Partida Rol por web

Cojamos uno cada uno.- Le propuso Hans a Franciscus.- Lejos de aquí no respiraremos esta pestilencia y al menos a cubierto estaremos protegidos del frío.

Con el cuchillo y estirando Hans y Franciscus podrían quitarles la piel, pero luego había que retirar toda la grasa que quedaba o se pudriría, ¿alguien tiene una hachuela?- preguntó Hasn.

Al parecer nadie tenía una hachuela ni nada por el estilo que dejaros. Tarsthein se negó a dejaros su hacha, que además era demasiado pesada para manejarla bien en un trabajo delicado como ese.

Así transcurrieron las horas, rodeados de cadáveres semicubiertos por la nieve, la amenaza del caos al norte, los fríos elfos al sur y ahora goblins merodeando en estas tierras. No podíais parar o las legiones del caos os encontrarían. Quedaros quietos era una opción que os había pasado por la cabeza antes, formar un nuevo hogar en ese pueblo, pero tarde o temprano la guerra llegaría a vosotros. Estábais demasiado cerca de Hargendorf. Apenas habían pasado tres días de viaje y no habíais llegado a las colinas encantadas, la frontera con el reino elfo.

Esa distancia se podría haber recorrido en dos días sin ninños ni heridos. Y los exploradores gor corrían mucho. Afortunadamente la nieve os era ventajosa para que os siguieran el rastro, tapando y enterrando las huellas. Sin duda ya habrían encontrado a los hombres bestia que os atacaron, no había que perder el tiempo. Avanzar era la única opción. 

Franciscus, satisfecho con su trabajo, portaba la piel de lobo a su espalda y realmente notaba el calor que le proporcionaba como una bendición. Acostumbrado como estaba a portar únicamente harapos raídos, agradecía que el frío no le afectara tanto como antes. Además, aquellas heridas que había sufrido estaban cicatrizando bien, estaban curando de una forma excepcional en gran parte gracias a los cuidados de Kruger y en parte por su fortaleza natural.

- ¿Tenemos que seguir, verdad? - Le preguntó al Cuervo Burlón. - Huir como perros asustado no es mi estilo, aunque si lo hago, es por proteger a todas estas gentes. - Le dijo para que le quedase claro que no era un cobarde. - De todas formas... - Agrió su expresión. - No parece que haya nadie dispuesto a combatirles salvo quizás los malditos elfos, ¿no? 

Aquello era un despropósito. ¿Dónde estaba el ejército imperial cuando se le necesitaba? Estaba muriendo mucha gente, gente inocente que no le había hecho daño a nadie. El estúpido gobernador de Hargendorf tendría que haber tomado partido en aquello, tendría que haberles hecho caso y tendría que haber planeado una defensa. Quizás ahora él estaría muerto, pero no habría quedado como un cobarde dejando que tanta gente pereciera a manos de seres del caos.

- ¿Cómo está la hechicera? - Preguntó finalmente. Era a ella a quien debían aferrarse. Era ella quien debía guiarles ahora que todo estaba tan mal.

Habían pasado una buena noche y los niños estaban más tranquilos con el estomago lleno, habían ido saqueando las casas recopilando tanta comida y ropa de abrigo como habían podido; al fin y al cabo la mayoría de mocosos eran unos buscavidas. Hasta la vieja mula estaba contenta tras el festín que se había dado. Era muy fácil para aquella panda de desgraciados ir a más cuando uno no tenía nada. Al amanecer siguiente Kruger y la tropa despertaban temprano por costumbre, cargaban el carro lo mejor posible y disponían para partir tras un buen desayuno, mejor comerse todo lo que no pudieran cargar y coger fuerzas para el viaje; ya llegaría el tiempo de los racionamientos. 

