Partida Rol por web

Día uno, al atardecer
Cerca del pueblo de Skermnir, costa oriental de Skald

Tressa empezaba a sentirse realmente cansada. Había cabalgado durante casi todo el día, deteniéndose sólo para que su caballo exhausto pudiera beber agua en este o aquél riachuelo, y para poder estirar un poco sus magulladas extremidades. Pero por muy agotada que se sintiera, sabía que no tenía tiempo que perder. Era una guerrera de Skald, y el Rey Thoran en persona le había encomendado una misión. "No te retrases por ningún motivo", había dicho el Rey, mientras le entregaba el pequeño papel enrollado que debía entregar a su hija, la princesa Ingelyn. Tressa había protestado, pues deseaba continuar luchando contra los orcos que invadían sus tierras desde el sur, pero el Rey había sido tajante. Los caballos no abundaban en Skald, y Tressa era una de las jinetes más rápidas con las que el monarca contaba. Debía ser ella, y no otra persona, quien llevase el mensaje.

El grupo de la princesa Ingelyn había viajado por mar desde Frondby, la capital, hasta el pequeño pueblo de Skermnir en la costa este del país. Desde allí, viajarían a pie hacia el sur, hacia las tierras del Rey Enano Grummdar, para negociar una alianza con los enanos que permitiera a los skaldi aumentar su fuerza para derrotar a los invasores orcos. Ingelyn era joven, pero el Rey Thoran contaba con que pudiera tener éxito en aquella misión diplomática tan delicada. La tarea de Tressa era sencilla: entregar su mensaje a la princesa y después, unirse a su escolta para protegerla. Pero para ello, primero debía encontrarla, y el pueblo de Skermnir era el punto lógico de partida, pues la princesa y su séquito habrían pasado por allí con toda seguridad.

Tressa había cabalgado sin descanso, con mucho cuidado de no perder el mensaje que llevaba. El viaje había transcurrido sin incidentes durante días, hasta que esa misma mañana, había ocurrido algo inusual. Un fuerte viento del suroeste se había levantado y había arrastrado la niebla y las nubes, revelando una visión sorprendente. La Aguja, una inmensa torre que siempre podía verse en el horizonte, había aparecido y la pequeña bola de luz que siempre brillaba sobre ella, había lanzado haces de luz sobre las montañas en todas direcciones. Tressa nunca había visto algo parecido, y durante unos minutos se había quedado petrificada observando el fenómeno. Pero todo había vuelto a la normalidad, las nubes y la niebla habían regresado y la Aguja ya no se veía. Tressa había reanudado su camino, y después de unas cuantas horas más, había alcanzado el pueblo costero de Skermnir. Se encontraba ahora junto a su empalizada, y caía la tarde. Tendría que averiguar pronto si la princesa Ingelyn y su grupo había pasado por allí, y si ya habían partido hacia el sur para encontrarse con los enanos.

Al ver un pueblo cerca, Tressa se detuvo. Reconoció el pueblo de Skermnir y mientras le daba unas palmaditas a su caballo dijo:

- Buen trabajo compañero. 

Al bajar y llegar al suelo soltó un quejido.

- Auch..., no noto las piernas..., aunque tu debes estar peor. - Dijo mientras dirigía su mirada a su compañero de viaje.

Luego posó su mirada sobre el pueblo y con un suspiro habló:

- Supongo que hay que dirigirse hacia Skermnir, ¿no? No debemos perder tiempo, tenemos que alcanzar a la princesa cuanto antes. - Agarró las riendas del caballo.

- Además, no es bueno que me vean hablando sola con un caballo, pensarán que estoy loca. - Susurró para sí misma mientras empezaba a tirar de las riendas y andar hacia la entrada del pueblo.

Tressa no tardó en alcanzar la puerta más cercana de la empalizada. Aún era de día, aunque el sol ya estaba bajando hacia el horizonte. Pronto cerrarían las puertas del pueblo hasta la mañana siguiente, pero todavía estaban abiertas. Un centinela skaldi las guardaba y vigilaba el camino del sur, que parecía bastante tranquilo. Al ver acercarse a la guerrera, Tressa se dio cuenta de que le sorprendía ver un caballo, y más siendo una skaldi la que llevaba sus riendas.

