Partida Rol por web

La doctora Marlowe se sobresaltó cuando un enorme pastor alemán apareció entre los arbustos. La advertencia de su compañero americano llegó tardía aunque, por suerte, sus reflejos unidos al impulso del animal impidieron que el mordisco lograra alcanzarla. La adrenalina hacía bombear su corazón con furia mientras rodaba hacia un lateral, alejándose del perro. Por un instante, le pareció escuchar al austríaco gritar en alguna lengua parecida al francés... ¿Podría la tensión de la batalla estar causándole alucinaciones auditivas? En cualquier caso, si no acababan aquel combate rápido era muy posible que sufrieran alguna baja importante. No había tiempo para distracciones o remordimientos, ni para dudas. Era cuestión de vida o muerte... Con agilidad, Eleanor se incorporó sobre la rodilla derecha y apuntó de nuevo a los soldados. Intentando tranquilizar su respiración apretó el gatillo mientras calculaba por dónde vendría de nuevo aquel cánido del demonio... 

Parecía que los soldados iban cayendo uno a uno. El austriaco (Dios sabe como) había abatido a un enemigo. Y la doctora y el cabo estaban repartiendo balazos como si de caramelos se tratase. ¿Iba a ser Emil Klein Heinrich menos? ¡No! Especialmente porque si aquél nazi bocazas seguía gritando, acabarían alertando a alguna otra patrulla.

- Cierra la puta boca, hijo de perra - dijo Emil mientras salía de su cobertura y disparaba al oficial.

El soldado al que dispara Penwater, que ya estaba tocado de la pierna, suelta su arma y cae de rodillas al suelo, desplomándose de bruces, inerte. Marlowe, por su parte, remata al hombre de las esposas al que había disparado Heizinger.

Sólo queda el oficial en pie. El oficial y su fiel perra, quien se lanza ferozmente contra el brazo de Marlowe. Pero esta consigue esquivarlo con suma elegancia y provocando que Hilda trastabille con una rama, soltando un gimoteo. El oficial cae al suelo por el disparo, llevándose la mano a la herida.

— ¡Sucia escoria! —grita, levantando el arma y temblando de odio—. ¡Acabaremos con vosotros, el Imperio Alemán os aplastará a todos. Bohemia es nuestra. ¡Heil Hitler! —y con esa consigna, dispara su Luger hacia Emil.

El alemán se resistía a morir, algo normal, pero viendo que estaba herido y que cuatro enemigos le rodeaban, debería tirar el arma y rendirse. Aquel hombre estaba bien adiestrado y era un fanático o simplemente un descerebrado. 

Penwater decidió acabar con él sin mediar palabra alguna. No iba a malgastar saliva con un nazi. Apuntó y disparó. De nuevo la bala iba en la dirección correcta. Iba a impactar contra aquel oficial y si no lo mataba lomm dejaría muy malherido. Ahora el mayor problema era sin duda la perra. Un mordisco suyo podía hacer mucho daño.

El desconcertante austríaco se echó a reír ante las palabras del oficial nazi. Nadie supo muy bien por qué.

Mientras Penwater remataba al oficial, Klaus apuntó a la fiel Hilda y por el breve instante en el que se cruzaron sus miradas, el austríaco guardó un brevísimo instante de silencio, concentrado, frío como un bloque de hielo.

-¡Deathblade! Herunter! ¡Abajo!-. La doctora Marlowe no necesitó demasiado para entender las intenciones de Klaus. El austríaco apuntaba la mira del Enfield buscaba un tiro limpio sobre el perro. Así que cuando la doctora se apartó ágilmente, Klaus hizo blanco en el animal, impactándole de lleno en el torso. Una muerte rápida para la perra, leal hasta la muerte al enemigo de Europa.

-Auf Wiedersehen, süB Hilda-.

* * * * * *

Tras un breve silencio que aún transportaba ecos de muerte, Klaus comprobó el estado de cada uno de sus camaradas.

