Partida Rol por web

Hässelhoff, que hasta entonces calibraba el siguiente movimiento tras la revelación de la camarera como posible integrante de las fuerzas de la Resistencia, salió de su ensimismamiento y dedicó una mirada de soslayo al alemán que preguntaba por ellos.

-¿Se refiere a mí, soldado?-, inquirió con una mirada gélida y un rostro imperturbable. Se giró hacia los soldados mostrando la distinción de oficial. -Hässelhoff. David. Wilhem. Hässelhoff. Oficial de la División Jäger. Y ante ustedes tienen a uno de los übersoldats del Führer. Yo que ustedes me cuidaría mucho de desafiar a un pulso al soldado Niklas "Königsberg" Müller...-.

Klaus, metido hasta el tuétano en su papel, se levantó con su bíter en la mano.

-Díganme, soldados...-. Se puso al lado de uno de los alemanes y le lanzó una mirada elocuente. Aguardó a que le dejase su sitio. -Danke. Díganme... ¿Han combatido en el bosque que circunda el área del Berounka? ¿Hm? ¿Han visto a los niños caníbales que entrenan esos bárbaros de la Resistencia?-, preguntó en impoluto alemán. -El soldado Müller aniquiló a una docena de esos animales con su cuchillo de combate tras quedarse sin munición acribillando a esos cerdos checos, sufriendo no pocas heridas en la refriega...-. Hässelhoff miró fijamente al soldado que tenía en frente. Punto de apoyo. -Llevamos semanas rondando el bosque, buscando ese nido de rebeldes. Hemos regresado menos de los que marchamos en tan peligrosa misión. Hemos perdido a buenos hombres... Klose. Draxler. Schwensteiger. Wittgenstein... Aaaaah... Y hemos venido a informar al Teniente Schülz-. Klaus entrecruzó los dedos de las manos y sin sombra de sonrisa en su rostro prosiguió su numerito. -Díganme, señores... ¿Debemos informar de conversaciones sediciosas entre nuestros soldados al Teniente? ¿Hm? ¿Quizás quiera compartir su opinión con el Teniente Schülz?-, preguntó con pérfida mirada al soldado que había hablado de más sobre el castillo de Karlstein. -O quizás debiera informar al herr doktor, ¿ja? ¿Qué opina, soldado?-.

Hizo un silencio dramático hasta ver el sudor manar en la frente de los soldados.

-Creo que lo atribuiremos a una conversación amistosa y a una crítica constructiva, ¿verdad, soldado?-, preguntó de forma retórica. Sonrió por primera vez.

-Vamos, reten al soldado Müller a un pulso, ¡no se corten! ¡No todos los días se puede intentar vencer a "Königsberg" Müller!-.

Eleanor lanzó una mirada al joven Emil y al instante comprendió que algo grave debía estar sucediendo. Una vez concluida su tarea sonrió a la enfermera a la que no entendía nada y se alejó del enfermo sin manifestar expresamente su intención de marcharse, pero acompañando a su compañero hacia la salida pasando lo más desapercibidos posible. ¿Qué demonios habrá pasado ahí dentro? ¿Habremos encontrado al fin al padre Andrej? 

Una vez fuera del alcance de oídos curiosos Eleanor tomó del brazo a Emil para acercarse a él y le susurró - ¿Qué pasa, Emil?  ¿Por qué tanta prisa? ¿Qué le ha dicho el cura? ¿Era el que buscamos? - El gesto del joven presagiaba lo peor para la doctora, aunque nada pareció traslucir a su expresión relajada y tranquila. 

Penwater no pudo hacer más que sonreír ante lo que acababa de escuchar de su muy buen amigo von Heizinger. Debía reconocer que cuando le conoció en el despacho improvisado de mr. Moustache, no le cayó demasiado bien. Su risa estridente, sus aires de superioridad y su manía  por catalogar a todo el mundo que le rodeaba con un ridículo mote, le hicieron casi despreciar a ese hombre hasta el punto de casi pedir una explicación de porqué tenían que cargar con tamaño sinvergüenza.

