, si se diera el caso, por sus poderes. Anum, el viejo y poderoso Anum, siente reverencia por Set, de forma religiosa y fanática, incluso llegando a arrodillarse ante una estatua obviamente de piedra. Éstas son cosas que hacen que uno se plantee si este viejo sacerdote ha perdido la cordura o si, por el contrario, sabe mucho más de lo que tú imaginas y su conocimiento incluye a un terrible ser llamado Set.

Tch'moar acepta las rarezas del sacerdote y trata de mostrarse útil con sus conocimientos, involucrándose en lo posible en las maniobras del templo, tratando de averiguar hasta donde llega la influencia del culto dentro del palacio, quién les sirve con obediencia y quién es un enemigo a tener en cuenta.

Aprende los rituales con facilidad, al fin y al cabo pasó su vida mortal siendo algo parecido a un sacerdote, y espera con paciencia a que los secretos del culto a Set se abran a sus ojos. Paralelamente, continúa controlando los bajos fondos de la ciudad y aumentando y mejorando su red de refugios, además de espiando con sus artes.

Las palabras de Anum resultan un cortapisas molesto, pero esperar un tiempo no es algo que no seas capaz de hacer. Dispuesto a ayudar al solícito culto de Set y a entretenerte mientras esperas la caída de los santones osiríacos, comienzas a hacer indagaciones sobre la mujer de Kemet, el protector del templo de Osiris en Menfis. Descubres que los osiríacos forman una especie de escudo protector a su alrededor. Pasa las noches oculta tras los infranqueables muros del templo y sólo sale de día en compañía de otros, para supervisar tareas necesarias para el templo, como vigilar los cultivos y ganado del que depende el mantenimiento del templo y del culto. Inaccesible de noche, no puedes acercarte un centímetro a ella a menos que sea de día.

Bien, cuándo ha sido eso problema. Que TÚ no puedas llegar hasta ella no significa que no se pueda hacer. Tejes una red en torno a sus actividades con la paciencia y cuidado de una araña de la selva a la espera de que un insecto caiga en ella en vez de abalanzarse hacia una presa inalcanzable. Aprendes que la mujer es sólo débil en apariencia y que pasó ya hace mucho la juventud que luce en su rostro. Es una ghoul del templo, alimentada con la sangre de los Hijos de Osiris, en particular del guardián del templo, con el que está casado. Supone todo un reto, un reto que no dudas en encarar.

Tardas literalmente años en crear la trama que pueda atraerla fuera de la protección del templo, creando la situación perfecta. Una tarde, 10 años después de la reunión con Anum y Joseth, Walidah, la esposa de Kemet, guardián del templo de Osiris en Menfis, cae en tu trampa, separándose de sus guardianes en pos de la salvación de una amistad secreta (prácticamente un amante) y prohibida para el culto, pensando que éste sucumbiría en caso de no acudir. Su "amigo" necesitado os la entrega esa misma noche profundamente dormida gracias al bebedizo que con tanto cuidado preparaste para ella (nada menor que un elefante lo hubiera resistido y alguien de su constitución, siendo una simple mortal, debería haber muerto). Sonriente y complacido, entregas a la chica a Joseth. Has cumplido con creces tu parte y te has superado a ti mismo.

El brujo disfruta con la captura, y decide mantener y aumentar poco a poco su red de contactos, planeando cazar una presa mayor, que no será otra que Aen-ka-Beles. Al fin y al cabo, cuando caiga el templo de Osiris estará indefenso, y desea estar preparado para enterarse de donde se esconderá cuando esto suceda, sin dudar en usar el robo de secretos y sus demás dones para obtener información. No obstante, es consciente del poder de la sombra, y no se expone a ningún peligro, sondeando las mentes de criados y aliados por si encontrase pruebas de manipulación por parte de otros vástagos.

Paralelamente, va almacenando con los años cadáveres de guerreros poderosos, teniendo siempre a punto asesinos hábiles que reanimar, y algunos criados reanimados menores que le ayudan en el día a día.

