Partida Rol por web

Pazzo os lleva hasta la casa del sastre, una pequeña casa de una planta acoplada a lo que parece un almacen de medianas dimensiones, y como todos los edificios de la colonia contruidos a base de solida piedra y algo de madera.

Tras esperar un buen rato fuera os abre un pequeño humano, del tamaño de Pazzo no mas y con pintas mas bien de enclenque, calculais que rondara los 40 años, si bien conserva todo el cabello, negro. Si bien lo mas llamatico son los dos aros de metal en torno a cristal que lleva delante de sus ojos.

Bastante malhumorado levanta la voz, para nada amedrentado por vuestra presencia:

- ¿Quienes sois y porque venis a estas horas a molestarme? -

- Aqui tienes —dijo el guardia mientras depositaba la comida en la mesa—, espero que te indigestes.

Voki le dirigió al guardia una mirada de extrañeza.

—¿Se supone que eso me haga sentir mal? Es lo que me decía mi madre cada vez que me servía la comida.

Se llenó la boca con una cucharada de sopa.

—Y esto es mejor que lo que me servía —agregó mientras le chorreaba algo de caldo por la comisura de los labios.

Mordió un trozo de huevo y lo masticó con fruición.

Estaba exagerando, pero no mucho. De hecho había estado en lugares en los que ni pagando podías comer algo así. Todo el asunto era bastante extraño. ¿Trataban así a todos los prisioneros o era porque él había venido con los dos sacerdotes? La gente de por aquí parecía apreciar bastante a esa gente.

Muy amable. Mi acompañante y yo nos sentaremos en esa mesa de allí.

Espero que a Aeryn le guste el potaje de habas. A lo mejor es un plato demasiado pesado para una cena, pero es que con el frío que hace aquí en el norte la verdad es que apetece. Eso sí, como no se de prisa en terminar de bañarse, se le va a enfriar...

Se recogió a una mesa junto a la esquina, buscando algo de tranquilidad, pero si los mineros seguían llegando a este ritmo, lo más normal sería que el local se abarrotase, y algunos de ellos se tendrían que sentar con Phey y Aeryn.

Jugó con la empuñadura de su espada, como durante el baño, golpeteando con los dedos las tiras de cuero que vendaban el arma para que no se resbalara de las manos durante el combate. Casi esperaba que Hanne y los dos Oshar apareciesen por la puerta y se sumasen a la cena.

El bárbaro siguió a Pazzo por la colonia hasta llegar una construcción de piedra que no difería mucho del resto de las que se veían alrededor. La pequeña humana golpeó la puerta de acceso y todos esperaron fuera a que alguien apareciera a recibirlos. Unos minutos mas tarde un pequeño hombre apareció por la puerta. Aunque Udokal no entendió lo que les dijo el tono parecía malhumorado y tampoco dio la sensación de sentirse sorprendido o acobardado por la presencia de dos O'Shar a su puerta. Udokal no pudo evitar fijarse en los extraños cristales unido por unos aros de metal que el hombrecillo llevaba sobre la cara, como si fueran otro par de ojos. Nunca en su vida había visto nada parecido.

-¿Has visto eso? Preguntó a Keloa sin mucho disimulo. ¿Porqué se pondrá eso delante de los ojos? Así no puede ver bien.

Andando por la colonia, el camino les llevo al edificio de piedra donde encontraron al sastre. Con paciencia, la pequeña Pazzo golpeó la puerta y esperó una respuesta de dentro. Sabía que la hora era tardía, pero sus acompañantes estaban en apuro y no podrían perder ningún momento.
Una cara enfadada se asomó por la puerta, Pazzo le respondió con una sonrisa.
-Mil disculpas, señor!!! No queremos molestarle, pero mis amigos necesitan ayuda cuanto antes. Se toma su tiempo para contarle todo lo mas explicito posible y acaba todo con otra de sus amables sonrisas. Espero que, después de todo lo que le he contado, nos entienda y nos deje pasar. Si no fuera tan urgente no le molestaríamos a esta hora.

El guardia te mira con cara de pocos amigos tras tu comentario, aun así, se guarda sus opiniones al respecto y apretando los dientes, sale de la celda y la cierra con llave.

Apareció en el comedor vestida con las toscas ropas de hombre y el pelo aún mojado. Miró a su alrededor buscando al sacerdote frunciendo el ceño molesta al ver tanta gente ya reunida para cenar, cuando le vio sentado en una esquina se dirigió hacia él. Sentía las miradas que la mayoría de los presentes le lanzaba, pero hizo caso omiso, caminando altiva y con paso decidido hacia la mesa.

- Mucha gente se ha reunido, espero que no nos molesten demasiado. ¿Has pedido ya, Phey? -le preguntó mientras tomaba asiento dispuesta a cenar lo más rápido que su educación le permitiera. Tenía muchas ganas de subir a su cuarto y descansar en una cama de verdad.

