Partida Rol por web

Ixir por unos instantes quedó perplejo por la potencia del arma que portaba, jamás se había sentido tan poderoso. Pero entró en razón rápidamente y echó un ojo raudo, debía cumplir una misión y tomar una decisión. Donde estaba el ánfora? a quien se la entregaría?

El desaparecido sirviente ratonil surgió de entre las sombras para asestar un golpe mortal al hechicero reptiloide, atravesandolo de parte a parte y dando con su escamoso cuerpo al suelo por fin. Sin mas perdida de tiempo, Rythen maniobró rodeando la hoguera del campamento con su arco ancestral en mano, mientras la siniestra ya volaba al carcaj en busca de sus ultimos proyectiles. Casi al mismo tiempo que detenia su corta carrera, el arco, ya tenso y cargado, liberó la tension y la saeta voló furiosa contra el ultimo assatzi. Diana de nuevo. Pero una vez mas, el correoso pellejo del hombre-serpiente absorbía gran parte de la fuerza del arco elfico, y el elfo maldito volvía a dudar si su tiro haría el daño necesario...

El tabernero estaba inestable, así que intentó apartarse a la vez que lanzaba el puyazo hacia la sucia serpiente. La punta del arma penetra la piel de la criatura y deja manchas de sangre en el suelo. En la nueva posición, Arlen ve como el mago cae al suelo, y el rátido emerge tras él, con su espada tinta en sangre. Una mueca feroz se marca en las extrañas facciones de Ixir, y como en un espejo, su cara también adopta una expresión de furia.

El combate está llegando a su fin, pero aún queda este enemigo... Y aún está en pie...

La punzada de Arlen no estaba exenta de furia, pero a pesar de su brutalidad, el serpentoide sobrevivió a dicha herida. Los assatzis eran duros, como quedaba comprobado, y por eso dominaron la tierra de Skar durante milenios. El guerrero contraatacó pero esta vez, sus intentos pasaron demasiado lejos para ser considerados una amenaza.

Por su parte, Shouddrim se acercaba más y más al assatzi malherido. Pronto sería una víctima más de aquel grupo de héroes improvisados.

Por un instante Ixir perdió el rumbo del combate, había asesinado a su objetivo con tanta facilidad que por inercia continuó combatiendo. Miró a su adversario caido y levantó la mirada para ver como a pocos pasos de él se hallaban sus compañeros bregando con otro monstruoso enemigo, no se lo pensó dos veces y chirriando espada por delante se abalanzó sobre su nuevo objetivo...

ÑIIIIIIC

Su fueria estaba tan desmedida que su golpe erró como normalmente erraba, en el fondo el pobre rátido no era ningún guerrero.

El belicoso truhan lanzó a fondo con su estoque, perforando el pulmón derecho de su enemigo. El assatzi emitió un sibilante aullido, mientras peleaba de forma desesperada para llevar algo de aire a sus pulmones. Tanto el guerrero como la iniciada de los Vigilantes, siguieron a la moribunda criatura, que a duras penas se arrastraba por el suelo mientras sangre negruzca rezumaba de su afilada boca.

El combate había llegado a su fin, pero no así la búsqueda del Ánfora. En aquel improvisado campamento no había rastro de tan preciada y peligrosa reliquia, tan sólo la oscura entrada a una caverna que a buen seguro guardaría complejos peligros para todos ellos. 

Igualmente, ya no había opción. Si aquel objeto se hallaba en la penumbra de aquella cueva, por el bien de Ghespald, debían arriesgarse.  

Justo cuando el último hombre serpiente cayó, una serie de agudos chillidos surgieron del interior de la cueva al tiempo que el sonidos de pasos a la carrera y el entrechocar de objetos metálicos, alertaron al grupo. Casi no había tiempo para prepararse. el combate era inminente. Shouddrim preparó una de sus flechas y se dispuso para el choque frontal, mientras intentaba avisar al grupo.

- ¡¡Preparaos!! ¡¡Son rátidos!! ¡¡Y parecen ser un número bastante elevado!!- ​exclamó en voz alta, ante la escasa posibilidad de gestar un plan de lucha mejor.

Casi como un suspiro, un grupo compuesto por ocho hombres rata surgió del interior de la cueva, preparados con sus retorcidas cimitarras y todos sus arpeos de combate. Sus rojizos ojos brillaban de ira, mientras espetaban multitud de retorcidas palabras en su difícil lengua.

