Partida Rol por web

Me puse en cunclillas acercándome a a Miguel, midiendo sus pulsaciones y observando su estado. - Sí, se algo más que solo de máquinas. A parte de doctor en física, soy doctor en biología y ello me lleva a poseer ciertos conocimientos de medicina, aunque no me he especializado en ese campo. Este hombre ha sufrido claramente un sínfrome vasovagal, tal vez parcialmente ortostático pero principalmente debido al estrés. Se observa claramente en sus pulsaciones rápides y débiles, la disminución del rubor en la piel y por la diaforesis en manos y rostro. Debería permanecer un rato tumbado, con las piernas elevadas para favorecer el retorno venoso, eso hará que poco a poco su circulación vuelva a la normalidad y el pulso y tensión arterial se estabilicen, con eso estará todo solventado. Luego debería beber agua y comer algo de azucar, para reponer líquidos, iones y glucosa. - Dije, hablando a Utolso y también a los demás presentes, esperando que alguien le mantuviera las piernas en alto.

Luego me acerqué a Deborah. - Bien, resuelto este misterio, apresurémonos a echarle un ojo a ese otro. - digo a la reponsable de seguridad de mi departamento, disponiéndome a marchar con ella.

No pude hacer otra cosa que guardar silencio ante las desastrosas noticias carentes de esperanza que llegaron a mis oídos. Mi expresión se agravó, haciéndose más sombría, y me costó reaccionar, mucho más de lo deseado, y un sabor amargo, realmente amargo apareció en mis labios.

No sabía que hacer, o qué decir, era como si ya estuviese todo hecho, pero ser un mero espectador y ver como todo se derrumba, no era para nada mi forma de actuar. Tenía la imperiosa necesidad de hacer algo, sin saber muy bien qué papel desarrollar, sin embargo, haría algo. Quedarme de brazos cruzados no serviría de nada, era preferible al menos intentarlo, por absurdo que fuese.

Algunos, ya intentaban organizarse, la capitana había pedido ayuda al técnico, y rápidamente el doctor se apuntó. Todo lo contrario a Miguel, que aparentemente fue demasiado para él escuchar todo aquello. En parte, no me extrañaba, ya lo conocía de sobra.

Un segundo después un ruido sordo, algo cayó, o mejor dicho, aguien. Miguel perdió el conocimiento. - ¿Miguel? Joder. - Me acerqué a él sin saber muy bien que hacer, bastante impotente, lo mio eran las máquinas, para nada la carne. POr fortunda el doctor Blackwood le ayudó, y no fue nada grave, lo que me ayudó a respirar. Ya teníamos bastante.

Finalmente moví mi cuerpo para dirigirme al pequeño coro que se había formado ante la solicitud de ayuda de Deborah. - Ya conoces mis capacidades, así que tu dirás si me necesitas, o si no, ya me buscaré hacer otra cosa.- Dije sin rodeos, de forma directa. Si a mí no me iban las tonterías, a ella menos. Con ella no se necesitaban palabras, demasiado tiempo y nos conocíamos de sobra.

- Ya está bien de historias - Se escucha desde el algún punto la voz de Arango - Yo también firmé los compromisos de prioridad. El objetivo, la integridad del Búnker, la integridad colectiva y todas esas leyes tan "amables" que nos caracterizan. 

¿Pero qué es lo que va a pasar? No puede ser que no queden más refugios. 

A ver tu, el que acaba de hablar. Phileas ¿no?. En primer lugar ¡Tu padre!

En segundo lugar. Tu vienes de fuera. Eres el último que ha entrado aquí, así que lo debes saber mejor que nadie.

¿Es verdad eso? Nos están queriendo vender la moto de que estamos solos en esto. ¿Das algún crédito a esa historia? Si este lugar está acabado, no seré yo quien se quede a esperar lo peor.

- Está bien, venid los tres. - Mira alrededor - No veo a Anna, Utolsó. Al llegar abajo preguntaremos.

Nos organizaremos sobre la marcha - Ordena con algo de prisa tras dar una larga mirada a Frederick, sin estar del todo segura. Entonces se gira a Amadeus con un tono que no dejaba opción a réplica.

- ¡Usted! - El interpelado da un brinco - Quédese aquí y atienda a Miguel tal como el doctor ha indicado. 

