Partida Rol por web

El día ha llegado. El atardecer se acerca y con él, el cierre de las murallas y sus diferentes círculos. La ciudad de Libantir se prepara para el sueño y finalizar otro día más. Las tiendas cierran y poco a poco las calles se van iluminando con antorchas aquí y allá. Al menos, en las zonas más acaudaladas de la ciudad.

Las posadas son la única excepción a la regla. La ciudad posee unas cuantas y todas para diferentes clientes. En el círculo central podemos encontrar una de las posadas más demandadas de la ciudad. Su comida y su bebida está rica y los precios no son exorbitados. Aunque, claro, tampoco se pueden esperar los lujos de posadas más caras. La Posada del Caminante es un hervidero de gente. Siempre hay muchos viajeros que se quedan en la posada para pasar una buena noche de descanso y volver al camino.

La música, las voces y las risas forman parte del lugar. Invitan a entrar.

Pero eso no es lo importante en esos momentos. Lo cierto es que la única razón para estar ahí, es la cita con quien quiera que haya organizado el grupo. El único problema es que no hay ni rastro de esa persona. Bueno, en realidad, nadie sabe quién ha puesto el anuncio del trabajo. 

Se abrió la puerta de la posada de un bastonazo, haciendo resonar un ruido hueco de entrechocar las maderas.

Lentamente, emergió del umbral una figura que andaba renqueante, apoyándose en un cayado y caminando lentamente. Cada paso que daba se podía oír un pequeño crujido metálico proveniente de unas extrañas estructuras que rodeaban una de las piernas de Caleb; una mezcla entre una pernera de armadura y un pantalón desgastado.

Una vez entró y se cerró la puerta a sus espaldas, dedicó un barrido alrededor de la posada como esperando encontrar a alguien en concreto, aunque sin mucha idea de lo que estaba buscando. Se limitó a emitir un gruñido acompañado de una mala cara. Acto seguido dedicó un segundo escaneo a la sala, dado que seguramente a causa del parche que llevaba en un ojo no había podido observar toda la estancia.

Parecía que no había encontrado a quien buscaba, así que se acercó lentamente en una de las paredes que había visto colgado aquel maldito anuncio, ignorando a quien le estuviese mirando con curiosidad. Al llegar, alzó su bastón y dió un golpe a aquel pergamino y a la pared que había detrás.

Alzando su voz rota y grave:

— ¡A ver! ¿Dónde está el organizador de ésto? — dijo repiqueteando con el palo un par de veces. Se giró en dirección a la gente que atendía a la barra, pero suficientemente fuerte para que lo pudiera oír alguien interesado en su presencia.

Como quien no quiere la cosa, llego a la zona.

— Hum... pues habiamos quedado con alguien, y ese alguien no aparece. Se supone que ibamos a resolver la maldición ¿No? — hablo para mi mismo, mientras bostezo ampliamente y termino de comerme una papa, que me sirve de desayuno.

— Bueno, pues parece que tocará que el buen Jaskier se ponga a hacer lo que siempre hace — Y sin pensarmelo dos veces, me saco el laud enfrente de todos los que miran, y tras buscar un sitio elevado y para deleite (o desesperación) de todos los que disfrutan de hidromiel, cerveza, o un estofado asqueroso, empiezo a tocarme un solo

"Cuando eres un aventureroooo / Cuando eres un aventureroooo "
"Machacas orcos y trolls por igual / Y su oro te has de llevar / Cuando eres un aventureroooo "

"Cuando eres un aventureroooo / Cuando eres un aventureroooo "
"Te gastas la pasta sin dudar / Y amigos no te han de faltar / Cuando eres un aventureroooo "

"Cuando eres un aventureroooo / Cuando eres un aventureroooo "
"Muchas damas salvarás / Y PRINCESAS CONOCERÁS / Cuando eres un aventureroooo "

Ya había hecho todos los preparativos necesarios. Había avisado a su madre, la cual, a sabiendas de dónde se iba a meter su hija le dio dos buenos besos en las mejillas y un abrazo de oso y por otro lado, le había contado una mentirijilla a su padre de que se iría unos días con Alis a disfrutar de la naturaleza.
Habría sido mejor decirle la verdad, claro, pero la oportunidad había aparecido delante de sus narices de un día para otro y sabiendo como era su padre, tardaría algún que otro día en convencerle, y no tenía tiempo para hacerlo.

