Partida Rol por web

El combate había terminado y aunque no había despuntado en este, había mantenido a mi contrincante ocupado hasta que se había dado buena cuenta de el. - Sigamos si es menester, pues aquí poco mas vamos ha hacer. Aunque digo estas palabras, no dejo pasar la oportunidad de revisar en los caídos cualquier cosa de valor que pudiesen llevar. - No nos haremos ricos en esta búsqueda, sino aprovechamos estos momentos. 

Notaba de nuevo la mirada clavada en mi del apestoso troll llamado Ur. Sabía por la salivilla que goteaba de sus colmillos lo que estaba pensando, así que no me acerqué mucho a él. Me acerqué a los caídos e intenté recuperar todas las flechas posibles, que no estuvieran muy dañadas. Después deambulé por la caverna, buscando cosas aquí y allá.

Quería ayudar a sanar al Troll, pero fue sorprendida por las bendiciones de su diosa. - No contaba con ello. - Pensó y desvió sus ideas hacia el reciente combate. - Debería encontrar un momento para proteger mi cuerpo. Si el grupo se enfrenta a un enemigo mayor y necesitan de más manos para el combate no podré unirmeles si sigo andando solamente en sedas. Debo restablecer los encantamientos. ¿Dónde podríamos hacer una parada para llevar a cabo el ritual? - Se quedó pensando la muchacha.

El caos es cosa mala, y tenemos una misión más importante. Apresurémonos a partir cuanto antes. Una vez estén seguros de que no hay alijo oculto o camino alternativo continuemos. - Dijo la muchacha. Mantenía expectante la mirada en la puerta de ingreso. Solo pensaba en salir rápido de la oscura recámara. 

Los Aposentos de los Ogros.

   Examináis más detalladamente la caverna, Zashi se percata rápidamente de que hay enfrente de una de las esteras un pozo de un metro de ancho, tapado con unos maderos y oculto por una capa de suciedad y polvo. Lo evitáis, parece un pozo de varios metros de profundidad.

   También los trolls os percatáis de un agujero en el techo, de unos diez centímetros de diámetro. Parece comunicar con otra estancia arriba de esta, pero el agujero es tan estrecho que sin duda no es una vía de acceso.

   Por lo demás, lo único interesante que halláis son 647 lunares (peniques) repartidos entre las esteras. Podéis recoger las monedas, si queréis, o dejarlas ahí.

Kuzlass cogió un puñado de las monedas y se las guardó en su bolsa. No se preocupó de contar si era más o menos lo que le correspondía, pero en esencia era más o menos una quinta parte del botín. Al troll negro le pareció un reparto equitativo y dejó el resto para los otros miembros del grupo.

—Ahí arriba hay otra sala —dijo, señalando al techo—. Pero no podemos pasar por ahí. Volvamos atrás y exploremos otro túnel. Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo, coge la estatua y sígueme.

Ur tomó la estatua, pero antes de eso modificó su armamento: se ató la alabarda a la espalda, donde antes había estado el escudo, y embrazó este con la idea de empuñar su otro arma si les atacaban. Por el momento, en la mano del arma llevó la estatua, sin olvidarse de decir las palabras al agarrarla.

—Preparado, Kuz. La Madre Oscura nos protege.

La muchacha desdeñó la idea de recoger monedas y estuvo de acuerdo con el grupo cuando decidieron dejar la sala. A lo comentado por sus compañeros sobre el hueco en el techo respondió - Quizás algo o alguien allí arriba estaba pendiente de los Ogros. Igual y ahora saben que hemos estado aquí. - Aún así, sin esperar respuesta, se apresuró a volver sobre sus pasos hasta la estancia anterior. 

Volvéis atrás, pero aún debéis elegir por donde debeís elegir pon donde continuar. ¿Por donde seguir?

Ur husmeó el aire de la caverna. Ese lugar apestaba, pero estaba vivo, y seguro que había un ir y venir de cosas que hacía que todo fuera diferente, de modo que quizá no importaba demasiado qué camino debían escoger, mientras que les llevara fuera de ahí.

Esos esforzados pensamientos le llevaban al gran troll más tiempo del que parece, tiempo en el que cualquiera de los otros, seguro, tomaba una decisión sobre qué camino tomar. Ur adoptaba la postura cómoda del subordinado con la seguridad que dan a cualquiera tres metros y medio de altura y casi dos metros de hombro a hombro. Así que se entretenía en sus reflexiones mientras alguien tomaba la iniciativa.

Después de no encontrar nada interesante entre los desperdicios de los ogros, decidimos volver a la anterior sala. Me quedé el último, para guardar la retaguardia y tener distancia con la vanguardia en caso de combate, así podría disparar mis letales flechas. Una vez en la estancia, tocaba de nuevo elegir túnel. Como los que iban en avanzadilla eran los trolls, esperé a que ellos eligiesen el camino. Cualquiera de ellos sería tan bueno como los otros. Parecía que alguien no quería que nos marchásemos de aquí con la estatua y jugaba con nosotros...

-"Elegid algún camino y prosigamos." Dije en voz baja, más para mi que para que lo oyeran los demás.

   Un zumbido particularmente intenso te sobreviene a los oídos por forzar tu sentido oscuro, momentáneamente te quedas algo aturdido mientras recuperas el oído. Claramente no oyes nada de particular.