Comienza a bajar entonces, apartando a la gente con firmeza, aún conteniéndose para ir aún más deprisa, mientras da algunas miradas atrás para asegurarse de que la siguen.

- ¿Yo? - pregunta, cogido por sorpresa. Pero ya es demasiado tarde. Deborah no lo escucha... o lo ignora deliberadamente, y lo dejan atrás.

El androide asiente a las palabras de Dahlia, aún sin mirarla directamente. 

Extiende el brazo, haciendo un gesto a la periodista para que ésta se acerque un poco más, y cuando lo hace, toma contacto directo con el implante de su brazo. 

Dahlia reprime un escalofrío cuando toma contacto. 

- Con esto será suficiente. - Se gira entonces hacia 42 - Tienes trabajo. 

Mientras bajan las escaleras, perdiéndose momentáneamente entre los andamios, llegan a sus oídos algunos fragmentos de las discusiones cercanas. 

- ... nunca algo así. ¿Qué va a ser de...

- ... no sé usar armas. ¿Qué podría hacer si es verdad que vienen y nos atacan?

- ... ¿Y si no fuesen agresivos?

- Seamos serios. ¿Cuando has escuchado algo positivo del Dios ...

- ... no, ese cambio no ayudaría, no hay garantías de que matando a Hitler se vaya a...

- ... vamos a morir...

Es imposible detenerse en cualquiera de ellas. Al menos tienen la satisfacción de saber que siguiendo a Déborah estarán haciendo algo importante.

Cuando recuperan la imagen del escenario central, el Dr. Dohrn está separando la mano del implante que Dahlia tiene en el antebrazo y asiente. 42 está a un lado, con la expresión de quien está tratando de analizar la situación.

Ahora que lo ven mejor, es cierto que su estado físico es deplorable. No solo es su viaje herida, en la que perdió ambas piernas, a juzgar por los sistemas de mantenimiento vital que lo cubren, incluida la pantalla transparente exterior que lo aísla de su entorno, se podría decir que no debe quedarle un solo hueso intacto en el cuerpo. Alguien docto en estos temas afirmaría que en su estado tiene mérito incluso que hable con su propia voz.

A tus ojos, no es solo que lo estén manteniendo. Este hombre ha debido estar muy cerca de perder la vida, y eso contando con la voluntad férrea que debe tener alguien capaz de sobrevivir a los toscos implantes con los que llegó tiempo atrás, y al viaje en sí mismo. 

No te cabe duda que 42 es un superviviente. 

La silla de mantenimiento vital en la que lo han colocado es bastante cara y escasa. Normalmente está reservada a altos cargos y personal imprescindible, para que pueda seguir ejerciendo sus funciones mientras se monitoriza y controla su estado. Toda una obra de ingeniería. 

Solo que a ésta le han añadido algunos módulos que no estaban en la construcción original. 

En este momento y tras sortear a la multitud, Déborah regresa, seguida de Utolsó, Arthur y Frederick. Cuando habla, se dirige directamente al Dr. Ulbreht Dohrn.

- ¿Señor? Me acompañan tres voluntarios.

- Ulbreht - esta vez si se escucha en su tono que está molesto - Si va a tratar asuntos ajenos a la Asamblea, ruego que lo haga en el exterior. 

Para acto seguido, prestar nuevamente atención a los cruces de palabra de los participantes.

Las conversaciones siguen su curso, y cuando el grupo que te ha dejado atrás llega abajo, alcanzas a ver a Anna al otro lado de los pasillos, acercándose con algo de dificultad a tu posición.

Resonaban las palabras de Arango en mi cabeza mientras bajaba las escaleras y escuchaba el miedo irracional de las personas de mi alrededor.

-¿Voluntarios?-Pregunte un tanto intrigado, aunque si era cierto en parte, no me veía como un voluntario.

-Hola 42, veo que estas peor que nunca, muy loable que quieras estar presente, a pesar de tu situación. Oye, pedirás reconstruir tus partes o piensa convertirte en un frasco.-No tenia palabra para expresarme mejor o mas bien no la recordaba, quería preguntarle sobre si le dolía o no, pero eso era apenas de interés, si hablaba y sin titubear, estaba clara la respuesta.

