Partida Rol por web

- Decidido. - Dijo entonces la jefa Thako. - Iremos dos coches junto a ustedes. - Les dijo a los agentes de la OFI. - Vimont, Erflog, McDenis y yo misma seremos sus hombres. - Dijo con determinación. 

Puede que la idea de ir junto al agente Erflog, quien les había menospreciado días atrás no fuera del gusto de los agentes de la OFI, pero si la jefa estaba al mando supusieron que no haría ninguna estupidez, aunque desde luego y dados los antecedentes, tampoco pondrían la mano en el fuego. Fuera como fuera, lo primero que tenían que hacer era comprobar que se encontraba en su casa, pues de no estar allí cuando llegaran tendrían un problema y tendrían que montar algún tipo de vigilancia.

- ¿Estamos listos? - Preguntó. - Breit - Llamó al agente Vimont. - Usted y Erflog cojan el A-1 yo iré en el A-2 con McDenis. 

- A sus órdenes jefa. - Respondió Breit metiéndose en la habitación de comunicaciones y agarrando un par de juegos de llaves de un cajetín. Le lanzó entonces una de las llaves a McDenis y ésta las cogió en el aire. - ¿Preparado también tú Erflog? - Le dijo sonriente. - Espero que no sueltes culebras por la boca esta vez. - Bromeó con aquel pequeño agente.

- Muy graciosillo, Vimont... - Respondió con cara agría aquel joven policía que no alzaba más de un metro cincuenta y poco el suelo. Ahora que lo veían de pie y al otro lado del mostrador, pudieron comprobar que no era demasiado alto, algo de lo que no se habían dado cuenta la primera vez que le vieron en el escenario del crimen de la granja Rivks. - Vamos a intentar llevarnos bien. - Le dijo a su compañero y acto seguido miró a los dos agentes de la OFI, los cuales parecían tener un aura muy diferente a la de la última vez. Estaban como más felices y quizás menos reprimidos...

McDenis jugueteaba con las llaves del vehículo oficial mientras miraba sonriente la reacción de su pequeño y gruñón compañero. Intercambiaba miradas con la jefa, pues era evidente que los enfados de aquel compañero eran algo recurrente que entre ellos ya se tomaban a cachondeo. Fuera como fuera, tenían que soportarse mutuamente y durante muchos años hasta la jubilación, por lo que mejor era tomárselo con calma.

- Yo conduzco, jefa. - Le dijo Othar a Thako. - Si quieren seguirme hasta el domicilio del señor Bedford... - Sugirió. - Creo que será lo más sencillo. - Asintió.

Guiados por el coche patrulla conducido por el agente McDenis y en el que viajaba de copiloto la propia jefa de la policía de Sarns y justo delante del coche en el que iban Erflog y Vimont, se dirigieron sin más preámbulo a la calle Cisne Blanco número 1. Allí esperaban que estuviera la clave de toda aquella investigación; un nombre al que habían llegado por un golpe de suerte y que podía, junto a sus tres socios, desvelar finalmente lo que había sucedido en las últimas semanas en aquella región rural de Rintor.

La vivienda de Warren Bedford no se encontraba demasiado lejos de allí. Se encontraba tan solo a unos diez minutos del cuartel de policía, que sin duda habrían sido menos de haber menos tráfico y menos semáforos. Los agentes de la OFI pronto dedujeron que Warren vivía en un barrio acomodado de la ciudad de Sarns, donde abundaban las viviendas unifamiliares que si bien no eran de lujo, poco les faltaba. Contrastaba aquel dato con la idea que tenían preconcebida sobre el sueldo que podía llegar a tener un investigador privado, pues difícilmente podría permitirse aquello, aunque como bien les había dicho su hermano, la familia Bedford no parecía sufrir problemas económicos.