El guardia se adelantó hasta bloquear la entrada del pueblo, aunque mantuvo una actitud relajada.

—¿Quién eres y qué buscas por aquí? —le preguntó a Tressa—. No recuerdo haberte visto nunca por la zona y dentro de poco cerraremos las puertas del pueblo...

Tressa dio unos pasos hacia el centinela posicionándose delante de el firmemente.

- Me llamo Tressa, soy una guerrera de Skald. - Dijo con fuerza. - Solo estoy de paso, tengo una misión que cumplir y no pretendo quedarme más de una noche.

Luego bajó un poco los hombros y algo más relajada preguntó mientras acariciaba al caballo.
- ¿Sabe usted si mi caballo y yo podríamos alojarnos aquí durante ese tiempo?

Al ver a Tressa más de cerca y escuchar aquello, el guardia pareció relajarse un poco.

—De acuerdo, pasa —dijo al fin—. Pero no busques problemas. No necesitamos más cosas raras por hoy...

Se hizo a un lado para que Tressa pudiera cruzar la puerta, e hizo una señal al centinela que vigilaba desde una atalaya cercana para que supiera que todo iba bien.

El pueblo de Skermnir no era de los más grandes de Skald, pero era próspero y por su puerto pasaban muchas de las mercancías con las que se comerciaba más al oeste en todo el reino. Los habitantes del lugar se dirigían ya a sus casas para cenar y descansar después de una dura jornada de trabajo. Tressa no conocía a nadie por allí, pero si dejaba claro que era una enviada del Rey Thoran, seguramente recibiera un buen trato por parte de las gentes del pueblo y le sería más fácil continuar con su misión.

Tressa, feliz de que el guardia la dejara pasar, no le prestó mucha atención a sus palabras y se dispuso a avanzar hacia el interior del pueblo.

Al dar un par de pasos su mente volvió a lo que dijo el guardia.

- Espera. ¿Cosas raras?

Dándose una bofetada mental por no haber prestado más atención, retrocedió unos poco y se dirigió al centinela.

- ¡Disculpe! - Gritó para llamar su atención.

Al estar frente a él, habló:

- Como ya dije antes, tengo una misión importante que cumplir. - Dijo mientras sacaba el mensaje que se supone que debía entregar a la princesa.

En él estaba estampado el sello de la familia real, lo que certificaba su autenticidad.

- Mi misión es entregarle a la princesa Ingelyn un mensaje de parte del Rey.- Dijo mientras le mostraba el sello real. - Pero primero debo encontrarla. Antes habló sobre sucesos extraños, ¿Le importa que le haga unas preguntas? Creo que usted puede ayudarme con mi misión.

Al ver el sello del Rey Thoran, el centinela cambió su expresión a una de total sorpresa. Miró a los ojos de Tressa como si la viera de nuevo por primera vez, y asintió. Esta vez parecía mucho más dispuesto a mostrarse colaborador.

—Sí, la princesa Ingelyn pasó por aquí esta mañana —dijo—. Yo no la vía, pero me dijeron que ella y su grupo se unieron a unos enanos y tomaron enseguida el camino del sur. Deben estar ya cerca del río Forkjol.

Dirigió su mirada a la ruta que llevaba hacia las montañas.

—Os ayudaré en lo que pueda —dijo, empleando ahora un trato mucho más deferente hacia Tressa—. Pero si queréis alcanzar a la princesa y los suyos, deberíais daros prisa y aprovechar que tenéis un caballo. Iréis más rápido que ellos, pero ya os llevan ventaja.

Al oír eso a Tressa se le iluminaron los ojos de felicidad.

- ¿De verdad? ¡Eso es genial! - Soltó con una enorme sonrisa, ahora estaba un paso más cerca de completar su misión.

Rápidamente subió a su caballo mientras hablaba:

- Hacia el río Forkjol, en dirección sur. ¿Cierto?