-Por cierto Deborah, donde esta Paul Davis, este tipo de cosas son las que le gusta, la autoridad me refiero, es raro verte a ti y no a él ¿Y tendremos escolta allá donde vamos o algún tipo de arma para conservar nuestra propia integridad?-Pregunte, mientras con la mirada buscaba a Nadia, se supone que deberia estar cerca de la capsula del subinspector

La silla en la que está 42 es una preciosidad. Una gran obra de ingeniería. Se te escapan un poco los cacharros médicos, bpero tiene capacidad de levitación y gran autonomía, a simple vista. No se han andado con chiquitas.

Localizas con facilidad a Nadia. Está junto a los dos Skynet. Padre ausente, hijo con expresión de querer desahogarse con alguien.

Corro hacia ella, después de mi experiencia en los pasillos, nada me impide creer que le pueda haber ocurrido algo. Mientras no le quito ojo a Dahlia. 

Esta chica es peligrosa desde el inicio y encima me han mencionado en varias ocasiones. Parece que finalmente haremos algún movimiento.

Tengo intención de responder al tal Arango, pero primero quiero atender a Anna.

Observe con mirada critica al hijo del doctor Skynet intentando saber si aquella asiática tenia razón o se equivocaba, cosa poco probable mi manera de ver, hasta que cruzara miradas con Nadia a la que, sin saber la razón, acabe saludando.

Las palabras políticamente correctas y técnicamente escogidas resuenan lejos, como si mi mente las omitiese, aunque intento quedarme con el mensaje general.

Cuando IVI hace su apunte, sonrío, demasiado ha tardado en decirlo, a mi humilde parecer. Pero esa respuesta de Arango es la que me hace que me cueste contener una ligera carcajada. Sinceramente, pocas personas en este lugar parecen tan... personas. De hecho, según el psicólogo de mi antiguo búnker, diría que muchos estan alienados.

Recibo en ese momento una instrucción del doctor Ulberth, dándome a entender que debo de hacer algo, pero por algún motivo no he seguido su hilo de pensamiento, así que hago lo más lógico, pedir el mensaje completo.

¿Qué trabajo?

Pregunto, habituado a recibir órdenes e instrucciones.

Llega entonces a mí un grupo que no parece demasiado... voluntario. Cosa que confirma las particulares palabras de Utolsó, a quien miro con una sonrisa tranquila a través de mi cristalina burbuja.

¿En un frasco? -pregunto- No, gracias. Me recuperaré, pero necesito tiempo. No es tan incómodo como parece, salvo por las máquinas. Y por que aún mantengo la sensibilidad.

Me permito casi bromear con una ironía.

No voy a retirarme por unas heridas -asevero-. Aunque gracias por la observación. ¿Ayudarás a localizar al hacker? Seguro que no se te escapa.

Le hubiese guiñado un ojo y hasta haberle golpeado con el codo, si hubiese podido. Realmente confio en su capacidad de actuar como en la de pocos de aquí.

Al observar más de cerca la máquina de soporte vital quedé asombrado. Me acerqué con paso lento a la misma, absorto en la contemplación de aquella maravilla de la ingeniería. Estaba abstraido de la situación, di un giro despacio, rodeando la máquina para observarla desde varios ángulos. Por último reparé en su usuario, 42, con el que alguna vez había cruzado algunas palabras. - Vaya, tienes suerte de tener semejante máquina, 42, me temo que tus heridas son bastante serias. Si me lo permites podría echarle un ojo en otro momento. - Dije, fijándome más en la máquina que en la persona.

Después salí de aquel estado para volver a la situación en la que estaba, me sonrojé un poco por mi falta de decoro, y me disculpe ante 42. - Lo siento, vaya modales, pero la tecnología me puede ¿Cómo te encuentras? Quizá pueda ayudar. Aunque me temo que será en otro momento, ahora ya me he presentado voluntario para curiosear algo en alguna terminal. Parece que debe tratarse de ese hacker del que hablas ¿Qué sabes de él? -  Pregunté, esta vez con un tono más amable, a 42.

- He aportado la información que tenía. Mensajes que sin duda ayudaran a su investigación. Estaría... Muy agradecida - sonríe insinuante - si me permitieran acompañarles en su investigación.

Adopta una pose más calculadora cuando continúa, mirando a los supervivientes del Consejo. - Además, lo que la gente necesita ahora es información. Saber que la situación es controlada. Podemos ayudarnos los unos a los otros.

Una cotilla profesional como ella no soltaría fácilmente el hueso de la información una vez ha mordido. Cuando quería sabía ser muy persuasiva.