No obstante, ahora que le conocía bien, se arrepentía y mucho de aquella primera impresión. Klaus era un hombre inteligente, audaz, con mucha sangre fría. Se trataba de una criatura brillante tocada por los cielos. Con Klaus como cerebro y él de mano ejecutora, la victoria era más que segura. El Tercer Reich se azaría glorioso ante una Europa que pediría perdón por haber  ofendido al Kaiser.

Thomas meneó la cabeza. Estaba algo confundido. Él era Nicholas Müller... Pero también era Thomas Penwater. ¿Qué diablos hacía allí? Entonces lo recordó. Morty les había encargado la misión de encontrar al padre Andrej y de colaborar con la resistencia. No obstante, la resistencia había resultado ser una extraña secta de niños asesinos adoradores de cabras. ¿No sería más correcto apoyar al ejército alemán a erradicar aquella plaga? 

Por suerte para Velvet Thunder, para cuando aquel soldado con una crisis de identidad hubo terminado de elucubrar sus extrañas conjeturas, la peligrosa situación a la que les había abocado, ya había sido solucionada de forma magistral por el increíble austriaco y Thomas no pudo hacer más que sonreír ante la idea de iniciar una competición de pulsos con aquellos rectos y algo bocazas soldados nazis.

- Podemos hacer uno o dos pulsos, pero recuerde, mi oficial, que tenemos que estar fuera de este acogedor lugar en menos de diez minutos. - Sonrió. - Al Teniente Schülz no le gusta que le hagan esperar. - Soltó una carcajada y aunque no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, se sentía muy seguro. La experiencia vivida en el bosque, le había dado una falsa sensación de seguridad y el desquiciado Penwater Müller, ya no sentía miedo.

- Tenemos que salir de aquí. No sé si era Andrej o no... - Emil hace una pausa dramática y mira a la doctora a los ojos - Ese cura va armado. Y creo que está relacionado con los secuestros. Si no es el Profeta, está claro que lo conoce.

Seguidamente, Emil mira hacia la puerta, valorando las opciones que tienen de salir de ahí sin que ningún guardia les aborde.

Los soldados callan —y otorgan— ante las desafiantes palabras de Hässelhoff. Sin duda, ninguno de ellos ha combatido realmente a ningún miembro de la Resistencia. Parecen más vagos que la chaqueta de un guarda y, que estén borrachos al mediodía sólo hace que confirmarlo.

—¡Así que un Jäger! Dicen que sois los mejores moviéndoos por la naturaleza —observa uno, sorprendido.

—Esos tíos vinieron la semana pasada de Berlín, casi no han pasado por aquí, no les he visto mucho.

—¿Los elfos del bosque? —se sorprende el más borracho.

—Qué van a ser elfos, coño, Jonas, ¿estás tonto?

Entre el barrullo, von Heizinger alza más la voz. Los alemanes hablan a la vez que él, pero eso no le importa. El austríaco sigue con su discurso.
 

¿Debemos informar de conversaciones sediciosas entre nuestros soldados al Teniente? ¿Hm? ¿Quizás quiera compartir su opinión con el Teniente Schülz?-, preguntó con pérfida mirada al soldado que había hablado de más sobre el castillo de Karlstein. -O quizás debiera informar al herr doktor, ¿ja? ¿Qué opina, soldado?-.

Cuando oyen estas palabras, todos dejan sus jarras en la mesa casi al unísono y palidecen un poco. ¿En serio alguien les ha escuchado?

 —Por favor te lo pido, no digas nada —ruega el bocazas —. Tengo una familia... Joder, no quiero acabar como Markus.

Justo después, para rematar el golpe, interviene Penwater.

