Partida Rol por web

Taurir carga el arco a una velocidad vertiginosa. Para cuando os dais cuenta, libera la cuerda apuntando hacia una de las criaturas. Su flecha, sin embargo, se pierde en la oscuridad.

- An enni, nin gwend! Adleg megil a peng!

Avanza deprisa, hacia los enemigos, cargando una segunda flecha. Esta pasa por encima de los trasgos, pero su trayectoria cruza las llamas de la hojarasca ardiente, iluminando en su camino hacia ninguna parte. Sus ojos se achican; parece haber trazado un mapa sobre la zona.

En cuanto veo la terrible escena no dudo en lanzarme contra las pequeñas pero peligrosas criaturas que amenazan la vida de aquel hombre adoptando una posición de vanguardia para llamar la atención de las criaturas e intentando intimidarlas con mi ventaja de altura. Parecían bastante pequeños, así que puede que funcionase.

- Trranquilo amigo, quédate detrras de Bearrum y estarras bien. – dije mientras empuñaba mi gran hacha y lanzaba un grito furioso.

Mi intención era ganar tiempo hasta que estuviésemos todos en una buena posición.

Los trasgos reaccionan a las flechas de Taurir sacando sus arcos de cuerno y devolviendo los disparos. Ardan y Bearum consiguen esquivar las saetas, pero Fortinbras no tiene tanta suerte, recibiendo un impacto en el brazo de su espada. La flecha corta su ropa y le hace un feo desgarro en la piel. ¡Le duele! Otra flecha roza la cabeza de Taurir, haciéndole un pequeño corte en la mejilla. Lanetar aparece, cargando su gran escudo, por la loma, y observa la siuación. ¡Pero una flecha le impacta en el pecho, haciéndole un daño atroz!

Los trasgos se lanzan hacia vosotros, tirando sus arcos y corriendo hacia vosotros blandiendo sus horribles cuchillos.

Llegas a lo alto de la pendiente. Estás en la cima de una pequeña loma, y lo que ves es una escena horrible. Un hombre está en el suelo, gimiendo y retorciéndose de dolor; se sujeta el costado, como si tuviera una herida allí. A su lado, hay una suerte de hoguera, un fuego pequeño pero aparentemente descontrolado, que ilumina toda la zona con un resplandor rojizo y anaranjado. Cerca, hay ocho trasgos, pequeños orcos, cargando arcos y cuchillos. Tus compañeros están ahí, y se lanzan hacia ellos.

En ese momento, recibes un flechazo en el pecho, y el dolor nubla tu mente. ¡Una de las criaturas se ríe con malicia! ¡Te han alcanzado!

Cuando nos dirigimos a enfrentarnos a esos bichos con las armas en nuestras manos nos responden a flechazos, me parapeto detrás de mi escudo pero desgraciadamente una flecha me alcanza en el brazo de la espada. Un dolor punzante recorre mi brazo pero sacando todo el coraje que hay en mi interior sujeto más firmemente el pomo de mi arma y me sigo avanzando hacia mis enemigos y les grito a mis compañeros.-¡Esta noche les enseñaremos a estos engendros lo que significa el miedo!

Lanetar recibe el flechazo en el pecho cuando aparta ligeramente el escudo al maniobrar para sortear una piedra.

Ugh!

No está ni acostumbrado ni contento por recibir el golpe. Se tambalea e hinca la rodilla en el suelo. sin embargo ve al pequeño hobbit saltando al meollo y él no puede ser menos! Si es como un niño! le sale el instito protector y avanza tambaleante hacia el combate... 

Lo que hay enfrente son orcos y ademas  se están ensañando con un hombre del bosque  indefenso ..Un velo rojo  lo cubre todo y lo siguiente que sé es que me lanzo contra el enemigo con el escudo por delante  y gritando venganza  mientras hago girar el hacha sobre mi cabeza ..Hoy habrá menos alimañas en este mundo y mi colección de dientes de orco sera algo mas grande

Taurir da un paso atrás, con el arco en las manos. Un grupúsculo de cuatro trasgos se abalanza sobre Ardan y Bearum, y otro corre hacia Fortinbras. El sexto coge distancia y apunta una flecha a Taurir.

Dos trasgos buscan las costillas de Ardan, que maniobra con pericia para alejarlos de él. Bearum no tiene tanta suerte. La hoja de uno de los monstruos besa su muslo izquierdo, y el otro logra maniobrar y alcanzarle en el vientre. El trasgo que se abalanza sobre el hobbit se encuentra con un escudo más grande de lo que imaginaba, y aunque le hace retroceder, no logra siquiera contactar con la tierna carne de mediano. La flecha del último trasgo sale despedida en la oscuridad y se pierde.

Entonces, Bearum ruge. Su voz retumba por la loma, como un gran cuerno de guerra, y los trasgos chillan, aterrorizados. Los dos que se enfrentan a él, que esperaban su caída, sueltan de inmediato sus cuchillos y arcos y salen corriendo, perdiéndose en la noche. El trasgo que intentaba atacar a Fortinbras, viendo como su protector está libre y es peligroso, corre como un galgo entre las sombras, huyendo como la cobarde criatura que es.

