Partida Rol por web

— ¡Gracias a Apolo, estais bien! —dijo Anatolious que llegaba junto al grupo en un trote ligero. Parecía estar en excelentes condiciones, aunque sudado y lleno de tierra. Se acercó a su hermano— ¿Qué les ha pasado a ustedes? El resto de nosotros está junto a los carros, y me enviaron a ver qué les sucedió. Aunque por lo visto... —dijo mientras echaba un ojo a las criaturas ensangrentadas— ... Os habéis enfrentado a lo mismo que nosotros.

La situación parecía controlada, pero Spyridon no lo tenía nada claro. Al no ver peligro inmediato en la zona su primer pensamiento fue para sus compañeros.

- Talios, eres el más fuerte y el que se encuentra en mejor estado, vuelve al carro y comprueba si todo va bien. Si no hay problemas que vengan a ayudar aquí y que traigan el carro.

- Anatolius, que traigan el carro para aquí. Talios, ayuda a Atreo.

Los dos hermanos ya habían salido corriendo hacia las casas. Spyridon decidió seguir a Ischyros que se dirige a la casa más cercana.

Espera a que Ifianasa se acerca a ella. Quiere hablar sobre algo en privado y no hay mejor forma que hacerlo mientras tratan a una persona herida y los otros están debatiendo sobre otros asuntos.

-Ifianasa, yo también creo que hay, al menos, un dios que no bendice este viaje, pero también creo que ese dios lo hace por despecho y diversión. Primero las arpías y luego esos seres de pesadilla... Sabes a quién me refiero, ¿verdad? No es bueno decir su nombre... es por eso que creo que el Olimpo puede estar de nuestra parte. También creo que las intenciones de nuestro rey no son las más inocentes... temo que haya hecho un pacto con él.

Akintos se encontraba focalizado en ayudar como fuese posible al muchacho malherido, pero la verdad es que no sabía realmente como moverlo de forma correcta, como evitar dañarlo. La actitud de Hypatia no lo decepcionó en lo más mínimo, estaba claro que sabía lo que estaba haciendo. Se movió con cuidado, dejando los trozos de tela rasgados al lado de la muchacha, dándole el espacio que necesitaba para trabajar.

Pasó junto a Theron, mientras buscaba aguja e hilo para la pequeña hija de Ptolomeo.

- Hablaré libremente comandante - respondió al pedido de participar en las deliberaciones mientras revolvía entre los aparejos del carro - Mi corazón desea ir en apoyo del Comandante Spyridon y de mi compañero Ischyros, pero el deber me indica quedarme aquí y proteger la caravana -
Hizo una breve pausa para hacerse con los materiales necesarios.
- Lo fundamental ahora mismo es no separarnos, mantenernos vigilantes y si es posible avanzar cuidadosamente hacia el poblado -

Se acercó a la muchacha y le entregó la aguja e hilo que había pedido, de hecho, eran los mismos que ella habría traído de su casa paterna antes de partir. Miró al malherido con cierto pesar.
- Hypatia, carecemos de agua caliente, y es poco prudente comenzar a ahora a encender fuego para ello... tendremos que confiar en los dioses, que su cuerpo no flaquee hasta poder atenderlo mejor - Comentó, poniendo una pizca de fe sobre el trago amargo.

- Ifianasa... - recordó las oscuras palabras de la sacerdotiza mientras ella terminaba de tratar a Ébalo y se acercaba para ayudarlos - ...vuestras palabras hacen referencia a un enfrentamiento entre los olímpicos, si algunos dioses pretenden socavar nuestro destino, puedo asegurar que otros querrán apoyarnos -

Espera a que Ifianasa se acerca a ella. Quiere hablar sobre algo en privado y no hay mejor forma que hacerlo mientras tratan a una persona herida y los otros están debatiendo sobre otros asuntos.

Tras esos breves susurros, centra su vista en la herida del aldeano. Es horrible. No sabía de la gravedad del ataque que ha recibido en sus carnes. Mira a Ifinasa, horrorizada. Se siente mareada y siente nauseas. La mano le tiembla con el hilo y la aguja.

-No puedo curar esto... es, es demasiado... grave. Y aunque... aunque pudiese... ¿cómo viviría?

Niega con la cabeza y baja las manos a su regazo. Cierra los ojos, conteniendo las lagrimas y las ganas de echar hasta la primera papilla. La rudeza de esa herida supera con creces el golpe de la muerte de su madre. 

Anatolius pone una mueca extraña por un segundo cuando le dice que regrese apenas acaba de llegar, pero hace un gesto de entendimiento, da media vuelta tras comprobar que su hermano está bien con una rápida mirada y emprende el regreso. 

Al ver a su hermano al gigante se le escapó una sonrisa, no porque dudara que estuviera a salvo, de hecho después de enfrentar a las creaturas sabía que no son dignas de derramar la sangre de dichos guerreros; sino porque fue el elegido para observar, se sentía orgulloso sin siquiera saber lo que había ocurrido.