- Podemos hacer uno o dos pulsos, pero recuerde, mi oficial, que tenemos que estar fuera de este acogedor lugar en menos de diez minutos. - Sonrió. - Al Teniente Schülz no le gusta que le hagan esperar.

—No me jodas, ¿con el teniente? Yo me largo de aquí.

Y dicho esto, se levanta y se va corriendo, empujando a más de uno para que aparte su silla y le haga hueco para poder salir del local. Los demás se ríen como posesos, intentando aliviar tensión y volviendo a lo suyo, dando por cerrada la conversación.

Al ver la hora, faltan unos minutos para las 14:00, así que decidís recogeros para reuniros con la misteriosa camarera. Tal vez paguéis antes en la barra, tal vez hagáis un sinpa, pues seguro que nadie más que la camarera se va a enterar.

Salís de la taberna y esperáis en la calle de al lado, cerca del mercadillo, para no llamar demasiado la atención. Al fin y al cabo, sois dos soldados con todo el derecho de estar allí. Todo el derecho que otorga la ocupación de un país. Hacéis tiempo como podéis, tal vez visitando el puestecillo de algún comerciante sin perder de vista la puerta de la taberna, tal vez fumando un habanero al más puro estilo Morty. 

Hace un sol tremendo, el cielo está despejado y el calor a estas horas centrales del día es abrasador. Tenéis que entrecerrar un poco los ojos para poder ver a una mujer y a un joven vestido con un peto tejano de campesino con muy poco estilo bajando por la cuesta de la iglesia. Un soldado de las SS les sigue a unos metros, sospechando y sin quitarles el ojo.

Pronto, esas personas están lo suficientemente cerca como para distinguirlos con claridad: son ellos. Y justo dan las 14:00.

Marlowe se encuentra concentrada terminando la operación de su paciente. La enfermera jefe asiente, satisfecha. Sin embargo, el soldado parece estar pasándolo bastante mal y gruñe como un loco. Otras dos enfermeras le agarran de los hombros. Cuando está terminando, llega Heinrich aludiendo un tema personal.

Salís con total naturalidad de la iglesia, aunque el guarda de las SS os mira, sospechando de vosotros. Es raro que dos civiles salgan tan pronto de aquí, y más teniendo en cuenta que han entrado por su propio pie. O, por lo menos, se han acercado hasta la puerta, porque el hecho de haberles clavado el rifle en la espalda es una minucia.

Ahora todo el camino es cuesta abajo. Al fondo, veis la plaza del pueblo. No parece haber nada de interés por aquí cerca, sólo pequeñas viviendas unifamiliares de pobres campesinos y artesanos. Todos los negocios están cerrados.

La gente en la plaza sigue con lo suyo. Todavía quedan algunos soldados nazis pululando por ahí, pero parece que muchos están en el cambio de turno o simplemente se han escaqueado. El cielo está despejado, hace un sol tremendo y un calor abrasador. Al final de la plaza veis dos soldados nazis que parecen estar allí matando el tiempo con total naturalidad, cerca de la taberna y que os resultan muy familiares.

Pronto, esos soldados están lo suficientemente cerca como para distinguirlos con claridad: son ellos, von Heizinger y Penwater.

Allí estaban Marlowe y Emil. Sólo esperaba que no les hubieran visto. Sus pintas no inspiraban demasiada confianza. Todo lo contrario que desprendían aquellos majestuosos uniformes alemanes.  Desde luego, el modisto que los diseñó, un tal Hugo Ferdinand Boss, tenía un muy buen gusto. Aquel traje, le venía como un guante. Era evidente que le había tomado las medidas ajustarlo a su contorno. 

- Creo que no es conveniente que nos vean con ellos. - Le comentó a Klaus. - Podrían sospechar algo... - Le susurró. - Será mejor que tratemos de pasar desapercibidos e ir a la parte trasera. Donde hemos quedado con la mujer. ¿Le parece?

