Partida Rol por web

Encuentras un penacho de flecha con las mismas plumas verdes que los atacantes que os salvaron de los hombres bestia. Estaba semienterrado en el barro.

Os dais cuenta que en los cuerpos que tienen flechas clavadas, todas las flechas han sido partidas, dejando el ástil a medias.

Gracias las curas de Kruger, se sentía mucho mejor y ya podía ponerse en pie. Había visto la muerte de muy cerca y estaba convencido de que así habría sido de no ser por sus compañeros. Estaba claro que Sigmar le quería. Era la única explicación a que aquellos enormes gors no hubieran acabado con él. 

Entonces fue cuándo mirando los cadáveres de los pobres aldeanos se fijó en algo, algo extraño, sospechoso. Se agachó junto a uno de los fallecidos. Un joven cosido a flechazos y examinó las estacas que sobresalían de su pecho. 

- ¿Os habéis fijado que todas las flechas han sido partidas dejando el ástil a medias? - Preguntó de forma retórica. - Es como si los que atacaron la aldea no quisieran dejar constancia de quienes eran. 

Entonces Franciscus empezó a buscar cadáveres de seguidores del caos. ¿Y si aquella matanza no era obra suya? ¿Y si habían sido los... Elfos?

Ciertamente, eso o cuesta mucho conseguir plumas... Rufus siguio a Franciscus en su busca de cualquier pista para saber que habia pasado ahi.

No veo nada por aqui

Por suerte no hubo más problemas durante el camino. Pero al llegar nos dimos cuenta que todo estaba atrasado, parecía que las hordas del caos habían acabado con todo ser viviente de la zona, malditos fueran una y mil veces.

Pues hasta ahora que lo has dicho no.- Contesté a Franciscus.- Pero es ciertamente extraño.

Beilen había sido arrasada, al igual que Hargendorf y al igual que Ueblingen, la tierra se empañaba de sangre parecía que el lugar estaba condenado. Aquel seria el último lugar donde podrían encontrar un cobijo adecuado.-Muchachos, ya sabéis que hacer. Buscad una casa limpia donde estemos cómodos, las camas para los heridos, el resto desperdigaos y buscad cuanto nos pueda ser de utilidad.-una vez se hubo desecho de los niños Kruger se quedó hablando con los adultos.- No soy gran devoto de Morr, pero creo que deberíamos colocar todos los cadáveres en una de las casas y prenderla antes de marcharnos. He visto esto que comentabas sobre las flechas y me ha hecho recordar una cosa, recordáis cuando nos dijeron en Hargendorf que los hombres de norte se habían aliado con los hombres bestias. El alma humana es débil muchas veces se deja llevar por las tentaciones, sospecho que esta aldea ha empezado a oler a podrido y los elfos han decidido cortar el mal de raíz. Después de que me hayan salvado la vida no voy a culparlos por ello.-el tramposo varón levanta entonces la boca bajo la cual había estado ocultando algo. Remueve al barro mostrándoles a todos el penacho de una flecha coronado en verdes plumas, como las que habían usado los elfos que les habían salvado la vida.-No quiero que cunda el pánico entre los chiquillos, ni que saquemos conclusiones precipitadas al respecto. No tendría sentido que los elfos acabasen con una aldea entera y nos perdonases a nosotros, todavía nos queda mucho por averiguar. Será mejor que descansemos y nos pertrechemos bien, a partir de mañana tendremos que adentrarnos en la Colinas Encantadas, rumbo al este hacia Stavern. Solo los dioses saben lo que nos encontraremos al llegar allí, ahora será mejor que descanses Franciscus. Tú y Mathilda sois los que presentáis heridas más severas. El resto dividámonos a ver si encontramos algo que merezca la pena acarrear para el viaje.-se notaba que aquel hombre era un superviviente y como tal se aferraba a más mínimo halito de vida, pues mientras hay vida hay esperanza.

El enano se agachó examinando uno de los cuerpos que yacía con varias flechas clavadas. Mientras debatíais, arrancó sin miramientos una de ellas examinándola con ojo inquisitivo. Tras unos momentos escupió al suelo sonoramente, como para alejar algún terrible maleficio o superstición. -No, estas flechas no son de los orejas picudas. Fijaos en el ástil,- Tharstein se levantó dándoos la flecha. Sus ojos buscaban inquietos entre la espesura del cercano bosque, mientras sus manos se retorcían alrededor del mango de su hacha. -Ni siquiera los humanos fabrican flechas tan burdas. Su talla es tosca, se comba en el centro y es demasiado gruesa...Goblins.- La sola mención de esa palabra os heló la sangre. La enemistad de los enanos con los pieles verdes era mas antigua y feroz que la de los elfos, sin duda era normal que fuera un enano quien hubiera apreciado tales matices en un simple trozo de palo.

De pronto un cuervo levantó el vuelo de repente entre graznidos y la furia de otros cuervos, echándolo de fuera del grupo que se arremolinaba entorno a los árboles de la linde del bosque.