Se presentó en La Posada del Caminante con todo lo necesario ya encima, pues no quería correr el riesgo de tener que partir ya sin que le diesen tiempo a coger lo necesario. La persona había sido bastante ambigua al respecto… En general, había sido bastante ambigua pues, según cruzaba la puerta de la posada, se dio cuenta de que tampoco sabía ni quién era, ni el aspecto que tenía quien la había convocado allí.

Se iba a acercar a la barra pero tener que lidiar con borrachos desconocidos hizo que descartase esa idea. Si bien se había alegrado que la reunión no fuese en su propia taberna, aquello también tenía como lado negativo que no conocería a la clientela ni como actúan. Al menos la mayoría. Tenía claro que alguno de sus clientes se hacía la ronda por varias tabernas de Libantir, claro.

Miró el lugar para ver si alguien le llamaba la atención especialmente, fue entonces cuando un trobador comenzó a tocar una canción y aprovechó para usarlo de excusa definitiva para no acercarse a la barra. Se puso cerca de este y, aunque en un primer momento si que prestó atención a su canción, luego siguió recorriendo la taberna con sus ojos en busca de cualquier pista que pudiese señalar a quien le había citado allí.

Erik entró tímidamente en la posada. Después de procurarse varias cosas que pensó que iba a necesitar, no le quedaba mucho dinero sobrante para gastar en la posada. Por mucho que le apeteciera sentarse, comer y beber algo, sería mejor primero encontrar a la persona que había puesto el anuncio, y ver si el trabajo incluía comida y alojamiento.

Miró a su alrededor, esperando ver alguna señal de alguien que pudiese estar esperando a alguien cómo él. ¿Quizás un cartel en la mesa de alguien?¿O una nota en algún tablón sobre donde dirigirse?

Sin demasiada suerte, decidió que lo mejor era preguntar a los que trabajaban allí y se dirigió a la barra.

-¿Disculpe?¿Señor posadero?-Dijo, agitando una mano para intentar llamar la atención de quién estaba sirviendo las bebidas.-¿Podría decirme si sabe de alguien que haya puesto un anuncio de un trabajo?

Pasé el final de la tarde preparando el equipaje, ya que no había modo de saber si partiríamos directamente desde la posada, opté por llevar todo conmigo. Iba sola esta vez, sin contingente de soldados ni escudero, así que debía encargarme yo misma de acarrear el saco con las raciones, traigo al hombro además las partes de una armadura de unos veinte kilos sujetas en una red hecha con sogas y arrastrando en la otra mano un mazo enorme que bien puede pesar como una persona adulta. Me esforcé bastante en no romper el piso del establecimiento con eso.

Y ya al meterme ahí recordé que no tenía ni idea de cómo se vería este organizador, aunque no debería ser complicado encontrarlo, si tiene ganas de ayudar al rey y de guiarnos en el proceso, entonces en breve se hará notar.

Mientras espero me voy pidiendo la cena, que consiste en ternera asada, verduras y una jarra de leche. Las raciones de viaje siempre son con sabor a poco, así que mejor aprovechar.

Había llegado desde Amur en una jornada de cuatro días en burro, bajo un tiempo de viento y lluvia que había puesto a prueba su resolución paso a paso. Pero, ¿cómo no hacerlo cuando esta era demasiado endeble y sus motivos totalmente egoístas? De modo que, cuando por fin había llegado a Libantir, estaba cerca de responder a la pregunta de "¿cómo ha ido el viaje?" con un puñetazo en los testículos a cualquiera que se dignara a hacerla. Y si le volvían a preguntar si era una elfa con enanismo o peor, una niña, directamente iban a ver lo divertido que era vivir sin intestinos.

Y de ese fantástico humor accedió a la posada que hacía las veces de punto de encuentro para encontrarse con gente bebiendo, riendo, algunos que parecían tan fuera de lugar como ella y un juglar que pedía a gritos una muerte lenta y dolorosa. Lo peor era que por su ensalzamiento a las aventuras tenía la trágica sensación de que le iba a tocar como compañero, lo cuál le parecía un mal pronóstico para esa aventura.

Con aspecto sombrío, se acercó a la barra para auparse con dificultad a un taburete antes de lanzarle una mirada asesina al tabernero.

- Quiero un zumo de manzana. No sidra. Zumo - ya había tenido un par de discusiones por el camino al respecto y había acabado consiguiendo su zumo.