La casa de Warren se encontraba en una calle circular que daba la vuelta a toda una manzana y de la cual salían varias calles más además de la principal por la que habían llegado, no obstante no tuvieron que transitarla, pues el número 1 se encontraba evidentemente, al principio de la calle. Una casa de dos alturas con un jardín sin vallar delante, cuyo césped estaba algo amarillento por la falta de riego era la vivienda de Bedford. Por lo demás todo parecía normal, la pintura color chocolate parecía reciente, las ventanas de aislantes estaban impecables y el barniz de la puerta relucía.

No parecía haber luz en el interior de la vivienda salvo la que salía de la ventana circular incrustado en el techo triangular, que parecía pertenecer al altillo. Los agentes estacionaron frente al domicilio de aquel hombre y tras mirarse los unos a los otros con cierto nerviosismo, fue Kharis Daeric quien tomó la determinación de acercarse a la puerta y llamar, no sin antes retirar el seguro de la funda de su arma reglamentaria, por si las cosas se ponían feas, algo que no descartaba desde luego...

Y así fue como tocó el timbre de la vivienda y resonó con fuerza en el interior.

Al sonar el timbre alguien, una silueta se acercó a la ventana y miró hacia abajo por unos instantes. Aquello puso en sobre alerta a los agentes que esperaban frente a la puerta. Aquel hombre sabía que estaban allí y tenía tiempo de prepararse para lo que quisiera, ya fuera escapar por una puerta trasera, agarrar un arma o cualquier otra cosa que se le ocurriera. Por ello la jefa Thako les hizo un gesto a Othar y Danil, los cuales enseguida se pusieron en marcha para rodear el edificio.

Las luces de la escalera se encendieron. Pasaron algunos segundos, unos segundos muy tensos en los que no sólo Kharis se llevó la mano a la empuñadura de su arma, sino que también lo hicieron el resto de presentes. Cuando ya todos creían que fuera quien fuera que estaba descendiendo las escaleras tardaba demasiado, se encendió la luz del recibidor y unos pasos se acercaron a la puerta de entrada. Momentos después se escuchó como alguien manipulaba la cerradura y finalmente la puerta se abrió.

Ante ellos apareció un hombre de unos cincuenta años, de aspecto algo enfermizo, de cabellos desaliñados y vestiduras sucias que miraba con temor y cierto nerviosismo a los agentes de policía. Aquel hombre les miró de arriba abajo, situando su mirada unos momentos en las armas de los agentes y dando un paso atrás asustado, para acto seguido recomponerse y volver a situarse junto a los agentes de la ley. 

- Les estaba esperando... - Dijo con un murmullo casi inaudible. - Sabía que tarde o temprano iban a venir. - Dijo entonces juntando los brazos hacia adelante y ofreciéndoselos a los agentes para que le pusieran los grilletes. - Se lo contaré... - Dijo justo antes de lanzar un sollozo. - Se lo contaré todo... - Y entonces rompió en un llanto desconsolado. - ¡Oh Rachel! - Exclamó. - ¡Joder! - Y cayó al suelo de rodillas llevándose las manos a sus ojos llenos de lágrimas.

Al final no había resultado tan complicado organizarlo todo, no solo por nuestra determinación sino también porque la jefa Thako por fin daba la sensación de actuar con toda la profesionalidad que se esperaba en cuanto a sus intenciones de resolver el caso.

Ahora solo quedaba tener suerte y detener a Bedford antes de que hubiese problemas.

Cuando llegamos, desde el interior nos miraron furtivamente, como si nos esperaran. Eso me hizo apretar las manos alrededor de la empuñadura de mi arma, a la espera de lo que pudiera ocurrir, y tomar aire. Aquello podía terminar de mala manera para más de uno si aquel hombre presentaba resistencia.

Afortunadamente, cuando la puerta se abrió finalmente, el rostro que nos recibió, su actitud y aspecto, dejaron claro que no iba a haber ningún problema. Bedford no solo tenía aspecto de resignación, sino incluso de alivio al vernos. Su respuesta confirmó que esconderse había sido solo una reacción instintiva de la cual... se había arrepentido hacía tiempo.

