Partida Rol por web

Sin dejar de mirar atrás Glyrhel siguió corriendo, viendo con desesperación cómo los esqueletos se cernían sobre ellos. Hacia donde huir poco importaba, tan solo quería poner tierra de por medio. Pero no quería hacerlo solo. No quería dejar a nadie atrás a merced de un destino que tenía muy poco de incierto.

- Vamos... ¡Vayámonos de aquí! ¡CORRED! ¡AHORA!

La impotencia que sentía dio fuerza al aire de unos pulmones que apenas podían mantener el ritmo de sus resuellos. En qué podía ayudar allí era algo que se le escapaba porque mientras el resto luchaba, su labor se limitaba a correr a la desesperada. Era un inútil, alguien bueno para nada. Y aquello, ver sin poder hacer mientras el resto colaboraba, provocó en él una sensación que no le agradaba.

Ylva estaba tan asustada como Glyrhel, pero al menos ella tenía un arma en las manos. Algo que le daba un mínimo de confianza. La joven valoró rápidamente la situación ¡Nunca se había visto en una así!  Pero no estaba todo perdido, sabía lo que tenía que hacer.

–¡Vamos!–  Ylva apuntó al esqueleto que estaba más cerca de cortar el paso a Glyr y disparó. Por un momento había pensado en intentar disparar a la rodilla pero, en el último momento cambió de opinión, haciendo que la flecha saliese desviada. Por miedo a fallar, había fallado. Esperaba que al menos el movimiento de la flecha desviase a su enemigo, haciendo que no cortase el paso. 

La muchacha se quedó quieta en el sitio. Podía haber echado a correr, pero se había comprometido a cubrir a Astrid y Mara y aquella posición era perfecta para hacerlo sin arriesgarse demasiado. Pese a ello, por primera vez, el rictus de Ylva parecía tenso. Estaba decepcionada consigo misma por haber fallado aquel tiro que tanto podía haber ayudado. Además, había algo que perturbaba a la chiquilla y era que no-muerto o revivido, aquel ser tenía que dejar rastro. Luego había otros que no lo dejaban y estaban cerca. O quizás todo aquello fuese fruto de su imaginación. Aunque las heridas de Mara parecían muy reales... 

–¡Cuidado con los arbustos!– advirtió a su amigo al ver que se metía entre ellos.

Glyrhel no se lo pensó dos veces y echó a correr. Tenían que alejarse de allí a toda prisa.

Al menos, y aunque eran ágiles en la lucha, los esqueletos parecían desplazarse más lentamente que ellos. Deberían poder huir... siempre y cuando no hubiera más y se dieran de bruces con algún otro.

Astrid ayudó a Mara a levantarse, y sin perder tiempo echó a correr para seguir a Glyrhel.

—¡Vamos! ¡Daremos un rodeo y volveremos al camino!

Ya se había dado cuenta de que si sólo uno de esos enemigos era demasiado peligroso, ni que decir lo que suponía enfrentarse a tres... Y lo peor era que ellos cuatro eran los únicos que habían confirmado que los rumores sobre los no muertos eran ciertos. Si caían allí, el resto de la escolta de Ingelyn sería la siguiente presa que caería en la trampa.

Mara no era una persona que abandonase un combate a la ligera, sobre todo, si el enemigo suponía una gran amenaza para su grupo o su reino. Pero también era una persona que sabía ver cuando algo fallaba y es que el nivel que tenían ellos estaba muy por debajo de esos esqueletos. La magia había hecho algo más que levantarlos de la tumba.

Tras la ayuda de Astrid, salió corriendo también en su dirección. No debían separarse por ninguna razón. Si lo hacían, quizá no encontrasen el camino de vuelta.

Sin perder tiempo, los cuatro abandonaron el claro a la carrera, siguiendo a Glyrhel por entre los arbustos. Los esqueletos quedaron atrás, pero se giraron de manera siniestra para observarles mientras corrían, y después les siguieron el paso caminando como marionetas guiadas por unos hilos invisibles.

Debían tener cuidado, pues a cada paso que daban se internaban más en el bosque. Si continuaban corriendo sin pensar a dónde iban, podían extraviarse, lo cual era peligroso teniendo en cuenta lo que ahora sabían. Había no muertos en la espesura, y no podían contar con que los tres que habían encontrado fueran los únicos.

