Partida Rol por web

Druul invita a sus compañeros a entrar primero, cerrando la comitiva hacia el interior de la casa del mago. El grupo toma asiento en el saloncito, las sillas justas para tanta gente.

- Si por favor, una taza para mí, sois muy amable. Mi anterior a... -carraspea- jefe, creo que alguna vez había comentado que vos erais un estudioso de las ruinas, en conversaciones de sobremesa. Pensad que nosotros casi no tenemos información, así que todo dato es bienvenido. Respecto a los desaparecidos, son dos magos de la Orden de Fuegodorado. Imagino que ellos estaban investigando allí. En vuestro caso, que necesitáis? Quizá también podamos ayudaros, ya que vamos a ir igualmente.

Drabeorn dejó que Druul tomara la iniciativa con el mago. Al invitarlos a entrar y tomar café, decidió ser de alguna utilidad, aunque sólo fuera para acelerar las cosas.

- Permitidme.- le dijo al mago, y fue a buscar el café y tazas para todos. Mientras el mago intentaba aclarar su cabeza a horas tan tempranas, Drabeorn se dedicó a ir llenando tazas.

Abroshtor entró en la casa tras sus compañeros. Era temprano, pero su mente ya estaba despierta y no pudo mas que sorprenderse de la enorme cantidad de libros que había en las estanterías casi interminables. Con la boca abierta se dirigió a una de las estanterías mientras el resto seguía al mago al centro de la estancia. Estaban hablando, sin duda, pero el Gnomo hacía tiempo que había dejado de prestar atención.

Nunca había visto tal cantidad de conocimientos escritos. Leyó algunos títulos al azar, muy pocos los conocía, la mayoría ni había oído hablar de ellos, y otros estaban escritos en idiomas que ni comprendía. Sin duda podría pasar horas, incluso días investigando entre las páginas. Seguro que muchos tienen complejas fórmulas que le gustaría añadir a su escueto tomo.

Un tintineo de tazas le hizo volver a la realidad. Volvió la vista hacia el centro de la sala y vio a Drabeorn sirviendo café humeante. Sonrió al ver la cafetera en sus enormes manos. Parecía de juguete para él.

Con un carraspeo de disimulo se sentó casi abochornado por su arrebato de asombro, y escuchó atentamente lo que allí se decía.

Alyssa iba como un pato mareado de un lado a otro, no conocía al tal Abenard por lo que estaba más que satisfecha de que Druul tuviera la iniciativa.

Escucho pacientemente la conversación de estos, por desgracia tenía poco que aportar a ella…

"De Fuegodorado decís?" preguntó pensativo. "Recuerdo a una mujer que vino hace unas semanas... cómo se llamaba... Tivas? Diwas?... juraría que dijo pertenecer a esa orden... en cualquier caso, también buscaba información sobre El Capitel" añadió antes de dar otro sorbo. "Segunda estantería de la derecha. Sí, esos, esos están bien." señaló distraído al gnomo antes de continuar.

"Llevo muchos años estudiando esas ruinas, y creédme si os digo que, a pesar de lo que hayáis podido oir por ahi, El Capitel tiene poco que ver con los Azlanti; mi teoría es que la estructura lleva ahi desde los primeros albores del mundo, antes de que los Azlanti llegaran al Bosque de Ecos y por supuesto, mucho antes que el imperio Zog campara a su anchas. Lamentablemente estoy ya mayor para adentrarme en El Capitel y conseguir los datos que me permitan corroboran mi hipótesis, así que hace unas semanas esa mujer llamó a mi puerta en respuesta a mi oferta de trabajo: pagaré gustoso por cualquier información sobre la historia de la estructura, y en especial, por mapas detallados de los niveles inferiores (que estoy convencido que los hay, y muchos!)"

Druul ojea a sus compañeros disimuladamente. Estoy seguro que la mención a una nueva recompensa, por ir a un lugar al que ya íbamos, será del agrado de Draeborn y alguno más.

- Pues entonces contad con nuestra colaboración, intentaremos proporcionaros esos materiales. Por otro lado, dicen algo vuestros estudios o documentos de si hay habitantes, y cuáles, en las ruinas? Debemos ir especialmente preparados para encontrarnos "algo"?

Sin duda la promesa de otra recompensa fue bien recibida por el Gnomo. La vida del aventurero prometía ser lucrativa, y seguro peligrosa a partes iguales.

