Partida Rol por web

Aeryn se volvió hacia el sacerdote con una ceja enarcada. Antes de hacer algún movimiento primero quería saber qué estaba pasando.

- ¿Me quieres explicar en que lío se han metido? ¿Qué ha hecho esa joven para enfadarlos tanto?

Esperó pacientemente la respuesta mientras veía como los hombres cada vez se volvían más violentos y los sollozos de la joven se oían quedamente. Contempló a Keloa cómo devolvía una bolsa a uno de los mineros que Aeryn rápidamente supuso que se trataba de dinero. Con extrañeza se volvió de nuevo a Phey.

- ¿De dónde han sacado tanto dinero?

¿Se cree que este es el momento oportuno para...? Oh, está bien...

La Naiss organizó una apuesta, y Keloa se ganó el dinero con un pulso... Y mientras, el dinero de los mineros desapareció, y Pazzo es nuestra sospechosa, pero los Oshar la protegen...

No hablaba tan atropelladamente desde aquel relajante baño de hace unas horas.

Aunque los mineros no entienden vuestras palabras, si notan el tono... para ellos querer devolver la bolsa que Keloa ha ganado es una ofensa mas que añadir. Encendidos como estan se lanzan a por en enorme Udokal, ignorando de momento a Keloa, al final y al cabo es una joven.. una cosa es darle unos azotes, otra romperle los dientes, son mineros no salvajes.

Los puñetazos comienzan a lloverle a Udokal por todas partes, uno de los mineros incluso se sube a una mesa para alcanzarle bien en toda la cara.

- Entiendo, pero no... -Aeryn no terminó la frase al ser interrumpida por los mineros que se abalanzaron sobre Udokal.

La rabia empezó a teñirle con un ligero rubor el rostro al ver cómo se abalanzaban sobre el Oshar. No los hemos salvado de las garras de los pieles verdes para verlos morir a manos de estos energúmenos.

- ¡Cobardes! Quieren parar de una vez... ¿qué son hombres o meros animales rabiosos? -Intentó hacer que su voz se oyera por encima de todo el jaleo. Se volvió hacia el posadero- Que alguien avise a la guardia. -Su tono dejó bien claro que aquello era una orden no una petición.

El posadero sale corriendo y no necesariamente por la voz autoritaria de Aeryn. Ahora si ha ido a buscar a la guardia o a otra cosa ya se vera.

Pazzo empezó a temblar en cuanto vio a los mineros abalanzarse sobre Udokal. Todo ha pasado demasiado rápido. Ella quería que la rubia alta se los llevara de allí y que el guerrero sagrado se fuera y ella, ella siempre ha salido viva de este tipo de problemas.

Pero la rubia tardó demasiado en actuar, se puso a preguntar. ¿A quien se le ocurre poner preguntas en estas situaciones? Los O'Shars quieren devolver el dinero a los mineros. ¿Como van a aceptar unos mineros borrachos el dinero y marcharse? El posadero no dice nada, al final sale corriendo. ¡Vaya cobarde! La pequeña naiss miró a su alrededor y siguió llorando

-¿Por que? Apenas audible, la voz de Pazzo se perdió entre el ruido de la pelea que se ha formado. Se quedó petrificada al ver la fuerza con la que golpeaban al gigante.

¿Que puedo hacer, oh rayos y relámpagos, que puedo hacer para acabar con esto? Miró a su alrededor y no encontró nada que le sirviera de ayuda. Solo la chica alta y el moreno.

Con un tirón liberó su mano, que aun estaba presa y se agarró de las vestiduras de la chica. Aunque mucho mas alta, se levantó de puntillas y la miró en los ojos.

-Haz algo, por favor! Lo van a matar! Pero a ti no te importa nadie, ¿por que me molesto siquiera? La soltó y se volvió hacia el que tuvo su mano presa, el guerrero sagrado. Sus ojos llorosos apenan lo podían ver. Se agarró con la misma desesperación de sus ropajes.

-Tu debes de tener algún poder. Lo van a matar por mi culpa. No lo permitas. Bajó la cabeza y soltó sus manos. Se las llevó a la cara y empezó a llorar desconsoladamente. Eso era superior a ella. No podía hacer absolutamente nada.

¿Bromeas, verdad?-dijo a Pazzo-He visto a ese Oshar partir en dos a un gigante de un hachazo. Una simple riña de taberna, como mucho, le hará cosquillas en los nudillos. A mí me preocupan más los otros...

Las lágrimas de Pazzo no le conmueven. Ella tuvo la oportunidad de parar la apuesta cuando Phey se lo dijo. Las lágrimas de Pazzo no le conmue... ¡No! Se aprovechó de los Oshar para ganar dinero. Las lágrimas de Pazzo... Pazzo tuvo la oportunidad de decirles a los Oshar que se mantuviesen al margen, y no lo hizo. Phey no tiene ni idea de qué fue lo que les dijo en el idioma de los salvajes, pero visto lo visto no fue nada bueno. Las lágrimas d...

