Partida Rol por web

—Buenas tardes, Caleb —saludo al del parche—. Listos estamos todos, supongo, pero hay que esperar a que venga nuestro querido contacto. No sería prudente mandarnos así como estamos al bosque, como dice el buen Erik, ni idea tenemos de lo que hacer allá.

—Sé lo mismo que tú, Erik, como dije, no me gusta socializar, así que no me entero de mucho. El rey me llamó, dijo que me presentara aquí, vi entonces el anuncio y... sí, me extraña que no me hubiera dado más detalles sobre el asunto.
Otro trago a la jarra, limpiándome educadamente luego con una servilleta.
—Ahora que lo dices...

Se me viene a la cabeza un pensamiento bastante paranoico, no sé si deba hacerme caso, mucho menos comentarlo. ¿Y si esto es una trampa? ¿Y si pusieron el mensaje enemigos del rey para distraer a los mejores combatientes, tenerlos reunidos en un solo lugar para hacerles algo? ¿O tal vez para mantenerlos un rato alejados del castillo e infiltrarse allí? No, no puede ser, el rey mismo me envió aquí, es de las pocas personas en las que confío realmente y es imposible que me traicione así, de lo contrario lo lamentará. Además no tiene sentido que se ataque a él mismo.

—No, nada, no importa. Si no llega nadie en media hora me regreso a mi casa a dormir, que ha sido un día largo hoy.

Tras ver que de allí no sacaba más información, hizo una bola con el pergamino de la misión y lo dejó en la mesa más cercana mientras respondía a Luthica con respecto a su lugar de procedencia.- Oh vale, tiene sentido.

Al escuchar a Lakara no pudo evitar sonreír divertida a la par que orgullosa. Pese a no conocerla de nada, su respuesta le había hecho sentirse más cerca de la mediana.
- Si en algún momento quieres o necesitas trabajar en una taberna, avísame. -Le ofreció a esta completamente en serio. No era un trabajo que quisese para si misma, pero a lo mejor había otra gente a la que si le gustaba.

- Yo también estoy lista para partir cuando sea, pero como dice el resto, quizás sería mejor esperar aunque fuese un poco a ver qué pasa. -Aunque no tenía ya muchas esperanzas de que apareciese quien había puesto el anuncio.- Además conocernos un poco más tampoco viene mal, al fin y al cabo si vamos a embarcarnos en una misión juntos... será mejor saber de qué pie cojea cada uno.

Igual que había hecho Luthica, ella continuó explicando su parte con respecto a los no-conocimientos sobre la misión.

- Aunque soy de Libantir y frecuento bastante la taberna "El Puerco Dormilón", tampoco he escuchado nada. Vi el cartel en un poste y vine. Fin. Me gustaría decir que se más, pero no es así. Y por lo que acabo de ver, el pergamino no aclara más...

Un tipo menudo, pero con bastante presencia, entra en la posada. Luthica lo reconoce. Es Rodolphus, la mano derecha del Rey y su consejero más cercano. Poco cabello le queda en la cabeza y el que le queda parece solo crecer a la altura de las orejas, dejando la coronilla calva. Donde si abunda el pelo es en la frondosa barba. Aunque no hay mucho que destacar de él salvo el aura de poder que le rodea. Las malas lenguas dicen que es hechicero y que es más viejo que el mundo. Sin duda, todo leyendas y habladurías.

Se detiene en junto al grupo.

-Ah, bien. Luthica está aquí. Vosotros debéis ser los valientes y aguerridos... - se detiene un momento mirando al grupo de arriba a abajo - "aventureros". Bien, seguidme y os explicaré de que va la cosa.

Les hace una seña para que le sigan a un área reservada.

-Venga, vamos. Que no tengo todo el día.

«Ya era hora»

Cuando llegó, Caleb de lo quedó mirando de arriba a abajo.

«Al fin llega alguien joder», pensó molesto y absorto en sus pensamientos.

Decidió esperar a que pasaran todos, así podría examinar a cada uno de los integrantes de aquel grupo antes de pasar él a aquella sala reservada. También le servía para examinar los traseros de las damas, con éste último pensamiento esbozó una sonrisa algo tétrica.

Sacudió ligeramente su bolsa de viales y pensó que tenía que preparar algunos más antes de partir hacia cualquier lugar.

Se dió cuenta en ese momento que le temblaba su mano izquierda, por lo que aferró bien su bastón para disimular.

¿Por qué tenía que ser justo él el que viniera a hablar? Me da grimita.

