Partida Rol por web

Guillermo se detuvo en uno de los bares del paseo de recoletos antes de adentrarse en la faena de la biblioteca. Extrajo hasta cuatro píldoras de las siete que tenía que tomarse según su medico y las bajó con un carajillo. Comió algo ligero y por fin se decidió a cruzar hasta la biblioteca. 

Paso el resto del día reuniendo información sobre la parte más esotérica del caso. Intentó encontrar referencias al tarot y su simbología, sobretodo a la figura de El Ahorcado. Cotejó la simbología con otros casos en la hemeroteca, por supuesto con el conocidísimo caso del asesino del zodiaco, pero intentó encontrar otros matices más locales. Iba fotocopiando y archivando todo lo que creía que podría parecer relevante, preparando un dossier para si mismo y los demás. 

La verdad, para que negarla, era que parecían estar persiguiendo no sólo a una ex-espia de la KGB sino además a una mujer con extrañas habilidades sensoriales. Y todo ello a Julibert le parecía una locura. 

- Pues deberiamos de hacer lo posible por rastrear el numero cuando llamemos. ¿No podemos utilizar los repetidores para, al menos, saber en qué zona estan cuando realicemos la llamada?

Pedro asintió a la sugerencia de Julibert. No porque tuviera alguna idea del tema, sino para apoyar la idea de ver si se podía hacer algo para localizar a dónde iban a parar las llamadas.

- Ya llamé una vez, saltó el contestador. - informó Pedro ante la advertencia de que el número de veces que no podrían realizar demasiadas llamadas. - Pero si lo localizas o sabes quién podría hacerlo a lo mejor nos acerca a una pista. O al menos a un equipo de gente que podría saber algo. ¿Te encargas ahora o necesitas algo de tiempo? - dijo mientras escribía el número en un papel para pasárselo a su genio particular.

- A mí me da que esta línea no será rastreable de esa manera. Me da que estará fuera del sistema. Pero no sé decirlo a ciencia cierta. Soy informático, no telegrafista. Tengo que tirar de algunos contactos que sepan del tema. Déjame el teléfono y cuando sepa algo te llamo ¿de acuerdo?

Sheldon recogió el número dando por concluida la conversación.

- Vale. ¿Y ahora qué? - No habia muchos más hilos de los que tirar sin la información que habian conseguido sus compañeros. 

- Ahora vamos a buscar un almacén... - dijo Pedro mientras se dirigía a su desordenado escritorio a rebuscar entre la masa de información. - Miguez, cuento con la copia. - dijo al informático.

Una vez en su puesto se dispuso a encender su ordenador y a revisar los datos para buscar el almacén de obras de arte que le habían parecido tan horribles al ayudante de la vidente. Y cualquier otra cosa que pudiera llamarle la atención, claro.

No fue muy difícil dar con el almacén. Era una nave situada en uno de los polígonos de la ciudad, fácil de ubicar con Google Maps. Y efectivamente Pedro encontró algo más que le llamó la atención. En el 2005 encuentras un documento de traslado de material desde Valencia de un material que había llegado desde el puerto de Cádiz. Un trailer de gran tonelaje. No hay datos del contenido, sólo que fue recogido de un barco llamado 'Conde Orlok' y que venía de Indonesia. Pero ningún documento de aduanas que lo acompañe. 

La carta del ahorcado aparece en multitud de temas esotéricos. Su significado más evidente es el del cambio. Como todo lo referente al tarot dicho cambio puede interpretarse de muchas maneras dependiendo de los otros arcanos que la acompañen. El origen del tarot es desconocido. Aunque muchos esoteristas lo quieren conectar directamente con la simbología egipicia las primeras menciones a barajas de este tipo son relativamente recientes, del siglo XV. Tampoco existe una conexión demostrable con la Cabala, como se pretende en los círculos de magos.

