Partida Rol por web

- Bien agente. Entiendo que lo de Adela les debe llevar de cabeza pero no creo que me tengan en la lista de sospechosos ¿no? - dijo mientras miraba sin disimulo su reloj, intentando reflejar la prisa que tenía de una forma bastante burda - Me llevaba bien con ella, todo el mundo puede decírselo. De hecho éramos lo que se podría llamar amigos si es que Adela permitiese tal grado de cercanía. Pero creo que la persona con la que deberían hablar es con Carmona, su asistente. Él es quien llevaba toda su agenda, y me consta que de una forma realmente eficiente. Raramente Adela tenía palabras de elogio para alguien pero ese chico se las ganaba. 

Se sirvió un café de una máquina cercana.

- Así que dígame ¿en que le puedo ayudar?

Tras apuntar las señas de Eduardo Indalez, Pedro puso su punto final a la reunión con el forense - Bueno - empezó casi con un suspiro resignado - Gracias, Jimenez, a ver si sacamos algo. - acabó sin muchas ganas mientras se despedía con un gesto de mano.

Se dirigió al piso de oficinas, a pedir a los compañeros que sabían trastear con esas cosas que le miraran el número de teléfono que tenía apuntado desde ayer. Tras emplumar la faena a algún buen samaritano llamaría al gran Fratini a ver si podía hablar con el cara a cara. Con suerte tendría algún contacto en el mundo del ocultismo al que preguntarle otras cosas. Y si eso no podía ser (o le sobraba tiempo después), contactaría con Tomás Marín, a ver qué le podía contar el director del programa de Adela, si llevaba tantos años trabajando con ella.

A julibert le parecía buena idea mantener el contacto a través de los móviles, era una buena idea. Por otro lado, decidió que lo mejor era comprobar lo de las cerraduras, lo tenía en mente desde el día anterior y creía que -aunque normalmente no daría información- igual esta vez sí que podía averigüar algo.

Asi que se dirigió a la oficina para ponerse manos a la obra.

11.30, consulta del doctor Indalez

Pedro estaba sentado en el despacho del doctor Indalez. Su clínica era un casa con jardín en la zona del extrarradio donde ejercía como director coordinando a un equipo de psicólogos y psiquiatras especialistas en todo tipo de desórdenes de conducta. Era un hombre ocupado pero había accedido a atender a Pedro por la insistencia del forense. 

Antes de venir para la clínica el detective había estado indagando sobre el número de teléfono y en su cabeza estaba todavía la frase de uno de los del departamento informático de la policía. Esto es muy raro: ese teléfono no existe pero da tono. Ninguna compañía lo tenía registrado. No había titular porque ese número no estaba asignado. El informático estaba tan intrigado como él mismo y le juró que en cuanto averiguara el misterio le pondría al día.

Pero mientras tanto Pedro seguía en movimiento y ahora observaba como su interlocutor se sentaba en un amplio y mullido sofá de piel. Ahora el Gran Fratini se había convertido en el doctor Indalez. Un hombre que mantenía a raya a duras penas el exceso de kilos que suele traer la edad y vida sedentaria. Su rostro era afable, el típico vecino amable de ascensor, con una sonrisa fácil y maneras tranquilas.

- Bueno, así que le manda Pedro Jimenez. Me ha dicho que tienen un caso donde podrían tener unas dudas sobre temas de hipnotismo. Uno no puede dejar atrás su pasado ¿eh? - dijo con una sonrisa - Debe ser algo importante por lo mucho que insistió y porque me ha prometido invitarme a una barbacoa esta semana. ¡Ese soborno es imposible de sortear! Sabe que me encanta el churrasco a la gallega.

9.30 Comisaría

Mientras los demás se iban a realizar pesquisas fuera Julibert decidió seguir la pista de las cerraduras. Tenía el número de la compañía que se había encargado de la tarea y tras identificarse como investigador de un caso le pasaron directamente con el encargado. Normalmente este tipo de compañías se aseguraban siempre de tener una colaboración fluida con la policía para mejorar su imagen. 