—Estos "aventureros" son los que van a dar su culo por la princesa, más allá de si es por la verdadera intención de ayudarla o bien por la recompensa, están poniéndose en peligro por otra persona, no los trates con desdén, Rodolphus.

Vacío el resto de la jarra, me levanto y procedo a seguirlo.

Morwen enarcó una ceja al ver como les había mirado el que, según Luthica, se llamaba Rodolphus.

- Teniendo en cuenta que somos los únicos que hemos contestado al anuncio y que por tanto, dependes de nosotros, igual sería mejor que bajases esos humos... -continuó la crítica de la otra elfa hacia el recién llegado mientras les seguía al reservado. La curiosidad era la curiosidad.

Erik no se tomó demasiado a mal las dudas de Rodolphus. Después de todo, él mismo no estaba seguro de que no hubiese otra gente más preparada que él que pudiese hacerse cargo del asunto. No era un guerrero profesional y curtido en mil batallas. No era un sanador, experto en curar cualquier aflicción del cuerpo. No era un mago conocedor de misterios arcanos. Pero estaba allí, estaba dispuesto a aprender lo que se necesitase y a esforzarse en hacer el trabajo tan bien como pudiera. Y en su experiencia, que reconocía que era limitada, a veces eso era lo más que podías pedir.

Entró al reservado y colocó su lanza y el resto de sus cosas en una esquina para qque no molestaran y se sentó a escuchar las explicaciones del consejero sobre la tarea que pretendía que hiciesen.

Así que una de las elfas no tenía suficiente con pertenecer a su raza sino que además era de las que tenían una opinión para todo y, por supuesto, no contenta con tenerla debía compartirla con el mundo. La miró con aire impasible para ver si comprendía lo que quería decir con aquella expresión.

Espero que me insulten porque, oh, sorpresa, sorpresa, la gente cree que es divertido meterse y burlarse de los medianos. No con los enanos, por supuesto, los enanos son aguerridos. Pero los medianos somos el eslabón débil de las razas.

Y sólo un número de personas sorprendentemente bajo había obviado la parte de la burla. El porcentaje era tan y tan reducido que, por estadística, tocaba que alguien en el grupo lo hiciera. Pero, por supuesto, que podía esperarse de una elfa... Los elfos eran gráciles, hermosos, fuertes, ágiles. Nunca entenderían algo similar, la gente los adoraba u odiaba por ser elfos pero nadie los subestimaba.

Seguía en esas cabilas, mientras los demás discutían sobre el sospechoso anuncio cuando un hombrecillo de aspecto desagradable se presentó como su contacto con la misión, como para dar énfasis a la mala idea que era todo aquello. Tomó buena nota mental de eso para escribirlo en el diario que le enviarían a su madre junto a su cadáver desmembrado. Así podría saber de todo lo que la había culpado en vida.

Por lo menos, las dudas que presentaba respecto al grupo, incluida ella misma, eran compartidas por Lakara de modo que debía decir que su criterio debía ser por lo menos un poco fiable así que lo siguió a aquel reservado donde tomó asiento aún dando sorbos a su zumo.

- Viendo que estamos con las presentaciones, ¿podemos saber quién es la persona tan... inteligente y sabía que tenemos delante y que se ha asegurado de convocarnos para una reunión en la que demuestra tan poca fe ya de entrada?

Cachis, acababa de apoyar a una de las elfas. Pero esa era la que parecía inteligente, así que supuso que estaba bien.

-Niña, te sugiero que no hables más de la cuenta.

No. Con lo de niña no se refiere a Lakara. Va dirigido a Morwen que se cree que está en su taberna y puede hablarle como si él le debiera algo.

-Que yo sepa, todos estáis aquí por intereses propios. Lo de ayudar a la Princesa Yokhara es secundario. ¿O alguno de vosotros ha venido sin la intención de reclamar el premio? A parte de Luthica, por supuesto.

Rodolphus abre la puerta de uno de los reservados y entra en él. Se gira para mirarlos como entran uno a uno.

-Bien, me presentaré. Soy Rodolphus, Consejero Real. Soy la mano derecha del Rey y su hombre de más confianza. Cuando habláis conmigo, estáis hablando con el mismísimo Rey Theodorus IV. Si estoy aquí es porque el asunto que nos atañe es de gran importancia. 