El sendero que habían dejado quedaba ahora a su derecha, pero justo cuando iban a girar hacia él, dos esqueletos más les salieron al paso casi de improviso. Uno de ellos era pequeño pero de huesos anchos, llevaba un hacha mellada y todavía lucía una larga aunque roñosa barba. ¡Era un esqueleto enano! Aquello explicaba el diente que Glyrhel llevaba en su bolsillo. Quizá pudieran abrirse paso entre ellos para llegar hasta el camino por la vía más rápida... pero tal vez fuera más sensato tratar de evitarlos dando un rodeo.

–¡Cuidado!

La joven arquera frenó en seco al ver a aquellos dos nuevos enemigos. Rápida como el pensamiento, sacó una flecha y disparó contra el enano. Si había perdido un diente, puede que estuviese debilitado. Para la joven no era ningún problema disparar mientras corría. Parecía que había nacido para ello.

–¡Tenemos que llegar cuanto antes!– exclamó. Había miedo en su voz pero, con el arco en la mano, el pulso era firme. La muchacha miró hacia todos lados, haciendo volar su coleta. El camino por donde estaban aquellos dos esqueletos era el más corto, y puede que surgiesen más de la espesura pero la realidad era que no había camino seguro. – No sabemos de donde pueden salir.

El murmullo vino acompañado de una elocuente mirada al camino, aunque no tenía muy claro que fuese la mejor opción. La muchacha miró entonces a los árboles. Los esqueletos no podían trepar, y desde la altura tendría un blanco perfecto...Si las cosas se ponían mal, habría que trepar.

–Quizás...

- No, no...- meneó la cabeza enérgicamente respondiendo a Ylva.- Tenemos que llegar. Punto. Evitémoslos. El primero ya dio problemas, y luego aparecieron dos más. Ahora son dos desde el principio. ¿Y luego cuantos? No, mejor buscar una alternativa. Por favor.

No es que Glyrhel estuviera seguro de esa alternativa, es que estaba tremendamente seguro de lo que no quería, y lo que no quería era enfrentarse a esos esqueletos. No era tanto por temor hacia su vida, que también, sino más por la vida de sus compañeras y, sobre todo, la de su amiga. Ellas no dudarían ni por un instante en lanzarse al combate, en arriesgarse por salvar a un inútil que no servía más que para la huida. No, estaba seguro, él no quería eso, y la única manera de que no sucediera era buscar otro camino.

- Venga. Dejémosles. Vayamos por otro lado, por favor.

Probablemente tendrían que enfrentarse a ellos tarde o temprano, pero es que ese temprano estaba demasiado próximo, era inmediato, mientras el tarde se veía tan seguro, tan lejano...

—No tenemos que luchar contra ellos. Solo esquivarlos—, respondió Ylva– si vamos por el camino largo nos encontraremos más y más.

Aquellos seres eran lentos. Podían correr entre ellos sin que los alcanzasen. Probablemente.

"Más vale malo conocido que bueno por conocer" era un dicho al que Glyrhel, dadas las circunstancias, no le veía el menor sentido. Más que nada porque lo malo conocido era malo, muy malo, tan malo que lo bueno por conocer, por muy malo que fuera, probablemente no llegaría a superarlo.

- O no. Están entre nosotros y el camino. Nos cortan el paso.

El muchacho ya se imaginaba la escena. Ya podía ver como una de ellas atraía a los dos esqueletos para que el resto escapara y como esa una nunca llegaba a reunirse con el resto.

- Sabemos que son lentos, sí, pero deben estar concentrados en esta zona, por eso hemos encontrado tantos en tan poco tiempo. Y no solo eso, recordad el diente. ¡¡El diente!!- dijo señalando con vehemencia al esqueleto enano.- Estaba cerca. ¡Siempre han estado cerca! ¡Siempre! Alejémonos nosotros. Si nos adelantamos, si les rodeamos, podremos dejarles atrás. No podrán seguirnos si es eso lo que están haciendo. Por favor, Ylva, ya tendrás tiempo de enfrentarte a ellos, pero estando preparados y con la ayuda del resto. Evitemos riesgos...- añadió en un ruego.