Zumo con alcohol. Ergo, sidra. Pero para Lakara era zumo porque ella así lo pedía y no daba su brazo a torcer y necesitaba que alguien le hiciera maldito caso y algo saliera bien en aquel viaje que tan mal apuntaba. Y si aquello implicaba pensar que cuando pedía zumo le servían zumo, que así fuera.

Que entre gente, claramente fuera de lugar, no es algo que llame demasiado la atención. Seguramente, ya están más que habituados. La posada esta abierta para todo tipo de personas, tanto las que solo van ha pasar unas horas en la zona de la taberna o las que quieren pasar la noche en las habitaciones de las plantas superiores. Lo único que rompe un poco la tranquilidad del lugar es, primero, Caleb reclamando por el organizador de la aventura y el bardo, que casi está pidiendo que lo maten.

El posadero atiende la barra mientras los clientes se sientan en las mesas. Morwen ve pocos borrachos, de momento, y la mayoría son viajeros. O gente muy extraña que no pinta ni con cola en ese lugar. El tabernero mira a Erik.

-¿Un trabajo? ¿Qué tipo de trabajo? Creo que podrías preguntar en alguno de los talleres de la zona. No solemos tener muchas ofertas de trabajo.

El posadero deja de limpiar el vaso que tiene en la mano y lo coloca frente a Lakara para llenarlo con zumo de manzana. Al final, la Mediana ha conseguido hacerse con el zumo de manzana que tanto le gusta y no la sidra que tanto le disgusta.

-Aquí tienes. Aunque siempre me ha parecido que los medianos eráis mas de beber cerveza y sidra hasta la saciedad. Uno siempre aprende cosas nuevas en este lugar - dice mientras comienza a pasar el trapo por otro vaso.

Mientras tanto, una joven camarera sirve la cena a Luthica y le desea que disfrute con ella.

Durante un tiempo sigo tocando, improvisando canciones que llaman a la aventura.

Lo más extraño es que ningún otro parece darse por aludido ¿Seré yo el único que haya respondido a la llamada? Realmente es algo extraño.

Como sea, decido que es mejor detener el laud un rato, y estar con los ojos abiertos ¿Habrá algo por aqui que no sea lo que parece ser?

Miró alrededor todos aquellos tipos que estaban entrando, se imaginaba que todos ellos habían sido engañados de la misma manera. Pero qué sentido tenía ese timo si no habían pedido dinero por adelantado ni nada parecido.

Se giró en general hacia la posada y habló en voz alta, con un desdén de amargura en el tono.

— Vaya, veo que no soy el único tonto al que le han engañado acerca del Bosque de las Almas y las promesas de gloria y fama.

Sacó un pequeño frasco de uno de los múltiples bolsillos que asomaban de sus ropajes. Era un vial con un contenido viscoso y verdoso en su interior. Se lo bebió de un trago y se quedó por unos momentos con los ojos cerrados y respirando profundamente.

Nadie llamaba su atención. Ni siquiera había borrachos lo cual, le alegraba. Seguramente estarán haciendo la ronda aún...

Estaba por dirigirse hacia la barra para pedir algo cuando la voz de uno de los allí presentes llamó su atención. Y es que sin ningún tipo de tapujo, aquel hombre del cayado habló del lugar donde se debería llevar a cabo la misión. Morwen se acercó a él, aunque no tenía claro para qué si realmente él parecía saber tanto como ella. O sea, nada.

— No tiene sentido. No ganan nada haciéndonos esto. —Sonrió, incrédula, esperando de verdad que aquel extraño no tuviese razón. No le gustaba que le tomasen el pelo.—  Como no fuese una estrategia para atraer clientes a la taberna... —Dejó caer, mirando al tabernero de reojo.

—Sea como sea, les ha salido bien —respondo a la elfa desde mi mesa—. Esto está rico, seguramente regrese y más les vale que no merme la calidad para entonces.

Y sigo comiendo. Pero de verdad me preocupa que nos hayan tomado el pelo de esta manera, porque eventualmente podría haber un asunto realmente serio y urgente y si esto se repite seguido, la gente dejará de tomarse en serio los llamados, como en ese cuentito para niños cuya moraleja era precisamente esa.