Frunció el ceño, confusa, ante la mirada de Lakara*, aunque rápidamente su expresión cambió enarcando una ceja al escuchar la palabra “niña” refiriéndose a ella. Era bastante común que lo escuchase en la taberna, en realidad, pero esperaba que como aventurera se la tomasen más en serio, claro. Maldito Rodolphus.

- Claro que estamos aquí por intereses propios, igual que tú. Tú también tienes tu propia recompensa en todo esto, aunque no sea oro ni la mano de la princesa. -Comentó encogiéndose de hombros. Era un poco tontería lo que el tal Rodolphus acababa de decir. En la mente de Morwen ellos se  movían por el dinero o por conocer a la princesa o lo que fuese, claro. Pero él se movía porque como consejero del Rey, era su trabajo ocuparse de algo así.- Pero vamos, que a parte de la recompensa estoy segura de que a todos nos interesa, igual que a ti, el bienestar de la princesa.

- ¡Bueno, al grano! -Dio una palmada y se echó hacia adelante apoyando los antebrazos en sus piernas, expectante-. ¿Se sabe qué nos espera en el Bosque de las Almas? ¿En qué consiste exactamente la misión?

Eso que dijo Morwen me hizo arrugar la nariz casi de forma involuntaria, mirando a los hombres que habían aparecido, uno por uno, con un dejo de desdén. ¿Le les ocurrirá pedirle la mano a la princesa? Jamás voy a permitir que ninguno de estos tres desparpajos despose a mi dulce, amable, preciosa y adorable protegida. Nunca. Tendrán que pasar sobre mi cadáver. Ella se merece un caballero valiente y gentil, estos de aquí no parecen dignos de siquiera mirarla a los ojos.

—Eso, deja de dar vueltas y explica las cosas —espeto a Rodolphus, ya de no tan buen humor como hace unos segundos—. El tiempo apremia, quién sabe los días que nos tomará llevar a cabo esto y cualquier minuto de más podría ser demasiado tarde.

Pasó hacia el reservado como quien no quiere la cosa. Se mantuvo observando al resto de personajes y tratando de entender con quien estaba lidiando. Entró el último y se quedó cerca de la puerta.

Sólo se le ocurrían insultos y palabras malsonantes para referirse a aquel tipo, así que decidió quedarse en silencio. Aún así no pudo reprimir el dejar caer mas fuertemente el bastón al suelo cuando entró en la sala y carraspear.

-Discúlpeme, consejero, porque no soy un hombre instruído. No sé como se hacen las cosas en la ciudad, o cómo las hacen los héroes o los caballeros. Lo que sé es de trabajo honrado, y de ser pagado por él. En mi pueblo, si alguien espera que otro le are sus campos, o le tienda a su ganado o vigile su casa, sabe que va a tener que pagarle un sueldo. Porque por mucho que nos queramos ayudar unos a otros, tenemos que comer. Y si nos pasásemos todo el tiempo en los campos ajenos, no nos llevaríamos comida a nuestra propia mesa.

Erik no quería ofender a aquel hombre, que sabía que tenía poder para castigarle si se enfadaba, así que estaba intentando medir sus palabras, pero le parecía un poco ridículo que alguien se molestase porque la gente esperase cobrar por su trabajo.

-Yo no soy rico, así que no tengo dinero para pagarme de mi bolsillo los viajes para ayudar a gente, las armas para defenderme, los médicos si me hieren, la comida para mantenerme mientras trabajo o  la cama en las posadas. Así que sí he venido porque esperaba ser compensado, aunque bien quiera que no le pase nada a la princesa. Pero a lo mejor no he entendido bien su anuncio. No soy hombre de letras. Si esto se suponía que tenía que ser una competición entre los nobles, para ver quién es más rico, y puede pagar más armas y tropas y  quién fuerte y aguerrido y merece la mano de la princesa, me disculpo y será mejor que me vaya ya. Porque yo, con una princesa no sabría qué hacer. Tengo una cabaña, no una torre, ni un castillo. Y molestar tampoco quiero donde no se me necesita. Yo he venido a ganar un sueldo, no a exhibirme.

Mi nombre es Rodolphus y vengo aquí a deciros que tengo mucha más importancia de la que en verdad tengo, porque tengo lo que me cuelga entre los guisantes del tamaño de un pepinillo y los humanos vivimos acomplejados por nuestros órganos sexuales así que, en definitiva, buh, poder, poder, temedme.