-Mi querido Müller...-, comentó Klaus, aún en su papel del imponente oficial Hässelhoff mirando a su alrededor buscando a la sospechosa tabernera. Entendía que una mujer sucumbiera a los encantos de su admirado y lozano Sigfrido Penmüller, motivo por el cual el tono seco de la camarera era, además de poco profesional para con un soldado de la División Jäger, altamente llamativo.

-Su sagacidad está fuera de toda duda. Coincido plenamente con usted. No obstante, necesitamos informasión para tener la ventaja en el campo de batalla, ¿ja? Sígame el juego, querido amigo. Serrrá divertido... ¡Jijijijijijijijiji!

* * * * *

-Alt!-, exclamó el oficial Hässelhoff mostrando la palma de la mano a la doctora Marlowe y a Emil. -¿¡Qué hace usted en pijama, Faulenzer!? ¡Ausweispapiere, bitte!-, dijo con su más torcida y cainita sonrisa. Era una forma absolutamente normal de detener a una enfermera checa y al mozalbete que la acompañaba. Superar un control rutinario exigido por un oficial alemán de la impronta de Klaus libraría a Marlowe y a Emil de sospechas. 

Y hablando de sospechas...

¿¡Qué diablos hacía Emil ataviado con un pijama a rayas!? ¡ESO ATRAÍA HOLOCAUSTOS!

-Simule buscar su documentación, doctorrra, bitte. Bien, ¿Qué han averiguado?-. Deslizó la mirada hacia Emil. -Mein Gott! ¡Quítese eso! ¡Tiene una pinta muy sospechosa, lieben Freund! ¡Pide a gritos ser ingresado en un campo de consentrasión! ¿Come suficientes verduras, joven? ¡A nuestro regreso, denunciaré a Morty la desnutrisión de sus operativos! ¡Británico roñoso!-.

Señaló con disimulo el callejón trasero de la taberna principal del pueblo.

-El intrépido Penmüller está expectante. Tenemos una cita con una espía. Lo cual, por supuesto, puede salir rematadamente mal. ¡Pero es un indisio! ¡Vamos, vamos! ¡No nos deben ver juntos de momento! ¡Hablen! ¡Dialoguen! ¡Parlamenten! ¡Revelen informasión trascendental! ¡Esta misión no va a completarse sola! ¿Dónde está la base rebelde?-, inquirió con un brillo sombrío en sus ojos azules.

Entre los aspavientos y su histrionismo, cualquiera que mirase la escena de lejos tendría miedo de acercarse al aterrador oficial natsi Hässelhoff por temor a llevarse una reprimenda tremenda. Lo inquietante del asunto era que Von Heizinger bordaba su papel. ¡Se había venido arriba!

¿Lo habría ensayado antes? ¿O es que los austríacos no eran tan distintos como él sugería de los alemanes?

Emil reconoce al instante a los dos "soldados" que tomaban el aire fuera de la taberna. Y aunque se moría por explicar lo que había descubierto en la iglesia, no podían simplemente pararse a charlar delante de todo el mundo. A fin de cuentas, tanto él como la doctora iban de calle.

Por eso sintió un alivio cuando, con tal vez excesiva teatralidad, Klaus les paró con la excusa de un control rutinario.

Con la cabeza gacha, y sin decir ni una palabra, Emil acompañó a los dos soldados al callejón. Una vez ahí, el joven volvió a erguirse y, con gesto de impotencia, golpeó la pared más cercana con el puño cerrado.

- En esa mierda de iglesia hay un cura ARMADO - explicó Emil, sin alzar la voz, dispuesto a repetir la historia que ya le había contado a Marlowe de camino a la plaza -. No le vi la cara, pues estaba al otro lado del confesionario. Pero en cuanto mencioné el secuestro de niños, sacó un arma y me "invitó" amablemente a que me largase - el joven hace una pausa para que sus compañeros asimilen la información, y aprovecha, ya de paso, para respirar profundamente y tranquilizarse un poco -. Si no es Andrej, seguro que está relacionado con él y con su secta de mierda.

