Partida Rol por web

Cuando los goblins huyeron, Gunnar enfundó con rapidez su espada y se acercó a Astrid.

— Guarda tu fuerza, Astrid —dijo el capitán al tiempo que le ofrecía el brazo para que se apoyara en él.

Luego miró a Runi.

— ¿Crees que tengas energía suficiente para ayudarla? —preguntó con nerviosismo.

Tressa vio como los goblins corrían hacia las salidas más cercanas. Muy valientes todos ellos luchando contra un solo oponente pero en el momento en que las cosas se ponen algo feas huyen como gallinas, aunque eso les permitió terminar el combate rápidamente y no iba a quejarse por ello.

Se acercó a Gunnar y Astrid por si necesitaban algo más de ayuda para sostener a la guerrera, de cerca notó aún más las malas condiciones en las que se encontraba.

- ¿Estás bien? ¿Puedes andar? - Quizá eran unas preguntas estúpidas viendo su estado, pero antes de poder elegir bien sus palabras la preocupación habló por ella.

Runi se acercó a la guerrera herida apoyándose en su bastón. La pregunta de Gunnar era buena, se notaba que ya habían peleado juntos en más de una ocasión. Lo cierto es que estaba en su límite, pero no podían dejar a Astrid así.

-No es cuestión de si puedo o no. Es algo que hay que hacer, está mal herida.-

El anciano reunió la energía que le quedaba y, tras concentrarse, su mano se iluminó con una luz azul. Cuando tocó a la guerrera está sintió mucho frío, pues su mano estaba helada, pero enseguida se le pasó y notó como sus heridas dolían menos.

-Es todo lo que puedo hacer de momento. El resto tendrás que aguantarlo.-

Nada más retirar Runi la mano del cuerpo de Astrid, la expresión de la guerrera cambió. Su herida se había cerrado casi por completo, y Astrid respiró hondo para después exhalar el aire con lentitud. Incluso esbozó una ligera sonrisa.

—Lo soportaré —dijo. Aunque su voz todavía era débil, se notaba que ya no estaba en peligro inminente—. Gracias, viejo. Me alegro de que el rey te ordenara venir con nosotros.

Se incorporó, con un gesto de dolor que se esforzó por controlar inmediatamente.

—Y gracias también al resto. Si no hubiéseis llegado, esos asquerosos goblins hubiesen acabado conmigo... En condiciones normales, seguro que se lo hubieran pensado dos veces antes de lanzarse sobre mí. Pero me encontraron cuando ya estaba débil, después de haber rondado horas por estos túneles buscando una salida. Y de haberme enfrentado a muchas otras criaturas inmundas, bastante más peligrosas que esos...

Entonces se interrumpió y les miró alarmada.

—Pero... ¿qué hacéis vosotros aquí? ¿Dónde está la princesa?

Gunnar relajó el rostro cuando Runi sanó la herida de Astrid, pero cuando la guerrera preguntó por la princesa, el capitán apartó la mirada con gesto preocupado y culpable.

— La princesa... Fuimos atacados en la granja donde íbamos a descansar por... bueno, otros skaldi, y algunos de nuestros hombres también cambiaron de capa —respondió, frunciendo el ceño—. Logramos repelerlos e inclusive interrogar a uno que menciono al Jarl Lognar y a un... misterioso enano aliado y supuesto nigromante. Luego, como por arte de magia, todos nos quedamos dormidos y cuando despertamos... la princesa ya no estaba. Strumni pudo rastrear sus huellas hasta el bosque y entonces vimos a un... bueno, a un esqueleto andante. Acabamos con él y luego nos conseguimos con otro que parecía ser... amigable, y confirmó que realmente había un viejo enano nigromante y que estaba interesado en buscar a la princesa. Después nos internamos en estos túneles hasta llegar aquí... El rastro de la princesa se pierde un par de salas más atrás, pero escuchamos sonidos de lucha y vinimos —el capitán se detuvo, dándole tiempo a la guerrera de asimilar todo lo que había dicho.

Unos cuantos segundos después, volvió a abrir la boca.

— Astrid, ¿dónde están los niños y la exploradora volariana? —preguntó. Perder a la princesa era una cosa. Perder a la princesa y a su hija definitivamente era algo que no resistiría.