—¡Atncht!

Los dioses expresaron su opinión sobre el conformismo de Ur mandándole un estornudo a destiempo que le taponó la nariz y le hizo saltar los tímpanos de modo que, de pronto, se quedó casi ciego.

Como cuando un gato cae al barro o sufre un accidente indigno que le roba la elegancia, ahora el troll enorme daba pena. Tropezaba con las cosas y tanteaba con las manos, pues perdido el sentido del oído, solamente contaba con sus ojos de gorrino para ver, y estos eran lo peor de lo peor. Se encontró en un mundo de antorchas parpadeantes, luces insuficientes, inquietantes sensaciones y lagrimeo constante.

—Ur está ciego. Ugh, qué desagradable. Perdón, Madre Oscura. Me has quitado la visión de tu hermoso rostro. Oh, qué desagradable es tu muro de terciopelo. Te ruego que levantes el velo para Ur. Ur masticó y tragó un escarabajo, Madre Oscura. Oh, si, un jugoso y delicioso escarabajo sagrado, y Ur se arrepiente.

Babeaba y escupía, y se tropezaba, de modo que ahora era peligroso acercarse mucho, porque podía pisarle a uno con esos piezotes torpes que antes se movían con tanta gracilidad.

Kuzlass ni siquiera se fijo en si el resto de miembros del grupo cogían o no su parte del botín. Él tenía ya su montón de monedas, pues aunque había venido aquí en misión sagrada de lucha contra el Caos, poder saquear algo de dinero no le hacía mal a nadie y menos que a nadie, a él mismo.

Cuando regresaron a la cueva que tenía túneles taponados, Kuzlass comenzó a mover las orejas con nerviosismo, mientras silbaba y examinaba la sala. ¿No había antes una roca allí, en el túnel del fondo? ¿Quién la había movido? ¿El gigante que dejó ciego (temporalmente) cuando se adentraron en las cuevas? ¿Otros monstruos igual de temibles? 

Mientras aún reflexionaba sobre ello, Ur estornudó y comenzó a moverse trastabillando por toda la cueva. Gruñendo, el troll negro se acercó hasta él y le dio un pescozón para que recobrara el sentido.

—¡Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo! ¡Recobra el seso! —dijo Kuzlass, a medias enfadado y a medias divertido. Haberle dado un golpe al gran troll en el cráneo al menos le había animado un poco—. ¡Vamos! Si salimos de la cueva con la estatua, puede incluso que te perdonen en el clan por haberte comido a ese escarabajo. Sí, bien podría ser que al fin te perdonaran, Ur.

El troll negro miró hacia uno de los túneles y lo señaló de modo imperioso.

—Por ese. Démonos prisa, antes de que lo vuelvan a bloquear.

La chica mantenía distancia y una leve sonrisita escapaba de sus labios. - ¿Qué le pasará a Ur? - Se preguntaba. Pero no tardó mucho Kuzlass en poner orden a la situación a la manera de los trolls, dándole fuerte en la cabezota al pobre. Luego, solo indicó un camino. La muchacha esperaba que esta vez estuviesen sobre el sendero correcto. - De acuerdo. - Dijo y se puso en marcha tras el resto del grupo. 

Hasta ese momento habían confiado en el buen juicio de los Trolls ... bueno al menos en uno de ellos, el albino tenía algo raro que no terminaba de convencer al caballero negro ... - Hemos confiado en vuestro juicio, caminemos por donde habéis decidido. No sin cierto desasosiego miré al troll blanco, fuese lo que fuese lo que le pasase, estaba claro que había que vigilarle. 

Ur pareció calmarse un poquejo, aunque seguía en su mundo de quejas y moqueo. Al menos dejó de rezongar, enarboló su arma mirando muy fijo hacia adelante, donde antes había todo un mundo y ahora solamente había negrura.

La Habitación de las Estatuas.

   Cuando llegáis, al ir entrar en el pasadizo, veis claramente que una enorme roca que bloqueaba el paso se ha deslizado. Por lo pesada que es haría falta la fuerza de varios trolls para moverla. Con precaución os introducís por el pasadizo. No es muy largo, y va hacia el noroeste antes desembocar en otra estancia, aparentemente vacía.

   El sentido oscuro de los trolls (incluido el de Ur) ven una estancia irregular de 13 por 7 metros, formada por dura roca de color marrón (Zashi sabe que esquito, con incrustaciones de otros tipo de rocas). En una cavidad que ocupa la parte norte de la caverna, el suelo desciende hasta un pequeño estanque de agua en constante movimiento.

   Así mismo, hay tres estatuas en la zona.

   Salidas veis dos, la del sureste, por la que habéis llegado. Y al oeste, ascendiendo a través de una rampa de extractos rocosos formados por arenisca rojiza y amarillenta, hay otro túnel.

.

El troll negro se quedó observando las estatuas a cierta distancia y echó un vistazo a las aguas del pequeño lago antes de hacer un gesto al resto del grupo para que siguieran avanzando por el túnel del fondo de la cueva.

—¡Oh! —Los ojos de Ur se abrieron todo lo que pudieron, que no era casi nada. —Oh. Ur ve otra vez. Ur ahora aprecia los dones de la madre oscura. Mejor que Ur no los vuelva a perder.

Y ante la sugerencia... —Ugh.

O sea: si.