-¿Se encuentrrran todos bien? Geths dir gut?-, inquirió mirando a Marlowe y a Penwater primero, luego haciendo lo propio con Emil. -Ha sido un tiroteo de escánnndalo, verrrdaderamente. Consuélense sabiendo que la perra era extraordinaria. Nos habría detectado a buen seguro, y habríamos perdido el factor sorrrpresa. Por no mencionar la posibilidad de que esa pobre alma a la que hemos salvado llegase a delatarnos. Creo que hemos obrado correctamente, ¿ja? Un sentido táctico realmente excepcional, Penwaterrr. Fraülein Marlowe, excepcional agilidad, ohne Zweifel. Y Emil, ¡qué decir de nuestro joven e intrépido guía! ¡Jijijijiiiii!-. El austríaco dio una palmada en el hombro al alemán. Su técnica de disparo era manifiestamente mejorable, pero había logrado vencer el miedo y entablar combate como un barbilampiño Sigfrido y solo por eso estaba orgulloso de él.

-Doctorrra, asista a nuestro cabo, ¿ja? Parece que se ha llevado la peorrr parte en nuestro bando. Emil, ¿quierrre darse un paseo conmigo? No iremos muy lejos.

Era reseñable la sangre fría que demostraba Von Heizinger. Parecía que se estuviese dando un paseo por el campo. Y había disparado su fusil hasta tres veces. Sin pestañear siquiera. Sin fallar. Qué Velvet. ¡Qué Thunder!

Klaus revisó los rifles Mauser de los alemanes y las Luger. Tendió una de estas a Emil con su sonrisa torcida en el rostro.

-Guárdela. ¿Quién sabe? Quizás algún día sean un objeto de coleccionista, ¿ja? ¡Jijijijijiji! Vamos a ver si encontramos el rastro del checo mientras la doctora sutura a Penwaterrr. ¿Sabe qué me hace gracia de estos necios? ¿Hm? Es para troncharrrse de la risa. Verá, resulta siguen a ciegas a un austríaco que hace ya catorce años renunció a su nacionalidad para lanzar discursos propagandísticos en Berlín sobre el pangermanismo. Hilarante, ¿verrrdaT? ¿No lo sabía? ¡Hitler es austríaco! Piense la extraordinaria maniobra publicitaria que mi país tendrá que contar al mundo para lavar su honor...

>> En verdad vivimos tiempos interesantes, amigo mío. Tiempos en los que la estupidez y la maldad humanas están alcanzando límites jamás sospechados. No he tenido ocasión de comentarlo pero encuentro apropiado decir que usted, para ser alemán, parece, digamos, razonablemente aceptable. Y esto, dicho por un austríaco, debiera ser digno de consideración. ¡JIJIJIJI!

Humor a prueba de tiroteos el de Von Heizinger.

Con todos los enemigos ya abatidos, Emil bajó su arma. Cuando guardó la pistola, notó que le temblaba levemente la mano, lo cuál disimuló rápidamente para que no lo notase el resto. Cuando salió tan farruco de su cobertura contaba con acabar con el oficial alemán. Pero aquél desgraciado había aguantado el tipo. Podría haberse llevado un balazo por idiota.

Sin hacer caso al comentario de Heizinger, Emil se acercó a los cadáveres para confirmar que eso es lo que eran.

Emil, ¿quierrre darse un paseo conmigo? No iremos muy lejos.

Parecía que el austriaco se había autoproclamado líder del grupo. Pero a Emil lo mismo le daba seguirle a él o al americano. Era evidente que ambos creían que su mierda no olía: pronto descubriría cuánto tiempo podían mantener esa fachada de indiferencia dentro de las líneas enemigas.

- Seguirían a un mono si este les dijese que podían disparar a judíos - comentó Emil sin mucho interés, guardando la pistola que le ofrecían -. Aunque sí es cierto que Hitler tiene algo más de labia - el joven soltó una risita por su propio chiste. Bien sabía que pocos podrían conseguir lo que había conseguido aquél hombre, pero Emil era joven y fanfarrón. Y le daba pánico pensar en lo que le harían los nazis si le pillaban.

- Aceptable en comparación a los cadáveres que hemos dejado ahí atrás, quiere decir - aunque parecía una pregunta, Emil más bien lo afirmó. No conseguía saber exactamente qué pensaba el austriaco, pero le costaba mucho creer que era todo simpatía como pretendía aparentar. Y más después de haber visto su mirada cuando disparaba a los soldados -. Por aquí - el joven señaló una rama rota en el suelo y una marca de sangre en el árbol más cercano -. Creo que nuestro amigo no habrá ido muy lejos.

— ¿Dónde creéis que vais? —oís una voz proveniente del suelo, seguida del familiar clack de un arma siendo amartillada—. No he acabado con vosotros.