- Sí, tengo las facturas y notas del cambio de cerraduras. Efectivamente se trata de una cerradura de seguridad y en la nota de instalación de ambos casos el motivo fue el mismo: algún bromista lleno con palillos y pegamento la cerradura, inutilizándola. La primera nota es de hace un par de semanas, del 23 de enero. Se notificó el caso a las 22:00 y se envió a uno de nuestros operarios para que cambiase la cerradura. Las llaves se le entregaron a la dueña de forma personal. El segundo aviso fue hace dos días, pero se notificó de mañana, a las 9:15. El procedimiento fue el mismo sólo que en este caso las llaves quedaron en conserjería porque el cliente se había ido a trabajar. Tenemos también el albarán de entrega firmado por Miguel Tapiés, supongo que es el conserje. Este tipo de gamberradas suelen ser comunes en los edificios con niños, si un crío le coge tirria a un vecino es una putada muy común hasta que pillan al chaval. 

11.30 Comisaría

Julibert se pasó un par de horas comprobando los extractos de las tarjetas, bucando algo, lo que fuera, que llamase su atención. Sin embargo todo resultaba anodino hasta la saciedad. Pagos de servicios diversos, compra de material de oficina, restaurantes... Nada que hiciera saltar ninguna bombilla al investigador. Ni siquiera había extracciones de dinero en efectivo lo suficientemente grandes como para pensar en algo raro.

Julibert seguía cotejando pagos.

La nómina de la televisión era buena. 2400 euros. ¿Tanto cobra una pitonisa? Claro que el programa de Adelaida tenía cierta audiencia pese a su rareza. Luego había ingresos de cantidades mucho mayores. Ingresos en cuenta. No transferencias. 3000 euros. 2500 euros. Eran muy habituales. Cotejando datos de Hacienda de la mujer esto se correspondía con facturación de su trabajo como autónoma 'adivinando la fortuna'. Mucho dinero se ganaba en ese mundillo. Pero ninguno de los pagos era una transferencia. Privacidad absoluta. 

El detective tamborileó en la mesa con un lapiz, observando las cifras del ordenador. Mucho dinero. La gente de a pie no paga esas cantidades. Y todo legal. Al menos de forma aparente.

Tras las obligadas presentaciones, Pedro rebulló nervioso en el despacho. Le recordaba a sus visitas prescritas al psicólogo, en un momento complicado de su vida. La cara afable y la calculada calma de Eduardo sumaba a ello. Irónicamente, esa incomodidad le ayudó a afrontar lo que había venido a hacer. Y es que las preguntas que tenía que hacer sonarían a risa de no tener un macabro crimen detrás.
- Mi tocayo forense piensa que podría ayudarnos con el tema de sugestiones y demás. Le rogaría que lo que hablemos no saliera de aquí, a algunos medios les encanta el morbo, son un tanto carroñeros. Y me imagino que este tema les daría mucho de si. - empezó sin entrar directamente al tema, como preparándose para la absurda pregunta que tenía que hacerle - La cuestión es que tenemos el asesinato de una persona que, aparentemente, se quedó inmóvil mientras era finada. Sin drogas, sin ataduras, sin oponer resistencia... - dejó que la idea se asentara un segundo - No tenemos muchas ideas de cómo se puede lograr algo así cuando Jimenez nos informaba de su autopsia... de las pocas que se nos han ocurrido está la de la sugestión que sale en las películas, pero creo que es algo a consultar con un experto. ¿Se podría hacer algo así?

Pedro siguió preguntando al doctor las posibilidades que se le ocurrían, incluso tanteando su conocimiento esotérico y/o de la farándula en la que Adela debía haberse movido que para Pedro no era descabellado que un gran Fratini y una pitonisa Lola fueran al mismo club social e intercambiaran trucos del oficio...

El doctor Indalez asintió cuando se mencionó que era un caso de asesinato. Tampoco hizo ninguna mueca burlona tras la exposición de la pregunta. En lugar de eso se recostó contra el sillón y se tomó un momento para contestar.