Desde luego el aspecto que ofrecía Aeryn distaba mucho de lo que podía alcanzar, apropiadamente vestida y en otro entorno, aun así, su altísima estatura y su cabello dorado la hacían destacar claramente entre los presentes, mineros en su mayoría, bajos y robustos, los cuales le lanzaron mas de una mirada. Ademas entre los mineros se encontraba algún que otro enano que también se había apuntado a la fiesta nocturna, como cada noche. Estos, de apenas 130 cm, eran increíblemente robustos, todos luciendo largas y cuidadas barbas, y al contrario que los mineros comunes que iban vestidos con sencillas ropas, estos lucían cotas de mallas y pesados martillos de guerra.

Para cuando te sentaste a la mesa, la comida ya estaba servida.. sopa de pan y ajo para entrar en calor y un potaje de habas de segundo. Una jarra de agua acompañaba como única bebida, así como pan, horneado de esta mañana.

- Tus amigos son enormes!!! - Responde aun malhumorado el pequeño sastre... ¿No esperareis que tenga algo para ese tamaño?... luego cambia un poco el tono, - Pero bueno, si venis de parte de Lord Heinnvart... !claro que le voy a cobrar un plus por las horas...

- Ahora pasar y no me hagais pasar mas tiempo!!

La puerta del edificio apenas si llega a 180 cm, por lo que os teneis que agachar bastante para entrar, una vez dentro, el techo esta apenas a menos de una cuarta de la cabeza de Udokal. La casa esta muy cargada de armarios, sofas, sillas, mesas y diversas telas, realmente en exceso.

Atravesáis un par de salas mas, hasta que llegáis a una especie de salón en mitad del cual hay un altillo

- ¿Y bien? ¿Que es lo que necesitáis exactamente?

El Hijo de Ihvist se puso en pie y no volvió a tomar asiento hasta que la dama lo había hecho.

He tomado tu "cualquier cosa" al pie de la letra. Parece un rancho más propio de lo que Hanne habría preparado para nosotros durante nuestro viaje, que el de una comida de urbanitas. Espero que estés conforme.

No había probado bocado, pues por cortesía esperaba a que Aeryn se reuniese con él. La utilidad que sí le había dado a la comida era usar el plato para calentar las manos, las mismas manos que ahora se cruzaban mientras susurraba en voz tan baja que se asimilaba casi al ininteligible ruido del viento.

Tras bendecir los alimentos, Phey inició una conversación antes de llevarse la cuchara a la boca.

Me gustaría ir a visitar a Hanne antes de ir a dormir, pero por culpa del baño la noche se nos ha echado encima y... Y creo que sería inapropiado que un hombre solo visitase su casa a estas horas. ¿Te gustaría venir conmigo? Tómalo como un pequeño paseo tras la cena, para aposentar la comida.

Keloa sigue a la pequeña humana hasta lo que parece ser la choza del encargado de fabricar las ropas en aquel lugar. Escucha las palabras de Udokal y automáticamente se encoge de hombros.

- La verdad... Todo es tan extraño aquí que casi dejan de sorprenderme. Parece que se empeñan en ponerse dificultades delante... No solo por ponerse cosas delante de los ojos, sino también por las incómodas ropas que llevan aquí algunas de las mujeres, e incluso los guerreros enclenques como aquel explorador que nos acompañó aquí.

Responde a su hermano mientras su guía intercambia algunas palabras con aquel extraño hombrecillo. Parece que lo ha convencido, así que se adentra en aquella diminuta choza que está llena de cosas, haciendo que moverse por allí dentro sea casi una tortura para la enorme pelirroja... Mira de reojo a Udokal y hace un gesto con la cabeza, que podría traducirse con un "¿Lo ves? Todo obstáculos...".

Cuando el hombre hace su pregunta y su guía se la traduce, Keloa le explica qué es lo que quiere.

- Necesito ropa resistente pero cómoda, parecida a la de mi compañero, adaptada a mi tamaño. También unas botas resistentes, ya que nosotros usamos nuestras propias piernas para desplazarnos.

No sabe qué más detalles añadir a su petición, pues no necesita más que unas buenas pieles resistentes, que puedan aguantar algunos golpes.

-Sí, son enormes. Pazzo mira hacia atrás y arriba como si fuera necesario volver a confirmar lo que el sastre dijo.
Al mismo tiempo escuchó las palabras de Keloa y se las transmitió al sastre.
Pazzo entró sin problemas por la puerta. Ver tantas telas, el olor y los colores le recordaron muchas cosas de su pasado.

Udokal avanzó terriblemente incómodo por la escasa altura de aquella estructura, que aunque no era lo suficientemente baja como para ir golpeando con su cabeza si le daba la sensación de que en cualquier momento podía venírsele encima.

