Partida Rol por web

Una de las noches de los preparativos, después de deambular de un lado para otro buscando lo que quieres exactamente, Anum te hace llamar a su presencia, en lo más profundo del templo, en la sala de la estatua de Set. Las reuniones de este tipo, por lo que has podido comprobar, distan mucho de ser públicas y están impregnadas de una gran solemnidad.

Al llegar a la sala te encuentras al sumo-sacerdote arrodillado rezando ante la estatua. Por supuesto se ha percatado de tu presencia, pero aún tarda más de medio minuto en abandonar su plegaria. Cuando por fin acaba, se vuelve hacia ti y dice:

- La suerte te sonríe, Joseth. Entre las personalidades que vendrán a tu consagración como figura pública del templo habrá dos personas muy especiales: Andrómeda y Arquiro Pade, dos cretenses inmortales. Su expresión es de una sonrisa torcida un tanto difícil de descifrar.

Respondía a su sonrisa, al hablar sobre mi "consagración". Sonaba todo tan bein de boca de Anum. Cretenses... ¿como podrían cruzar el mar? Pensó en voz alta el joven y aún algo incrédulo vástago. Obviando tal pregunta dedicó su mirada a Anum. Me alegro sire, de quiénes se tratan, me intrigan sus intereses... Cerraba los ojos como intentando ver más allá. Una expresión cunato menos al go más fría, más calculadora, enfatizada por el gesto de su mano al colocrse sobre su boca.

- Fueron sorprendidos en Iunu -la que será llamada Heliópolis por los griegos- por los nuestros. Set gobierna la noche de Egipto y no permitiré que nuevos llegados se hagan con parcelas de poder sin permiso. Les he permitido quedarse en la ciudad, pero son recién llegados, llevan menos de una luna aquí, están todavía asentándose. Creo que pueden ser herramientas útiles que nos complementen cuando lo precisemos. Están atemorizados y sumisos, al menos de momento. Han visto mi cara más dura. Espero que tú puedas contrarestar eso. Puedes valerte de la mentira y de la injuria hacia mi persona si lo precisas, sé de tu fidelidad, no me preocupa. Ahora, continúa con los preparativos de tu fiesta. Que Set sea alabado por el pueblo y se regodee en su trono oscuro.

La noche no había caído del todo cuando los wabs corrían ajetreados por el patio exterior del templo. Estaba precioso, adornado con multitud de telas con colores apagados, acompañadas por flores y hojas de plantas del lugar. Se comenzaban a encender las primeras antorchas que rodeaban el patio, pero no conseguían más que intuir la silueta de las cosas, para no perderse en la oscuridad. Los murmullos de la gente en el exterior empezaban a resonar entre las paredes del patio, donde firmes se colocaban los guardianes de Set. Un pasillo se forzaba en el centro del patio, para el acceso de las personas con mayor reputación acompañadas por Wabs a sus lugares corresposcdientes. Joseth observaba desde la sombra como una muchedumbre desconocida inundaba su hogar. Eran momentos de duda, temor, incluso podría mostrar estar nervioso, pero su sangre fortalecía su entereza, tenía tantas ganas y tanto que decir, que casi debía improvisar sus palabras. Todo estaba planeado, pasado un tiempo considerable, a la espera de aquellos nobles que lo merecieran, unas antorchas más fuertes cruzaban la puerta que separaba ambos patios. El murmullo comenzaba a apaciguarse como el sonido de las olas, pues a cada nuevo gesto que pudiera producrise, volvía desde el fondo del patio rompiendo en mis oídos con suavidad. Crucé el umbral de la puerta sereno y ya mi sangre fluía por mi cuerpo, realzando esos detalles que atraen a la gente de forma insconciente, cada uno parecía encontrar su propio encnato que le producía esa curiosidad y ganas de acercarse a él. De pie sobre una roca alcé mis brazos para mostrarle a la multitud que era el momento de escucharle, que era por él por lo que allí estaban. ¡Saludos hermanos de Menfis! comenzó a gritar con una voz profunda, un tanto grave, pero potente, una voz que conseguía ahondarse en el interior de tu alma, palpitar con tu corazón. ¡Y alabado sea Set! Tras un segundo, en el que sospechaba no encontrar respuesta comenzó a hablar con un tono más ligero y más relajado. Alabado sea Set en su reino y en la noche del nuestro. Soy Joseth de Tinis! Vine a esta hermosa ciudad atraído por su grandeza y su gloria y he sido bencedido, como lo sereies todos vosotros. Así como nosotros descansamos cuando llegan sus horas, el descansa con nosotros, y me transmite sus sueños! y por eso estoy aquí, para explicaros qué me muestra en ellos, para enseñaros su camino, su camino hacia la grandeza, el poder, seremos un vasto imperio, gracias a su fuerza, su enorme poder. Su camino esta marcado por grandes hitos, grandes luchas de las que saldremos victoriosos si estamos a su lado. Él os ofrecerá vuestros deseos, os dará todo aquellos que siempre habéis soñado, lo tendreis todo si soys fieles a su figura. En su honor entregare la sangre de estas criaturas, y nos deleitaremos con su sabor, el sabor de nuestra fuerza, la que nos concede el gran Set para aniquilar a nuestros enemigos más cercanos. Comenzaban a pasar por el pasillo algunos animales aún vivos, un cocodrilo, un felino de gran embergadura, y aquellos animales de los que pocas veces sobreviviriamos en una batalla, así como algunos otros que servían de comida habitualmente. Encerrados para la seguridad de la multitud, Joseth disfrutaba de la sensación de miedo de cada uno de ellos, veía como todas las miradas se enfrentaban a unos peligrosos seres capaces de arrancar la vida de cualquiera de los presentes. Comenzó a recitar unas oraciones para Set, arrodillado frente a una figura que se había tallado para ocasión. Cuando los animales se depositaban frente al improvisado escenario, Joseht alzó su daga de sacrificios para enfrentarse a aquellos animales uno a uno. La multitud observó la agonía de las fieras frente a las heridas de las criaturas deizmadas. Las colocó sobre el altar donde no tuvo piedad con ninguna de ellas para acabar con sus vidas y sus cuerpos fueron recogidos por los varios wabs, quienes los llevaban a la puerta del templo, donde se preparaba una hogera para su coción. Joseht continuaba con algunas oraciones, en ocasiones gritaba de nuevo a Set para su adoración. ¡¡¡ Disfrutad de la gloria de Set !!! concluyó su presentación a Menfis contento de haber impresionado de alguna forma a todos los presentes. Era la primera vez que se mostraba ante tanta gente pendientes tan sólo de él. La multitud se dirigía hacia la hogera mientras él se acercaba a los nobles e invitados especiales para agradecer su asistencia y mostrarles sus respetos.