Sin embargo la sonrisa se desvaneció al ver la falta de disciplina de aquellos jóvenes, aquello no pudo ser pasado por alto para aquel gigante por lo que levantando un poco la voz para que le oyera el general dijo

Mí general, respeto su puesto y Zeus mismo sabe lo muy preparado que está para liderearnos; estoy orgulloso y agradecido que esté al mando, pero ese par nos van a meter en líos si no aprenden a obedecer.

Dicho eso, el gigante procedió a ayudar a Atreo

Spyridon asintió a Talios antes de irse... comprendía perfectamente lo que pensaba y estaba de acuerdo, pero estos hombres eran voluntarios y no todos estaban bajo su mando. Le hizo una seña para que acompañase a su hermano.

Dareios apenas había podido ayudar a su tío Theron, le había sujetado el equipo mientras este se vendaba y le había ayudado en esa tarea a sujetar y facilitar su colocación pero su inexperiencia era patente a cada torpe movimiento pero su tío se mostró benévolo al no hacer ningún comentario y aceptar esas escasas ayudas como si fueran vitales.

Tras esto y sin peso sobre las decisiones a tomar, se encaramó al carromato, mientras el resto terminaba los preparativos, para asegurarse de que no había más enemigos en las cercanías y para poder pensar en lo que allí ocurría en la soledad del vigía.

-Somos una compañía pero estamos divididos. Hay desconocidos entre nosotros de los que no nos podemos fiar y hay conocidos con los que nunca podremos formar un grupo unido. ¿cuál es entonces la prueba real de todo esto? Si hay dioses que apoyan la causa y otros que la desaprueban, un grupo dividido es el mejor germen para el desastre.

Por un momento se plantea sus sentimientos hacia su medio hermano, se plantea si debe dejar eso a un para demostrar a los dioses que son merecedores de sus bendiciones para que ese viaje salga bien...

-Si Ischyros cayera en el combate, ya no existiría esa división. Incluso le podríamos recordar como el medio hermano que es al sacrificarse por nuestro padre...

Cuando sus ojos que surcaban la oscuridad intentando discernir algún tipo de movimiento, cruzaron por las llamas de la aldea, no pudo evitar preocuparse por su hermano Atreo que estaba luchando allí, por la insistencia de Ischyros.

Las telas con las que estábamos haciendo vendas, no tardaron mucho en empaparse pero la presión ejercida por la fuerza de Daerios, hizo que al menos las heridas dejaran de sangrar. Tras terminar de vendar mis heridas con ayuda de mi sobrino, ya podía pasar a otra cosa....como había dicho vigilar era lo esencial ahora.

- Buen trabajo Daerios. Tendrás que hacer esto muchas veces en el campo de batalla si sigues con la tradición militar de la familia.

Mientras mi sobrino se encaramaba al carro para empezar la vigilancia, atiendo a Akintos. Le había pedido que hablara sin tapujos y así lo había hecho. - Yo también temo por la suerte que han podido correr los nuestros, con mucho gusto me hubiese metido de cabeza en el pueblo. Inspiro profundamente. - Pero son las ordenes como has dicho. No esta mal tu idea de ir avanzando, pero si avanzásemos. Señalo al despojo de aldeano que Akintos, Ifianasa e Hypatia están tratando. - No creo que viviera mucho....aun así como Apolo no lo mire con cariño, no creo que sobreviva.

Las palabras que había pronunciado sobre el herido habían sido duras, veo como mi sobrina tiembla con la aguja en la mano y como se lamenta por no poder hacer mas.

- Sea como sea Hypatia, si se salva será por vuestras acciones y por la bondad de los dioses, de eso seguro que Ifianasa pude dar fe. Me encojo de hombros antes de continuar. La vida es fuerza de voluntad, si ha de vivir encontrará la manera de sobreponerse a sus heridas.

Dicho esto, me separo de donde están atendiendo al herido y me encamino hacia mi sobrino Lykaios. Ahora que la batalla había terminado podía acercarme a él y hablarle.

- Has estado en el campo de batalla como los demás, que no estés en primera fila no te hace menos valedor que los demás en esta victoria. Habrá otros campos de batalla. Digo mientras pienso en la sala del trono de nuestro rey donde su labia había sido útil. - Donde serás el que consiga la victoria. Ahora, ¿que es eso que tanto teméis tanto tú como la sacerdotisa?....me gustan las cosas claras y empiezo a dudar que esta misión lo sea.

Ébalo se apoyó contra el carro. Todas sus heridas eran delanteras, lo que le alegraba, su  capa escarlata seguía todo lo entera que debería estar tras un combate, los espartanos nunca retroceden, un agujero en su capa podría hacer pensar tonterías y no quería tener que dar explicaciones. Mientras hacía esas comprobaciones escuchaba a la sacerdotisa de Hera, sentenciando que eran malos augurios el encontrarse estas bestias en los inicios de la misión.