-Está bien, señor Bedford. ¿Por qué no toma asiento y nos cuenta todo lo sucedido? Estoy segura de que ha debido pasarlo bastante mal guardándoselo todo y que haciéndolo logrará la paz que necesita -le dije, aproximándome a él con cautela y aún una mano en el arma, que mantuve lejos de su vista y de su alcance, en mi costado.

Aquellos momentos de espera se me hacían tan pesados que si no llega a estar la policía delante, ya hubiese derribado la puerta y entrado en la casa. Quizás para él debimos pedir una órden de registro, pero por ahora era tarde. La tensión hizo que me llevase la mano a la empuñadura de mi arma, no sabía si buscando seguridad o quizás entrar y sacar a aquel tipo de allí por mí mismo.

Pero pronto se iluminó la luz de la entrada y el hombre abrió la puerta.

Sus palabras no me gustaron nada pues realmente era complicado relacionarle con el caso de la granja. De hecho, sin el chivatazo de su hermano nunca lo habríamos sabido. Y entonces mencionó a Rachel.

- Sí, agente Jones, se sentará en el asiento que le llevará a comisaría. Señor Bedford, dese la vuelta. Voy a ponerle las esposas y va a ser cacheado por seguridad antes de irnos a las instalaciones policiales. Dígame, ¿tiene algún objeto punzante o cortante con el cual pueda lastimarme si le toco? - Le pregunté. - En cuanto le leamos su derechos, podrá contarnos todo lo que quiera. Hasta entonces nada. - Y miré a Jones. ¿Acaso no recordaba que si hablaba antes de leerle sus derechos no se admitiría como prueba en ningún sitio y su testimonio no sería válido?

Una vez se dejase esposar, comenzaría a leerle sus derechos mientras le realizase el cacheo, luego subiríamos al coche y ya podía cantar todo lo que quisiera, pero que mencionase a Rachel me preocupó.

Cuando pude me alejé del grupo un momento, viendo que le tenían controlado y llamé a la jefa. - La unidad que va de camino a casa de Rachel, deles aviso de que posiblemente la encuentren muerta. No, no tengo nada claro, simplemente es una corazonada... o eso o no estará en la casa... - Porque era la mujer que explotó en la granja...

- ¿Es...? - Tragó saliva al ver los grilletes con los que aquel agente pretendía esposarle. - ¿Es necesario? ¿De verdad? - Preguntó resignado, pues conocía el protocolo aunque hubiera deseado que no tuvieran que cumplirlo en aquella ocasión. Al fin y al cabo él era detective y aunque no era agente de policía, pertenecían al mismo gremio. - No agente. No llevo nada que no tenga que llevar, aunque... - Tragó saliva y resopló antes de proseguir. - Lle... llevo el pijama. ¿Podría...?

El agente de la OFI accedió. Pese a que no terminaba de fiarse de aquel hombre, algo le decía que era inofensivo. Una corazonada similar a la que le dijo que la mujer que habían encontrado en el interior de la granja hecha, literalmente trocitos, no era otra que la mencionada Rachel Hemingway. Supervisado por los agentes de la OFI y la jefa Thako, Warren se vistió con ropa de calle previo cacheo. En efecto nada portaba consigo y tan solo entregó su teléfono móvil y su cartera por iniciativa propia antes de ir hacia el vehículo patrulla con el que finalmente fueron conducidos a la oficina de policía de Sarns.

Una vez en la comisaría de Sarns, la jefa Thako preparó la sala de interrogatorio y condujeron hasta allí a Warren Bedford, quien cabizbajo quedó engrilletado a la mesa. Pensativo, aquel hombre de mirada triste, esperó a que los agentes entraran en la sala para tomarle declaración, aunque para eso deberían esperar a que llegara su abogado del turno de oficio, pues tras la previa lectura de derechos así lo había solicitado.

- Ese tipo me da cierta lástima. - Dijo la jefa mientras le miraba a través del espejo de seguridad de la sala de interrogatorio. - ¿De verdad creen que lo hizo él? - Les preguntó a los agentes de la OFI. - Es cierto que muchas veces la persona que menos uno sospecha le sorprende, pero en este caso... - Ladeó la cabeza y no concluyó la frase. - Todo suyo agentes...  