¡Oh, está bien!

Tienes que hacerte responsable de tus actos, Naiss. Existe un modo desinteresado de enmendar tus errores y detener esto. ¿Tienes a mano las monedas que robaste?

Phey había estudiado las motivaciones de la gente. Los libros del monasterio hablaban de las bajas pasiones y de cómo arrastraban el alma por el fango. Una de esas bajas pasiones era la riqueza. Quizás esparcir todas las monedas al aire, como quién tira arroz a una pareja de novios, sea distracción suficiente. Esos mineros se harán mucho menos daño peleando entre ellos por el oro que estrellándose contra los puños de Udokal y Keloa.

Pazzo lloraba sin parar cuando escuchó la vos del moreno hablándole. Levantó la cabeza de sus manos y lo miró negando con la cabeza.

-No... no parece que lo... que se lo esta pasando muy... muy bien, dijo sollozando. Se secó las lágrimas con las mangas y por mucho que lo intentaba no entendía por que le preocupaban más los otros.

Empezó a asentir ante sus palabras, de tener que ser responsable de sus actos. Era lo que quería, las cosas se le fueron de las manos y otra vez metió en líos a los que solo la estaban acompañando. Ella quería detener todo aquello.

En cuanto la preguntó por el dinero robado, se lo quedó mirando con los ojos como platos. ¿Porque quiere ese maldito dinero que he robado?

-Si, dijo de forma apenas audible. Miró a un lado y a otro con miedo y metió las manos en sus bolsillos. En unos momentos sacó lo robado y a escondidas se lo entregó. Se encogió de hombros y preguntó, ¿que piensas hacer?

No se imaginaba que podía hacer con esas monedas, pero librarse de ellas era mejor que tenerlas. Se acordó de la reacción de los mineros unos instantes antes, cuando la pelirroja le lanzo la bolsa de monedas que había ganado. Esperó que lo que el guerrero pensaba hacer con el dinero no empeorara más las cosas.

Yo no pienso hacer nada. Lo harás tú. Te lo dije, tienes que hacerte responsable de tus actos. Abre las bolsas y tira las monedas en esa dirección.

Phey señalaba a un lado de la trifulca, no fuera a ser que Pazzo le diera a alguien sin querer. A nadie le gusta que le tiren monedas a la nuca.

Con fuerza, que tintineen sobre el suelo de madera.

Miró las manos de la Naiss de reojo.

¿Solo dos bolsas? ¿Toda esta turba por solo dos bolsas? Ooooh... Está bien. No todos los cruzados tienen que estar luchando contra sectas diabólicas y monstruos antropófagos. También hace falta que alguien se ocupe del Mal a escala reducida. Por lo menos los dos propietarios de esos saquillos se apartarán de Udokal... espero.

En serio, con fuerza. Queremos que hagan mucho ruido.

El rostro de Udokal se pone rojo y sus ojos se desorbitan por la furia, tras un gruñido primario le suelta un poderoso puñetazo al minero que estaba subido a la mesa, impactandole en plena mandibula. El cuerpo de este despega de la mesa y sale volando unos 4 metros antes de aterrizar contra el suelo, para no volver a levantarse.

En cuanto los mineros se echan sobre Udokal, Keloa no se lo piensa dos veces y empieza a intentar quitárselos de encima. Su mirada gélida cambia a una opuesta, llena del fuego de la ira, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué más querían? ¿Cómo se atrevían? ¿Cómo podían estar orgullosos de su fuerza y luego atacar 6 de ellos al mismo hombre?

- ¡LARGO! -Grita en su idioma mientras intenta agarrar por el cuello de la ropa a uno de aquellos mineros y tirar de él hacia atrás, dispuesta a pegarle un puñetazo si era necesario.

Cuando los mineros lo rodearon y comenzaron a lloverle golpes por todas partes Udokal no pudo aguantar más toda la tensión que había acumulado y gritó de rabia. Un grito que recorrió toda la sala.
Uno de los mineros se le había ocurrido subirse a una de las mesas para así poder golpearlo. Allí encima el minero se encontraba a la altura ideal para recibir un buen golpe. Sin pensárselo dos veces Udokal le soltó un tremendo golpe en la mandíbula que lo hizo salir despedido hacia atrás.
Udokal dibujó una breve sonrisa en sus labios al verlo volar e inmediatamente se volvió hacia los otros mineros mientras seguían golpeándolo. Estaba tan excitado que no sentía nada más que rabia para golpear al siguiente que se le cruzara en su camino y ya nada de lo que pasaba a su alrededor le importaba, tan solo golpear mineros y quitárselos de encima.
Si que escuchó la característica voz de Keloa gritando, seguramente abriéndose paso hacia él, Udokal sabía que siempre podía contar con ella.