Partida Rol por web

-Oh!- No tuvo más que decir al escuchar las propiedades del extraño metal. Sin duda sería un buen material para fabricar todo tipo de objetos.

El libro no le decepcionó lo más mínimo. Su lectura revelaba todo tipo de trucos y secretos arcanos. Una pieza exquisita. Y muy pesada. -Gracias por el préstamo Señor Royst!.- Añadió el Gnomo. -Os lo devolveré junto con algunos trozos de Noqual.-

El grupo se despide finalmente del anciano y toma de nuevo la Vía Juliver. Druul os guía hasta la puerta norte, donde tres Caballeros Infernales con semblante serio os observan mientras salís de la ciudad.

Tomáis el camino hacía el noreste y no pasa mucho tiempo hasta que alcanzáis la linde del Bosque de Ecos.

Drabeorn respiró profundamente el aire gélido que le traía el aroma de sus amados bosques. El olor a pinaza y anilaes quedaba enmascarado por la escarcha que lo cubría todo con un manto blanco. Sonrió, feliz de estar de nuevo al aire libre.

- Bien, vamos allá. Cuidado todos donde pisáis, el terreno puede ser traicionero en esta época del año. Seguidme y atentos a las arañas.- dijo, ofreciéndose para guiar al grupo.

El bosque se abrió ante ellos. Un bosque extenso y blanco. Hasta donde alcanzaba la vista. Abroshtor suspiró, se encogió de hombros y se caló la capucha de la capa. No le disgustaba el frío, y mucho menos el bosque, pero sí los varios palmos de nieve que ubrían el suelo dificultando la caminata. Para las piernas cortas de un Gnomo eso era lo peor.

El enorme humano abría la marcha. Abroshtor lo seguía de cerca. Tenía la vista y el oido agudo, y lo más importante, el surco que Drabeorn dejaba en la nieve le permitía caminar con menos dificultad.

Dynah no solía abandonar el templo, no digamos ya la ciudad. Sabía que sus compañeros eran capaces de cuidar de ellos mismos y ella misma no era manca a la hora de combatir pero era consciente de que su lugar en la formación estaba lejos de la vanguardia. Se abrigó con su manta de pieles y avanzó entre las nubes que formaba su aliento mientras la nieve cubría bajo sus botas y los cascos de Bethany.

Druul inspira profundamente el gélido aire del campo abierto. Aire sin olor a fritura, a parrilla, a chimenea. Sin olor a sudor, a caballo, a metal. Cuanto hace de la última vez que salió de la fortaleza? Dos, tres años? Mucho tiempo...

Os adentráis en el Bosque de Ecos, con Drabeorn ejerciendo de guía. 

El terreno es escabroso y quebrado, pero a diferencia de otros bosques bañados por el Sellen, el Bosque de Ecos no es para nada cenagoso; múltiples riachuelos chorretean en el fondo de profundos y estrechos barrancos. 

Un espeso sotobosque ejerce de lecho para gruesos fresnos, hayas y robles, pero sin duda os llaman la atención los altísimos y plateados Paueliel, considerados sagrados por los Crin de Lobo.

A medida que avanzáis, disfrutáis de los sonidos del bosque; las aves de diminuto tamaño, el agua de los riachuelos o el sonido de las copas de los árboles al ser mecidas por el viento. Sin embargo, no estáis del todo tranquilos; más de una vez os ha sobresaltado algún movimiento entre los árboles que luego ha resultado ser una mera sombra, pero lo que más os incomoda es haber visto hace un buen rato un tronco caído muy parecido al que acabáis de pasar. 

Dynah no tenía mucha idea de moverse en el bosque y confiaba en el juicio de sus compañeros pero, bueno, cualquiera podía saber si se había pasado por un sitio o no, así que intentó echar un cable al guía.

La completa inexperiencia en el tema de navegar a través de un bosque hacia que Alyssa fuese con la cabeza gacha pensando en sus cosas en la cola del grupo.

Confianza en que Darbeorn los llevaría por el buen camino, pero tras varias horas el sentimiento de dar vueltas en círculos se acrecentaba, y su confianza hacia el bárbaro caía estrepitosamente hacia el agujero de la sospecha.

