Partida Rol por web

El sol en su cénit era especialmente castigador en el desierto. El plan de Yusuff era aguardar unas horas en el oasis, bajo la sombra y con abundante agua fresca, a que el sol empezara a descender un poco.

Viendo que el escudero se retrasaba le hace una señal al caballero para llamar su atención. - ¡Templario! - grita para que se gire, pues está bajo la sombra de una palmera algo alejada y a su entender parecía algo duro de oído.

Se levanta de donde se encuentra y da unos pasos hasta llegar a su altura. Se pone de cuclillas justo después de enfundar su sable recién afilado.

- Tu escudero tarda mucho ¿no te preocupa? El desierto puede ser traisionero hasta para el más avesado. No quiero perder a un miembro tan pronto...

Si se demoraba mucho más podrían encontrarle muerto.

- Odio tener que dejar este lugar con el sol tan arriba. Pero... - dice mientras le hace otra señal a su compañera para retomar el viaje. ...yo os prometí llegar al otro lado y no pienso faltar a mi palabra.

Tras decir eso se ajusta el hatillo a la espalda y se dispone a retomar la marcha, esta vez con otro objetivo, encontrar al miembro que falta.

Había contemplado con relativo interés el intento de recolección de dátiles pero confiaba en que Roland apareciese con algo que resultase más interesante así que, con su odre lleno y la tripa llena de agua se quedó a la sombra esperando la aparición del compañero desaparecido. Era costumbre en las gentes del desierto dormitar en las horas de más calor y allí donde esa gente viajaba quedaba la idea de dormir poco después de la hora de la comida así que ella no iba a ser menos y seguiría aquella sana costumbre incluso sin haber comido antes.

O no.

Abrió un ojo y dirigió una mirada irritada a Yusuff. En aquel remanso de paz y tranquilidad su grito de atención se le antojó amplificado por la falta de "vida a su alrededor". Se pasó una mano por la nuca siguiendo los pasos de su compañero y amigo hacia el cristiano e inclinó la cabeza hacia ellos para no perder detalle de la conversación.

-Quisá se ha vuelto sobre sus pasos y ha desidido que hase demasiado calor-opinó desperezándose sin ninguna preocupación e imitó a Yusuff echándose su raída mochila a la espalda.

-¿La promesa incluye a ambos cristianos o solo al caballero?-preguntó a Yusuff pero mirando al templario considerando la posibilidad de continuar su camino sin más problema

El caballero Templario se sobresalta al escuchar las palabras de Yusuff, quien interrumpe sus oraciones con un presagio tan cierto como inquietante sobre el tardío regreso de Roland de Fermat. De un respingo, tras ceñirse nuevamente la coraza de cuero, abandona la refrescante sombra de la palmera a fin de iniciar una precipitada búsqueda en pos de su compañero...

Roland no aparecía por ningún lado. El sol abrasaba su piel y agotaba lentamente las reservas de agua fresca recién obtenidas

- Shanti vuelve al oasis y aguarda a nuestra llegada. Si el escudero regresa y no encuentra a nadie allí será aún peor. - dijo el árabe, intentando convencerla de ello. Era la mejor opción para todos...

- Regresaremos antes del ocaso. Si nos pasara algo, aguarda hasta el amaneser del día siguiente y si no tienes notisias nuestras vuelve a Acre.

Las palabras de Yusuff sonaban con severidad. No esperaba una negativa de su compañera. Demasiado riesgo corría él por un hombre que apenas acababa de conocer.

- No aseptaré un no por respuesta.

-Pero...-su protesta quedó acallada incluso antes de nacer, aplastada por la razón en las palabras de Yusuff. No podía replicar de forma convincente sus palabras así que, tras boquear como un pez sacado del agua, apretó los labis y frunció el ceño en clara muestra de disconformidad. Dedicó una mirada hostil al templario, ¡si fuese una bruja le convertiría en rana y le daría tal patada en las ancas que le mandaría volando al pozo del oasis!, todo era culpa de aquellos cristianos repelentes y como Yusuff no apareciese antes de que se ocultara el sol aprendería a cambiar las leyes de la naturaleza y del universo para convertir a hombres en ranas y no descansaría hasta encontrarles y convertirles en ranas espirituales.-Hmpf-resopló (por si no quedaba suficientemente claro eso de que no le gustaba quedarse rezagada esperando como una ama de casa con un marido en la guerra) y se descolgó en parte la mochila.

-Vuelve-a malas rectificó-volved.-dio un pequeño salto en el sitio y volvió a colocar bien el peso de la mochila sobre su hombro antes de girar sobre sí misma y regresar sobre sus pasos hacia el oasis murmurando lo desagradables que eran las historias cuando las vivías. En una taberna con la tripa llena sonaban mucho mejor

Yusuff intentó buscar pistas sobre el paradero de Roland. Pero el desierto era un terreno especialmente dificil para rastrear el paradero de alguien por reciente que fuera.

Paso un largo trecho, pero Yusuff no dió su brazo a torcer, hasta que encontraron una pista...