-Esto es mucho más grave de lo que parece, Norses y hombres bestias aliado al norte y ahora los goblins no quieren hacer creer que los elfos han hecho esto. Alguna malévola inteligencia se esconde detrás de esto, tenemos que avisar a los elfos ¿pero cómo?¿Mathilda tienes alguna idea? Sino con algo de humo deberíamos poder atraer su atención seguro que vendrían a ver que sucede. ¿Hablas su lengua, sabes alguna palabra o escribir su idioma?. Aquellos ojos amarillos que vi estoy seguro que están detrás de todo esto, no solo quiere acabar con el norte quiere que elfos y humanos entren en guerra. Hay que avisarles antes de que estalle el conflicto.-el cuervo se guardo la pluma y una de las flechas goblins que pudo recoger de los cadáveres.

Todo encajaba bastante bien, pero... ¿Cómo podían llegar a hablar con alguien que no quería hacerlo? Pues era evidente que aunque los elfos les habían defendido de los gors, no pretendían nada más que quitarse de encima el problema de los hombres bestia que amenazaban su reino. De lo contrario se habrían mostrado y se habrían mostrado bastante más amistosos de lo que fueron en realidad. Franciscus sabía que estaba vivo en parte gracias a ellos, pero tampoco les debía nada, pues no se habían preocupado por los heridos o los niños que viajaban con ellos. Si habían intervenido había sido únicamente con la intención de mermar al enemigo mientras estaba entretenido peleando contra un grupo de humanos que les traían sin cuidado.

- Si... - Dijo tras razonar. - Debemos evitar a toda costa una guerra. - Pues aunque le pesara, una guerra entre humamos y elfos sólo serviría para que ambos bandos se debilitaran y que el caos se hiciera definitivamente con toda la zona. - Una guerra sería el fin de la zona tal y como la conocemos y el principio del reinado del caos...

Hans no entendía de flechas, pero si el enano había visto con un solo vistazo que esas flechas eran de manufactura goblin, ningún caballero del imperio caería tampoco en esas cosas y se daría cuenta que ese ataque se debía a los oportunistas pieles verdes, así que decidió dejarlo correr.

¿Habéis visto todos esos cuervos?- Señaló a los cuervos arremolinados en la linde del bosque cuando había comida de sobra en los cadáveres que había en la población. Intrigado Hans se acercó a investigar más.

La cosa parecía ir a peor, ahora había goblins, los dioses no habían abandonado, incluso Randal y eso que uno de sus sacerdotes estaba con nosotros, y para emperaro puede que empieze una guerra, "¿porque iba a empezar una guerra?, porque algún idiota crea que esto los han hecho esos orejas picudas va a ir el conde elector con sus tropas a internarse en el bosque mientras un ejercito de norses y hombres bestias ataca su provincia?" no me creían que fueran tan idiotas, aunque en realidad había visto a muchos insensatos desde que me uní a los patrulla camino, "sobre los muertos, no creo que pueda ayudar mucho en mi estado, pero hare lo que pueda, no es la primera vez que tengo que mover un cadáver" les digo a Kruger.

Bien por curiosidad, por ayudar al herrero, o porque era mejor ir en grupo para no correr riesgos innecesarios, os aventurásteis hacia la linde del bosque para ver que era lo que llamaba tanto la atención de los cuervos, que si bien también se comían los ojos de aquellos desgraciados aldeanos de Beilen, la gran concentración indicaba que la mayoría estaban interesados en otro botín.

Tras avanzar unos diez metros al interior del bosque, los graznidos de los cuervos comenzaron a resonar tan fuerte que apenas erais capaces de oiros mientras enfrente vuestro un enjabre de ellos graznaban y se picoteaban entre ellos. Unos matorrales cortados a propósito escondían el motivo del porqué de los cuervos. Al apartarlos una marabunta de plumas, alas y picos negros se alzaron no sin reticencia de dejar su botín y manjar, pues descubrís otro campo de batalla, o mejor dicho, los cadáveres que os faltaban en el anterior campo de batalla.
Los amontonados cadáveres de goblins y lobos llenaban el terreno fangoso debido a la sangre de estos, que junto a la nieve, hacían de aquél trozo de tierra un lodazal. No solo los cuervos se daban un festín con la carne acumulada en el lugar, insectos de todo tipo se desplazaban a través de sus cuencas vacías y asomando por sus orificios nasales y boca.

Sus cuerpos mostraban algunos cortes, pero principalmente eran flechas, rectas, finas y labradas como las de los elfos que os ayudaron, las que acabaron con sus vidas.
Ahora otra pregunta más se pasa de mirada en mirada entre vosotros, ¿Porqué los elfos se tomaron la molestia de esconder los cadáveres de sus enemigos?  