- Podría ser. Hay casos de hipnotismo e incluso de autosugestión, como por ejemplo los que usan los brahamanes de la India que permiten resistir el dolor intenso sin que el cuerpo, o más bien la mente, reflejen dicha situación. Alguien con los conocimientos necesarios podría inmovilizar a una persona para luego asfixiarla, dispararle o cortarle la yugular sin que el otro opusiese resistencia. En realidad si la muerte es rápida no es necesario siquiera un grado de hipnotismo profundo. Piense que alguien hipnotizado puede compararse con alguien dormido. 

Pedro vio un posible filón, un palo al aire pero que merecía la pena probar - Ha mentado "los conocimientos necesarios", pero me parece que poca gente debe tenerlos... no habrá un registro de gente con esos conocimientos, formal o informal ¿verdad?

Tras comprobar las tarjetas, Julibert siguió tirando del hilo. Conocía varias identidades de la pitonisa y trató de buscar cuentas bancarias o propiedades tanto a nombre de ella Adelaida Menéndez Garrido, como de las otras, Valeria Iztigova y Victoria Abrente.

- ¿Se refiere a algo así como un colegio de hipnotizadores? ¡Dios nos libre! - se echó a reír ante la ocurrencia - Recuerdo que cuando hacía actuaciones como mago no había nada parecido. Muchos de los que andábamos en la ruta ni siquiera estábamos de alta. No sé que decirle... podría probar a ir al Abracadabra, es un garito decano donde suelen actuar buenos magos. Quizás allí le puedan decir algo pero, sinceramente, no albergaría grandes esperanzas.

13:30

Julibert seguía tirando del hilo. Buscó por las otras personalidades que conocían de Adelaida. Preguntó en el registro, buscó cuentas corrientes... pero nada. No había nada. Parecía que esas dos personalidades eran totalmente falsas. Pero ¿qué tipo de persona era Adelaida para necesitar documentación falsa? Según su asistente tenía una vida de lo más previsible: del trabajo a su casa y de vuelta. 

- Oiga, ¿sigue ahí? Porque comprenderá que mi tiempo es muy valioso. ¿No debería estar investigando algo en vez de venir aquí para quedarse pasmado?

Guillermo buscó el pañuelo que guardaba dentro de la americana y sé seco el sudor frío que rodaba por su frente. No le había afectado especialmente la espera, pero a su edad días como estos en los que la tensión baja sin control alguno no eran nada raros. Respiró hondo y trato sobreponerse el mareo que se había apoderado de su cabeza.

—Efectivamente señor Rubio, usted no es sospechoso de nada. Ha llegado a nuestro conocimiento lo mismo que usted acaba de afirmar. Que era cercano a la señora Menéndez. Necesitamos su ayuda para intentar comprender la situación en la que se encontraba su.. amiga en los últimos días antes del incidente. Como comprenderá eso nos será de gran ayuda en la investigación

—¿Podría describirme a la Adelaida Menéndez que usted conocía? 

[...]

—¿Y sabes usted si estaba involucrada en algún asunto delicado? ¿o notó usted si se comportaba de forma diferente en los últimos días?—

[...]

—¿Sabe de alguien con quién se hubiese llevado mal o tuviera mala sangre?—

[...]

—¿Algún otro detalle que quizá a usted le pueda parecer pueril? No sé... mmmm ¿Viajaba ella mucho? ¿Se ausentaba por largos periodos de tiempo? ¿tenía o tuvo mascota?—

[...]

Montalbano escuchaba casi como ausente las intervenciones de Emilio tomando notas vagas y descuidadas dejando claro que esto era pura rutina. Tras la última intervención tomó una larga pausa para aclararse la garganta. Y entonces le soltó a la cara al interrogado lo único que realmente le interesaba saber de él. 

—Por último señor Rubio, antes de que podamos descansar el uno del otro. ¿Donde se encontraba usted la noche del domingo y la madrugada del lunes?... es por cumplir con el manual, usted me entiende.