Finalmente Jones y Daeric entraron en la sala de interrogatorio junto al abogado defensor de Bedford. Éste les había pedido entrevistarse con su cliente antes de que iniciara el interrogatorio, algo que según la ley preveía podía hacer. Por ello se sentó junto a su cliente y fue él quien inició la conversación.

- Buenos días Warren. - Le dijo. - Mi nombre es Mark Rice y voy a ser su abogado. - Se presentó. - Lo primero que voy a recomendarle es que no responda a nada que...

- Todo empezó cuando nos ofrecieron un caso. - Dijo entonces Bedford cortando a su abogado y empezando a desembuchar todo lo que llevaba dentro. Al parecer tenía más ganas de hablar y contar lo sucedido de lo que podían ellos haber creído al principio. - Contactaron con nuestra agencia, "Tras el Telón", por un anuncio en el diario. De toda formas, por lo que luego supimos ya habíamos ganado cierta fama en investigaciones de fenómenos extraños y el señor Merryweather nos eligió a nosotros por ello. - En ese momento le lanzó una mirada al señor Rice como pidiéndole perdón. - El señor Merryweather estaba en un hospital ingresado. Sufría una enfermedad terminal y bueno... - Resopló. - Murió la misma tarde que contactamos con él. Su mujer y su hija estuvieron con él hasta el final. Sin embargo, antes de morir pudo entrevistarse con nosotros y pedirnos lo que bueno... - Se llevó las manos a los ojos tapándoselos y inspirando profundamente. - Nos contó que años atrás, él y un grupo de colegas de lo paranormal, realizaron un ritual en la granja Rivks que era de su propiedad. Algo les salió mal y en vez de invocar a espíritus de personas fallecidas, invocaron a un terrible demonio. Con suerte, símbolos arcanos y unos polvos que crearon un sello, lograron encerrar a dicha entidad en granja. - Hizo una breve pausa. - No obstante, sabía que dicho sello iba a durar tan solo veinte años y un día y el plazo estaba a punto de pasar cuando su enfermedad empeoró. Quería que fuéramos allí y expulsáramos a esa criatura. - Suspiró. - Ya teníamos experiencia en casos similares, pero... - Negó con la cabeza. - Éste fue muy diferente. Aquel demonio era peligroso, dañino, era... - Cerró los ojos y tragó saliva. - Era muy poderoso y aunque logramos mantenerlo a raya, algo sucedió... - Tomó aire y se mantuvo en silencio unos momentos. Movía una de las piernas nervioso, recordar aquello le estaba afectando. - Al llegar a la granja nos recibió un vagabundo. No recuerdo su nombre pero era algo así como... - Se detuvo a pensar. - ¿Red Jack? Creo que así se llamaba. - Nos dijo que algo extraño acechaba y finalmente se marchó. - Cuando empezó el ritual empezaron a suceder cosas extrañas. Los polvos nos protegían, pero golpes, cosas que caían gritos... fue terrible... - Apretó los puños. - Luego regresó Red Jack, pero no era él. Tenía una herida muy profunda y trató de matarnos a... mordiscos. No iba solo, una mujer que parecía haber muerto tiempo atrás iba con él. Artie pudo acabar con ellos antes de que nos mordieran. - Miró a los agentes. - ¿Saben que son los zombies? - Les preguntó.

Fue entonces el señor Rice, quien tras escuchar lo que para él no eran más que una sarta de majaderías, cuando se decidió a interrumpir la narración de su defendido. Sin duda aquel abogado, el cual tampoco parecía muy experimentado, acababa de colapsar y entre que Bedford no le había ni tan solo dejado darle una sola recomendación y lo que estaba contando, a punto estaba de explotar en un ataque de ira.

- ¡Señor Bedford! - Exclamó. - ¡Deje de hablar, por lo que más quiera! - Le dijo realmente acalorado, pero entonces... - Bueno... pensándolo bien... - Sonrió de forma maliciosa. - Siga, siga... - Asintió con la cabeza varias veces. - No se corte... con todo lujo de detalles.