El oficial, cubierto de sangre por varios impactos de bala, tiene la mano alzada y la pistola preparada. Apunta a Heizinger, que parece haberse acercado mucho. Le tiembla la mano, está débil. Pero aunque no tenga fuerzas, sabéis que no dudará en apretar el gatillo.

Para ser un buen cirujano no solo hace falta tener buen pulso. Por encima de todo hay que tener precisión y nervios de acero. Cuando tienes en tus manos la vida de una persona que camina peligrosamente al borde de la navaja no puedes permitirte dudar. La doctora era muy consciente del peligro que suponían las mandíbulas de aquel perro entrenado para hacer el máximo daño posible a un cuerpo humano. Esperaba aquel segundo ataque... Por el rabillo del ojo vio aproximarse una sombra justo a tiempo para apartarse de su trayectoria de nuevo. Empezaba a dudar de poder esquivar una tercera acometida cuando escuchó a Klaus y por puro instinto volvió a rodar apartándose de la trayectoria de la bala. 

Eleanor se apoyó en el tronco de un árbol, lanzó una mirada agradecida al austríaco y respiró profundamente. - Querido Klaus, debe tener cuidado... Con tal don de la oportunidad cualquiera podría pensar que es usted británico...  - La doctora sonrió con los ojos aún cerrados y recogió el rifle. Se acercó a Hilda y le acarició el lomo lamentando su muerte. Otra muerte inútil y sin sentido en aquel mundo enloquecido que les había tocado habitar. Fue entonces cuando lo escuchó. Había dado por sentado que todos los enemigos habían sido liquidados, pero allí estaba aquel oficial alemán cargado de odio y de balas apuntando al bueno de Heizinger al pecho. 

¿Dónde creéis que vais? No he acabado con vosotros.

- Pero yo con usted sí... Le esperan en el infierno... -  El disparo salió directo al lugar donde aquel hombre debería haber tenido el corazón y, por un instante, Eleanor se sorprendió de su propia capacidad destructiva. Una sombra cruzó por su mirada mientras la balanza de su conciencia se tambaleaba ante el peso de lo que acababa de hacer. 

A veces, para salvar unas vidas hay que acabar con otras. Ese hecho, tan cierto y a la vez tan irónico, tan macabro, es algo que no se aprende en la escuela de medicina. Tampoco se aprende en años de quirófano, con un bisturí en la mano. Sin embargo, Eleanor Marlowe acaba de aprenderlo en apenas minutos en territorio checoslovaco y con un rifle en la mano. Una lección que tal vez Penwater tiene muy asimilada desde tiempo atrás. ¿Y Heizinger? Ese hombre qué va a saber sobre la vida, sobre la pérdida, sobre nada.

Miráis los cadáveres de la brigada que acabáis de eliminar. Para ser una incursión de alto secreto, no habéis empezado de la forma más sigilosa. Sin duda, alguien habrá escuchado los tiros. Estáis heridos y no podéis quedaros mucho tiempo en ese claro...

Emil parece desenvolverse bien en el bosque. Sin duda, por su aspecto parece ser el tipo de persona que prefiere evitar las vías transitadas, las excesivas explicaciones y, en fin, la autoridad. Así que no le cuesta mucho seguir ese rastro hasta unos cientos de metros más allá, donde el desconocido se encuentra tendido en el suelo boca abajo. Parece que ha caído de bruces y sigue con las manos esposadas a la espalda. Ha recibido un disparo en la huida y se ha golpeado la cabeza con una roca.

Penwater se hizo con uno de los rifles mauser 98 y una luger. Prefería las armas de fabricación americana, las conocía bien y eran bajo su punto de vista, aún con sus detractores, más fiables que las alemanas. Sin embargo, lo que también tenía claro era que si en algún momento de aquella misión tenían que inflitrarse en el bando enemigo, iban a necesitar armas alemanas además de uniformes alemanes. 

- Coged las armas alemanas. - Les dijo a sus compañeros. - Podríamos necesitarlas más adelante. 

Avanzaron siguiendo los pasos de Emil hasta dar con el disidente. Estaba malherido e inconsciente. Eso era malo, pues aquel tipo podría haberles guiado sin duda, hasta un refugio seguro. No obstante, ahora que le habían salvado de sus captores, no podían dejarle allí tirado. Tenían que sacarle de aquel campo plagado de patrullas, que por otra parte, parecían a punto de caerles encima.