Astrid escuchó atónita la explicación de Gunnar. A medida que el capitán skaldi mencionaba al jarl Lognar, al nigromante enano, a Byrald el esqueleto y todo lo demás, la expresión de la guerrera iba reflejando cada vez más su confusión. Finalmente, se llevó una mano a la frente.

—¿Qué demonios está pasando...? —se preguntó en voz baja.

Tomó una bocanada de aire antes de responder a la pregunta de Gunnar.

—No puedo decir gran cosa —dijo—. La volariana y yo nos internamos en el bosque siguiendo una pista, y de repente aparecieron Ylva y Glyrhel. Entonces, a nosotros también nos atacaron esqueletos. El bosque estaba infestado de ellos, y tuvimos que correr. Jamás me había enfrentado a seres tan duros de pelar. Incluso había uno enorme, que debía ser un esqueleto de trol o algo así. Escapamos por los pelos...

Hizo una mueca de dolor, pero continuó hablando.

—Mientras huíamos, los esqueletos nos rodearon. Pero un par de elfas de Fyndol nos ayudaron. No tengo ni idea de qué hacían ahí, pero de no haber sido por ellas puede que no lo hubiésemos contado. Sin embargo, después pasó algo raro... Una especie de hechizo que nos hizo caer dormidos a todos. Puede que fuera el mismo que os afectó a vosotros... Luego desperté aquí, sola en estos túneles. No tenía ni idea de donde estaba, me alegro de que al menos no hayamos ido a parar muy lejos. Es posible que Ylva y Glyrhel estén también por aquí. Igual que la princesa, por lo que contáis. Hay que encontrarlos como sea.

Apenas Astrid terminó de hablar, la sala entera se sacudió. Hubo un crujido distante, como si un montón de piedras chocaran unas con otras, y un poco de polvo y piedrecitas cayeron del techo. Era como si en algún lugar, alguno de aquellos viejos túneles enanos se hubiera derrumbado.

Tras el duro pero intenso combate, el enano aprovechó el tiempo de calma para recuperar el ritmo respiratorio y con un viejo trapo que llevaba en su fardo se hizo un improvisado vendaje en el brazo izquierdo, donde el goblin le había herido. Culminó su acto anudando con fuerza tirando de un lado con la mano derecha y con la boca del otro lado. Tras eso volvió a sacar su ballesta y a dejarla lista para disparar. 

Mientras realizaba todas aquellas tareas permanecía atento a las palabras del grupo y especialmente al relato de la guerrera Astrid. Rezongó molesto por las malas noticias, la magia campaba a sus anchas allí por donde pisaban y eso nunca significaba nada bueno. Al problema del hechicero y los esqueletos se sumaban los goblins y un troll. Los enemigos no paraban de aumentar y ellos estaban heridos y cada vez más fatigados. Los ruidos de un desprendimiento le sacaron de sus pensamientos.

—Algo ha derribado ese tunel, los túneles construídos por los ingenieros de mi raza son muy sólidos y seguros en su estructura, incluso los abandonados. Ese desprendimiento lo ha provocado algo o alguien —dijo aquellas palabras con una mezcla de molestia y preocupación—. No hay tiempo para detenernos me temo, tenemos que continuar.

Y el enano no se hizo esperar y convirtió sus palabras en acciones volviendo a poner sus pies en movimiento para movilizar al grupo.

—Creo que lo mejor es volver al antiguo camino que llevabamos antes de encontrar a Astrid e ir por la otra ruta.

Las noticias de Astrid no eran todo lo buenas que habría querido Runi, pero al menos en principio los niños estaban bien la última vez que los vio. Y si les habían dormido como a ellos parecía decir que les habían dejado en paz después. Al igual que les había pasado. El tema volvió a la princesa, encontrarla seguía siendo la prioridad.

-Si es que éste maldito tunel no se nos cae encima, claro-Pensó el viejo cuando escuchó el derrumbe. Por no hablar de las lógicas conclusiones de Strumni.

-Tienes razón. No podemos saber exactamente donde está la princesa, hay que seguir registrando. Lo mejor es ir repasando los túneles hasta que la encontremos a ella o una pista.-

El grupo, ahora de cinco compañeros, no perdió el tiempo y dio la vuelta para desandar sus pasos. Astrid inspiró hondo, decidida a ignorar el dolor de sus heridas para ser útil en la búsqueda de la princesa. No tardaron en regresar a la bifurcación que habían dejado antes del combate. Ya habían explorado dos de los caminos que se abrían a partir de aquella sala.