Miré al acusado, desde luego que estaba cantando todo y su abogado primero le hizo callar, pero después se dio cuenta de que podía alegar demencia y salvarle el pellejo con aquello. - ¿Sabe? Es usted mejor abogado de lo que piensa. - Le dije al hombre. - Por favor, señor Bedford, continue. Cuando termine, si tengo preguntas se las haré. Pero por ahora lo está dejando todo bastante claro.

No quería que el abogado se diese cuenta de que aquel hombre realmente estaba diciendo la verdad, que aquel vagabundo estuvo allí y que habían pruebas de aquello y que si todo lo que contaba ese hombre no era cierto, no había motivo alguno para que los amigos de asuntos internos de Arthur, se metiesen y nos quitasen todo, incluído el caso.

De hecho seguía pensando que Rachel estaba esparcida por el interior de la granja el día que fuimos a verla. Zapatos de tacón que entraban... y que no salían...

- Los habrán visto muchas veces en las películas. - Añadió aunque nadie había hecho referencia a su pregunta acerca de los zombies. - Seres descerebrados que buscan comer carne humana. Sí, existen de verdad. - Añadió Warren. - Y no es la primera vez que tratábamos con uno de ellos. Creo que tiene gran relación con los extraños ritos que se practican en las islas Occidentales. - Informó a los agentes. - Pues bien. Creo que en este caso fue aquella entidad que estaba encerrada en la granja quien "levantó" a la mujer, la que su cuerpo estaba en un estado de descomposición bastante avanzado. - Comentó. - Lo he estado pensando. Puede que... puede que estuviera enterrada cerca y el poder de la entidad demoníaca lo alzara. Se encontró con Red Jack y le mordió y entonces, bueno... - Se encogió de hombros. - Fueron dos los no muertos que vinieron a por nosotros sedientos de sangre. - Hizo una pausa para tomar aire y continuó. - La clave para expulsar a la entidad, a parte de toda la parafernalia de los símbolos y el círculo de polvos de Ibn-Ghazi, eran unas palabras antiguas, de protección: Rotas, opera, tener, arepo, sator. Las estuvimos recitando durante un buen rato. - Confesó. - Notábamos como la entidad se enfadaba, pero a la par se debilitaba y bueno... - Resopló. - Trataba por todos los medios de destruirnos. 

Warren Bedford estaba tembloroso, sudaba y su mirada expresaba muchas cosas, entre ellas el miedo, la tristeza y la verdad. Si todo aquello que había contado había sucedido en realidad o sólo en su mente era indiferente, pues aquel hombre creía firmemente que todo lo que contaba era cierto y había pasado delante de sus ojos. De eso no parecía albergar duda alguna y así lo captaron los investigadores que ya habían interrogado a mucha gente con anterioridad, sobre todo el agente Daeric.

- La criatura finalmente se manifestó como un cúmulo de retorcido espacio vacío, que parecía confinado en el interior de la estrella dibujada que dibujamos en el suelo, como si los erráticos trazos del dibujo separasen dos universos totalmente independientes. - Dijo con la mirada perdida. Entonces guardó silencio unos instantes mientras se miraba la punta de los dedos. - Rachel dejó de recitar el sortilegio. - Comentó de forma seca y tajante. - Luego fue... fue como sí... - Tomó aire y alzó la voz mirando a Jones. - Es como si hubiera dejado de tener miedo. Fue como una llamada. Una llamada de aquella cosa... - Tragó saliva. - Comenzó a andar hacia el ser con los brazos extendidos, como si de repente, un velo irreal le impidiera ver la verdadera naturaleza de aquello... - Se llevó la mano al pecho. Sus temblores se incrementaban y casi podían ver como el corazón bombeaba con fuerza dentro de su pecho. - Artie trató de impedirlo. Disparó contra aquel ser y luego trató de agarrar a Rachel, pero... - Negó con la cabeza. - No pudo impedirlo. - Miró a Daeric. - Él fue como usted, ¿sabe? - Le dijo directamente a Kharis. - Estuvo en la OFI. Es un buen hombre que tuvo demasiada mala suerte en el cuerpo. Un tipo íntegro como pocos que acabó expulsado precisamente por su integridad. No pudo... no pudo impedirlo. Si al menos yo le hubiera ayudado... - Apretó los puños en una clara señal de rabia y dolor. 