Tras aquel productivo diálogo interno se apoyó contra la pared, con pocos deseos de apoyar sus delicadas posaderas en nada que no fuera una cama blandita y acolchada mientras los demás trataban de hacer que el tal Rodolphus dejara de perder el tiempo y les contara de una vez lo que les había llevado a aquel lugar. Por su parte, la experiencia le decía que cuando le diera la gana empezaría a dar información pero no antes, de modo que se quedó callada a la espera de que el acomplejado espabilara y les dijera algo útil, aunque dudaba que eso sucediera sin fantasmadas aderezando el diálogo.

Por mi parte he estado callado todo este tiempo.

"Pues bien, si. Podríamos decir que todos tenemos algun interés personal. Puede que sea más o menos egoista, puede que algunos hayan venido sólo por la paga, otros tambien esten tentados de la gloria, o el ansia de descubrir que hay más allá de las historias. Pero si hay algo que podemos estar de acuerdo, es que el fin es el mismo"

Sin embargo, me sorprende ¿Luthica NO quiere recibir la recompensa? A ver, como mínimo, las flechas no se pagan solas

¿Será un peregrinaje religioso? ¿O es tiene prometida una recompensa distinta?

-No, yo trabajo para los intereses del Reino - dice, corrigiendo a Morwen.

Que eso sea verdad o no, ya es otra cosa. Pero siendo la mano derecha del Rey, es lógico pensar que es verdad que trabaja para los intereses del Reino. 

-Bueno, iremos al grano. El Bosque de las Almas contiene magias muy poderosas en su interior. Muchas de ellas son poderes oscuros sellados en su interior. Uno de esos poderes oscuros lanzó una maldición contra el legado de Altair. Maldición que culminará en la próxima luna llena y que se llevará la vida de la princesa si no se rompe. Si la Princesa muere, no habrá nadie que descienda directamente del primer Rey y el poder que gobierna este Reino se desvanecerá. 

Los mira uno a uno.

-No hace falta que os diga que eso llevará a guerras de poder, muerte, destrucción y, seguramente, cambiará la vida tal y como la conocemos. Si cumplís la misión, se os recompensará. Si no la cumplís... pues significará que habéis muerto. Mandaremos flores a vuestros familiares.

La noche casi le pilla fuera de las murallas. La verdad, es que ha llegado a la ciudad cuando ya estaban dando la orden de cerrar las puertas y asegurar la muralla. Por suerte para él, los soldados de la puerta han hecho la vista gorda y le han dejado entrar. Obviamente, primero han comprobado sus intenciones y motivos para el viaje y hospedarse en la ciudad.

Gemnir* se encuentra en el primer círculo de la ciudad. La zona más pobre de la ciudad y la menos segura. Ahora, con la caída de la noche, comienzan a aparecer en la calle hombres, mujeres e, incluso niños, de dudosa reputación.

"Y desde luego, no queremos ni morir en el camino, ni que nuestros seres queridos mueran en la guerra" digo pensando sobre todo en mi madre, y mis amigos, Zack y Sleater

"De acuerdo ¿Y que se sabe de la maldición? Quiero decir, alguien la lanzaría, suelen tener leyendas, y suelen murmurarse clausulas de escape, como encontrar el amor, frotarse la frente con el cuerno de un unicoñio, o exterminar a quien lanzó la maldición"

La puerta de la muralla exterior se ha cerrado a sus espaldas, y Gemnir no puede evitar un suspiro de alivio. Después de forzar la marcha a causa del ocaso, ha conseguido llegar por los pelos a Libantir antes de que cayera la noche. No es que le hubiese asustado quedarse fuera de la ciudad, pero tampoco hubiera sido agradable. Lleva bastante tiempo sin probar una comida caliente, y las provisiones empiezan a terminársele. Por desagradable que sea el lugar en el que se encuentra ahora, siempre es mejor estar dentro de los muros que quedarse fuera.

Ahora ya no hay tanta prisa, pero el enano estira los músculos tras un breve instante para recuperar el resuello. Lo siguiente es buscar una posada donde poder cenar, dormir... y con suerte encontrar algún cliente necesitado de protección. Y para eso lo mejor será tratar de abrirse paso hasta el segundo círculo cuanto antes. Si tiene que quedarse en el primero, se arriesga a encontrar como mucho algún encargo turbio. Y eso en el mejor de los casos...

—Disculpe —dice con voz grave, dirigiéndose a uno de los guardias que le ha dejado pasar—. ¿Puede indicarme el nombre de alguna posada respetable en la que pueda hospedarme? Y si sabe de alguien en la ciudad que necesite un guerrero dispuesto, sepa que mi martillo está disponible por un módico precio.