Partida Rol por web

Dynah acabó de emitir su aura curativa y se dió cuenta de que, antes de descansar, aún tenía energía para un conjuro más. Así que tocó el pecho de Drabeorn, pronunció las palabras y un potente brillo se transmitió de la oráculo al bárbaro.

-Ahora sí que he agotado mi magia. Subamos y descansemos unas horas.

Tras consumir vuestros últimos cartuchos de energía curativa con el bárbaro, decidís retroceder y pasar la noche en lo alto del Capitel. Ascendéis las escaleras hasta la habitación de Grulk, donde unas moscas enormes se están dando un festín con sus restos.

Adecentáis la sala lo mejor que podéis, deshaciéndoos del cadáver como consideráis más oportuno. Mientras extendéis vuestros sacos de dormir, Drabeorn se entretiene encendiendo un pequeño fuego junto al boquete de la pared.

Pasáis la noche con tranquilidad, Dynah examinando y limpiando las heridas de Drabeorn, y Druul y Abroshtor analizando de nuevo vuestro pequeño botín.

Vaya vaya, mirad qué hemos encontrado! Dice Druul sonriendo, mirando a Abroshtor a través del objeto que sostienen entre ambos, una varita de curación!

Satisfecho, el brujo se retira de nuevo a un rincón. Dadme un rato, voy a entrar en comunión con el poder arcano del que me nutro para obtener conjuros. Durante una hora, mientras los demás se embuten en armaduras, ejercitan, recogen sus cosas... el semiorco, su rostro tapado por su máscara fetiche, murmura y canturrea cosas ininteligibles. Después, se levanta como si no hubiera pasado nada, y se lanza un conjuro.

Sonrió ante el descubrimiento de Druul. -Ese pequeño bastardo tenía recursos.-

Bajo la luz de la hoguera, extendió su pequeño arsenal de herramientas. Un diminuto alambique, una redoma y una retorta, un mortero de madera de roble, y varios viales con catalizadores diversos. Con la ayuda de su pesado libro de fórmulas, calcinó, machacó y mezcló sustancias hasta obtener sus preciados "juguetes". Creó un nuevo mutágeno, amarillo y espeso, varios extractos y su herramienta favorita, sus potentes bombas. Tardó poco más de una hora.

La noche de sueño le había servido para recuperar parte de sus fuerzas, aunque hubiese tenido que dormir sobre el frío suelo de piedra de aquella fortaleza. Drabeorn se despertó de buen humor, y mientras los demás se dedicaban a canturrear, estudiar o lo que demonios hicieran por las mañanas, el bárbaro preparó el desayuno para todos.

- Aprovechad, esto parece que va para largo, y no creo que tengamos muchos desayunos calientes como este.- dijo, mientras les servía unas salchichas maceradas con pimienta.

Dynah se levanto y abrio su espiritu a las fuerzas misteriosas que le daban su poder. Cuando se recupero de la experiencia se sentia de nuevo llena de poder. El estomago, por otro lado, era otro asunto, asi que, despues de dar de comer a Beth, se abalanzo sobre el desayuno que habia preparado Drabeorn.

-Gracias! Tienes buena mano para la cocina!

Saboreó con pasión cada bocado del desayuno -Deliciosoooo!!!!- el trabajo alquímico siempre le provocaba un estado alterado, casi eufórico y apacible al mismo tiempo. Tenía sospechas de que las inhalaciones accidentales de vapores durante los procesos tenían algo que ver. Por desgracia duraban poco.

Con las energías cargadas se dirigieron al subsuelo de nuevo. No bajó la guardia ni por un instante, incluso mientras recorrían las salas ya conocidas.

Finiquitados vuestros desayunos, bajáis de nuevo al sótano y atravesáis los pasillos hasta alcanzar la sala donde os enfrentasteis a una de esas extrañas arañas.

La puerta al sur se abre con facilidad, dando paso a un pasillo que se extiende al oeste y tres nuevas puertas, dos al sur y una en el extremo oeste. Siguiendo la estrategia propuesta por Druul, intentáis abrir la primera puerta al sur, pero su cerradura parece estar más allá de las expertas manos de Abroshtor [color=#FF0000](Disable Device)[/color].

Decidís optar por la segunda, que se abre a una enorme sala: colgando de varios ganchos en el techo, un mohoso tapiz cubre la pared al otro lado de la sala, frente a vosotros. Aunque en su época debió ser de una calidad excepcional, las escenas de caza dibujadas en él parecen ahora tristes y apagadas.

Pero lo que os llama más la atención es el robusto trono de madera que hay frente al tapiz, y en especial el esqueleto que está sentado en él. A su lado, flanqueándolo, otros dos esqueletos se mantienen erguidos, sujetando oxidadas cimitarras.

Cuando entráis, una tétrica voz que parece provenir del esqueleto en el trono os increpa: - ¡¿Quienes sois, humanos?! ¡¿Por qué habéis venido a perturbar este lugar?! 

Dynah decidió tomar la voz cantante e intentar solucionar aquel encuentro con diplomacia. 

-No es nuestra intención perturbar nada ni a nadie. Y mucho menos el descanso de los muertos. La nuestra es una misión de rescate. Sólo nos interesan los vivos, un grupo de magos humanos. Sería un honor si pudierais ayudarnos con cualquier información.