- Señorita Marlowe... - Buscó con la mirada a la doctora. - ...compruebe que esté bien. - Le pidió. - Luego Velvet Thunder me ayudará a cargar con él, mientras Emil busca cobijo. ¿Bien? - Les preguntó a todos por el plan trazado de forma espontánea.

Klaus asintió muy satisfecho de que Deathblade -más Deathblade que nunca- liquidase al pertinaz oficial nazi. ¡Qué manía con morir agarrado a su Luger, el muy avaricioso! Acto seguido felicitó a Sidewinder por localizar al checo, que parecía que a pesar del miedo -que da alas a los hombres- no había podido huir demasiado lejos. Y, para terminar, recalcó lo magnífico del plan del amerrikaner, alias Tommy Gun.

-Ciertamente es un plan brrrrillante, Penwaterrr. Además usted tiene un aspecto digno de las SS, con ese porte marcial que tanto gusta a los arrrios-, dijo muy alegre mientras acunaba el Mauser arrebatado al enemigo como si de un bebé se tratase. Acariciaba el rifle de forma extraña, como si apreciase cada palmo de la madera que componía el armazón. -Quizás nuestra entrañable doctorrra pueda ayudar a recuperar la consciencia a este pobre hombre, ¿ja?-, dijo sonriendo exageradamente a Marlowe. Para el austríaco, la británica había demostrado sobrepasar el límite de cualquier expectación, de modo que desafiarla a ir un paso más allá para revelar su auténtico potencial era de todo punto lógico.

-Porrrr cierto, Penwaterrrr... Respecto a nuestra ubicación en el mapa, cabe suponer, corríjame si me entusiasmo demasiado, que esta pobre alma huida de la opresión natsi bien pudiera provenir de Krupna. Quizás allí alguien le eche en falta. Y ya sabe lo que dicen... "Almas agradecidas son más proclives a cooperar". ¡Jijijijijijijijijiji!

Uno no podía dejar de sentir escalofríos cuando Klaus von Heizinger terminaba cualquier frase con aquella perturbadora risilla.

- Ha llevado a término el mismo razonamiento que yo, Herr Heizinger. - Respondió él americano. - Pero antes de dirigirnos a Krupna, sería interesante recuperar a ese hombre y que diga todo lo que sepa. Es nuestro pasaporte para entablar relación con la resistencia. - Aclaró. - Debemos movernos rápido y sigilosamente. Sería bueno encontar un lugar donde cobijarnos. Una granja por ejemplo.

Cualquier que se acerque al checo puede ver que tiene los ojos prácticamente en blanco y no deja de murmurar para sí algo parecido a nemci. Palabra que la doctora puede traducir al momento como alemanes. El golpe en la cabeza y el disparo en el brazo no han ayudado mucho al muchacho, que a saber cuánto rato debía llevar huyendo. ¿Tal vez desde Krupna? Eso querría decir que el pueblo no está muy lejos.

Sea como fuere, el hombre no parece capaz de mantener una conversación. Necesita que le traten la herida y un buen sueño reparador. Y está claro que aquí, echado, sólo va a ser alimento de los lobos. O de los nazis, del que sea más rápido.

Una vez que encuentran al prisionero herido, Emil se decepciona al ver el estado en el que se encuentra. Contaba con que fuese una conexión rápida y fácil a la supuesta resistencia, pero ese hombre no parecía en su mejor momento. Tal vez si la doctora era tan buena como Heizinger parecía creer, consiguiese espabilarlo el tiempo necesario como para que les contase algo de interés.

- Echaré un ojo por los alrededores mientras se encargan de nuestro... "amigo" - el joven pronunció esa última palabra con el rentintín de que había hecho gala desde que aterrizaran. Seguidamente, y sin esperar a réplica, Emil se puso a patrullar los alrededores con la esperanza de encontrar algo, cualquier cosa que pudiese indicar que en las cercanías se encontraba algún pueblo o, por lo menos, algún lugar en el que descansar un poco.

