Partida Rol por web

Al abrir la puerta, Abroshtor recibió el "saludo" de un par de bandidos que estaban agazapados, esperando el momento de atacar.
Por su parte, Drabeorn cruzó la sala a la carrera y descargó su temible golpe con dureza.

Ethelwyn, sostenida por las recias manos del bárbaro, silbó con voz cantarina al cortar el aire en su danza mortal.

Dynah cargó una saeta en su ballesta y se colocó junto a Abroshtor en la puerta. Lamentablemente, hasta que el gnomo se apartara, no podía hacer nada más.

El bárbaro entró en la sala dispuesto a llevar muerte a aquellos desgraciados, pero en su carrera, descubrió que había más de esos desarrapados preparados para luchar. Un virote silbó a su espalda, pues uno de los Astillas aguardaba en una esquina con la ballesta presta para disparar. Sobre la mesa de homenaje, otro de esos bandidos se apostaba y descargó su proyectil antes de que Drabeorn llegara a las inmediaciones de aquellos que estaban sobre la tabla de madera de las mesas. 

Por suerte no fue alcanzado.

Cita:

¿Sabes lo que pasa? Como hay tres puertas, he dado por hecho que la que estaba abierta era la que estaba frente a mí. Y no, es la que ha abierto Abroshtor... soy un puto desastre, perdón.

Los virotes silvaron cerca de su cuerpo nada más abrir la puerta. -Ohhh.- Exclamó. Sin duda les estaban esperando. Era evidente.

Entró en la sala y apuntó a uno de los Astillas que Draberon tenía delante. -TomaEsa!- Disparó su nueva y mejorada ballesta. Un pequeño virote rozó su hombro, abriendo un herida.

Dynah gruñó, con la ballesta preparada. La oráculo entro dando un paso en diagonal, se giró a la izquierda y disparó sobre el que había estado escondido. Tras ello, dejó caer el arma y sacó su escudo. La cosa iba a ponerse fea.

Cenariel que poseía su varita presta en la mano, volvió a consumir una parte de su inestimable poder y convocó la intangible barrera que la protegería en los próximos embates. Sin dilación, alzó su estoque y con paso decidido entró en la sala dispuesta a repartir estocadas e insultos en una proporción ecuánime.

Mientras pasaba junto a Dynah, comprobó de primera tinta como la oráculo marraba un nuevo disparo. La brega con aquellos bandidos estaba siendo terrible, pues los muy desgraciados montaban sus propias celadas a cada paso que daban en aquel complejo.

Viendo, o mejor dicho escuchando, que los bandidos siguen presentes en las salas del complejo, escondidos y emboscando, Druul usa unos preciosos segundos en conjurar una armadura protectora formada de pura magia que le ayude mientras siguen explorando. Además, piensa, en cuanto haya ocasión habrá que hacer crecer el tamaño de Draeborn para que reparta abrazos de Ethelwyn por doquier.

Mientras se lo imagina, avanza hacia la puerta, echando vistazos a lo largo del pasillo por si aparece algún astilla por allí.
 

El combate proseguía en todo lo alto. Los astillas que estaban sobre las mesas, se movieron desenfundando sus espadas cortas y atacando con sendas cuchilladas al bárbaro. Ambas hojas hallaron la preciada carne de Drabeorn, que nuevamente comenzó a sangrar de forma profusa.

Por su parte, otro bandido atacó a Cenariel, pero la elfa se encontraba acorazada por sus propios influjos mágicos. Finalemente, el proscrito más alejado, cargó su ballesta y disparó sobre el desorientado bárbaro, pero en esta ocasión, la saeta pasó bastante alejada...

Esos canallas atacaron a Drabeorn intentando segar su vida con sus patéticos trozos de hierro.
El bárbaro había recibido varios cortes de una considerable profundidad, pero no estaba dispuesto a desfallecer mientras uno sólo de sus enemigos estuviese en pie.
- ¡Vamos perro! ¡¿A eso llamas tú espada?! ¡Prueba mi acero!

El joven luchador golpeó a su oponente con toda la potencia que albergaba su poderosa musculatura; la sala se llenó con los gritos de cólera que escapaban de su garganta.

El ataque de Ethelwyn fue demoledor. El filo siseó furioso antes de cercenar la cabeza de uno de los bandidos que acosaban a Drabeorn. El bárbaro, herido en su orgullo y en su carne, había estallado en un estado de éxtasis que sólo buscaba sangre y muerte...

Uno de ellos había caído por la enorme espada de Drabeorn. El Gnomo se llevó la culata al hombro y apuntó al Astilla. Tras unos segundos apuntando, apretó el gatillo, pero la flecha voló pasando de largo su objetivo y golpeando el techo de la estancia. -Mierda!- Maldijo por su mala suerte.

La ruda elfa esquivó sin dificultad el ataque del bandido. Acto seguido, instó a lanzar una peligrosa estocada, pero en el último momento, su tobillo se torció desequilibrándose. Cenariel falló estrepitosamente, mientras el bandido reía. - ¡¡Eres la elfa más torpe que he visto en mi vida, cerda!!

Dynah dió un paso para adelante y fue a atacar pero se tropezó con la pata de la mesa y a punto estuvo de irse al suelo del tropezón.