Una vez acomodada en su caballo, antes de ponerse en marcha preguntó al guardia algo que le estaba rondando por su cabeza:

- Una ultima pregunta, de camino a este pueblo vi una extraña luz en el cielo y antes comento que habían pasado cosas raras. ¿Tiene algo que ver los sucesos extraños con la luz que vi?

El guardia de la puerta asintió a la pregunta de Tressa.

—Sí, esa ha sido una de las cosas raras, probablemente la que más —dijo—. Y también llegó una partida de enanos viajando a pie a cielo abierto, lo que tampoco se ve todos los días. Los enanos suelen viajar por sus rutas del subsuelo. La princesa se fue con tres de esos enanos hacia el sur...

Señaló la ruta que Tressa debería seguir si quería encontrar a Ingelyn y su grupo.

—Supongo que habrán parado a acampar en algún lugar del camino. Si viajáis rápido, deberíais alcanzarla esta misma noche.

Luces en el cielo, enanos... Tressa estaba empezando a entender al guardia. De todas formas ahora no tenia tiempo para pensar en eso.
- Bien, muchas gracias por la información, ha sido de gran ayuda. - Dicho eso, se dirigió a toda velocidad hacia donde había señalado el hombre.

Estaba agotada después de viajar durante todo el día casi sin descanso, pero ya habrá tiempo para eso más adelante.
La princesa estaba cerca, eso es lo que se repetía una y otra vez para darse ánimos y continuar su camino.

Sin perder tiempo, Tressa reanudó su viaje partiendo al galope. Se sentía cansada y dolorida, y notaba que su caballo empezaba también a sufrir con el ritmo inclemente al que le estaba sometiendo, pero no tenían más remedio que darse prisa. En cuanto encontrasen a la princesa Ingelyn, podrían tomarse un merecido descanso.

La guerrera cabalgó durante varias horas, y poco a poco se fue haciendo de noche. No pasó mucho tiempo hasta que encontró el rastro de la comitiva que había pasado por allí antes, un montón de huellas de botas y las rodadas de al menos tres carros. Estaba sobre la pista, y eso la animó a seguir.

Como si quisiera poner a prueba su determinación, una tormenta se formó con rapidez y descargó sobre Tressa lluvia en grandes cantidades, mientras los relámpagos restallaban a su alrededor. Pero ni siquiera eso hizo que la guerrera se detuviera, y dejó atrás la borrasca en poco más de media hora. Estaba preguntándose, mientras el agua y el frío recorrían su cuerpo, si debería detenerse para poder secarse y descansar cuando vio a lo lejos una granja con las luces encendidas. Se detuvo y aguzó el oído. Había gente en la granja... y por los gritos que llegaban amortiguados por la distancia, a Tressa no le quedó la menor duda de que estaban combatiendo.

Tressa estaba dudando, no tenia el tiempo ni estaba en las mejores condiciones para dejar de lado su misión e ir a formar parte de una batalla ajena.

Pero existía una posibilidad de que la princesa Ingelyn estuviera allí. ¿Era buena idea arriesgarse a ir la granja o sería mejor continuar el camino para encontrarse con la princesa lo antes posible?

- Si la princesa realmente está allí y yo paso de largo no me lo perdonaré nunca. - Y con esas palabras se dirigió hacia la granja.

La perspectiva de retrasarse en su misión no le gustaba nada. Pero por otro lado... era ya de noche y la princesa Ingelyn tenía que haberse parado a descansar en algún sitio. ¿Y si estaban en esa granja y les habían atacado?

Tressa galopó tan rápido como las castigadas patas de su caballo le permitieron, y según se acercaba al edificio comprobó que aquello era toda una escaramuza. Los contendientes parecían ser todos skaldi, lo cual le pareció extraño. No tenían aspecto de ser simples asaltantes, todos ellos parecían guerreros y soldados curtidos en batalla. Pero toda Skaldi estaba unida bajo el reinado de Thoran, y no había facciones rebeldes dentro de las fronteras desde hacía muchos años. ¿Qué demonios estaba pasando allí aquella noche?

Se quedó un momento pasmada mirando la sorprendente escena.