A la doctora le bastó una simple mirada al soldado Penwater para percibir que estaba herido. La sangre que empapaba su chaqueta le había dado la pista... - ¡Thomas! ¡Está sangrando! - Con preocupación en la mirada y ya sin otra cosa en la cabeza que ayudar a sus compañeros, la doctora se precipitó hacia el americano y sin pedirle permiso comenzó a palpar la zona ensangrentada. A Thomas Penwater no le pasó desapercibido el hecho de que era la primera vez que la doctora le llamaba por su nombre de pila. Había recibido un buen disparo. No era momento ni lugar para hacer una cura adecuada, pero sí lo necesario para que la herida no se infectara y para que Penwater se sintiera algo mejor. Eleanor limpió la herida, la vendó y le suministró al soldado medicamentos para el dolor. 

Al avezado ojo de la doctora Marlowe tampoco le pasó desapercibido que Heinrich había recibido un balazo. Antes de que el soldado se marchara para dar una vuelta de reconocimiento la doctora se acercó a él con mirada conciliadora y una sonrisa amable. El orgullo que desprendía el alemán era demasiado evidente. Conocía a los hombres como él y podía llegar a negarse a que le hiciera una cura. No podía permitir que se marchara así. - Espere, Heinrich... Creo que le han herido... ¿Le importa que le eche un vistazo? La herida podría infectarse. Le necesitamos en plena forma... - 

Un gemido proveniente del suelo requirió su atención inmediata. Aquel hombre había pasado por un infierno y Eleanor no estaba segura de que pudiera sobrevivir. Con mirada experta examinó la herida de bala y, como anteriormente había hecho con sus compañeros, procedió a aplicar una cura de emergencia a aquel hombre. Había tenido mucha suerte de cruzarse en su camino... Ojalá el riesgo que habían corrido rescatándolo les permitiera entrar en contacto con la Resistencia, pero lo primero era salir lo más rápido posible de aquel claro. - Klaus, Thomas, ya pueden moverlo... Está débil, pero no podemos permanecer en este lugar. Debemos movernos. Y rápido... - 

Thomas agradeció a la doctora sus cuidados. Los medicamentos ayudaron a soportar el dolor, que aún así seguía siendo intenso. Era la primera vez que recibía una herida por arma de fuego y aunque había sido una herida limpia, escocía e impedía que caminara con normalidad. No obstante, tenían una mina frente a sus ojos y no podían desaprovecharla. Cuatro uniformes alemanes, tres rifles mauser 98 y una luguer y además, ¡uno de los alemanes tenía su misma talla de botas, el 42!

Fuera como fuera se hizo con el botín dejando totalmente desnudos los cadáveres de los cuatro soldados, los cuales serían encontrados sin duda al amanecer. Sabrían pues, que habían sido saqueados y que ahora, alguien, posiblemente miembros de la resistencia, tenían uniformes y armamento alemán. Aún así, era bueno tener consigo aquellos objetos de disfraz.

Una vez realizada aquella desonhorosa, pero necesaria labor, Penwater se apresuró a buscar algún sendero, rastro o vestigio que les condujera en la dirección adecuada, pero estaba tan oscuro y el territorio era tan desconocido para él, que le fue imposible orientarse. Miró entonces al austriaco.

- ¿Puede un austriaco encontrar un refugio en un lugar como éste? - Le preguntó a su orgulloso compañero retándole a que les buscara cobijo. - Seguro que puede hacerlo mejor que un americano y desde luego mucho mejor que un alemán.

El plan de Penwater era interesante pero no estaba exento de riesgos. De un lado, dejaban atrás cuatro cadáveres alemanes a los que iban a echar en falta. Con suerte tardarían en encontrarles, pero a buen seguro lo harían. En palabras del general Moravek... "Esos alemanes son muy buenos".

Pero por otra parte, a Klaus empezaba a preocuparle que su nueva vestimenta pudiera granjearles equivocadamente la enemistad de los habitantes de Krupna, dificultándoles su objetivo de encontrar al padre en clave ANGEL. Bah, qué nombre en clave tan vulgar. Nada comparado con los que el propio Klaus se había inventado en el preludio de la misión, por supuesto.

Haciendo balance de la situación, rescatar al checo podía contrarrestar uno de los inconvenientes que el austríaco concebía en el plan del amerrikaner. Ahora tocaba ocultar adecuadamente los cadáveres y seleccionar uniforme. Por supuesto, Klaus eligió el de oficial. Le quedaba como un guante.