Tus aptitudes de brujo fascinan a Anum, principal representante del culto en la ciudad. Sus idas y venidas tras la muerte del Rey Serpiente no perjudican la fantástica influencia que ejerce sobre la comunidad setita. Él mismo te instruye en los poderes de transformación de la carne en algo supremo, la serpentina forma del Dios creador del culto. Aunque tus motivos son otros, tu excelencia en el desarrollo de la disciplina te convierte en alguien relevante, alguien que por lo novedoso y hábil (o experto) con los temas de liderazgo pronto hace sombra a su antiguo "superior", Joseth.

La ciudad, además, se rinde a tus pies. Cierto es que los reinados de Den y Andyib, seguidores de Osiris, no son exactamente el mejor momento de la ciudad para los setitas, pero el templo del dios de la muerte no es reconstruido en todo ese tiempo y se mantiene cierta tranquilidad. Anum es apartado de la corte y se dedica a otras cosas, mientras tú asumes algo más de carga en el culto, sin demasiadas aspiraciones, más centrado en tus estudios.

Sin darte ni cuenta te ves inmerso en unas tramas no para derrocar a un faraón o eliminar un gobernador, sino para la competición por puestos de importancia dentro del culto. Aunque tratas de mantenerte neutral y aislarte de esos movimientos políticos, sólo se presenta la posibilidad de aliarte con unos y enemistarte con otros o viceversa. Joseth está en uno de esos grupos. Tú en otro. Y una pequeña congregación de setitas neonatos bajo vosotros se revuelven como áspides hambrientas dispuestas a morder donde puedan. Y todos apuntan a placer al gran justicia del culto, Kenbet, señor de la noche de Egipto, sólo por debajo del propio Set y su silencioso brazo ejecutor.

Y así llega el reinado de Semerjet, en el que Joseth vaticina un eclipse total y una gran calamidad.

Ya que -víctima de las circunstancias- va a ser partícipe de las intrigas del Culto, Tch'moar decide jugar bien y cubrirse las espaldas. No tarda en anticiparse a posibles movimientos en su contra, y no duda en estudiar los hábitos alimenticios de los vástagos que le rodean. De esta forma, y con suma paciencia y cautela, trama numerosas tretas para vincular a los neonatos de hábitos más previsibles, contaminando sus fuentes de vitae con la oscura sangre que circula por sus envejecidas venas. Aunque es un juego peligroso, mantiene esta vigilancia también sobre sus iguales, pues nunca se sabe cuando puede necesitar usar sus otras técnicas secretas para envenenar a quien suponga una molestia. Respecto a Joseth y su grupo, mantiene la vigilancia e intenta limitarse a, simplemente, anticiparse a sus movimientos.

Permanentemente pendiente de los neonatos de la ciudad, ya más allá del Templo, se permite el lujo de capturar a alguno, investigando su anatomía y desarrollando apetitos cada vez más selectos, perpetrando torturas inimaginables y horribles experimentos, siguiendo el flujo de la vitae, abriendo cráneos en busca de los procesos que activan algunas disciplinas. Sintiéndose cada vez más arriba en la cadena alimenticia, va aprendiendo de los errores que más de una vez le ponen en un aprieto, y logra evadir gracias a los poderes oscuros que las décadas han ido fortaleciendo.

Paralelamente, estrecha sus lazos con Anum y sigue aprendiendo los misterios de Set, compartiendo con él algunas de las revelaciones obtenidas en sus laboratorios. Pero guarda para sí el secreto del Mokele-Mbembe, y se pregunta qué otras bestias poblarán el mundo, por lo que se interesa cada vez más en lo que ocurre en las tierras del este y del norte, escuchando las noticias que llegan a la ciudad, e incluso enviando a sus propios exploradores a hacer averiguaciones sobre detalles concretos que despiertan su interés.

Pensando cada vez más a gran escala, se interesa en la floreciente arquitectura, imaginando enormes mazmorras subterráneas donde encerrar prisioneros, como hiciera hace ya tanto en las cuevas que constituyeron su refugio. Se involucra en las ciencias relacionadas con la construcción, y tiene presentes a los mejores en este campo, manteniéndose al día y, por una vez, respetando sus vidas.