Por un momento, un atisbo de duda asoma al rostro del bárbaro -pero los Crin de Lobo han nacido y crecido con el bosque- el resto le observáis mientras examina la corteza de uno de los árboles más cercanos. Cuando encuentra el húmedo musgo en su cara norte, y tras levantar la mirada en busca de un atisbo de las Colinas Juliver, Draeborn sonríe y os confiere cierta tranquilidad con sus palabras - "Vamos por el buen camino. Por aquí..."

Tras unas horas, emergéis de la maleza y os encontráis contemplando las ruinas de la antigua fortaleza que una vez protegió la torre central, hecha toda ella de un liso cristal verde. 

Es obvio que una gran batalla tuvo lugar aquí hace muchos años, el claro que rodea las ruinas yace estéril, las malas hierbas pugnando por brotar del suelo. Trozos fundidos de retorcido cristal se esparcen por el suelo, añadiendo un tinte verdoso a la escena. Sin embargo, a pesar de tantos daños, el cristal de la torre central parece haber evitado el paso del tiempo, el brillante cristal permanece sin roturas ni grietas, ni siquiera el musgo se aferra a su superfície.

En lo alto del pronunciado camino de tierra que asciende entre los escombros, una entrada al recinto se abre hacia la oscuridad del interior, que parece robar la luz en sus oscuras profundidades.

Druul se arrebuja en su abrigo de viajero, fascinado por el paisaje que rodea al grupo. Tras la pausa para contemplar las majestuosas e intimidantes ruinas, espera a que el grupo avance hacia la boca del complejo.

-Andad con ojo. En ese claro seremos muy visibles.

Dynah no las tenia todas consigo. Aquel lugar le erizaba el vello de la nuca.

Alguno sabe buscar huellas? Si ha habido movimiento de bandidos en la zona quizas hayan dejado algun rastro.

- Hmmm... desde luego, este lugar pone los pelos de punta.- dijo el bárbaro, y acto seguido desenvainó el espadón que llevaba a la espalda.- Atento, Ethelwyn.

Ignorando la extraña sensación acuciante que le indicaba que se fuera de allí, el bárbaro avanzó cautelosamente hacia la torre, espada en mano.

Llegaron al claro donde se encontraban las ruinas. Una torre de cristal verde se alzaba en el centro. Imponente. Sin duda superaba todas las espectativas que el pequeño Gnomo se había ido imaginando a lo largo del camino. Trozos de cristal y escombros se encontraban esparcidos por el claro. Ni un árbol se veía cerca, algo los impedía crecer.

Sorprendido todavía, vió como Drabeorn se adelantaba sin mediar palabra. Abroshtor se adelantó con paso firme entre la nieve. -Me adelantaré si no os importa. Con esa estatura nos verán de sobra, si no lo han hecho ya. Recordad que puede haber bandidos escondidos en la ruinas.- Dijo mientras miraba al enorme humano. Descolgó su ballesta del hombro, se aseguró que estuviera a punto, se agazpó y avanzó en silencio, sin hacer ruido. Sua ojos intentaban cubrir con rapidez todo el terreno, buscando posibles amenazas.

Cruzáis el claro en dirección a la torre, siguiendo al pequeño gnomo, que parece adelantarse al grupo.

Mientras os acercáis, distinguís en el lado oeste lo que en su día fue una magnifica escalera de piedra que ascendía hasta la puerta principal de la torre. Ahora no es más que un montón de escombros. Parece que la única entrada es el camino de tierra en el lado sur...

Alyssa se sintio incomoda desde que entraron al claro... se afianzo el escudo varias veces en el brazo para estar segura de que estaba preparada para cualquier cosa, poso la mano sobre la empuñadura de su martillo de guerra.

La espera la mataba, y la inseguridad de que hubiera o no enemigos cerca la empezaba a poner de los nervios.

Apresuro algo el paso y se puso a la cabeza de la comitiva junto con el bárbaro y se dirigió hacia el camino de tierra que parecía ser la única forma de salir de allí.

Las ruinas tienen su encanto, pero el halo misterioso del lugar crea un poco de malestar en Druul. Escudriñando las sombras, se mantiene detrás de Draeborn en cuanto este empieza su avance hacia Abroshtor.