El trasgo que dispara contra Taurir chilla:

- ¡¿Donde vais, gusanos?! ¡Volved aquí! ¡Ya son nuestros!

Pero nadie le oye. ¡Los trasgos han salido corriendo! Ahora solo quedan tres: los dos a los que se enfrenta Ardan y el del arco, que saca su cuchillo viéndose superado en número repentinamente.

Espoleado por la rabia me lanzo a la lucha confiando en la protección  que me garantiza  el escudo y la armadura .Los ataques del enemigo  no consigue alcanzarme  y pronto me encuentro enzarzado en combate  soltando hachazos a diestro y siniestro  contra el primer oponente en mi camino .Muere escoria 

Cuando parecía que el combate se nos estaba poniendo cuesta arriba después de que esos seres nos hirieran a varios de nosotros, escucho un rugido de Bearum que bien lo podría haber realizado una bestia del bosque y hace que nuestros enemigos se asusten y parte de ellos impiecen a huir, entre ellos el que se enfrentaba a mi.
Libre de mi enemigo me giro para ver a mis compañeros y cuando veo que a Ardan lo acosan dos trasgos, cargo contra el más cercano de ellos con ansias de vengar la herida que me causó el que ha huido.

El hombre salta sobre uno de sus adversarios, que recibe un fuerte castigo de su poderosa hacha. Apenas puede mantenerse en pie, y el cuchillo parece un juguete al lado de la fuerza de Ardan el Arrojado. Mientras, el veloz hobbit ha sacado una fuerza que ninguno (ni siquiera él; especialmente él) sospechabais que poseía, y de un salto ha ensartado a un orco, que cae al suelo atravesado por su hoja.

Lanetar entra en combate, peor claramente está en malas condiciones. Parece cegado por el dolor y el escudo que mantine en posicion alta. Su mal atinado ataque no acierta en el trasgo al que queria partirle la cabeza, sino que golpea una piedra. Gruñe con los dientes apretados y un hilillo de sangre sale de su boca. Con un poco de suerte y ayuda d elos Valar evitaré que mis compañeros reciban ataques, piensa.

En esos momentos de actividad frenética con la mete turbia es cuando las personas ven cosas que no son ciertas. O si. Lanetar cree entrever a Mandos preparando un aposento para él.

Con un certero flechazo, Taurir atraviesa al trasgo que enfrentaba a Ardan. ¡Solo quedan dos!

Solo quedan dos criaturas: la primera se abalanza sobre Ardan, su cuchillo una centella de color gris, y clava su filo sobre las costillas del hombre, que aúlla de dolor.

La segunda busca al hobbit, sorprendido por su resolución: le daba por muerto tras alcanzarle con una flecha, pero verlo matar a uno de sus compañeros le ha hecho volverse loco, y le ataca como loco. El escudo de Fortinbras resulta ser una protección efectiva, e incluso cuando logra girarle sobre la izquierda, el hobbit detiene el cuchillo con su propia espada, en un movimiento digno de un guerrero.

La bestia cae atravesada con mi espada corta, ha sido una muerte rápida y limpia pero mientras miro el cadaver caído de mi enemigo otro de los trasgos me ataca, sorprendido levanto el escudo de manera instintiva bloqueando su ataque y me preparo para devolver el golpe.

Sonrío un poco al ver que varios de nuestros enemigos escapan asustados ante mi presencia, aunque ese descuido me cuesta una herida en el muslo y luego otra en el vientre. Rugo un poco por el dolor, pero ver a mis compañeros luchar con tanta bravura hace que mis ganas de pelear y mi motivación aumenten, sobre todo al ver que el pequeño Fortinbaras era un gran guerrero a pesar de su tamaño.

- Son nuestrrrros – grité mientras blandía mi hacha y dirigía mi ataque hacia el orco que estaba dando problemas a Ardan.

El valiente mediano, de un fuerte movimiento, corta al trasgo a la altura del pecho. Durante unos segundos, la criatura no da crédito, pero segundos más tarde cae hacia detrás, por el borde oeste de la loma, hacia un desfiladero. Su cadáver se pierde en la oscuridad. Mientras, Bearum no ha dudado y, de un brutal hachazo, ha lanzado a su par por los aires, hecho un inerte muñeco.

En la noche solo suenan vuestros jadeos y el crepitar del pequeño incendio. Al lado, el hombre está seminsconciente, igual que Lanetar, que se apoya, pálido, sobre una roca a descansar.

Taurir se acerca corriendo al debilitado Lanetar, y le pone la mano sobre la frente.

- ¡Ay!- Grita.- ¡Ardan, aprisa! Está terriblemente herido. El otro hombre también, pero temo por Lanetar más de lo que me atrevería a decir.

Lanetar mira al elfo. En su mente el aturdimiento por el frenesí de combate deja pase al aturdimiento por el dolor atroz en el pecho. Se desploma sobre las rodillas y se le nubla la vista. Lucha consigo mismo y mantiene la consciencia, pero a duras penas. le cuesta respirar.