—Aunque por otro lado, si se trata de una broma, es una de mal gusto, haciendo perder el tiempo a la gente y, en algunos casos, la paciencia.
Acabada la comida, voy hasta el mostrador, por el camino le ensarto una patata en la boca al bardo horroroso, que me hace doler la cabeza, y pido que me rellenen la jarra de leche. Acto seguido me acerco a los que acababan de hablar, la elfa de bosque y el tipo del parche en el ojo, que parece que tienen el mismo compromiso que yo y ambos han sido defraudados.
—Buenas tardes... ¿noches? —saludo mirando por la ventana, que parece que no, que el sol todavía no se va, así que corrijo—. Tardes.
Tiendo entonces mi mano derecha poniendo una sonrisa amigable.
—Soy teniente coronel Luthica, ¿a quiénes tengo el placer de conocer?

Mastico la patata

— Hum... Delichioocho... — musito recordando que no he comido nada aún. Parece que la elfa, Luthica. Tan generosa, simpática y buena persoa. Y fijandome en el lenguaraz alquimista que tan fuertemente se anunció, le digo —Tenia pensado anunciarme de forma algo más sutíl. Pero parece que con vos, no habrá ocasión para ello.

— Jaskier , de las tierras del barón LettenLove— me presento con una engalanada reverencia. Posiblemente le besaría la mano a cualquier dama de la zona. Pero si algo conozco a los mercenarios es que besar la mano de una guerrera suele tener las mismas consecuencias que besar la mano de un orco: Un buen puñetazo en los dientes.

— ¿Y vuecencias? ¿Quienes han tenido la gracia... o como en mi caso, la necesidad, de aceptar esta arriesgada aventura (o desventura, como se vea)

-Ah, gracias. No importa. Creo que hay otras personas que han venido a lo mismo.-Le contestó Erik al posadero, despidiéndose con premura. Había escuchado al hombre del cayado mencionar el Bosque de las Almas y cómo otros le contestaban. Parecía que no era el único que había venido por haber escuchado lo avisos. Y si ninguno parecía saber donde estaba el que les había convocado, quizas alguno tuviera más información. Se apresuró a acercarse a ellos, no fuera que decidieran irse a otro sitio y perdiera la oportunidad de unirse al grupo.

-¿Hola?¿Todos habéis venido por lo del Bosque de las Almas?¡Yo también! Mi nombre es Erik. Erik Goldbär. ¿No me he equivocado de sitio, verdad?¿Quizás el que puso el anuncio se retrase y venga más tarde? Lo siento, es la primera vez que contesto a un anuncio así, no sé cómo va la cosa.

Se encogió de hombros al escuchar la opinión sobre el menú que había compartido la elfa de melena negra. No ponía en duda la buena calidad de la comida del lugar, sobretodo viendo la cantidad de clientela que tenían, pero para ella no había nada como la comida que hacía su propio padre, claro. Su comida le calentaba el cuerpo y el corazón.

- Morwen. -Hizo una pequeña pausa.- ¿No sois de por aquí? -Le resultó extraño que nadie dijese "¡ah, la hija de tabernero!" como tantas veces había escuchado, por lo que entendió que ninguno de los presentes era de Libantir.- El sitio es el correcto, a la vista está pero... no sabría decir más. -Contestó a Erik mientras arrancaba de la pared el pergamino que anunciaba la misión. En su día, cuando vio el cartel pegado por ahí en la ciudad, no se había molestado en ver más allá del qué pedían y el dónde. Quizás si miraba con mayor detenimiento el pergamino viese el quién o en su defecto, algún detalle que pudiese señalar a quien estuviese detrás de ello.

—¿Hm? Yo sí soy de aquí, soy una de los consejeros militares del rey, hablé con él en persona antes de venir y por eso me parece de lo más extraño que nadie se presente aún —respondo a Morwen—. Pero no soy de socializar mucho y casi nunca salgo del tercer círculo. Esta ocasión es una de ellas.

Se va formando el grupo, parece, aunque...
—¿Jaskier entonces? ¿Esos alaridos eran sutiles?—suspiro, llevándome el pelo detrás de la oreja—. Si vamos a tener un payaso en el viaje, espero que se sepa algunas canciones más bonitas que la de recién.

Uno piensa demasiado, estuvo a punto de espetarle. Pero un sorbo al zumo logró calmarla. Sin embargo, hubo otros detalles que llamaron su atención. El tuerto habló, sumándose al grupo de raritos, o eso pensó al verle beber de un vial de sospechoso contenido. Tal vez estuviera enfermo y fuera su medicina, o a saber, pero un "frasquitomisterioso-dependiente" no se le antojaba el mejor de los compañeros.

