Partida Rol por web

- ¿Ese tipo habla con su camello?

Diegen se encoge de hombros antes de subirse a su animal. 

- Si no lo sabéis vos que le habéis contratrado... Cosas más raras se han visto entre ocíanos de oro y tumbas de sal. A mí lo que me hace gracia no es que él hable a su camello, que eso lo hace mucha gente en este desierto---Diegen busca con la mirada a Dorwas---, sino que el camello parece que le contesta. 

Después de partir, Diegen marcha un rato al lado de Garavel. Al cabo de un rato se acerca a la cabeza del grupo y le dice a Simbad:

- Gracias por la ayuda pirsiguiendo al gnoll. Es una pena que se escapó, ojalá no pueda avisar a nadie sobre nosotros. En fin, bueno... que gracias, tío---dice, tendiendo la mano.

O te estas callado o te dejaré aquí y sin camellos.

Una enorme sonrisa se formó en el rostro del enano quien, colocando ambas manos sobre su oronda barriga, no la perdió durante todos los días de travesía que siguieron.

A mí lo que me hace gracia no es que él hable a su camello, que eso lo hace mucha gente en este desierto---Diegen busca con la mirada a Dorwas---, sino que el camello parece que le contesta.

Al menos dice cosas más interesantes que algunos humanos. indica Dorwas señalando disimuladamente con el pulgar a Jaali. Y aguanta mejor la cerveza que otros. da una sonora palmada a Bethel soltando una carcajada.

Tras la excitación del combate, la imagen cómica de Jaali siendo bautizo en sangre de Gnoll y la exibición dialéctica de los presentes, Morbo se queda mirando al último interlocutor, Dorwas, su compañero de cervezas y como cuando se enfada la barriga le vibra, derrepente le cruza una frase de Jaali. Intenta dominarlo y reprimirlo! Pero no puede la tensión del momento le retuerce hasta que estalla y en mitad del silencio...

Jajajjajaj!!!

Morbo arranca a reir a carcajadas como no recordaba cuando.

Cierto, no desearia eso ni a mi peor enemigo. Y ciertamente no a Dorwas - aclara dirigiendose a Garavel señalandole la tripa del enano - Teniendo en cuenta todo lo que guarda ahi sepultariamos Kelramane con una capa de detritus. Sin duda los gnolls se irian, pero el paramo quedaria yermo y desolado durante cientos de años.

- Jajajaja...  Yermo y desolado durante cientos de años!!! Jajajaj Sepultariamos Keramaneeee!! Jajajaja perdona Dorwas!! Jajajaja pero el cenizo este tiene su gracia!! Jajajaja ...debe ser este sol... uh! Jajaja!! Ainns 

Siente una lágrima que resbala por su cicatriz y  una vez callado y sintiendo la mirada del resto no consigue borrar una medio sonrisa que le deja con una mueca un tanto desagrable, pero con cierta simpatía. La lágrima le escuece y vuelve a rascarse su cicatriz, cosa que inmediatamente le quita del centro de atención.

En silencio y con los camellos cargados de agua, el grupo abandona el oasis esperando alcanzar la Garra del Sultan antes del anochecer. Al acercase a los Picos de Albaca el clima es algo más benigno, lo que agradece todo el mundo excepto Sinbad al que el calor parece afectarle aun menos que a Jonova.

Cita:

Sinbad rehuye la mano de Diegen. Yessef protesta. Y finalmente la acepta.

-No hay problema.- Dice a regañadientes. -Pero la próxima vez no mates a criaturas indefensas, sea en un oasis o no. No me gusta, me recuerda malos tiempos y llama la ira del desierto.-

Garavel mira la escena entre Sinbad y Diegen con aprobación.

- Creo que habéis sido una gran elección, a pesar estoy seguro de todo haréis un gran equipo (*) - comenta con seguridad el mayordomo.

 Jonova se dejaba mecer sobre el andar desacompasado del camello que le servía montura, viendo vailar el horizonte tras el radiante calor de las arenas, tapada por varias capas de tela para resguardarse de los rigores del desierto.