La cosa se comenzaba a complicar. Otros dos esqueletos aparecieron frente a ellos, impidiendo que tomasen el camino más corto y directo a la granja. Eso solo podía significar una cosa: quien controlaba esas cosas, quería atacar la granja. Si no fuese así, no habría puesto a unos cuantos esqueletos vivientes en su camino para impedir que llegasen a su destino. Iban tras la princesa y tener a cuatro personas menos para defenderla no iba a ayudar. 

-Debemos cruzar su linea defensiva. Debemos llegar hasta la princesa.

Siguiendo el mismo pensamiento que la joven arquera, se preguntó si trepar sería una buena forma de salir de allí sin encontrarse más enemigos. Al menos, enemigos que pudiesen enfrentarles.

-Hay que cruzar por encima de ellos. Será mejor que sepamos trepar y saltar de árbol en árbol.

Esa idea solo funcionaría si los árboles estaban suficientemente juntos.

Glyrhel miró con incredulidad a Mara, dudando si lo que decía era una broma o el resultado de la conmoción provocada por el golpe propinado por el esqueleto en el anterior combate.

- ¿En serio? ¿Y si no sabemos?- resopló.- La princesa está bien protegida, y por guerreros más capaces que todos nosotros juntos.- Estaba el padre de Ylva, estában los enanos y hasta el propio Runi, un mago.- Y de nada le vamos a servir si acabamos muertos por saltar de árbol en árbol como... Como... Como un animal que salte de árbol en árbol.

Frustrado al ver que nadie parecía compartir su punto de vista, que prefería el riesgo cierto a algo incierto, se encogió de hombros.

- Sinceramente, prefiero pasar corriendo como dice Ylva a arriesgarme a partirme la crisma saltando de rama en rama.

La idea de Mara quizá no hubiera sido mala de haber sido los árboles más nudosos y bajos... pero no sería sencillo trepar a los troncos de aquellos abetos, pues eran muy verticales y las ramas eran finas y quedaban bastante altas. Si intentaban salir de allí cual ardillas, se arriesgaban a una buena caída y entonces serían presa fácil para los no muertos. Aunque en caso de necesidad, siempre quedaba la opción de tomar esa vía.

Mientras discutían, los dos esqueletos que tenían delante empezaron a acercarse, despacio aún pero de forma inexorable. Y los que habían dejado atrás no debían estar lejos. El tiempo para decidir se agotaba...

Los esqueletos se iban acercando mientras hablaban. Un poco más y ellos serían los que tomasen la decisión. La muchacha agarró a Glyr y apretó el brazo. Era la primera vez en su vida que corrían un peligro mortal y se sentía mucho más segura con un amigo a su lado.

–Somos más rápidos... y es solo una carrera... pero sí nos rodean sube a un árbol. No para avanzar por ellos, para que no te cojan–. Ylva soltó la mano del chico y tomó una flecha. Dispararía y correría.– Prepárate para correr... Astrid, intenta derribar al esqueleto alto mientras corres y así no se levantará

El plan de la chica era más sencillo. Disparar otra flecha y correr todo lo que pudiese. Disparar y correr. Disparar y correr. De pronto sus ojos se abrieron y brillaron e incluso se permitió sonreír. Acababa de tener una gran idea.

–¿Te acuerdas de cuando atrapamos la cabra que se escapó?– Guiñando un ojo, Ylva guardó la flecha en el carcaj y sacó la red que había comprado. La muchacha hablaba de un día que acompañó a Glyrhel a cuidar el ganado. Estaba siendo una tarde divertida, pero por desgracia, las cabras eran animales muy testarudos y una, un macho cabrío enorme, se escapó. Finalmente, y tras mucho correr, consiguieron capturarlo con una de las redes de trampeo de Ylva. La muchacha provocó al irascible animal lanzando una piedra a la cornamenta para que fuese a por ellos y, cada uno desde un lado extendieron la red para hacer que la cabra se enredase. El impulso del animal hizo que se pegasen un golpetazo enorme el uno contra el otro. De hecho, el chichón que le salió a Ylva en la cabeza le duró una semana y dos horas de gritos de su madre. Pero habían conseguido atraparlo.