El Cuervo Burlón se alegraba de que toda la comitiva pudiera caminar, incluso la hechicera. Ranald les sonreía en un nuevo día con otros retos que afrontar o que les conducirían a los salones de Morr, tal era la tradición en Reikland y Kruger bien recordaba que llegado su momento se lo llevaría la risa de un hombre muerto.-Franciscus con esa piel de lobo cualquier diría que ahora veneráis a Ulric ja, ja ,ja. Me alegra volver a veros en pie, si todo seguir la marcha rumbo al este, en paralelo a las colinas o entre ella si encontramos alguna senda segura; será la mejor manera de que no nos rastreen. Por el momento la nieve juega a nuestro favor, no es huir, es vivir hoy para luchar mañana.-entornó una ceja mirando al flagelante algo extrañado.- ¿No entiendo porqué maldecís a aquellos que nos han salvado el pellejo? Benditos sean los elfos y malditos los humanos por su necedad ¿o acaso ya habéis olvidado el destino de los "avispados" ciudadanos de Hargendorf?. El bobo del Barón los llevó a todos al matadero, a ese si podéis maldecirlo bien alto y fuerte. Nadie llegó vivo a recoger el pan de Sigmar.- escupió al suelo con desdén sobre el nombre del Barón, no sobre el de Sigmar.-Y todos como borregos le siguieron...

Bueno empieza a encontrarse mejor, el corte en la cabeza fue muy profundo, menos mal que encontré los enseres adecuados para tratarla. He tenido que cortarle algo de pelo, pero parece que saldrá de esta la herida supura limpia y no se ha infectado, quizás en unos días ya podamos contar con ella en plena forma, mientras tanto todavía debería tomarse las cosas con calma. Un lujo que ahora mismo no tenemos.-iba charlando distendidamente con el flagelante a medida que iba realizando los preparativos para partir y colocando en el carro lo recogido por los niños. No iban a ir cargados campo a través, llevaría comida, algo de carbón y las herramientas indispensables para proseguir con el viaje. Lo que casa uno pudiera cargar sin quedarse atrás ya no era problema suyo.

- ¡Oh! - Exclamó con una sonrisa cuando Kruger comentó que ahora parecía venerar a Ulric. - No, yo... - Asintió con la cabeza. - Respeto a Ulric, pero no. ¡Ja, ja, ja! - Rió con ganas. - La piel de lobo me cuida del frío, pero es Sigmar y no Ulric a quien debo lealtad. 

Cada ve le caía mejor ese tipo. Sin duda era un hombre con recursos y que sabía organizar bien a un grupo. No en balde era el líder de aquellos mocosos que le servían como a un general y sin rechistar. Si seguía a su lado el tiempo suficiente, igual podía aprender algo de él.

- Bueno, lo de "malditos elfos", es sólo una expresión. - Se encogió de hombros. - Son muy suyos los orejas picudas. Ya podrían haber saludado o algo... - Argumentó. - Y  me alegro de que la hechicera esté mejor. Vamos a necesitar de su sabiduría y de sus artes arcanas. Lo intuyo.

-No os confieis, her Kruger.- La hechicera se apoyaba en su bastón, pero parecía lo suficientemente fuerte como para poder caminar.

-Los elfos son traicioneros y solo respetan sus tradiciones. Si poneis un pie en su bosque os trataran con tanta fiereza como a los gors a los que nos enfrentamos. 

- Es lo que yo decía... - Dijo Franciscus muy serio. - No podemos fiarnos de esos malditos elfos... - Añadió. 

Entonces se acercó a Mathilda. La hechicera había salido muy mal parada del combate contra aquellos gors, pero ahora, tras las curas efectuadas por Kruger, parecía encontrarse bastante recuperada. Eso era bueno, pues necesitaban de ella más de lo que podían creer.

- ¿Cómo se encuentra? - Le preguntó realmente interesado. - La veo algo mejor que en días pasados.

Aunque le había puesto volutad, no había sido suficiente, cuando no había roto la piel al tratar de despellejar a los lobos, se había roto al tratar de limpiarla y todo el trabajo solo había servido para desperdiciar el tiempo.