Abroshtor se levantó de la silla, diligentemente, y se dirigió a la segunda estantería. Pegó un saltito para intentar alcanzar los libros que había señalado. Demasiado altos. Una vez más parecía una sociedad de humanos para humanos. Se encogió de hombros con resignación mientras agarró la silla de la que se había levantado. Era de roble, maciza y con buenos acabados. Y pesada.

-Con permiso.- Fue lo único que añadió mientras arrastraba la silla, ruidosamente, hacia la segunta estantería. Llegó a la mesa, con los libros y la silla a rastras de nuevo para escuchar como Drull preguntaba por los inquilinos de las ruinas. Una pregunta del todo acertada.

Drabeorn gruñó satisfecho: una doble paga por hacer el mismo trabajo era una gran noticia. Se arrellanó en su asiento mientras se acababa de un trago el café.

- ¿Podría usted darnos las mismas indicaciones que le diera a la hechicera? Siguiendo sus pasos nos será más fácil dar con ella.- dijo.

Dynah había pasado por delante de la tienda infinidad de veces pero nunca había entrado. Siempre había evitado todo lo que oliera a magia arcana. Sus poderes eran misteriosos y de origen poco claro pero al menos sabía que eran de carácter divino. Había algo tranquilizador en ello. Los magos y los hechiceros...eran otra cosa.

-Diwas, decis? Por casualidad no recordareis nada más de ella? De donde venía, algún rasgo característico...¿llevaba armadura o sólo ropajes? Cuanto más sepamos de ella, mejor.

"Últimamente corre el rumor que Tarrin Dars y sus hombres podrían esconderse en El Capitel, pero francamente, dudo que alguien pueda acomodarse entre los cascotes de las ruinas, y menos bajo una oscuridad permanente." rió entre dientes. "Lo más probable eso sí, es que encontréis alguna alimaña procedente del Bosque de Ecos acechando bajo los escombros."

"En cuanto a la mujer... bueno... era una joven con larga cabellera morena y de rasgos orientales. Cuando estuvo aquí, iba finamente vestida de seda azul, si os sirve de algo. No le di más indicaciones de las que os haya podido dar a vosotros... bueno... en realidad... sí..." hizo un gesto con el dedo antes de levantarse y dirigirse a uno de los armarios. 

"Dónde lo puse?" murmuraba mientras abría diferentes cajones. "Ah! Aquí está!" Sacó un pequeño cofre de madera y se acercó de nuevo a la mesa, donde lo abrió y extrajo un alargado trozo de brillante metal verde, no más grande que el dedo de un mediano. "Sabéis lo que es?" preguntó con una sonrisa. "Lo llaman Noqual, y es un raro metal con propiedades mágicas muy interesantes" continuó. "Como notaréis si observáis este lado de aquí... " - señaló un extremo del cristal donde se podían distinguir las marcas de unos dientes de sierra - "...en algún momento este pequeño trozo formó parte de una pieza más grande. Lo encontré hace años, y desde entonces no he conseguido encontrar la pieza original. Obviamente, si por una remota casualidad encontrárais más de éste metal y me lo trajérais, os recompensaría correspondientemente". 

Contemplas la larga hilera de tomos frente a ti. Excepto la extensa colección de volúmenes de "Crónicas del Aventurero", el resto de libros son todos de tamaño, color y temática diferente: "Heráldica: el Honor de las Casas", "Fauna y Flora del Mar Interior", "Vocablos goblin: Guía práctica para evitar mordiscos" o "El arte élfico de la hechicería" entre otros.

Los libros se mantienen en muy buen estado. Cualquier coleccionista o biblioteca pagaría 50 piezas por cada libro, aunque sin duda alguna, el terciopelo azul que cubre el lomo de "El arte élfico de la hechicería" y las filigranas doradas que distingues en sus tapas bien podrían subir su precio a 300 piezas.

Druul observa la cara de su reciente y curioso amigo gnomo, para ver si la visión del objeto provoca asombro o no, tratando de juzgar su valor. El semiorco no tiene ni idea.