- Muy buena información... - Le comentó entre susurros. - Pero antes de encargarnos de es asunto tenemos una cita. Tratad de que no os descubran. ¿Alles ist richtig?

Ahora ya sabía donde se encontraba ese cura maldito. Tocó la empuñadura de su mauser, un arma letal y de fabricación alemana. Muy precisa, toda una joya. Ese maldito Andrej pronto tendría una bala entre ceja y ceja. No se podía ir por ahí robando niños y adoctrinándolos para convertirlos en cultistas adoradores de cabras y  para que realizaran sacrificios en su honor. ¡No, eso era toda una atrocidad! Morty había hecho muy bien en enviarle para acabar con ese malnacido.

- ¡Prosigan! - Les ordenó el soldado bávaro en un perfecto alemán. - ¡Y no se metan en líos si no quieren acabar arrestados!

Miro entonces a Klaus. Era la hora de ir a encontrarse con aquella checa. Müller estaba intrigado por que tenía que decirles. La resistencia estaba cerca y pronto lograrían que cayera dejando vía libre para que el ejército del fhürer pacificara la zona. 

Eleanor observó con una ceja levantada a Klaus y Thomas acercarse. No eran nazis (por ahora), pero lo parecían. Poco le faltó para poner los ojos en blanco al observar al austríaco absolutamente metido en su papel. La doctora buscó un papel cualquiera escondido en su chaqueta y se lo tendió al oficial con cierta sorna en la mirada.

- Por amor de Dios... Podían intentar disimular lo mucho que están disfrutando con esto... Thomas, ¿tiene una cita? Desde luego que no podría haber encontrado mejor alcahuete que usted, Klaus. ¿Con la que está cayendo y ustedes dos se dedican a ligar en los bares? Emil, creo que se equivocó usted de bando al venirse conmigo... - Con tono ciertamente divertido Eleanor sonrió a los dos hombres. Había pasado mucha tensión en la iglesia, sobre todo después de la salida precipitada de Emil del confesionario y se alegraba de estar todos juntos. Puede que aquellos dos estuvieran algo locos, pero eran sus compañeros y sentía que podía contar con ellos. Se necesitaban si querían sobrevivir. 

- Puede que Emil tenga razón. Por su reacción es más que posible que el cura sepa algo. Puede incluso que se trate del padre Andrej. Pasaremos desapercibidos durante su reunión, pero nos quedaremos cerca por si nos necesitan. - Eleanor recuperó el papel que le había dado previamente a Klaus y procedió a alejarse hacia la plaza, sin quitar ojo a los dos soldados alemanes que acababan de detenerlos. 

-Sierto es que no conocemos el rostro del Padre Andrej, pero considero altamente sospechoso que haya clérigos armados por estos larrres-. Klaus se quedó con gesto pensativo fingiendo leer el papel que le tendía Marlowe. -Bien, parece que todo está en orden-, dijo en alemán, bien audible. -Prosigan su camino. Pero no se vayan muy lejos... Tampoco estaría mal que echasen un vistazo a la Iglesia. Queremos tener a ese sacerdote que ha mencionado Emil controlado, ¿ja?-. 

Acto seguido miró a Penmüller. ¿O era Müllwater? ¡Bah! ¡Daba lo mismo! ¡ERA SIGFRIDO!

-La señorita dijo veinte minutos, ¿ja? Esta falta de puntualidad me resulta molesta-, comentó alzando ligeramente los hombros y resoplando con visible enojo.

Luego soltó una de sus risillas, como si pensase algo muy divertido.