A escasos metros tras ellos, la silueta de una criatura tunicada entre telas rojizas, se alzaba como la líder de toda aquella patrulla reptoide. Sin duda se trataba de una hembra, y a juzgar por su condición de criatura deforme, debía pertenecer poseer ciertos poderes arcanos. aquello era bastante común entre los rátidos. La hembra caminaba con calma, mientras apoyaba parte de su peso en un escabroso báculo constituido de huesos y piel. En la otra mano, su enorme daga humeaba furiosa por hendirse en la carne de los defensores de los dioses, aquellos que les privaron de su querido titán...

La criatura se detuvo a cierta distancia, y tras gritar una serie de indicaciones, los rátidos se abalanzaron rabiosos como si la muerte fuera el premio que anhelaran obtener. Sin miedo. Sin dudas. Sin piedad.

El destino quiso que todo se desencadenara demasiado rápido, quizás excesivamente rápido. Shouddrim, apostó una rodilla en el suelo y extrajo un par de flechas de su aljaba. Sin pensarlo, disparó la primera y esta se hincó en uno de esos reptoides impulsándolo hacia atrás. La segunda flecha no corrió la misma suerte que la anterior, pero pasó demasiado rozando el cuerpo de una de aquellas simientes de los titanes.

Mientras tanto, los primeros rátidos llegaron para entrechocar el retorcido acero de sus cimitarras contra el recio estoque de cisne de Talbot. Además de todo eso, un hombre-rata salió corriendo al encuentro de Sargs, pues eliminar al servidor de Nemorga era algo vital para el triunfo.

Ixir estaba aterrado, no había asimilado aun la victoria en el combate que tanto le aterraba que ya estaba inmerso en una refriega con una horda de congéneres suyos. Su primera intención fue la de huir a esconderse y a verlas venir, pero un rátido ya se había abalanzado sobre aquel quien por primera vez en su vida había sido amable con él y le había curado incluso heridas. No pudo resistir la tentación de salir en su ayuda y para cuando quiso darse cuenta su espada de asesino ya ensartaba a la criatura pariente suyo.

ÑIIIIIIIIIIIIIIIIIC

Gritó Ixir loco de rabia y sediento de sangre.

Los gritos y sonidos se sucedieron en aquel campo de batalla improvisado. Varios rátidos se abalanzaron sobre Arlen y Shouddrim, pero tanto el exsoldado, como la iniciada vigilantes, soportaron los intentos malintencionados de sus enemigos. Por su parte Talbot, se retrasó un poco con la idea de lanzar uno de sus puñales. El disparo fue ciertamente magistral, pero apenas consiguió reducir el fanático empeño del fanático soldado reptoide.  

Los enemigos seguían presionando al grupo, pero estos se mantenían firmes en el combate. Debía conseguir el ánfora o perecer en su intento, pero no podían permitir que aquellas simientes de los titanes huyeran con la negra vasija de plomo.

Las escenas de combate se sucedían una detrás de la otra. Ahora parecía como si la guerra nunca se hubiese alejado del lado del tabernero. Rociado de sangre, y con los músculos agarrotados del esfuerzo, Arlen continuaba siendo una punta de lanza fiable.

Un rátido intento un ataque a fondo , que pudo parar con su escudo. Varió la inclinación del agarre de este, haciendo que perdiese fuerza hacia el exterior. El hombre rata perdió pié, pues la resistencia no era la que esperaba. El giro de lanza también lo pilló de forma inesperada, mientras la punta y el penacho salían de su pecho...

El golpe propinado por el exsoldado estaba repleto de maestría marcial. Con una pasmosa facilidad, desvió la cimitarra del rátido para después asestarle un puyazo a la criatura. que si bien no la mató, consiguió dejarla tambaleante. A pesar de eso, el número era claramente superior y aprovecharon la ventaja numérica para caer sobre Arlen y Talbot.

El tabernero nuevamente volvió a acorazarse tras su escudo abollado y esférico, evitando heridas que a la postre podían ser cuanto menos que fatales, pero el truhán semielfo no tuvo el tiempo necesario para esquivar la retorcida cuchilla de una de esas malvadas criaturas. la hoja se hundió profunda entre el camisote de Talbot, y la sangre comenzó a manar vívida y rojiza. Arlen pudo contemplar como el bardo había sido alcanzado, pero no pudo hacer nada para evitarlo. Debía estar atento a su zona, pues sólo así tenían una posibilidad de que no los sobrepasaran. En las falanges de combate, la confianza entre hermanos de sangre era vital para el éxito y eso lo tenía inculcado a fuego y sangre el exsoldado. Aguantaría la posición hasta el final.

De repente, un par de proyectiles de energía mágica impactaron en el tabernero. La bruja reptoide comenzaba a hacer de las suyas mientras invocaba los poderes de la magia. Los proyectiles golpearon el brazo del escudo y durante unos segundos, éste quedó inmóvil. Temió lo peor...