La sorpresa fue máxima cuando abrieron la puerta. Un no muerto presidiendo la sala en un trono esperaba respuesta de los intrusos. Un esqueleto inteligente, sin duda, algo de lo que el Gnomo no había oído hablar nunca. 

Dynah tomó la iniciativa, algo que Abroshtor agradeció enormemente. Era nulo en situaciones sociales y solo empeoraría las cosas. No perdió de vista a las criaturas. Los seres inteligentes son los más peligrosos.

Un esqueleto parlante sentado en un trono, con dos guardaespaldas, es un hallazgo imponente como mínimo. Sin embargo, después de las sorpresas que tenían reservadas las ruinas hasta ahora, Druul no las tiene todas consigo. Bien pudiera ser un efecto mágico, una ilusión o una ventriloquía, o incluso algún goblin escondido tomando el pelo al grupo.

Mientras Dynah habla con gran educación, el brujo aprovecha el tiempo para tratar de encontrar pistas de un posible fraude.

Drabeorn miró de reojo a Dynah con desconfianza. Si por él fuera, no habría perdido ni un minuto en intentar dialogar con un esqueleto parlante. Empuñó a Ethelwyn con fuerza, preparado para saltar en cualquier momento.

El esqueleto hace una pausa antes de contestar a la oráculo, como si estuviera meditando su respuesta [color=#00AA00](Diplomacia)[/color]

- Ah... entiendo... - empieza, mientras coloca una cimitarra su regazo - ¿Acaso vuestros magos no serían un arcadio enclenque y una mujer de Tian Xia? Ah... veo en vuestras caras que así es... - añade, mientras tamborilea sus dedos sobre la hoja oxidada.

- Lo único que puedo deciros de ellos es que encontraron aquí su destino, aunque alguien podría decir que fue más bien Klarkosh quien los encontró a ellos - estalla en carcajadas, aunque su boca sin labios apenas se abre - Podríais seguir sus pasos... sí... pero me siento generoso en este momento... Tú! Adelántate! - alzando la cimitarra en dirección a Druul y dirigiéndose al resto, como si el semiorco fuera simple mercancía.

- Dejad a éste aquí, para que Klarkosh se encargue de él, y dejaré que el resto volváis sobre vuestros pasos. Me parece un trato justo, dada vuestra osadía al presentaros aquí sin invitación previa... eso... o será Klarkosh quién decida qué hacer con vuestros restos cuando haya acabado con vosotros... - y poniéndose en pie - ¿Y bien?

[color=#00AA00](Averiguar Intenciones)[/color] Te resulta extrañamente curioso que a pesar de que la voz parece provenir del esqueleto en el trono, el batir de su mandíbula no parece cuadrar con sus palabras.

Algo iba mal y a Abrosthor le ardían las entrañas al no saber qué era. -Algo no cuadra.- Dijo en un sururro lo más bajo posible. -El movimiento de sus mandíbulas no parece coincidir con las palabras que dice.- Esperaba no haber sido oído. -¿Una ilusión?.- No quería hablar mucho para no delatarse. -Dynah, pregúntale por Klarkosh.- Tal vez ganaran algo de tiempo.

Aquello no pintaba nada bien, se mascaba un inevitable combate ya que el Gnomo no estaba dispuesto a dejar al grandullón atrás. No apartó la mirada de los esqueletos y su mano estaba lista para lanzar su peculiar lluvia de fuego.

-No me parece mala opción y te agradezco la deferencia, nos lo pensaremos pero, dime, ¿Quién es Klarkosh? Y, ¿Por qué quereis a Druul? Es muy pesado de aguantar.

Dynah empezaba a sospechar que no habría más narices que combatir pero siguió el camino que Abroshtor le marcaba.

De momento Dynah había conseguido algo de información sobre los magos, y quizá algo de tiempo... pero Drabeorn cada vez veía más claro cómo iba a acabar aquello. Empezó a calcular mentalmente la distancia que lo separaba de los esqueletos, mientras tensaba los músculos de las piernas.

A ver si lo entiendo, quieres que me sacrifique yo para dejar ir a los demás? Dice Druul, dando un paso -pero solamente uno- hacia adelante tal como ha pedido el esqueleto. Qué te aporto yo? Es que acaso los orcos te caen peor que los humanos o los gnomos? O es que te parezco el más enclenque del grupo y temes que Klarkosh no pueda con los demás?

- Insolente! - se avanza el esqueleto señalando de nuevo a Druul con su cimitarra, esta vez amenazador - ¿Crees que Klarkosh os teme a alguno de vosotros? Klarkosh rige el Capitel! Él no teme a nada ni a nadie! 

- Pero basta de cháchara! - se enerva - Pensaba usarte de entretenimiento, semiorco, pero vuestra desfachatez ha colmado mi paciencia! - y alzando la voz - Arrancare la carne de vuestros huesos y os convertiré en mis eternos esclavos! La cavernosa voz del esqueleto retruena en la sala con furia, y el maléfico reverbero en las paredes de la sala os hace encoger el corazón. 

Los esqueletos avanzan hacia vosotros, cimitarras en alto...