 A su vera, avanzaba Jarael, cobijado a la sombra que proyectaba el camello, pero aún así pasándolo mal con el candente suelo del desierto.

 Avanzaba silenciosa, ahorrando energías y disgustos, mientras permanecía atenta a las arenas. Al ser los dos gente de desierto, Simbad y ella, se compaginaba bien las tareas de guiar y vigilar por el grupo durante la travesía. El jinete del dromedario se avanzaba más para hacerse una idea de lo que podía aguardarnos más adelante y Jono a veces se rezagaba en la parte superior de una duna para asegurarse de que no había nadie a sus espaldas.

¿Nadie cura a Dorwas?

Cuando Dorwas le pregunta a Diegen, éste se encoge de hombros:

- Lo siento, tío. Mi Señora todavía no me ha dado la capacedad de curar heridas tras el combate. Supongo que lo que quiere de mí es que me encargue de que no queden heridas... ya sabes a qué me refiero---dice, con un guiño pícaro.

El grupo viaja el resto del día hasta que en la cumbre una colina rocosa divisan un árbol retorcido que evidentemente marca la Garra del Sultán: tiene cinco grandes ramas sin hojas que le hacen parecer más una garra seca y retorcida que algo hecho de madera viva.

Cerca del árbol en la cumbre hay una caravana compuesta por media docena de carromatos y una gran tienda de seda. Varios camellos pacen agitados en una especie de corral improvisado y varias cabras y ovejas vagabundean alrededor de los carromatos. Una docena de personas se mueven por el lugar.

Cuando el grupo esta a unos 100 metros de distancia uno de los vagones, tapado con una elaborada tela de estrellas y lunas, estalla en fuego, rápidamente todo el mundo empieza a correr y el sitio se convierte en un caos.

De la tienda central sale una figura de mujer en ropas nobles que solo puede ser Almha, y rápidamente se pone a gritar ordenes: un grupo de hombres se dirige rápidamente a uno de los carromatos, lo descubre dejando ver un gran barril de agua y varios cubos que empiezan a cargar, otro grupo empieza a empujar los carromatos más cercanos al que arde intentando separarlos, una pareja de mediana edad intenta calmar y reunir a los animales, y un viejo halfling sale de uno de los carromatos y examina las heridas de uno de los hombres que estaba más cerca de la explosión.

En cuanto os ve Almha grita:

- ¡Garavel!, siempre a tiempo - y os hace gestos para que os acerquéis. El mayordomo espolea su camello a toda velocidad hacia el desastre.

Sinbad casi se cae del dromedario con el estallido de la tienda y tarda un poco en reaccionar, sin embargo acelera su ritmo y se pone a ayudar a controlar los animales con la ayuda de Yessef.

- Morbo! Dorwas! Vamos a echar una mano!

Diegen indica a su dromedario que avance, pero el animal se mueve con mucha lentitud, tal vez reacio a acercarse al fuego o al caos que ha provocado en el campamento (1). Diegen se baja de un salto, agarra una de sus cimitarras (funda incluida) y empieza a correr hacia el campamento (2). 

Una vez en el campamento, Diegen ayuda a mover los carros, bien moviendo el carro ardiendo bien alejando los otros carros. Cuando esta tarea de fuerza ya está terminada (seguramente antes si Dorwas y/o Morbo echan una mano), ayudará a cargar cubos de agua, a mover heridos de un lado a otro, o a lo que haga falta. 

Jaali ha pasado el resto del dia sin abrir la boca, malhumorado y harto del calor y la compañia.

Que yo falto al respeto a la gente? Pero que respeto? El respeto se gana. Aqui cada uno tiene lo que se merece - piensa el mago sin darse cuenta que ese principio es muy posible que explique porque anda solo al final del grupo sin que nadie le hable - Y ya el colmo es que diga que Corta-Lenguas y Don Espumarajos (de rabia) hacen buen equipo. El Garavel este que recluta, un circo? Menudo incompetente. Aunque claro, su trabajo era contratar a un grupo y ha contratado a estos, asi que no se de que me sorprendo...