Arquiro Pade, el ceramista cretense, atravesó las puertas del templo con una sensación de inquietud. Durante el último mes, había tratado con los empleados del templo para suministrarles las vasijas que creaba para ellos: los sirvientes siempre le trataron bien, mas no así los sacerdotes, que le miraban con el mismo desdén a él y a sus magníficas piezas ceremoniales. No sienten el orgullo de la creación -había pensado Arquiro entonces- sino una especie de obsesión por lo no creado, lo marchito y ensombrecido. Esa sensación persistía esta noche en su espíritu: y sintió que los sacerdotes del Templo de Set aún le consideraban poco más que un prisionero, un intruso en su Tierra Negra de sombras y arena hirviente. Junto a él caminaba Andrómeda, su mentora, anteriormente altiva y maestra, pero ahora encogida ante los que les habían sojuzgado y humillado un mes antes. Fuera del Templo aún podían mantener la vida nocturna y artística que, en cierta medida, colmaba sus espíritus. Pero bajo la sombra amenazadora de aquella ingente construcción, nacida de un delirio más allá de todo arte, palidecían y disminuían como sombras acorraladas por el crepitar de las antorchas.

Arquiro, con paso trémulo, se aproximó a un sacerdote al que no había visto antes, que gritaba ante el templo congregado, y le dijo, lúgubremente:

-Aquí nos tenéis, sacerdote. Esta noche hace luna nueva, la siguiente después de que nos liberarais. Dimos nuestra palabra y aquí estamos, cumpliéndola. He ayudado a embellecer vuestro culto con retazos de mi creación, además. Si habéis de ordenarnos algo, -remarcó, grave- hacedlo cuanto antes, para que pueda llegar al fin el fin de esta noche.

En su recorrido por las primeras líenas de asistentes, el deseado invitado se acercó para presentarse, de forma un tanto informal. Debes de ser Arquiro ¿verdad? Como dije mi nombre es Joseth, agradezco mucho su presencia, así como su ayuda, relajaba el tono a medida que articulaba las palabras, qué le pareció la ceremonia, espero haber complacido a Set. Venga, acerquémonos a las puertas, la noche no acaba más que empezar. Acompañó su frase con el grácil gesto del brazo que invitaba su marcha por lo que fue en su momento el pasillo. ¿Qué le parece nuestra hermosa Menfis? ¿Cómo se dejó por aquí? Preguntaba con una amabilidad exuberante, si su voz podía destacar sobre el escenario, estando ahora a escasos metros se podía disfrutar como si de una melodía se tratara.

El cretense dulcifica sus formas al acercarse a Joseth. El sacerdote no le trata como el resto de sus compañeros, y parece rodeado por un aura de amabilidad. Arquiro no está, sin embargo, contento.