Parecía que el grupo estaba nuevamente listo para moverse, incluso la hechicera volvía a caminar y parecía encontrarse bastante bien de salud. Así que Hans empacó sus pocas pertenencias y estuvo listo para partir en cuanto todos los demás lo hicieran pues huir del lugar era la única opción.

-Vos tampoco her Mathilda, que podáis dar cuatro pasos no quiere decir que estéis en condiciones de caminar un día entero. Hoy iréis en el carro y mañana ya veremos. No dudo en que los elfos tengan sus propias maneras, y en que no dudarán en acabar con nosotros si cruzamos su frontera. Sin embargo por el momento nos han salvado la vida a todos y por ello solo puedo dispensarles gratitud, es como vivir de prestado, si luego acaban con nosotros por invadir el bosque los necios seremos nosotros. Pues habremos desperdiciado la oportunidad que ellos nos han dado para seguir adelante.

Imagino que la gratitud puede ser expresada de muchas maneras, pero llamarles malditos no creo que sea la le mejor. Además...- susurró en voz baja para con los allí reunidos.- El bosque tiene oídos, bien seguro acabar primero con aquellos que les insulten.- comentó Kruger de forma picaresca tras una sonrisa y un guiño velado. El Cuervo Burlón no dejaba claro si le caían bien o no los elfos, sencillamente si alguno de esos seres del bosque les había escuchado ahora sabrían quien les maldecía y quien no. Por el momento eso le era más que suficiente.

Tras el descanso, me encontraba mejor como para seguir el viaje, parecía que todo había sido tranquilo, lo cual era raro con todo lo pasado, pueden que pensaran que no quedaba nada en la aldea y por eso habían perdido el rastro, o que nos estén esperando fuera, por el momento iba a seguir con mi objetivo de intentar proteger la caravana de las amenazas de lo que nos íbamos a encontrar. 

Este sería el último pueblo en la ruta hasta dentro de una semana y media, si seguíais con vida y conseguíais llegar a Stavern. Recopilasteis tanta comida como pudisteis, ropa y mantas para el camino. También enseres y cambiasteis el carro por uno más grande, de esa manera tanto los niños como los enseres y la comida podrían ir juntos en el carro.

Tras unas horas de camino, por fin podéis ver las colinas encantadas. Una serie de montículos, tesos y colinas que apenas dejaban tramos llanos. Pero por fin habíais llegado. Tras las colinas, a lo lejos, podían verse las copas frondosas del bosque de los elfos. Antiguas y majestuosas, como si la nieve o el viento no las afectara. 

Era hora de desviarse hacia el este. Al comenzar a subir la primera colina, una columna de humo negro podía visualizarse subiendo por encima de los pinos y abetos que habíais dejado atrás. Ueblingen ardía en llamas, las tropas del caos estaban de camino, pero os pillaban lejos, no había de qué preocuparse.

Algo no está bien. No sabes qué es, pero no dejas de mirar la columna de humo negro sintiendo como algo se inquieta en tu interior.

- No hay de que preocuparse. - Pensó Franciscus, aunque realmente no acababa de creérselo. - Ueblingen arde en llamas. Las tropas del caos están allí, pero nos queda lejos. ¿No?

Fuera como fuera, estaban huyendo de la guerra. No era una gran demostración de valor hacia Sigmar, o quizás si... no lo tenía claro. Había luchado contra el caos cuando había sido necesario y habría dado su vida por las gentes con las que viajaba, pero... ¿era suficiente a ojos del fundador del Imperio? Aquel hombre de linaje Volger, no lo tenía muy claro, pero había tomado una decisión. Lucharía por aquella gente y por aquellos niños y los protegería hasta sus últimas consecuencias.