Camináis durante un buen rato por toda la zona circundante en busca del explorador cristiano. A vuestro alrededor no véiss más que desierto; un páramo únicamente adornado de interminables dunas de considerable altura. Estáis a punto de desistir en vuestra búsqueda de Roland cuando llegáis a una zona en la que aparecen grietas profundas y montículos cubiertos de espinos donde menos los esperáiss. Decidís internaros un poco más en esa zona con la esperanza de que Roland hubiera pasado por aquí, alentado por la esperanza de que en este nuevo terreno pudiera encontrar algo de utilidad...

...y no erráis, pues lo encontráis, pero no como esperáis. Del explorador solo veis su cabeza, ¡pues su cuerpo parece haber sido tragado por arenas movedizas!.

Debéis obrar rápido y con tiento, pues no parece quedarle demasiado tiempo y no sería aconsejable que, intentando sacarlo de tal situación, acabéis vosotros corriendo la misma suerte.

Aunque no ves a nadie porque apenas puedes moverte y no te atreves ni a girar la cabeza, oyes voces y pasos acercándose...

Vuelves regañadientes y con la boca seca al oasis. Te acercas hasta el pozo y te asomas al brocal con la intención de refrescarte un poco. Recuerdas tiempos ya pasados, cuando a tus oídos llegaban historias contadas en lóbregas tabernas, historias que contaban como en Venecia, siguiendo la costumbre local, la gente lanzaba una moneda al fondo de todas las fuentes para que se cumpliera un deseo. ¿Serviría también un pozo?. Quien sabe...

Sigues así un rato, recordando tus vivencias pasadas, hasta que vuelves al presente y ves otra vez los esquivos dátiles coronando las imponentes palmeras.

Con solo parte de la cabeza fuera del lodo que iba a acabar con mi vida escuché pasos.- ¿Sois vos Guillaume? - Me atreví a preguntar.- Si lo sois, rezad a Dios para que mi alma sea bien recibida en el paraíso.
 

Tenía agua y eso era genial. Bebió, rellenó su odre, volvió a beber, volvió a rellenar y descansó hasta que el hambre fue imposible de ignorar. Entonces se levantó y rodeó las palmeras esperando encontrar un lado más accesible. Eso le funcionaba en la ciudad y pronto descubrió que subir a los árboles era distinto. Cogió una de sus antorchas, se la metió en la ropa  y se las apañó para subir por una de las palmeras y arrear a los dátiles con la antorcha hasta que algunos cayeron al suelo.

-¡Chúpate esa! ¿Ves cómo no necesito a nadie, Yusuf? ¡Incluso en el desierto me valgo solita!-pero su colega no estaba ahí para compartir su éxito y mendigarle unos dátiles y la euforia disminuyó un poco. Suspiró negándose a preocuparse y descendió para reunir los dátiles comestibles.

-Había una vez un gorrión que se había quedado solo porque su amigo el armiño se había marchado con un sapo encantado en busca de otro sapito perdido. No, no pueden ser sapos. Tengo que encontrar otra cosa...¿monitos? No. No puede ser. Si fueran monitos habrían cogido ellos los dátiles ¡pero les pesa el culo! ... ¡ESO ES! Animales con culos pesados. Tengo que darle vueltas a eso.

El Altísimo los había guiado hasta su compañero el cual, a pesar de estar con vida aún, no estaba precisamente en las mejores condiciones.

—Soy yo Roland, manteneos tranquilo que pronto os sacaremos de ahí —vanas palabras resultarían si no lograban encontrar la mejor forma de sacar a su amigo de aquella trampa mortal sin caer ellos en el intento. Se volvió al infiel para saber qué opinaba de la situación, al fin y al cabo él era el guía y tendría que conocer aquellos parajes y lo que era habitual hacer en esas circunstancias—. Cuerda no tenemos, ¿y si usamos mi manta y mi cinturón para intentar acercarnos a él? Lástima que hasta los brazos los tenga hundidos. ¿Qué creéis que será mejor hacer Yusuff?

Sin duda la idea del caballero se antoja la más adecuada pues, salvo unas pocas retamas de ramas cortas y quebradizas, no hay nada por los alrededores que pueda servir de ayuda...

Yusuff lió una de esas mantas del caballero a una antorcha de las que el mismo portaba consigo, creando un garfio improvisado.

- En cuanto la lanse intenta agarrarla. - le dijo el árabe al pobre desgraciado que se estaba hundiendo más y más bajo las traucioneras arenas del desierto.

Pero el proyectil salió demasiado alto para que pudiera alcanzarlo con la mano.

Guillaume miró con desesperación a su alrededor buscando algo con lo que poder sacar a su amigo de aquella trampa mortal, pero no había nada que pudiera usar. Pensando con rapidez, lo único que se le ocurrió fue utilizar la manta que llevabay, dándosela al infiel, éste la ató a una de sus antorchas y se dispuso a lanzársela a Roland que, a pesar de llevar horas expuesto al sol, por lo menos no había perdido el conocimiento.

—Que el Altísimo nos ayude —rezó por lo bajo al ver cómo Yusuff tiraba antorcha y manta en dirección de Roland pero tuvo que ahogar un juramento al ver cómo se desviaba de su trayectoria—. Dejadme probar a mí —pidió sin mucha convicción.