Warren seguía temblando. Movía una pierna de forma nerviosa y sudaba bastante. El hecho de recordar todo aquello era demoledor para su persona, aunque parecía evidente que no era la primera vez que rememoraba aquellos sucesos. Su narración era cronológica y sin demasiados espacios vacíos.

- Rachel llegó frente a aquella entidad y su cuerpo, bueno... - Cerró los ojos y volvió a llenar sus pulmones de aire antes de seguir. - Su cuerpo se retorció de forma imposible hasta acabar despedazada y empalada por unas largas extremidades casi invisibles pero que, con la sangre se impregnaron de color carmesí y mostraron una horrorosa criatura sin forma, más parecida a un agitado nido de lombrices gigantes que a un ser vivo. - Declaró sin cambiar el gesto. - Su cuerpo se introdujo en esa maraña contoneante y pude ver su rostro. Tenía una extraña mirada petrificada en su último atisbo de vida. - Resopló y entonces miró a Jones. - Las docenas de zarcillos alargados se agitaron conforme el ritual iba alcanzando su fin, salpicándonos con la sangre de Rachel y restos de su... - Soltó aire poco a poco, le costaba decir aquello.  - ...de su cuerpo, aunque la mayoría de éste ya había sido engullida por esa cosa... El sonido de aquella bestia era insoportable, como el de una hirviente olla de viscosa comida, mientras que algunas partes de su cuerpo golpeban el suelo de madera como gruesos látigos orgánicos sin control. - Cerró los ojos y se derrumbó sobre la mesa. Por un momento pensaron que había perdido la consciencia, pero momentos después volvió a hablar más calmado y sin levantar la cabeza de la mesa. - Los apéndices del ser se retorcieron a toda velocidad una última vez y finalmente se comprimieron en un punto diminuto a un par de metros del destartalado suelo de madera de la habitación, sobre la estrella de cinco puntas.  La expulsamos. La expulsamos de este mundo y desterrándola a aquel del que procediese. Fue desterrada... - Miró con cierta esperanza a los agentes. - Lo conseguimos, aunque el precio que tuvimos que pagar fue grande...

Aquel pobre hombre quería desahogarse. Ya lo había intentado en la casa, pero ahora, una vez dentro de "territorio policial", no hubo nada que lo detuviese, ni siquiera el abogado que, salido de debajo de una piedra, había aparecido por arte de magia para conseguir que se callase.

Todo lo que empezó a decirnos, cuadraba con lo que sabíamos y sospechábamos, aunque yo no estaba precisamente preparada para oír hablar de zombies. Bastante tenía con lo de los rituales fantasiosos y los demonios, aunque todo sonaba demasiado coherente, por raro que pudiera parecer.

Miré al abogado, que se debatía entre la desesperación y la idea de hacer pasar por loco a su defendido.

-Señor Bedford, ¿seguro que no quiere renunciar a que esté presente su abogado? No parece que crea mucho en lo que está diciendo -le indiqué.

Mientras tanto, yo tenía muy claro que aquella historia... no tenía ninguna posibilidad de salir adelante. Miré a Kharis, pensando cuántas veces habría recibido confesiones parecidas y cuántas veces había podido utilizarlas con éxito.

Sabía la respuesta a la última pregunta, por lo que lo que nos quedaba por decidir era... ¿y ahora, cómo vendíamos aquello? Kharis lo creía, hasta yo lo creía, pero nadie más lo haría, nadie más.

Escribí algo en un papel y se lo pasé a Jones sin que pudiesen leerlo los presentes.

El hermano.

