Partida Rol por web

—Mi cojera es de mi época juvenil, cuando los de su gremio eran un poco más contundentes en sus métodos. Durante una manifestación antes de que terminase la dictadura tuve la mala suerte de tropezar y no tener tiempo de huir. Luego en dependencias policiales me dieron tal paliza que a punto estuve de no contarlo. Bastante suerte tuve de llevarme sólo de recuerdo la cojera. Estuve en coma bastante tiempo ¿saben? De ahí que, aunque los tiempos han cambiado, aprendiese a ser prudente con los agentes de la ley. Ustedes tienen edad para saber de que hablo ¿no es así? Así que si me lo permite, agente, responderé a sus preguntas en caso de que me detengan formalmente y me lleven a una sala de interrogatorios donde esté presente un abogado. Sigo sin saber de que se me acusa y ya he tenido malas experiencias por haber sido arrestado y golpeado sin motivo. En esta vida la inocencia sólo se puede tener una vez.

Se giró hacia la mesa:

—Si conocen la obra de Ablaneda deberían leerla con detenimiento. Quizás cuando todo esto se aclare les pueda recomendar alguna bibliografía adicional para expandir su ansia de conocimiento.

- Lo comprendemos. - respondió Gutierrez, quien habría podido ser uno de los que le calentó en el calabozo. Eran otros tiempos.

Todo lo sucedido esos días se agolpaba en su cabeza, como si fuesen multitud de pequeñas bolas de metal en una de esas máquinas de pititacos que solía haber en los bares rebotando sin parar buscando el agujero de salida.

- Aún no está detenido, solo ejercemos la orden de registro facilitada por el juez, y entendemos completamente su derecho a no colaborar con la investigación, por lo que podemos bajar abajo donde un par de compañeros le acompañarán.

Miró a Montalbano, por si quería añadir algo pero se detuvo cuando iba a dirigirse hacia las escaleras.

- Una única pregunta, Durás, no es algo que pueda incriminarle en absoluto y podríamos conseguirlo con un par de llamadas. ¿En qué fechas sucedió todo eso? ¿Y en qué comisaria sucedió?

O bien el hecho de estar en coma, de tener un vacio en su vida, podía ser un nexo en común con alguna de las otras tres víctimas o la comisaría donde sucedió podía conectarle con Robledo.

—Si, está en su derecho a no colaborar— respondió Montalbano un poco seco. Quizá no conmovido por la historia de Durás. 

—Monteros mire en esa habitación— señaló el detective en dirección a la habitación donde Gutierrez había encontrado el papel. —Yo miraré en el cuarto— 

Y con esto se internó en el cuarto para descubrir de nuevo la ropa que ya sospechaban podría ser del individuo que aparecíoa en el vídeo. 

-Perfecto -respondió Patricia a la orden de Montalbano. En eso escuchó el llamado de Cortés desde el pie de la escalera, por lo que antes de ponerse a revisar la habitación a fondo, se dirigió a Durás por primera vez.

-La llave de la trampilla, la que está en el sótano ¿dónde está? -intentó transmitir sensación de aburrimiento para que Durás no se creyera tan importante, pero se moría de ganas de seguir interrogándolo.

-Recuerde que la orden de allanamiento abarca toda la propiedad. Lo que haya bajo el sótano también podemos verlo.

Tras la recogida de llaves por parte de Gustavo Angel escoltó a Javier hasta abajo. Por las escaleras el hombre contestó su pregunta:

—La comisaría nº3 del Calle Alcalá. Igual hasta conocía al comisario de entonces, Julian Barroso. Una mala bestia. Como todos los demás.

Siguió hasta abajo silencioso. Angel, por su parte, intentaba encajar aquel suceso en el historial de alguna de las víctimas. Pero de primeras no encontraba ningún patrón. Si lo había tendría que investigarlo con documentación de la época.