- ¿Guerreros Skaldi? Pero que... - No entendía nada, pero no podía quedarse quieta observando.

Tressa decidió seguir la primera idea que se le cruzó por la mente: Dirigirse hacia la granja con la intención de buscar la zona con más alboroto.

Quizás no era el mejor plan y quizás se estaba metiendo en terreno peligroso, pero es posible que allí encuentre el origen de todo este revuelo o al menos algunas respuestas que aclaren el porque hay aquí guerreros de Skald, cualquier cosa le serviría para ayudar a su confusa mente.

Tressa no lo dudó un instante y cabalgó al galope para llegar cuanto antes hasta la granja. Al acercarse, comprobó que aquello era una auténtica masacre. Varios skaldi yacían ya muertos o incapacitados en el suelo, mientras otros seguían luchando entre sí. Y no sólo eso, si no que un poco más allá, dos enanos se defendían de ellos, uno armado con un hacha y otro con una ballesta.

La guerrera estaba aún sorprendiéndose cuando el skaldi que tenía más cerca la miró confuso, pero luego rugió furioso, agarró un hacha arrojadiza y se la lanzó sin pensárselo un momento. El hacha se clavó en el pecho del caballo, que se encabritó y relinchó de dolor, haciendo que Tressa tuviera que saltar para no quedar aplastada bajo el peso de la montura.

Se levantó con su arma preparada para defenderse. ¡Ese skaldi acababa de intentar matarla!

Mientras se preparaba para defenderse del ataque, Tressa vio por el rabillo del ojo que el enano armado con la ballesta y el que portaba un hacha abatían a dos de los guerreros skaldi que les atacaban. El primero gritó entonces:

—¡Mormnir, maldito anciano, date prisa ahí! ¡Tenemos una princesa que rescatar!

Todo aquello era muy confuso. ¿Entonces la princesa realmente estaba allí? ¿Y aquellos skaldi la estaban atacando, mientras los enanos la defendían? Pero ya tendría tiempo para pensar, lo primero era asegurarse de seguir con vida. Y desde luego, aquel skaldi al que se encaraba no le había lanzado un hacha de juguete...

Hace unos momentos estaba cabalgando en su caballo y ahora se enfrentaba a un guerrero skaldi, definitivamente esta situación estaba yendo muy rápido para Tressa.

Harta de no entender nada dejó que su instinto la guiara, era una guerrera y la estaban atacando así que hará lo que mejor sabe hacer, pelear.

Rápidamente desenfundó su espada y con un grito se dirigió a hacia el skaldi que tenia en frente.

Tressa se lanzó gritando sobre el traidor que acababa de atacarla, y con una finta hábil logró romper su defensa y herirle. No fue una herida fatal, pero bastó para dejarle en seria desventaja.

Mientras tanto, el skaldi que se enfrentaba al enano rubio atacó, pero el enano bloqueó el golpe con el hacha casi con desdén. A Tressa le bastó un vistazo de reojo para darse cuenta de que ese skaldi era muy inferior al menudo guerrero enano.

Pero Tressa no pudo distraerse demasiado porque su propio rival la atacó a su vez. La guerrera logró detener el golpe con su redondo escudo de madera sin demasiados problemas. Los dos skaldi que luchaban a la espalda del enano armado con la ballesta continuaban su contienda, pero esta terminó con rapidez cuando con un hábil tajo, uno de ellos decapitó a su adversario. La cabeza del guerrero derrotado rodó por el suelo, y el vencedor corrió hacia donde se encontraban los dos enanos.

El enano de la ballesta pareció decidir que lo más sensato era hacer blanco en el skaldi que se acercaba a la carrera. Sin embargo, su virote no alcanzó su objetivo, por lo que el enano decidió alejarse cuanto pudiera del rival y caminó hacia atrás para colocarse cerca del otro enano, el guerrero rubio, que seguía combatiendo.

Tressa continuó enfocando su atención hacia su contrincante.

Estaba decidida a ganar este combate y viendo que el ataque anterior había hecho algo de daño a su adversario optó por la misma estrategia.

Agarrando fuertemente su espada se lanzó de nuevo a atacar.