Eso se leía en la nota

- Muy bien, señor Bedford. Supongamos que nos creemos toda la historia de la invocación, la presencia maligna e incluso los zombis. - Jones sabía perfectamente que me estaba tragando todo, pero realmente no podía demostrar nada de eso, así que debía ir a por lo tangible. A por aquello que nos aportase algo y poder detener al culpable de las muertes en la granja y sabía que el camionero estaba relacionado con ellos. Pero debía encontrar como, pues no contaba conque fuesen un grupo de "cazafantasmas".

- Dígame, esa... criatura, ¿qué podía hacer en este plano? Suponiendo claro que existiese. Quiero decir, si el invocador la controlase, le concedería algún deseo, ¿dinero quizás? - El hermano nos había lanzado sobre él, ¿y si leyó en los libros de Warren como invocar aquella cosa y la cagó?

- Y como se la invocaría. No necesito saber los detalles de las palabras, ni si usan polvos con restos humanos. - Quería que supiese que sabía la verdad o parte de la misma al menos. - Pero sí si se requería algún tipo de sacrificio, concretamente humano. Ha quedado claro que hubo uno para acabar con ella, involuntario y que su amigo Artie seguro que confirmará. Pero quiero saber justo lo contrario...

El caso era que allí solo habían dos mujeres. Una Rachel, la compañera de aquel grupo y la otra una desconocida, quizás una prostituta. Mi idea de que las estuviesen usando ellos en sus rituales se iba a pique, salvo que estuviesen intentando hacer lo mismo en otro lugar.

- Y por favor, le rogaría que no me comparase con ese hombre. Supongo que usted lo dice con buena intención, pero no sabe con quien se ha juntado. O eso o es muy buen mentiroso y le está tapando muy bien. - Una nueva nota doblada solo para Jones salió de mi mano.

No vamos a poder encasquetarles las muertes, tendremos que conformarnos con pillar a los dos de asuntos internos y el asesino de las prostitutas. A Warren le declararán demente e incapacitado, Artie en cambio, ha metido a asuntos internos para tapar esto o eso parece, así que se le podrá acusar de alguna muerte. Pero si ellos son los brujos buenos, tenemos el brujo malo y asesino aún suelto. Debemos hablar con los demás y atar cabos.

Quizás no sería mala idea mostrarle la imagen del camionero y preguntarle si le conocía o a alguna de las prostitutas, pero podría darle demasiadas pistas para montar una versión donde él no estuviese. Era mejor guardar eso para un segundo interrogatorio.

- No, verá... - Frunció el ceño un instante con gesto de incomprensión. - Creo que... creo que no me ha entendido. - Le dijo. - Con todo el respeto del mundo, ¿eh? - Le dijo a Kharis. - Verá, conozco a Artie hace muchos años. Es un buen hombre. Tan culpable como yo en las muertes del vagabundo y la otra mujer. Osea, que no tiene nada que ver con ellas, eso fue cosa de... - Inspiró profundamente. - Sé que me están tomando por loco. Si alguien me contara algo así siendo ajeno a todo lo paranormal que nos rodea, pero que pasa inadvertido al ojo humano en la gran mayoría de casos, también creería que estoy frente a un loco, pero les aseguro que las muertes fueron cosa del ente maligno que estaba anclado a aquella casa. Las del vagabundo, la mujer y también las de la pobre Rachel... - Dijo aquello último con un evidente pesar. - Artie sabía tanto como yo del asunto antes de que Merryweather nos contactase. - Afirmó con rotundidad. - Se lo aseguro. - Reiteró. - El primer encuentro con el otro lado fue hace años. El señor... Jurgens creo recordar que se llamaba, nos contrató para que fuéramos a una mansión que había heredado en la que una presencia maligna campaba a sus anchas. La señorita Vixen y el propio Artie casi no lo contaron cuando aquella cosa les empujó con una cama por la ventana del primer piso. - Contó a los agentes de la OFI. - Les puedo asegurar que Arthur es una persona bienintencionada. - Miró con esperanza a los ojos del agente Daeric. - No sabemos que podría haber llegado a hacer esa criatura de haberse podido liberar de su prisión en la granja y campar a sus anchas por este mundo. Sé que Merryweather y su grupo de amigos la invocaron por error hace un par de décadas y que lograron mantenerla atada a esa granja, pero no pudieron expulsarla. Nosotros lo conseguimos años después, cuando el señor Merryweather nos lo pidió en su lecho de muerte. Aunque las terribles consecuencias... - Sollozó. - Rachel... - Pronunció de nuevo aquel nombre y acto seguido guardó silencio mientras miraba hacia la mesa de la sala de interrogatorio.