-Una ceremonia se basa en la repetición: y es más fuerte cuanto más reiterativa es. Para mí, en cambio, sólo la originalidad, lo novedoso y nunca percibido antes es digno de ser adorado. -Dice, seleccionando bien las palabras para no ofender a Joseth- En cuanto a mi llegada a Menfis, no ha sido voluntad mía, sino de sus hermanos de fe. También insistieron en que acudiera a las celebraciones del Templo cada luna nueva, promesa que he venido a cumplir hoy. -Arquiro sonrie, como quitándole importancia- Pero no os vi en mi última visita al Templo, ¿acabáis de llegar a la ciudad?

Dudo mucho que haya presenciado una ceremonia de mi estilo... replicó con cierto disgusto, pues parece que no le comentaron demasiado acerca de ella. Esbozó una sonrisa, sólo con pensar la respuesta. Se trataba de mi primera ceremonia como sacerdote, era una celebración especial, novedoso, para su agrado, e irrepetible, quizás la hubiera disfrutado más de saber eso, ¿me equivoco? No consideró relevante comentar sobre su llegada a la ciudad, pues ni siquiera era de allí, para qué desearía saberlo, de qué le serviría.

-Entiendo. -Dice el cretense, por toda respuesta.- Como podéis ver, desconozco completamente la naturaleza de vuestros rituales, por lo que Andrómeda -dice, señalando a la mujer que le acompaña- y yo os agradeceríamos que nos indicaráis qué se espera de nosotros esta noche.

Oh, vamos, no soys mis esclavos, vuestro desconocimiento de nuestros rituales no tiene la menor importancia, tan sólo buscaba vuestra opinión, no era necesario comportarse así. Joseht procuraba cortesmente romper la tensión que percibía en Arquiro, su inquietud llegaba ponerle a nervioso. Por qué esas ganas de servir, yo en su lugar procuraría pasar desapercibido hasta que se me requisiera... Y bien... ¿Os apetece hacer algo en especial? Llegaba incluso a dudar si era acertada la pregunta, no quería incitarles a intentar librarse de sus limitaciones.

Arquiro deforma su sonrisa en una mueca sarcástica:

-¿Apetecernos? Creo que os han informado mal, sacerdote. No estamos aquí porque lo deseemos. Por mi parte, cumplo con una promesa hecha para salvar mi vida. Respetaré vuestro culto y cumpliré con lo acordado, pero no esperéis... -antes de dejarse llevar por la cólera, el cretense hace una pausa, para tranquilizarse. Finalmente, concede:

-Haremos lo que digáis...

La bella y exótica mujer que acompaña al cretense es evidente que ha intervenido en su estado de ánimo con el simple gesto de ponerle suavemente una de sus delicadas y encantadoras manos en el hombro. La mujer, sonríe levemente, casi de forma tímida, al sacerdote y estira al muchacho cretense ligeramente hacia sí.

- Ha sido un placer, sacerdote, esperamos que tengáis suerte con vuestro culto. Nosotros, por nuestra parte, quedamos a su disposición. Honraremos nuestro trato...

Una sonrisa muestra su rostro al escuchar a la mujer que se incorporaba a la conversación. El placer es mio, me siento alagado, no esperaba menos. Obvió contestar al cretense, no veía su amabilidad correspondida, que expresó con la siguiente intervención, mostrandose algo decepcionado. Bueno,...entonces decidme, ¿os quedareis en el templo? Esta noche no requiero de vuestros servicios, como veis, muchos wabs están dispuestos para esas cosas. Su mano se levanto su hombro en señal enfática, indicnado la gran cantidad de wabs que en ese mismo momento recogian algunos de los asuntos más urgentes de la ceremonia. Mostró cierta desgana a la hora de esperar respuesta. Se desinteresó por alargar más aquella conversación.

Los ojos del cretense descienden en señal de gélido respeto. Acompañado de Andrómeda, se dirige a un rincón del templo donde pueda ser requerido si es necesario, pero con la evidente intención de esperar hasta el final de la ceremonia.

Apareciendo casi de la nada, Anum se coloca a tu lado.

- ¿Qué te han parecido mis regalos, Joseph? ¿Crees que podrás manejarlos? Pueden llegar a ser una importante baza si se usan bien -el maligno brillo de su mirada es inequívoco.

Se sobresaltó en un principio hasta escuchar su voz, qué le transmitió cierta tranquilidad. Se giró para observarle y en efecto, su mirada era muy expresiva. La verdad son bastante interesantes, se muestran reticentes, pero sumisos, no creo que encuentre demasiadas dificultades, salvo un estúpido intento de conseguir su libertad. Se quedó pensativo durante unos instantes. Aun no les encuentro de utilidad para mi actual cometido, aunque intentaré que sean participes en la expansion de la gloria de Set, encontraré la manera... ¿Hay algo más que deba saber de ellos hermano? Le preguntó por pura curiosidad, ahora que los acababa de conocer, intentaría llegar hasta sus oscuras almas para poder manejarlos como Anum esperaba