-¿Se imagina, Niklas, que esa camarera a la que ha seducido con su apostura natural como nativo de "Königsberg" se quitase la peluca y nos revelase de forma totalmente anticlimática que, en realidad, es Morty? ¡JIAAAAAAJIAAAAJIAAAJIAA!-. El austríaco se dio una palmada en la pantorrilla y tuvo que enjugarse las lágrimas tras la carcajada. Luego respiró profundamente y recuperó su gesto marcial, el propio del oficial Hässelhoff. -Lo siento. No he podido resistirme-.

Mientras cuchicheáis en el callejón y pasados varios minutos de las 14:00, cuando ya parece que no va a venir nadie, la puerta de la taberna se abre de nuevo y de ella salen a tropel tres o cuatro soldados alemanes armando escándalo y proporcionando un espectáculo lamentable a cualquiera que pase por delante.

—¡Gustaaf, mariquitaaaa! —grita uno, borracho como una cuba.

—¡Esooo! ¡Gustaaf mariquita, loló, loló, loló! ¡Gustaaf mariquita, loló, loló, lolóooo! —corean los demás como borregos.

Uno de ellos, en medio de un ataque de risa, mira hacia el callejón y os ve de lleno. Éste señala hacia el maldito Niklas Müller.

—¡Eh, mirad, es el folla-hermanas! ¡Figuraaaaa! ¡Jajajaja! —gritan a Penwater.

—Vaya chati os habéis buscado, eeeeeh —insinúa otro refiriéndose a Marlowe.

Y con este escándalo y gracias a Dios, siguen calle abajo hasta la plaza y se pierden de vuestra vista. 

Cuando ya no hay rastro de ellos y no antes, una puerta en el callejón se abre detrás vuestro, sobresaltándoos con su pesado sonido metálico. La puerta parece dar a la taberna o, como mínimo, al edificio anexo a ella.

—Pst, soldados, venga, adentro —dice una voz femenina en alemán desde el otro lado, aunque no llegáis a verla.

A punto estuvo de salir tras aquellos beodos y liarse a tortas con ellos por el honor de su hermana. Aunque... un momento. ¡El no tenía hermana! ¿O si? Ya no estaba seguro. Ya no estaba seguro de nada. La fortuna quiso que antes de iniciar una refriega con aquellos alemanes, la voz de una mujer le chistó tras una puerta. Miró a Hässelhof y asintió. Habían venido a jugar y eso haría.

- Vamos... - Dijo. Y se adentró en el edificio de la taberna, donde aquella mujer les invitaba a pasar.

Klaus echó un vistazo a Eleanor y a Emil, emboscados en el callejón por si algo salía mal. Se señaló los ojos en un muy elocuente gesto que advertía "Estad alerta".

-Adelante, lieben Freund. Proceda con precaución-.

Tras las fornidas y germánicas espaldas de su übersoldat, Von Heizinger accedió al interior del edificio sin lograr desprenderse de cierta suspicacia. Atento a cualquier eventualidad, el austríaco examinó el interior tratando de advertir a cualquier enemigo oculto o algo altamente sospechoso para alertar a Penwater a tiempo.

Os adentráis en la puerta del callejón a una estancia suponéis que no muy grande a juzgar por el exterior, pero lo suficiente como para caber los cuatro holgadamente. Detrás vuestro, la puerta se cierra con cuidado. Aunque por fuera parece una puerta endeble, el pesado sonido que producen las bisagras al cerrarse sugiere exactamente lo contrario. 

Al fondo, no muy lejos, una escalera desciende a un sótano del que se oye un tenue y constante ruido blanco. Por lo demás, hay un silencio sepulcral que nada corresponde al bullicio de estas horas de la tarde. Tras la puerta, una voz de mujer que los dos pseudo-nazis del grupo reconocen claramente como la de la camarera de la taberna.

—Manos arriba. ¿Vais armados? —inquiere la mujer en alemán—. Cachéalos —ordena en checo a una segunda persona, que aparece de repente de la oscuridad. Tal vez siempre ha estado ahí.