Por suerte, pudo recuperar la movilidad para aguantar los nuevos embates.

Por otro lado, uno de los rátidos salvajes se abalanzó sobre Ixir. La cimitarra iba a hundirse en su espalda, pero el reptoide consiguió esquivar. La sorpresa del guerrero rátido fue mayúscula cuando descubrió que atacaba a un congénere. no daba crédito a lo que sus grandes ojos estaban viendo... ¡¡Un traidor!! 

Ratas!! Como una plaga nacida de la mugre, aquellas simientes de titan surgieron de la cueva como un emjambre de pestilencia. Se lanzaron en furioso ataque contra todo lo que pillaban por delante, empujadas por aquel ser tunicado que parecía comandarlas. La rata hembra debía ser su objetivo primario...pero el roedor mutante que hostigaba a Sargs y a Ixir era urgente, asi pues, Rythen extrajo su estoque maldito, fintó alrededor del combate y trató de flanquear al engendro. La atencion del ratido estaba puesta en su semejante, y el elfo antiguo pudo colar su fino acero entre las placas de cuero que protegian al ser peludo. Antes de que el enemigo notase la punzada, Rythen ya había extraido su estoque veloz como un susurro...

El despliegue de enemigos fue raudo e impactante. En un momento estaban encima de ellos. Y aunque la mayoría actuó con celeridad y bastante precisión, eran muchos para responder a todos sus ataques.

Sargs actuó bastante lento, pero tenían que asegurar su posición, para ir ayudar cuanto antes al resto del grupo, que estaba soportando la mayoría de los enemigos. Dió un paso atrás, cargó su ballesta y se dispuso a acabar con el rátido que tenía justo al lado.

El elfo maldito se acercó hasta el rátido sin casi levantar polvo. A pesar de que se movía con soltura y rapidez, los movimientos de Rythen apenas emitían ruido. Casi como una exhalación, llegó hasta la espalada de su enemigo, mientras que con un gentil giro de su muñeca, hundió el filo de su estoque milenario en las entrañas de aquel que estaba destinado a morir. El rátido cayó casi sin advertir que la vida se le acababa...

En otro punto, Shouddrim, atrapada en una confrontación al cuerpo a cuerpo, extrajo su cuchilla de una vaina cruzada en su espalda. Con una práctica floritura, cercenó la garganta del reptoide que la acosaba, preparándose para desviar la cuchillada de otro. Estaba claro que la iniciada ya había combatido con aquellas criaturas, pues conocía sus movimientos de combate antes que estos se ejecutaran. 

Ixir no se sentía un traidor ya que nunca había pertenecido realmente a los rátidos, o por lo menos no lo recuerda. Pero si le causaba pavor ver a un guerrero de su especie cargando contra él, un miserable truhán, con la ira de la traición en la boca.

Ixir se giró asustado intentando responder al ataque con una estocada, pero los nervios le volvían a traicionar y erró su golpe. Y ahí se quedó, en duelo singular ante un guerrero que le superaba en todo... 

Ay mi ama, esto via mial, quiomo me gustiaría que me estiuvieses aziotándome en vez de estar aquí ñiiiiic

rezó casi para él mismo mientras sujetaba temblorosamente la espada con una mano y con firmeza algo en la otra

Ixir sujetaba la gema que le permitía comunicarse con su ama como si de un amuleto sagrado se tratase, suplicante y con la esperanza de que se obrase un milagro y su señora viniese a rescatarle aunque después le castigara severamente por su incompetencia

El ataque de Ixir fue una verdadera pantomima. El rátido ruin falló su cuchillada por varios palmos y quedó en una posición de difícil tesitura. Por contra, Arlen continuaba bregando con la mayor parte del grupo. El reptoide que recibiera un puyazo del tabernero, intentó alcanzarlo con su abigarrada cimitarra, pero tras dar un paso, cayó esputando sangre entre sus fauces... ¡¡Estaba muerto!! 

Arlen tenía ganas de ir a por la bruja, sabía que allí estaba el nexo que unía a las ratas. Pero también sabía que la línea defensiva tenía que avanzar a la par. Si dejaba un hueco,este podría jugarle una mala pasada más tarde.

Así que se acercó rápido como el viento. Proyectó la lanza hacia las entrañas de la criatura, el lugar más amplio de los Rátidos. No quería fallar y retrasar el combate.

La punta de la lanza penetró la panza de la bestia por el lado izquierdo, una pequeña explosión por el otro lado le indicó a Arlen que había traspasado  a la desdichada criatura. Agarró fuerte el escudo y se dispuso a soportar un posible contraataque...o las inquietantes descargas de la bruja..