Sin embargo, antes de que pudieran seguir, se dieron cuenta de que había alguien más allí. Alguien a quien habían visto no hacía mucho tiempo.

El ser cubierto por aquella capa de negrura absoluta estaba en el centro del corredor enano, observándoles con aquella sonrisa suya que nunca parecía variar. Habló, y una vez más escucharon las palabras como si las pronunciase una versión extraña de sus propias voces dentro de sus cabezas.

—Vaya... no os ha ido mal para empezar —dijo—. Habéis encontrado a la valiente guerrera, aunque habéis llegado por los pelos a socorrerla. ¿Qué habrá sido del resto? ¿Queréis que os dé alguna pista, o es un poco pronto...?

Gunnar escuchó las palabras de Astrid con gesto ceñudo, el cual se acentuó más cuando la guerrera dijo que se había separado de Yla y Glyrhel.

— Tenemos que encontrarlos a todos como sea, en especial a la princesa —comentó, dando razón a la premura de Strumni.

El grupo volvió sobre sus pasos con rapidez, pero todos se detuvieron de golpe al ver a la sombra de pie en el centro de aquella gran sala enana. Gunnar, aún con su espada desenvainada y su escudo colgando de su brazo menos hábil, se acercó y miró a la sombra directo a la... bueno, a la sonrisa, ya que parecía que no tenía ojos, o que éstos eran del mismo color que el resto de su cuerpo.

— Te lo pido, si sabes dónde encontrar a la Princesa y a los demás... Una de las personas que están por aquí en peligro es mi hija... No quiero que le pase nada —le suplicó. Aquella sombra había echado abajo las gigantescas puertas de la entrada a los túneles, que estaban cerradas a cal y canto, así que si alguien sabía dónde estaban todos era... ¿él? ¿ella? El orgullo en esta clase de situaciones no valía nada, era un peso inútil.

Una vez más apareció aquella sombra siniestra que ocultaba un poder aterrador. Runi tragó una vez más saliba al escucharlo hablar directamente a su mente. Más cuando iba a preguntar Gunnar se acercó, a "eso", suplicante.
Podía entenderlo. No sólo su princesa estaba perdida, también su hija. Eso hacía que hasta el más grande guerrero pudiese caer de rodillas con una simple palabra.

Se acercó a su amigo y le apoyó.

-No podemos competir contra tí. Tú lo sabes y nosotros también. Dinos qué quieres Sombre. Dinos donde están los nuestros. Y di tú precio por hacerlo.-

No tenía sentido decir otra cosa. Todo lo demás era perder el tiempo. Tiempo que no tenían. Aquello estaba jugando con ellos, tenían que cambiar eso.

Tras escuchar la voz de la extraña sombra Tressa se llevó una mano a la cabeza, escuchar la voz en su mente le causaba una gran confusión. El esfuerzo de intentar entender cosas que no tenían sentido para ella estaban empezando a darle dolor de cabeza, esperaba no encontrarse con lo que quiera que fuera eso muchas veces.

Se sorprendió al escuchar a la sombra ofrecer una pista, ¿realmente ese ser está dispuesto a echarles una mano? Y si ese fuera el caso ¿que ganaría con ello? No tenia ni idea, pero con esa espeluznante sonrisa tenia la impresión de que solo estaba jugando con ellos.

Aunque la ayuda no les vendría nada mal, el paseo por los túneles debe de haber agotado a todo el grupo y Gunnar parecía muy preocupado, quizás en esta situación no era tan descabellado el escuchar a la sombra.

—Si quieres hablar habla, no nos sobra el tiempo. Si deseas ayudarnos con alguna pista hazlo o déjanos seguir con nuestro camino.

Sus palabras fueron dificilmente inteligibles pues Strumni gruñó más que habló. Magia, magia, siempre magia. La odiaba como solo se odia lo que no se entiende. No quería saber nada más de la magia pero a cada paso que daba se encontraba con un poco más. Sus dientes estaban apretados mientras miraba a la sombra parlante. Casi se podía escuchar como rechinaban.