Cuando llegan, Jaali empieza a cabalgar lentamente hacia el campamento. En cuanto explota uno de los carromatos se para, sorprendido, viendo como toda la gente se lanza a hacer diversas acciones de forma caotica.

Un circo... - Dice con voz queda y una media sonrisa desprovista de humor.

Despues, y dado que puede ayudar poco y le apetece aun menos, sigue cabalgando despacio hacia el campamento mientras sus compañeros ayudan.

Dorwas estaba masticando unos trozos secos de cecina de camella que había sacado de una de las alforjas que portaba su camello, cuando vio la tremenda explosión.

Cogió el cacho a medio masticar y se lo lanzó a Jaali al regazo. Agarrame eso para luego, los mayores tenemos que trabajar.

¡Y recuerda que el fuego quema! le gritó mientras avanzaba junto a Diegen, con la cimitarra enganchada a su espalda mientras se iba quejando. Por los siete infiernos de Popuzhú, se suponía que iba a ser llegar y que una sacerdotisa me iba a mirar la herida...

Según llego, agarró el carromato más cercano al incendiado y comenzó a empujarlo para apartarlo de posibles daños.

Agarrame eso para luego, los mayores tenemos que trabajar.

El cacho de cecina cae sobre la silla de Jaali, que lo tira al suelo con un palo y cara de asco

Los mayores? Desde cuando se considera a alguien ser mayor o menor segun la circunferencia de su cintura?

Ignorando al enano, Jaali sigue a su ritmo hacia el campamento

Vaya, ahora además del pesado del mago tenemos al psicopata de las cimitarras. Al menos parece que de momento están apuntadas al lugar correcto. Pero mira que cambiar a Ateela por ese tipo de tajo facil... suspira que estará haciendo Ateela.

Baja del camello, dromedario o lo que sea el bicho y da unos pasos hasta Almha. Hace ondear su capa al tiempo que hace una reverencia mientras gracias a la sorpresa le toma la mano y se la lleva a los labios - encantado de conocer a nuestra patrona - sonrie - si me disculpa trataré de ayudar a poner un poco de orden en este caos. Para lo que necesite no dude en llamarme - vuelve a sonreir y se va antes de que pueda responder.

Bien, esta vez lo has hecho bien, has visto esa cara de sorpresa, lo del hombre misterioso siempre funciona ¿no? Seguro que Jaali diría que me ha tomado por un loco, que sabrá él... se gira inseguro echando una mirada a Almha. Que si leches, que esta vez ha ido bien, ponte al tajo... a ver, donde está el enano. Donde esté el seguro que no esta el mago.

Dorwas es el quien reacciona más rápido y se acerca a una de las carretas adyacentes a la que se esta quemando, dispuesto a empujarla. Antes de que logre alcanzarla se produce una explosión y del medio del fuego salen volando un montón de cartas ardiendo, llevan los símbolos del Harrow. Una de las cartas, el Ciclón, se posa sobre el pecho del enano, quemándose lentamente formando unos extraños círculos de fuego.

Almah, demasiada preocupada por el peligro de que su expedición acabe antes de empezar, ignora a Bethel, y continua dando ordenes como si el joven no estuviera allí.

Dorwas, Bethel y Diegen se juntan con algunos mercenarios y rápidamente logran separar los carros que están más cercanos al fuego, mejorando considerablemente la situación.

Sinbad ayuda a la pareja de mediana edad a intentar contener a los animales, la mera presencia del hombre parece mágica y los animales se calman nada más acercarse. Poco a poco todos son reconducidos al corral donde se mantienen totalmente tranquilos.

Jaali permanece sentado en su camello, observando la escena.

Pero la carreta de los signos raros sigue ardiendo, convertida un infierno a pesar de los cubos de aguas que varias personas llevan desde la carreta con el gran tonel.