Mientras tanto en la habitación Guillermo y Patricia se aplicaban a fondo para encontrar pruebas. La documentación trataba sobre temas esotéricos y era evidente la conexión con el patrón de torturas de las víctimas. Lo mismo pasaba con la ropa: coincidía, sin duda, con las imágenes tomada por la cámara de seguridad. Todo parecía encajar en el patrón de los asesinatos y hacía que Durás fuese un sospechoso más que sólido para el caso.

Pero quedaban preguntas, por supuesto. ¿Por qué quería matar a las víctimas? ¿Cómo las paralizó? Iban a necesitar un registro a fondo de toda la casa para poder llenar esos huecos pero Guillermo sentía un cosquilleo en la nuca que indicaba que, probablemente, la pieza más importante para desentrañar el misterio era el propio Durás.

Guillermo se aplicó a fondo en la habitación. Después vendría un compañero y haría una segunda búsqueda a modo de comprobación, pero no quería dejar nada al azar. Miro en la mesilla, entre las sábanas, debajo del colchón, en todos los cajones de la cómoda y el armario. Mientras lo hacía sentía la necesidad de empezar el interrogatorio con Durás.

Dispuso la ropa sobre la cama cuando hubo terminado la búsqueda y se dispuso a tomar fotos de esto que aún no había realizado. Envío las fotos al grupo de guasap y se dió por satisfecho.

Bajo un momento y se reunió con Gutierrez apartándole un poco hablo en susurros solo para él.

—Tenemos suficiente para detenerle e interrogarle, pero me preocupa el viaje a comisaría. Tengo la sensación de que podría intentar escapar. ¿Cómo lo hacemos?

Gutierrez trataba de hacer memoria y ubicar a Robledo y Barroso, a quien efectivamente muchos apodaban la Bestia, como parecía haber acertado Durás, pero estaba claro que tendrían que sacar expedientes y comprobar si se habían cruzado en aquella comisaría.

Iba a responderle cuando Montalbano bajó y se lo llevó a un lado.

- ¿Escapar? - preguntó mirando primero a su compañero y luego a aquel hombre, pensando simplemente en la cara de cualquiera al que le pidieran un convoy de seguridad para un viejo con cojera.

Seguía dándole vueltas a todo lo que estaba sucediendo y finalmente compartió la teoría en voz baja.

- ¿Y si él no es el asesino, si no la siguiente víctima? - se detuvo unos instantes, dejando a Montalbano tiempo para valorar la idea. - Colaborativo y con una casa de catalogo de Ikea... tenemos tres y nos falta uno si siguen el puto libro ese... por no hablar de que nos faltan los dos cabrones que se hacían pasar por polis, los de la mirada chunga que dijeron los yonkis.

Miró por encima del hombro a Durás y siguió con su exposición.

- Si hay alguien del cuerpo enfangado en esto o quieren cargárselo, moverlo puede ser lo que les haga saltar. Ahora lo tenemos vigilado...

Patricia revisó la habitación con la meticulosidad que la caracterizaba. Tomó fotografías y notas de voz, como era habitual, intentando meterse en la cabeza de la persona que habitaba el lugar, pero sin lograrlo. Todo parecía tan... impersonal.

Tras quedarse satisfecha con la primera inspección (como siempre, los de la científica harían el barrido a fondo) bajó las escaleras justo en el momento en el que Gutiérrez exponía una idea que a ella también se le había cruzado pero que no había llegado a compartir.

En el mismo tono bajo que sus compañeros añadió.

-Podríamos ver las llamadas de Robledo. Está claro que si el asesino los ha elegido para llevar a cabo su ritual, se deben conocer entre sí. Tras la muerte de la vidente y de Bragante, es probable que el jefe, si estaba conectado a lo que sea que es todo esto, hubiera puesto sobre aviso a otras potenciales víctimas.

Guillermo frunció el entrecejo. Sopesó un momento lo que decían sus compañeros.

—Si lo tienes claro dale a esa corazonada Monteros— replicó.