Se acercó a Kruger. Para él, era el líder del grupo. Para él y para la mayoría, pues os chiquillos lo tenían como referencia y casi como un padre. Kruger era un buen hombre y si Franciscus seguía a su lado, estaba casi seguro que le iría bien, al menos mejor de lo que le iría por libre. Otros quizás pensaran que Mathilda fuera la referencia de aquel grupo, pero realmente, desde que cerró aquel portal del caos, poco había hecho por ellos salvo revelarles que lo mejor que podían hacer era dejar atrás Haegendorf. Desde entonces, tan solo malas caras y poco más.

- ¿De verdad tenemos más de una semana de camino? - Le preguntó al cuervo. - Me preocupan los niños. Parece que las tropas del caos están por todas partes y parece que se mueven más rápido que nosotros. Puede que nos den alcance y... - Chasqueó la lengua fastidiado. - No creo que vuelvan los elfos en nuestra ayuda. Somos pocos combatientes y mal armados. Se que seguir la carretera es lo más sencillo, pero... en cuanto nos topemos con una patrulla del caos...

Atrás quedaba la negra humareda, Ueblingen se unía a las ciudades del norte que eran ahora pasto de las llamas. Habían hecho un buen acopio de materiales en Beilen, pero un carro más grande implicada que la mula iría más lenta, por tanto Kruger cogió a los únicos muchachos más mayores y más fornidos para tirar del carro junto a él. Esperando que entre el esfuerzo de todos adultos pudieran suplir a un segundo animal de tiro. Los niños caminaban solo los más pequeños o los que se cansaban subían un rato al carro hasta reponer fuerzas para seguir, Kruger no era un persona cruel, pero si firme. No dejaría a los mocosos atrás, aunque les obligaba a estos ha hacer sus máximos esfuerzos.

Cuando se acercó Franciscus el Cuervo Burlón estaba en uno de sus descansos. Se puso a la par a caminar con él mientras le ofrecía a otro las cuerdas para tirar de carro.-Eso con suerte, piensa que las Colinas Encantadas no son un sitio para meter un carro. Tenemos que ir siempre por las hendiduras entre las colinas, si ganamos altura cualquier grupo de exploradores podría vernos.- se detuvo por un instante he hizo cuatro líneas casi paralelas. La primera al final se juntaba con el resto en un ángulo agudo. -Mira, la primera línea es el camino Imperial, va desde Hargendorf hasta Stavern, nuestro destino. Si yo fuera un general movería a mi ejercito por un camino principal, donde además hay otras ciudades que atacar.- luego trazo una línea qué unía el principio de la primera con la segunda y la tercera señalando los puntos de cruce.-Ueblingen y Beilen, el primero ahora está ardiendo por tanto les llevamos calculo que cuatro o cinco días de ventaja. Aunque los ejércitos tienen exploradores, y digo los porqué estoy seguro que los elfos también estarán preparando el suyo. La cuarta línea es el bosque de Laurelon.-señaló con el palo la tercera línea.- Esta es nuestra ruta, en esta zona por el momento no debería haber problemas, no nos están buscando y no somos una amenaza. Si llegado el momento alguna patrulla de exploradores nos encuentra es obvio que habrá que pelear, si nos superan Viveca ya sabe que tiene que hacer por el bien de los niños.-bien sabía que sería mejor un final mucho más misericorde que ser atrapado con vida los hombres bestias, sobre todo para las niñas.-No creo que los elfos vuelvan en nuestra ayuda, pero si que sus patrullas de exploradores estarán atentas para anular las patrullas del caos, por tanto nuestra mejor opción es intentar avanzar lo más rápido posible entre las colinas y la linde del bosque, aprovechando esta cobertura involuntaria que nos ofrecen los elfos para mantenernos a salvo.-le ofreció la cuerda a Franciscus invitándole a tirar, si tanto esfuerzo ponía en preocuparse Kruger le daría maneras de utilizar su fuerza en algo más constructivo que en elucubraciones que hasta que no sucedieran no tendrían sentido. De los problemas uno debe preocuparse cuando acontecen.