-Ya me he fijado, estos humanos son la muy extraños y tienen unas costumbres que se me hacen incomprensibles.

Después de las palabras del hombre y la traducción de su acompañante dejó que Keloa hablara. Ella era la que estaba más necesitada de ropas al fin y al cabo. Lo suyo se arreglaría con unos cuantos buenos remiendos. Se dirigió a Pazzo con intención de que le tradujera sus palabras.

-Yo tan solo necesito que cosa los desgarros de mi ropa. Aquí. Udokal señaló el gran roto que le habían hecho en el pantalón durante el primer ataque de los pieles verdes y recordó la herida que le había hecho cojear unos días. Y aquí, aquí y aquí...

Una por una el bárbaro fue señalando todos los desgarros que la huida y las luchas habían producido en su armadura y que poco a poco habían hecho que su protección perdiera consistencia.

Las palabras de Udokal la trajeron de vuelta a la realidad. Siguió con su mirada los sitios que este le estaba enseñando. El sastre seguía de malhumor, pero ella pensaba que, con la cantidad de dinero que se iba a sacar por el trabajo, va a cambiar de actitud.
Con mucha paciencia le contó todo lo que los gigantes decían. Se lo volvió a repetir incluso, no vaya a ser que se le escape algún detalle.
Pazzo acabó de hablar con su amplia y amable sonrisa. Estaba contenta. Ha ayudado a unos extraños y ha conseguido su favor para el futuro, sin duda, una buena noche.

- ¿Quien crees que soy? ¿una vulgar costurera? - Responde el hombrecillo indignado tras escuchar la traducción de Pazzo de remendar las ropas de Udokal. - !Y encima de unos salvajes que ni siquiera saben hablar un idioma civilizado!!! - Aunque vosotros (Keloa y Udokal) no lo entendéis, si veis que esta claramente enfadado.

- Bien, quítate esos trapos y veré lo que puedo hacer.

Después de inspeccionar un rato la ropa de Udokal, escucháis que murmulla... valla, no esta nada mal, muy profesional.. dos capas de pieles, con plumas entre ellas, no había visto nada igual...

- Niña - dice volviéndose hacia Keloa - Olvidate de que te elabore algo como lo de tu compañero... para empezar aquí no tenemos tantas pieles blancas... podía usar retales de pieles de oso pardos y lobos y tal vez algo de nutria, aunque el aspecto final quedaría como si fueses una mendiga. (aunque eso no creo que te moleste viendo tu aspecto, murmura para si) en cuanto a las plumas, tal vez pueda conseguir algo de gansos... no prometo nada. En cuanto a las botas, salvo por el tamaño, no habrá problema, doble suela de algodón recubierta de piel.

- Ahora desnudate tambien que te tengo que tomar medidas...

Esperó pacientemente a que el sacerdote termiara sus rezos sin prestarle demasiada atención mientras contemplaba recelosa la comida que tenía delante.

- No te preocupes, está bien. Por lo menos está caliente y parece... comida. -Comentó antes de llevar la primera cucharad de sopa a la boca. Quizás era el hambre pero la comida no le supo tan mal y una vez que empezó apenas pudo parar mientras escuchaba las palabras de Phey.- Me parece un poco tarde para andar de visita ¿no crees? Y tampoco sabemos muy bien dónde se encuentra y tendríamos que preguntar. No creo que se vaya a marchar durante la noche así que podemos dejarlo para mañana por la mañana. ¿No estás cansado? Porque yo sí, y me parece que lo mejor que podemos hacer después de todo lo que hemos pasado estos días sería descansar.

Comeis tranquilamente sin que nadie os moleste, salvo por las miradas cada vez menos disimuladas dirigidas a Aeryn. Para cuando acabáis, no hay noticia alguna de los O´shar que se marcharon con la menuda chica que no paraba de hablar...

No es tan tarde... Lo que pasa es que en invierno la noche llega antes. Deben de ser las nueve y pico, así a ojo. Y para encontrar la casa solo hay que retroceder hasta la muralla y girar a la izquierda.

Dejó de insistir. Todo este tiempo Aeryn y Phey fueron compañeros ocasionales de viaje. A partir de ahora era cada vez más probable que sus caminos siguieran direcciones distintas. Era algo que le... ¿entristecía?

Seguramente tengas razón. Es que... Tan solo... Tan solo pensé que la Sacerdotisa se sentiría sola. Está en un lugar que no conoce, y por primera vez no tiene a nadie. Ni a sus Hermanas del convento ni a nosotros. Sí, es mejor que esta noche durmamos.

Se sumergió de nuevo en su sopa, para no tener que comer frío el potaje. Para sumergirse en su propia soledad.