Aquello no sería muy distinto. Ylva dio un extremo de la red a Glyrhel.

–Saldrá bien– le aseguró. Ylva era una optimista incorregible, pero nada perdían con aquello. No sería más peligroso que simplemente correr.

En un acto reflejo Glyrhel se llevó la mano a la frente, allí donde el recuerdo le había hecho sentir de nuevo el doloroso palpitar del abultado chichón que había sido la cicatriz de la experiencia que Ylva rememoraba.

- Eh... Ehm... Eh...

El muchacho boqueó como un pez al que le falta el agua. Miró incrédulo a su amiga. Luego miró a los esqueletos, buscando similitudes entre ellos y una cabra. A punto estuvo de gritar "¡¡No son cabras!!", pero eran tan obvias las diferencias que resultaba imposible que con su plan Ylva hubiera pasado por alto ese pequeño detalle.

Pero qué le iba a hacer. Ya tenía en la mano la red. ¿Se iba a poner a discutir sabiendo que nunca se saldría con la suya? Conocía demasiado bien a su amiga y cuando algo se le metía en la cabeza, era imposible hacerla cambiar de idea. Tocaba callar, tragar, asentir y rezar a los dioses para no tropezar en la carrera.

Los dos pequeños, ante las atónitas miradas de Astrid y Mara, echaron a correr hacia los esqueletos extendiendo la red, como si estuvieran intentando pescar un salmón enorme. Pero los salmones no pueden matarte de un espadazo. Si aquello salía mal, podían meterse en un buen problema. Y Glyrhel parecía saberlo muy bien mientras tragaba saliva al tiempo que corría con todas sus fuerzas hacia aquellos seres, espoleado por los gritos de ánimo de su rubia compañera, que parecía convencida del éxito de aquella locura.

La muchacha veía que Glyr estaba de todo menos seguro, de modo que, disimuladamente, se colocó en el lado más peligroso, el que pasaba entre dos esqueletos. Y entonces dijo unas palabras que había dicho miles de veces antes. Y que normalmente acertaba...Claro, que aquella no era una situación normal.

–Saldrá bien–. susurró antes de echar a correr.

Glyrhel lo dudaba por mucho que deseara que su amiga tuviera razón, porque de que tuviera razón dependían demasiadas cosas. Pero nada iba a ganar llevándole la contraria cuando parte del éxito podía depender de que ella creyera en sus posibilidades de lograrlo. Además, que satisfacción obtenía haciéndolo si en caso de éxito todos ganaban y en el fracaso nadie quedaría para escuchar el "te lo dije" que en tantas ocasiones servía a la gente de pírrica victoria.

- Eso espero...- respondió inseguro ante la imposibilidad de soltar un rotundo sí sincero.

Instantes después corría ya junto a su amiga sosteniendo entre sus manos la red de la que dependía todo.

Esos dos críos estaban locos. Muy locos. Solo quedaba esperar que esos esqueletos no les hiciesen daño. Se adelantó un poco para quedarse más cerca de ellos en caso de que necesitasen algo de ayuda. De verdad, esperaba que el plan que tenían en mente saliese bien, porque esos esqueletos eran demasiado duros. 

Hizo una señal a Astrid para que también estuviese preparada para entrar en combate. Nunca se estaba lo suficientemente alerta.

La carrera de Glyrhel e Ylva fue corta pero intensa. Apenas dio tiempo para que Mara les mirase boquiabierta mientras Astrid gritaba para que no se acercaran sin pensar a esos seres... pero al llegar hasta el esqueleto enano, este debió quedarse tan sorprendido que no pudo apartarse a tiempo. La red lo rodeó mientras los dos niños tiraba con fuerza. No lograron derribarlo de espaldas, pero sí consiguieron que las putrefactas rodillas flaquearan y el esqueleto se desplomara en el lugar que ocupaba. El cadáver se quedó en el suelo, forcejeando para librarse de aquella trampa, pero no lo lograba por más que lo intentaba.

¡Lo habían conseguido! Ahora tenían ventaja, pero debían darse prisa para aprovecharla. No sabían lo que les duraría la suerte.