Franciscus y Kruger hablaban del camino a seguir, pero Hans no podía dejar de mirar la columna de humo negro procedente de Ueblingen, estaba lejos pero.- ese humo no es normal.- se le escaparon las palabras al antiguo herrero reconvertido en bribón mientras un escalofrío recorre su espalda.

Si no vamos por el camino tendremos que dejar el carro.- Dijo cuando volvió a meterse en la conversación entre sus compañeros poniéndose del lado de Kruger.- Y sin carro los niños no tendrán opción de seguir el ritmo. Tenemos que continuar la marcha.

-El carro acabará reventando tarde o temprano, es por eso que cargamos con las ruedas del otro. Mientras dure bienvenido sea, cuando no podemos seguir con él lo dejaremos atrás y repartiremos la carga lo mejor que podamos. El problema no será que los niños no puedan seguir la marcha sino que ellos marcarán el ritmo, por tanto cuanto más provecho le saquemos a estos día de ventaja mucho mejor. Sin duda alguna no podemos permitirnos el lujo de parar para descansar ni para comer, habrá que hacerlo por turnos en el carro. Ahora nos conviene ganar distancia, pero a la larga esto va a ser una carrera de fondo, si nos deslomamos el primer día poco podremos hacer el resto de la semana.-en ese momento miro a la patrullera de caminos como si algo se le acabase de ocurrir a Kruger.- Imagino que para alguien que suele viajar mucho le será fácil calcular cuanto podremos avanzar a este ritmo durante la jornada, no me parecería descabellado que os adelantaseis un poco para ir explorando el terreno e indicarnos por donde nos será más fácil avanzar. Obviamente a una distancia prudencial y nunca sola, quizás si la fortuna nos sonríe puedas encontrar algún lugar resguardado para la noche.-Valentina podía ser lo más parecido a un explorador que podrían tener, mejor que alguien les indicase por donde se ornaba el camino más fácil que no avanzar a ciegas. En los momentos de descanso siempre se podía adelantar alguien hasta ella y al volver traer las nuevas a la caravana.

- Evidentemente, cuanta más ventaja le saquemos a los perseguidores, eso que ganamos. - Comentó el flagelante. - Pero lo que me preocupa de verdad  no es tanto los que nos van detrás, sino lo que podamos encontrar por delante...

No sólo le preocupaba eso, sino también su alma. Llevaba días sin utilizar su flagelo contra sí mismo. Como pecador que era, necesitaba infringirse el justo castigo por sus actos heréticos, pero entre la enfermedad, el cuidado de la gente de la caravana y el propio camino, lo cierto era que no había tenido tiempo para ello.

-Jajaja tranquilo mi buen amigo, los problemas de uno en uno y cuando lleguen.-le dio una palmada al flagelante.  Estaba claro que algo se traía entre manos.-Preocupaciones tenemos de sobra, bien se lo que andas pensado. ¡Ronda doble de tiro para el descarriado hijo de Sigmar! Y si veo el carro pararse te azotaré a ti en lugar de a la mula, cada hombre es dueño de su destino y no seré yo quien juzgue el camino que has escogido Franciscus...-no había acritud en las palabras de Kruger. El flagelante buscaba ser un mártir y el Cuervo Burlón no tenía problema alguno en convertirlo en uno, le dio el látigo a uno de los pequeños sabedor de que aunque los muchachos se turnasen en azotar a Franciscus no le inflingirían ni una decima parte del castigo que aquel penitente podía soportar. Todos contentos, y ahora Kruger ya no necesitaba tirar del carro cual bestia de carga.

La cosa no hacía sino empeorar, pues parecía que las tropas del caos iban avanzando, por suerte no por nuestro camino, pero la cosa no iba para mejor, esperaba que pronto las tropas imperiales volvieran para echar de una vez por toda a las huestes del caos y así poder descansar.