-Crrrreo que debiéramos ocultar los cadáveres lo mejor posible para dificultar su detección por esos perrrsistentes natsis y ponernos en marcha siguiendo a nuestro bravo guía. Y respecto a su pregunta, Herr Penwaterrr, sin duda un austríaco es el héroe que este equipo se merece, mas lamento decirrrle que mi sentido de la orientación es lamentable hasta después del desayuno. Del segundo, para serrr exactos. ¡Jijijijijijiiiiii!-. No iba a reconocerlo, claro estaba, pero Klaus estaba más perdido que un judío en el Nido del Águila. ¿Refugio? ¿Qué refugio? ¡Allí solo había bosque, matorrales y ramajes! ¡Imposible ver nada hasta que amaneciese!

- Creo que no es buena idea vestirnos con esos uniformes ahora. - Le dijo Thomas  a Velvet Thunder. - Los podemos ocultar en las bolsas de los paracaídas y sólo usarlos cuando sea necesario. - Comentó el soldado. - Y esconder los cuerpos... - Se encogió de hombros. - ¿Para qué? Echaran en falta la patrulla y al final los encontrarán. Además es de noche y no podremos ocultar sus rastros. Es absurdo perder el tiempo con eso. - Le comentó al austriaco. - Creo que es mejor dejar la zona cuanto antes, podría haber más patrullas y no me gustaría que nos localizaran manipulando más los cuerpos. Es más, ¿dónde los llevamos? ¿Tiene ganas de caavar zanjas, Kalus? - Alzó una ceja analizando la expresión facial del austriaco. - ¿Ja? - Añadió para emular a su carismático compañero en aquella expresión tan recurrente en él. 

No esperó la respuesta del austriaco. Él no iba a dedicarse a esconder cuerpos inertes de sucios nazis. Mejor sería que se pudrieran allí mismo y que las aves les picotearan los ojos. Por lo que a él respectaba, habían acabado con aquella patrulla. El americano se puso entonces a buscar un rastro, un camino, una señal oculta entre la maleza que indicara una dirección. Debían llegar a Krupna cuanto antes y luego ya verían que hacer para descansar un rato, tratar las heridas del joven rescatado y recuperar fuerzas para tratar de contacta con la resistencia si es que el chico no podía ponerles en cintacto con ellos.

Klaus, que prestó suma atención a la exposición del amerrikaner, miró de soslayo a Emil viendo a Penwater marcharse como haría un auténtico líder militar, tomando decisiones y asumiendo las consecuencias. Sin réplicas ni milongas.

-A eso, mi joven amigo teutón, es a lo que nosotros, los austríacos, llamamos...-. Klaus cerró un puño y pronunció con dramática vehemencia. -Selbstbestätigung-.

Era una palabra para definir la asertividad en su forma más pura, si bien había que reservarla para ocasiones especiales pues si se repetía tres veces seguidas podía causar ardor de garganta.

Klaus asintió muy satisfecho apreciando la lógica del cabo -eso y que cavar no estaba entre las recomendaciones de su médico para su espalda-. Guardó el uniforme del oficial en la mochila con sumo cuidado y esmero y se alisó un par de indignos pliegues que apreció en su chaqueta. El dolor en el pie iba mermando y creía que podría caminar sin mayor problema.

-Bien, sigamos a nuestro noble cabo antes de que nos alcancen los primeros rayos de sol, ¿ja? ¡Krupna no está lejos, Kamedarin! Kraft und Ehre!-.

Emil se había olvidado por completo de su herida hasta que la doctora le llamó la atención a ella. Había sido un simple rasguño, sí, pero aún así tuvo que morderse la lengua mientras Marlowe le aplicaba la cura. Escocía.

- Danke... Gracias, doctora - musitó el joven, que siguió con su poco fructífero intento de encontrar algún rastro.

Finalmente se rindió, con un soplido. No entró en la discusión respecto a los cadáveres: por él, que se los comiesen los gusanos. Desaparecidos o muertos, era cuestión de tiempo que algún avispado relacionase la muerte del pelotón con la resistencia, es decir, con Krupna. Cuánto antes acabasen sus asuntos allí, menos posibilidades tenían de seguir en el pueblo cuándo llegasen las fuerzas alemanas.

-A eso, mi joven amigo teutón, es a lo que nosotros, los austríacos, llamamos...-. Klaus cerró un puño y pronunció con dramática vehemencia. -Selbstbestätigung-.

- Pues nosotros los llamamos übermütiger kokon - a Emil no se le había pasado por alto el comentario del cabo. No obstante, y con un bufido, el joven siguió al americanlo.