Por lo menos, la elfa parecía pensar con lo que tuviera entre sus dos orejas puntiagudas, pero aún así la puso en cuarentena. Es decir...era una elfa y eso explicaba cualquier duda que pudiera sentir al respecto. Por supuesto, el bufón confirmó sus desgraciados temores de ser parte de aquella comitiva, seguido por un chico de rostro franco. Algo malo encontraría en él en los próximos minutos, seguro. Y la otra elfa pues bueno, seguía con la sensatez de aquella con la que compartía raza pero seguía siendo una elfa.

No estaba del suficiente buen humor como para juzgar con ojo crítico a sus compañeros, sólo para llenar de bilis sus pensamientos. Tal vez, en unas horas o días, cuando el culo dejara de dolerle de los días de montar en burro, cuando aquella aventura dejara de parecerle la mayor de las locuras y cuando el enfado con su madre se apaciguara un poco, cambiaría de opinión. O no.

- Yo soy Lakara, de Amur. Y como alguien haga un chiste sobre mi altura o me diga que soy una elfa con raquitismo, verá que mi puño está a una altura muy apropiada - se presentó al acercarse al grupo, con el ceño fruncido y dando sorbitos muy dignos a su zumo de manzana.

Mi cabeza se gira inmediatamente hacia la mediana que nos dirige la palabra dando su nombre, que haga esas amenazas con esa vocecita que tienen los medianos me resulta excepcionalmente tierno.

—Ey, ¿por qué tan a la defensiva? —pregunto en tono jocoso—. Por la forma en que lo dices, cualquiera diría que tú en realidad esperas que te insulten y así tener una excusa para pegarte con alguien.

Niego con la cabeza, a la vez que le doy un trago a mi jarra de leche. Si me la hubiera cruzado unos doscientos años atrás, le hubiera dado el gusto de decirle alguna tontería y tener una pelea divertida, pero ahora no, no vale la pena y se supone que tenemos que congeniar. ¿O la forma de ella de congeniar es a las trompadas? No, no quiero ser yo la que lo averigüe, que lo haga alguien más.

—Como sea, un placer, Lakara, Erik.
Le sonrío a este último con los labios apretados y asintiendo con la cabeza a modo de saludo.
—Entonces... ¿Aprovechamos el tiempo para conocernos mejor? Sería lo ideal si vamos a viajar juntos.

Se enjuagó de malas maneras parte del contenido extraño que acababa de beber.

Miró a su alrededor y entrecerró los ojos. Tampoco era idiota y sabía que ir solo a aquel bosque iba a ser un suicidio, por lo que se alegró que hubiera otras personas desesperadas como él o por las razones que fueran que decidieran jugarse la vida por una princesa que no había hecho nada por ellos.

Guardó el pequeño frasco en una bolsa de cuero que colgaba, tintineó con sonido de cristal al dejarlo, al parecer esa bolsa estaba repleta de otros viales.

— Caleb — dijo en tono seco y alzó la mano en la que tenía el bastón para formular un saludo.

Se imaginaba que nadie se presentaría, pero que mas daba pues tenían claro su objetivo, al menos la primera parte, tampoco necesitaban a nadie que les señalase a dónde tenían que morirse.

— Yo estoy listo, podemos partir cuando queráis. — finalizó.

-Uuuh-Erik se rascó la barbilla, dubitativo. Aunque quería ayudar, realmente había venido a trabajar y ganar dinero. Y marcharse al medio de un bosque que no conocía, sin saber lo que iba a encontrar, o lo que había que hacer, y a cambio de nada, no le parecía la mejor idea. -¿Quizás podríamos esperar un poco? A lo mejor la persona a la persona que puso el anuncio le ha surjido algo a última hora y se retrasa ¿O indagar si alguien sabe algo? Porque no estoy muy seguro de qué se necesita hacer en ese bosque.

Erik lo pensó un momento. Sólo porque él no lo supiera, no significaba que los demás tampoco. Después de todo él era un recién llegado, pero algunos de ellos vivían en la ciudad, y podían haber escuchado mucho más de lo que pasaba. Y algunos parecían gente que sabía lo que hacía. Como aquel hombre, Caleb, con sus frasquitos. Erik no estaba muy seguro de qué hacía exactamente con ellos, pero fuera lo que fuera, parecía saber cómo hacerlo.

-¿Ustedes saben algo más? Lo siento, acabo de llegar a la ciudad y las noticias no siempre viajan muy bien hasta las montañas donde vivo.