- Pues le agradecemos enormemente su tiempo, así como toda la información que nos ha brindado. Investigaremos el lugar en busca de mapas y de fragmentos de este metal. A nuestra vuelta le haremos saber cómo ha ido todo. Por encima de todo, esperamos encontrar, en buena salud, a la gente que se ha perdido allí. Y vigilaremos con los animales del bosque, las alimañas de las ruinas, y los bandidos que pudiera haber en todos los lugares. Señor Royst, ha sido un verdadero placer.

Tras terminar los últimos sorbos de café, e intercambiar algunas frases más, el grupo se despide, dispuesto a emprender su viaje.

Alyssa se despidió del anciano mientras salían todos por la puerta de su casa, ya tenían un objetivo nuevo, solo faltaba cumplirlo.

Una vez en la puerta jugueteo un rato con el animal de Dynah… crecer en una aldea normalmente te hacia apreciar a aquellos bichos, sobre todo si eras una persona como la joven paladín.

Mientras tanto aguardo a que sus compañeros estuvieran listos para partir.

La información que el mago dio al grupo no resultó nada esclarecedora, y pocas cosas nuevas pudieron averiguar aparte de lo que ya sabían. Un posible bandido podría refugiarse en las ruinas y casi seguro habría alimañas del bosque. "Genial! Algo de acción!" Pensó Abroshtor, no sabía si con emoción o con miedo.

La mayor sorpresa fue el pedazo de metal verde. Nunca había visto nada parecido y ¿con propiedades mágicas? Sin duda una buena pieza que investigar. -¿Que propiedades tiene el metal? Simple curiosidad.- Si encontraban algún otro pedazo lo estudiaría a consciencia.

En la estantería de enfrente había unos tomos. La buena encuadernación los hacía valiosos para coleccionistas. En especial el tomo de terciopelo azul destacaba sobre los demás. Una exquisita pieza bastante valiosa. Serían lecturas interesantes también. -Tiene una buena colección. ¿Puedo?- Dijo mientras señalaba el tomo azul. Sus compañeros ya habían agradecido la información al mago y estaban preparados para partir pero Abroshtor quería ojearlo por encima antes de partir. Tal vez no pudiera ver algo semejante en mucho tiempo.

Dynah asentia a todo como si todo aquello le resultara natural y aquellos nombres le resultaran conocidos. Estaba claro que pasaba femasiado tiempo enclaustrada en el templo!

-Magnifico, magnifico. La Alta Madre estara muy satisfecha con su estimable ayuda, señor. Quizas a la vuelta eche un vistazo mas detenido a sus mercaderias. 

Abernard sonrió ante la curiosidad del gnomo. "La característica más conocida del Noqual es que, a pesar de su aspecto quebradizo, puede moldearse como si fuera hierro, haciendo que las armas y armaduras construidas con él sean bastante más ligeras. Pero lo que no es ya tan conocido es que el Noqual es especialmente resistente a los efectos mágicos, lo que puede ser realmente conveniente en ciertas ocasiones, si me entendéis."

Observó al gnomo coger el pesado libro del estante: "Tienes buen ojo, mi pequeño amigo, proporcional a tu curiosidad" rió. "Adelante, tómalo, quizá os sea útil. Hace tiempo que no hago uso de él, considéralo un préstamo."

Tras los últimos sorbos de café, el anciano se despide del grupo: "Que los dioses os acompañen. Esperaré impaciente noticias vuestras."

Cuando hubieron salido Dynah los detuvo a todos un segundo.

-Ahora que me acuerdo, si que reconozco el nombre de Tarrin Dars. La Orden del Clavo, el segundo grupo más numeroso de Caballeros Infernales residentes en Fuerte Inevitable, va tras su grupo por delitos de robo y asesinato. Según ellos se ocultan en el Bosque de Ecos.

Si acabamos con ellos le haremos un buen favor a la Orden. Quizás hasta haya alguna recompensa.

Drabeorn se cogió el puño izquierdo con la mano derecha, y flexionó los músculos de los brazos con gesto satisfecho. Las recompensas se acumulaban por momentos, aquel trabajo podía salirle más rentable de lo que pensaba.

- Bien, si el pájaro tiene la mala suerte de cruzarse con nosotros, lo lamentará. ¿Verdad, Ethelwyn?- dijo con una sonrisa. Después desenfundó la enorme espada que llevaba a la espalda e hizo un par de maniobras, haciéndola girar mientras se la pasaba de una mano a la otra.

¿Podía ser que aquel bárbaro loco le estuviera hablando a su espada?