Entendía a Gunnar sin problemas, su hija y su princesa. Las dos bajo su custodia y las dos pérdidas, no le gustaría estar en la piel del fornido hombre. De hecho no le gustaba estar ni en la suya en aquel momento. No obstante no quedaba otra, era lo que había. En la tesitura en la que se encontraban debían alejar los malos pensamientos y concentrarse en ser prácticos.

Al ser cubierto de sombras no parecieron ablandarle los ruegos de Gunnar, pero la determinación del resto de compañeros sí hizo que su sonrisa se afinase un poco mientras inclinaba la cabeza. Sobre todo, cuando Runi expresó su certeza de que no tenían nada que hacer en caso de enfrentamiento.

—Está claro que no tenéis un pelo de tontos y que conocéis vuestros límites... —dijo—. Eso está bien. Creo que será conveniente observaros un poco más. Ya he descartado a muchos otros, pero es posible que alguno de vosotros... Hm...

Dejó la frase sin acabar, completamente a propósito. Luego alzó un brazo y señaló el camino que quedaba justo a la izquierda de aquél por el que habían llegado a la bifurcación nada más bajar las escaleras. El camino por el que llegaba el sonido mecánico.

—Si yo fuese vosotros, iría por ahí —dijo—. Pero tened cuidado. Los enanos no sellaron estos túneles por capricho. Ah... y llevaos esto. Creo que le encontraréis utilidad...

Nada más terminar su última frase, la forma oscura desapareció. Se esfumó en el aire sin ruido ni luces, como si nunca hubiese estado ahí. Pero algo cayó y repiqueteó en el suelo, justo donde había estado el ser un segundo antes. Por el sonido, parecía algo metálico.

Cuando se acercaron, comprobaron que era una llave de metal, ancha y maciza. Tenía todo el aspecto de ser una llave enana.

El enano estuvo tenso hasta que la sombra desapareció. En las palabras dichas por el espejismo había cosas que se tendrían que analizar con tiempo, justo de eso era lo que les faltaba. Con firmeza Strumni recogió la llave enana cuando reconoció de lo que se trataba. Tras sujetarla en su mano, realizó una primera investigación para cerciorarse que era lo que parecía. Mientras sus ojos examinaban la llave habló.

—Creo que deberíamos ir por el camino que nos ha dicho. Si hubiera querido matarnos lo hubiera hecho él mismo y tengo la sensación de que tiene un interés genuino en nuestro grupo, o en alguno de nosotros, así que no perdamos el tiempo.

Tras aquel vistazo a la llave se decidió a guardarla y echó a andar de nuevo. Sus pasos salvo que alguien le advirtiera de lo contrario o el grupo se opusiera, iban en la dirección marcada por el ser de sombra. No le gustaba estar bajo sus designios pero por el momento les había ayudado y no podía reprocharle nada. Mientras comenzaba a internarse en el nuevo camino una idea resonó en su mente ¿qué habría obligado a los suyos a cerrar aquellos túneles? ¿Qué peligros acechaban sellados en la profundidad? Deseaba de todo corazón no tener que averiguarlo.

Runi se volvió a apoyar en su bastón sintiéndose más viejo de lo que era. Otra vez. El ver nuevamente a la sombra allí le ponía nervioso, aunque intentaba que no se le notara cuando estaba el ente con ellos. Bueno, eso si de verdad se había ido. Porque bien podía seguir espiandoles sin que lo supieran.
Reprimió un escalofrío ante ese pensamiento y siguió al enano.

-Strumni tiene razón. Al igual que él creo que si esa cosa nos quisiera muertos ya lo estaríamos. Aprovechemos mientras parece que nos quiere ayudar.-

Magia. Maldita magia. Tan pronto la sombra desapareció, Gunnar pareció perder un ápice de su sombrío semblante. Un ápice.

— Confío en que tú mejor que nadie sabrá cuándo usar esa llave —comentó a Strumni—. Imagino que vosotros los enanos tenéis toda clase de artilugios para mantener vuestras cerraduras, eh, ocultas.

Esta vez, no queriendo quedarse atrás ni dejar expuestos a Runi y Strumni, quien ya estaba herido, Gunnar tomó la delantera, indicándole a Tressa que hiciera lo mismo, y a Astrid que se mantuviera por detrás de ellos, pues la guerrera también estaba herida. Hacia el mecanismo, entonces. Gunnar avanzó con la espada desenfundada y el escudo en alto, y todos sus sentidos en alerta máxima.