La nota de Kharis haciendo referencia al hermano era inesperada, pero sin duda podía darle sentido a todo aquello. A la vista de que aquel hombre no era quien buscábamos, el hermano se transformaba en nuestro principal sospechoso.

Por otra parte, no había nada peor que comparar a Kharis con alguien que se había visto envuelto en un asunto tan turbio, por no decir otra cosa. Pude ver la rigidez de su cuerpo al hablar del compañero de la OFI y la reacción de indignación, silenciosa, que hizo, antes incluso de recriminarle a Bedford sus palabras.

Mientras lo hacía, Kharis me pasó una segunda nota en la cual básicamente confirmaba lo que había pensado y era obvio, que toda aquella historia era demasiado difícil de tragar, judicialmente hablando. Miré a Kharis y asentí con la cabeza. Atrapar a los dos imbéciles y buscar todavía al responsable de aquello, sonaba como un plan.

Mientras tanto, Bedford seguía hablando de ese demonio o lo que fuera, quitándose culpas.

-A ver si lo entiendo. Está diciendo que hicieron la invocación porque ese tal Merryweather se lo pidió. ¿Así como así? Es decir, ven a alguien que se está muriendo, que les pide que hagan magia oscura para traer a un demonio y ustedes... ¿qué dicen, "Ah, pues como no tengo nada que hacer este fin de semana, vamos a ello"? Sinceramente, no acabo de entenderlo. Se ve que ustedes creyeron lo que tenía que decir, sin dudarlo. Pero bueno, dejando eso aparte... ¿qué hay de ese vagabundo? ¿Estaba allí por casualidad? ¿Intervino en el ritual? ¿Y la familia de Merryweather? ¿Acaso no sabía las cosas que hacían? 

Miré a Kharis. Si había sucedido todo como decía, ¿qué tenían que ver las demás muertes en todo aquello? La pregunta de Kharis sobre sacrificios había quedado sin respuesta.

-Además, no ha respondido a la pregunta del agente Daeric. ¿Tenían que hacer alguna clase de sacrificio?

- No... - Negó Warren con la cabeza. - No lo está entendiendo... - Resopló. - Nosotros no invocamos nada, ni realizamos ningún tipo de ritual. - Dijo con tono desesperado. - Lo que les he contado es que hace unos veinte años Merryweather y sus colegas hicieron una sesión de espiritismo que salió mal y que en vez de hablar con los muertos, invocaron a esa entidad. - Dijo sin demasiada fé en que creyeran sus palabras. - Lograron anclar a la granja a aquella criatura, a aquel demonio, pero no sería para siempre y en su lecho de muerte, Merryweather nos pidió que subsanaran su error y que fuéramos allí a tratar de expulsar a ese ser al lugar del que provenía. - Trató de serenarse. - Red Jack, el vagabundo, vivía allí, en la granja. Cuando llegamos le dijimos que se marchara y nos hizo caso cuando empezó a ver cosas extrañas. Nos había comentado que escuchaba ruidos en el altillo y que a veces se caían cosas o se cerraban puertas, pero sinceramente, creo que estaba tan borracho habitualmente, que nunca le dio importancia hasta que nosotros llegamos... - Bajó de nuevo la cabeza. - ...luego volvió para tratar de devorarnos junto a esa mujer, esa zombie. - Se mantuvo en silencio unos instantes. - ¿Lo entienden? Se que nadie me va a creer, pero es lo que pasó... - Negó con la cabeza. - Expulsamos a ese ser. Quien lo invocó está muerto. Fuer Merryweather y sus colegas y de lo sucedido, nada sabía su familia...