Y sin embargo es evidente su influencia en muchos temas esotéricos. Saliéndose de las referencias más comunes Montalbano se desvía buscando primero referencias a asesinatos que se relacionen con estas cartas. No encuentra nada relevante más allá de pistas inconexas que podrían relacionar un asesinato con el tarot tanto como con la ornitología, sólo dependiendo de lo que la prensa desease en ese momento. 

Así que vuelve al significado de las cartas. El cambio. Y entonces encuentra una veta extraña. Una secta fundada en Toledo en el año 1494. El motivo principal de todos ellos es la carta del ahorcado. Seguir el rastro de estos documentos es complicado porque no aparecen en casi ningún libro de referencia habitual de esoterismo o sectas. Montalbano tiene que aplicarse a fondo para encontrar referencias en viejos libros olvidados y llenos de polvo. Los 'Guardianes del Ahorcado' son una agrupación que parece tener su origen a partir de las enseñanzas de uno de los marineros que acompañó a Colón en su primer viaje a América. A su regreso este hombre, conocido sólo como 'El Ahorcado', trajo consigo una revelación sobre la realidad de nuestro mundo. Algunos libros hablan del secreto de la Inmortalidad, otros de una puerta hacia otros mundos. Por un momento Montalbano está a punto de dejar esta pista cuando de pronto da con algo que llama poderosamente su atención en un libro de 1918 titulado 'España Hereje' escrito por un tal Bernabé Albaneda. No se conserva constancia de ningún ritual de la secta salvo de uno conocido como 'la rotura del cordón'. El párrafo es tremendamente evocador:

Del serafín se extraen las entrañas y el corazón, todavía palpitante, mientras su cuerpo se dispone en el Pentagrama replicando la postura del ahorcado. De este modo se rompe su vínculo con el cordón que lo ata a nuestra Realidad mientras se mantiene el corazón con vida el tiempo necesario para evitar la búsqueda de un nuevo recipiente. 

Según el autor del libro dicho ritual constaba en un viejo libro perteneciente a la Orden de Babel, que a su vez lo aprendió de los Guardianes del Ahorcado. Pero por más que busca y rebusca en la biblioteca información sobre la Orden de Babel ese nombre no se vuelve a mencionar en ningún lado, ni siquiera en el libro donde ha leído el ritual, que dedica casi todas sus páginas a sectas satánicas de diversa índole y supuestamente establecidas en España.

Pero está claro que el ritual tiene un parecido tremendo con lo que han visto en el piso. Así que Montalbano tira de la pista de Albaneda, para ver si encuentra otra referencia a esa secta. Encuentra unas breves reseñas de prensa sobre el hombre. Al parecer era un historiador obsesionado con las religiones alternativas, sectas, esoterismo. Nacido en 1899 escribió dos libros que se llegasen a publicar sobre el tema. Uno fue el mencionado 'España Hereje', en 1919, y otro titulado simplemente 'Las Puertas' en 1923. El segundo al parecer tuvo una tirada mínima y le valió el menosprecio de la comunidad universitaria. Ablaneda enloqueció en 1925 y fue internado en un psiquiátrico de la capital, donde desaparece su pista. En aquella época los psiquiátricos eran poco más que almacenes de locos por lo que no sería descabellado suponer que falleció allí.

Pero el ritual. El ritual es exactamente igual. Demasiada casualidad.

De pronto algo sobresalta a Montalbano. Es la bibliotecaria avisándole de que tiene que abandonar la biblioteca. Son casi las 21:00 y están a punto de cerrar.

- ¿Quieres estirar las piernas? - preguntó a su compañero con la dirección apuntada - Podemos ir a echar un vistazo. - dijo esperando dejar por un rato la revisión de documentos.

- No se qué clase de arte coleccionan las pitonisas, pero si es del que causa pesadillas... quién sabe, a lo mejor está relacionado con las extracciones de corazón. - dijo como para justificar dejar el despacho.

—Me cago en la puta de oros— musitó para si mismo el viejo sabueso mientras comprobaba el reloj de bolsillo —Encima el maldito lumbago... 