Franciscus se rascó la cabeza confuso. Si los elfos habían matado a los goblins y sus monturas, era ilógico que escondieran sus cuerpos en el lodazal. Pero más ilógico era que pretendieran hacer creer a quein llegase al lugar con aquella artimaña de las flechas, que ellos habían sido los causantes de tanta masacre. 

- Deventos buscar un superviviente. - Dijo Francisus mirando hacia la villa. - Sólo un testigo podrá dejar claro lo que en realidad sucedió. - Bajó la mirada. - Pero viendo cómo lo han dejado todo y cómo quedó el otro pueblo... -​​​​​​-Chasqueó la lengua. - ... tengo bastantes dudas de que hayan dejado a alguien con vida. 

Se acercó entonces a Kruger. 

- Temo por Mathilda. - Le dijo preocupado. - Vamos a echarle un vistazo... 

El festín de los cuervos no sorprendió a Kruger, además de avanzar en grupo para permanecer fuertes no le extrañó en absoluto el macabro espectáculo. Aunque tal y como aventura Franciscus eso solo le generaba más preguntas.-Esto no tiene sentido, los elfos no cortarían maleza para esconder algo tan obvio. Dejemos que los cuervos lleven su parte del botín. ¿alguien puede dar buena cuenta de las pieles de los lobos? Nos serían muy útiles a la hora de no pasar frío en el camino que se avecina. Iré a escoger una casa adecuada para que descansemos, una vez encendido el fuego volveré a cambiaros las vendas y revisaros la heridas. Niños dispersaos y reunid todo lo útil, hay mucho por hacer antes de que caiga la noche; como siempre no cojáis nada que no podáis cargar con comodidad.-la salud de Mathilda también le preocupaba, el siervo de Ranald no conseguía limpiar y sanar las profundas heridas causadas por los hombres bestia. Perder a la hechicera a estas alturas del camino sería una fatalidad. Antes de marcharse cogió una flecha de los elfos, guardándola junto con la de los goblin. Luego se perdería por las casa en busca de material médico en condiciones, no solo unas simples vendas para poder tratar a Mathilda. En el peor de los casos quizás tuvieran que retrasar la marcha para que Mathilda pudiera mejorar. Sorprendentemente quien estaba llevando mejor todo aquel camino era la vieja mula, pues nunca había podido pacer tanto y tan a gusto, incluso el pobre saco de huesos había incluso ganado algo de peso; al final el animal al menos acabaría sus días con el estomago lleno.

Una vez a solas Kruger sacó los dados que había encontrado en Beilen, los lanzó son soltura entrecruzando sus dedos a la espalda formando el símbolo de Ranald. La tirada fue muy buena, un buen augurio, más que suficiente para un momento como aquel, miró al cielo con una tímida sonrisa en una silenciosa actitud de agradecimiento. Sus improvisados rezos se vieron recompensados a medida que avanzaba por Ueblingen en busca de material médico adecuado y de calidad, dando con una buena bolsa de cuero de algún viejo barbero que bien seguro ya no necesitaría sus herramientas para ejercer su oficio desde los lóbregos jardines de Morr

Yo me ocuparé.- No es que Hans fuera un curtidor experto, pero la vida que había llevado fuera de las ciudades le había enseñado a despellejar y limpiar de vísceras pequeños animales, así que bien podría tratar de hacerlo con los lobos, que proporcionarían algunas pieles con las que taparse.- ¿Alguno me ayuda? - Dijo al halfing y a la mujer puesto que Kruger y Franciscus habían decidido ir a cuidar a Mathilda.

Mientras se ocupaba de las pieles, también echó un vistazo por si quedaba en uso algún arco de los pieles verdes. Si lo había sería de tosca factura, pero mejor eso que nada.

- Voy contigo... - Le dijo Franciscus a aquel hombre llamado Hans. - No es que sea un experto despellejando nada, pero si me vas diciendo lo que tengo que hacer... - Se encogió de hombros. 

Esperaba conseguir algunas pieles en buen estado y no romperlas demasiado. Él no era una persona que necesitase demasiadas cosas, pero si era cierto que por la noche refrescaba y ya había tentado demasiado a la suerte. Si seguía sin ropa de abrigo, al final cogería una pulmonía.

Franciscus agarró de las patas traseras a uno de los lobos con la clara intención de arrastrarlo hasta a aldea. No iba a ponerse a despellejar a aquella criatura en medio del lodazal, hacía frío y estaba mojado. Si lo llevaba al interior de una de las casas, al menos sus manos dejarían de temblar por el frío que le tenía aterido.

- Hans, mejor que llevemos las presas a un lugar cubierto. - Le dijo. 

Una vez en el pueblo, buscó una casa en la que trabajar. Una que conservase el tejado y que todas sus ventanas tuvieran persianas para evitar la brisa exterior. Luego empezó a preguntar a los miembros de la caravana si alguno de ellos sabía despellejar animales o tratar pieles y por supuesto, si alguno de ellos tenía las herramientas necesarias para ello. Quizás los chiquillos de Kruger llevaban algo que pudiera servir.