Si la intención del amo de las bestias era detenerlos, habían fracasado, algunos tenemos heridas pero nada que no sane. Ojalá Apolo me bendijera para poder cerrar las heridas lo antes posible, tenemos que rezar a nuestros dioses para que tomen partido por nosotros. Ofrendas, eso es. Decidido a cortarles las cabezas para entregárselas a sus dioses, el espartano se deja analizar por la Sacerdotisa. En la cercanía de la mujer, de su boca sale una solitaria palabra de agradecimiento que es todo un regalo para el guerrero. Sin querer romper el momento con alguna de sus bravatas, el apuesto soldado sonríe y asiente con la cabeza, como muda respuesta, y secreta promesa, que lo hará las veces que sea necesario.

De órdenes y de tácticas el espartano sabe bien poco. Así que, cuando se encuentra un poco mejor, se dedica a separar la cabeza de los cuerpos de las criaturas mientras canta una canción bajito que trata de dos mujeres lavando la ropa en un arroyo, y siempre llega un guerrero nuevo con más ropa y no paran de quejarse... Nada puede con el ánimo del Espartano.

La atención a los heridos continuó tras la batalla mientras el debate sobre que hacer a continuación y las causas de los acontecimientos continuaban. Por un lado, era un hecho que al menos de momento, siguiendo las órdenes de Spyridon, todos habrían de mantenerse allí donde estaban junto al carro. Por el otro estaba el tema de los dioses que empezaba a crecer en las mentes de varios respecto al por que de la presencia y ataque de aquellas bestias. Incluso en las mentes de varios había ya diversas teorías que bien podrían tener mucho de ciertas.

Y en ese sentido, el general Theron, consiente de que todo aquello iba mas allá de su normal experiencia en el campo de batalla, no tardó en preguntarle a su sobrino Lykaios, el mayor de los hijos de Ptolomeo, al respecto de sus pensamientos. Y la respuesta habría llegado pronto de no ser por que Anatolius apareció por el camino bajo un previo señalamiento de Dareios quien se encontraba sobre el carro vigilante. El regreso del ateniense podría implicar muchas cosas y sería muy importante escuchar que es lo que tenía que decirles.

Al mismo tiempo, estaba el asunto del campesino mal herido quien aun se mantenía inconsciente y desangrándose, aunque no de forma alarmante. Hypatia había sufrido al ver la herida, y con verla era obvio el por que para todos; incluso la joven tuvo que alejarse y dejar sola a la sacerdotisa de Hera ante la imposibilidad de controlar sus mareos. Con ello, la sacerdotisa tendría por si solo que decidir que hacer, contaba solo con sus pocos conocimientos como curandera, hilo, aguja y agua.

Con la repartición de órdenes y la partida de Anatolius para informar de lo que llego a ver a la par de solicitar la presencia de todos allí, el grupo de héroes se dispuso a explorar la aldea en un intento por quizá ayudar a los residentes, si es que aun quedaba alguno vivo.

Atreo y Talios se encontraba frente a la casa pequeña mas alejada de donde se encontraba antes y en la cual habían encontrado a dos de las bestias que habían abatido momentos antes, allí seguramente había alguien con vida pues muchos de los gritos que escucharán al llegar a aquella aldea, venían casi con seguridad de una mujer en el interior de dicha edificación, cuya puerta obviamente parecía estar bien atrancada desde dentro.

Para Ischyros y el general Spyridon, la situación era muy distinta, la casa grande en que ahora se hallaban, se encontraba ya en mal estado y era poco probable que no se consumiera por completo por el fuego si no se hacia algo pronto. En su interior había un gran caos de destrozos y muchas señales de batalla y sangre. Varias de las paredes de madera en el interior habían colapsado por completo, ya fuera por el fuego o por algo que las habría derrumbado. Así cuando parecia que no había mucho que hacer allí, una voz desde el interior les llamó. -Hey, aquí, arriba. ¿Ya se han ido las bestias?- exclamó aquella voz que parecía ser de un hombre muy joven que se escondía en algún lugar en lo alto de aquella casa.

Después de tan gran conmoción Talios sabía que quién hubiera presenciado aquellas infernales bestias seguro se encontraba en pánico; por lo que con voz fuerte y segura gritó ante la puerta que se encontraba atrancada:

Noble doncella! No temeis! Zeus mismo nos ha mandado para barrer aquellas creaturas infernales! Vuestro futuro está a salvo pues en tú presente nos encontramos.

Talios esperaba que aquellas palabras prendieran la llama del valor en la doncella y se mostrase. Mientras tanto, giró la vista a la izquierda y se acercó a unos cuerpos que ahí se encontraban, para verificar si aún conservaban aliento en sus cuerpos.

Anatolius regresa junto al grupo bastante cansado y sudado. Tras coger aire unos instantes y reposar sobre sus rodillas, doblado a la mitad, dice

Tenemos que llevar el carro junto al otro grupo, es una orden de Spyridon. Hay heridos.