Se levantó del sitio solícitamente y empezó la larga labor de recogerlo todo. Al finalizar encendió de nuevo el móvil para comprobar los mensajes mientras abandonaba la biblioteca. Era tarde pero nadie le esperaba igualmente. Así que decidió probar suerte un rato en la comisaría, aunque fuese solo por cruzar palabra con otra persona antes de ir a dormir. 

Julibert asintió levemente, lo que hizo que Pedro lo tomara por un sí. De camino a su destino se pararon en una hamburguesería para comer algo rápido antes de continuar sus pesquisas. Fue una comida de supervivencia, sin demasiada charla, con la cabeza puesta más bien en aquel almacén. Una parada más en la agencia que alquilaba la nave, que por suerte estaba en el propio polígono, y por fin estaban una hora después abriendo las puertas del mismo.

Cuando la luz mortecina de la tarde iluminó el interior del almacén lo primero que les sorprendió fue el amplio espacio vacío. Allí podían almacenarse fácilmente un par de camiones de gran tamaño pero la mayor parte del espacio estaba vacío. Eso hacía que pese a que las tres esculturas tapadas con lonas tuvieran el tamaño aproximado de una Cibeles parecieran pequeñas en comparación.

Les llevó un rato quitar los arneses y los cables que las mantenían tapadas y cuando lograron casi habrían preferido no haberlo hecho. Ni Pedro ni Julibert eran grandes amantes del arte. Tampoco eran tipos con estómago fácil. Habían contemplado la escena del crimen casi sin parpadear. Pero al ver aquellos tres engendros alzándose ante ellos como descomunales gigantes amorfos sintieron algo parecido al miedo. Era absurdo: estaban en pleno día, en medio de un polígono industrial, armados, y eran dos hombres adultos poco impresionables. Pero aunque ninguno lo reconociese después ambos sintieron esa misma sensación que sienten los niños en la oscuridad, escuchando como la puerta del armario cruje mientras sus padres, ajenos a sus miedos, duermen en una habitación demasiado lejana. Luego se darían cuenta de que instintivamente habían retrocedido hasta la puerta.

¿Qué representaban aquellas figuras? Era difícil describirlo con palabras. Parecían la famosa representación de los tres monos sabios - no ver, no oír, no hablar - pero utilizando a unas criaturas que escapaban del entendimiento humano. Unos seres cuya estructura parecía estar construida con la materia de las pesadillas, con ángulos difíciles de comprender y expresiones que transmitían una total desolación. El material del que estaban hecho parecía una piedra viscosa, húmeda, que causaba el efecto de retorcerse si la mirabas demasiado fijamente. Ambos hombres apartaron la mirada y se giraron hacia la puerta. Era imposible volver a cubrir aquellos engendros de forma sencilla, así que optaron por salir afuera a tomar el aire.

Cuando la suave brisa del exterior los despejó un poco se sintieron avergonzados. ¿Qué había pasado allí dentro? ¿Por qué tres estatuas les había producido ese efecto? Y sin embargo ninguno de los dos se atrevió todavía a girarse para mirar de nuevo hacia el interior.

- Joder, ahora me creo lo de las pesadillas - acertó a decir Pedro mientras un sudor frío le recorría la espalda. Más nervioso por lo que había sentido que por lo que en teoría había visto, sopesó qué opciones tenían. Algo tan... "raro" tenía que ser caro. A lo mejor eran objetos de culto o alguna cosa así, desde luego si provocaban esas sensaciones simplemente viéndolas un momento no faltarían crédulos que les otorgaran cualidades místicas. ¿No había dicho Carmona que a veces Adela se le antojaba una sacerdotisa?

- No sé que contestaremos cuando nos pregunten porqué no revisamos más estas cosas. - dijo casi intentando racionalizar que tenían que echar un ojo al descubrimiento, por más que su instinto le instaba a alejarse de allí.

- No sabremos describirlas con palabras... - atinó a decir Pedro, que, armado con su móvil, tras respirar varias veces se dispuso a fotografiar las dantescas figuras para hacer partícipes del descubrimiento al resto de investigadores.