Hablando de nuevo en voz baja agregó

—Bueno en algo si que coincidimos. Lo que me preocupa es el paisano que no tenemos ubicado. Y el de los ojos raros, si es que ese no era el propio DUrás— rumió un poco sus pensamientos y continuó —Ya sea para ayudarle a escapar o será mejor que redoblemos la seguridad de Durás.

Montalbano le daba vueltas a lo que decían sus compañeros. No, aquella casa no tenía el mismo aspecto aséptico que las otras. De hecho el desorden del cuarto de estudio parecía muy real¹.

Patricia, mientras hablaban, había solcitado que le mandasen un listado de las llamadas de Robledo. Pero la cosa iba a llevar su tiempo porque tenían muchos números que cotejar, lo cual no era sorprendente porque el comisario estaba al frente de la misma investigación que ellos, sólo que él tenía que estar en contacto con mucha más gente para justificar los movimientos².

Lo que sí le pasaron a Patricia, aparte de la información sobre Robledo, es que ya habían trasladado al paciente del psiquiátrico de Santiago a uno en las afueras de la capital³.

- ¿Echamos un vistazo abajo antes llevarlo personalmente al calabozo? - sugirió a Montalbano.

Suponía que, al igual que él, querría asegurarse personalmente que Durás llegaba a comisaría y era procesado y vigilado correctamente.

- Algo se nos escapa... - masculló mientras daba una mirada lentamente a su alrededor y movía los dedos lentamente, tratando de buscar qué era.

- ¿Hemos procesado el bastón? - preguntó a sus compañeros. - Tiene que brillar como una discoteca en cuanto le acerquen luminol a diez metros...

Siguió dandole vueltas, tratando de salir del túnel en el que la investigación y la muerte de Robledo parecía haberle metido y donde no podía ver todo.

- ¿Hemos pasado su nombre por el sistema? ¿Comprobado si tiene más propiedades o vehículos?

—Si, si... claro. Vamos—

Montalbano miró hacia atrás, hacia la escalera. Había mucho que rebuscar todavía pero tenía que dosificarse. La piedra angular era el hombre y no quería soltar su presa. El resto de habitaciones serían rigurosamente revisadas por sus compañeros.

Acompañó a Gutierrez intentando sopesar a Durás.

—Entendemos que conocía usted al autor de Ablaneda ¿no? ¿En persona? ¿o solo a través de su obra?— Empezó a hacerse el tontolaba. Eso se le daba bien. Mientras seguía caminando al lado de Durás le soltó algunas preguntas que trató de esconder por verdadero interés por la extravagancia de lo esotérico, en lugar de interés policial.

—¿Y que me dice de otros ámbitos menos literarios? ¿Está en algún tipo de club de esoterismo? ¿Compartía usted este conocimiento con personas en algún lugar? ¿Conoce usted a alguien que le echara las cartas?

Patricia se dirigió a Durás.

-Necesitaremos su móvil. Podemos ir ganando tiempo si nos facilita su número, sr. Durás -la detective no quería desperdiciar ni un segundo. Comprobó que la información que le pasara el sospechoso fuera real¹ y luego, en un aparte, se comunicó con sus compañeros de la central.

-Monteros al habla. Necesitamos que cotejen las llamadas del jefe con este número. También vean si se comunicó con la tienda de antigüedades -pasó el nombre y la dirección de donde se encontraban en ese momento-. Ah! y también fíjense si hay llamadas cruzadas entre el jefe y Bragante o Menéndez Garrido... las otras víctimas. O tal vez con sus asistentes -aguardó un momento en línea-. Perfecto, sé que es mucho, pero agradeceré que ni bien tengan algo nos avisen. Hasta luego.

Una vez terminada la diligencia se reunió otra vez con Gutierrez y Montalbano.

-Aún no -dijo respondiendo a Ángel-. No tengo aquí el equipo forense al completo, es una pena no haber tomado un maletín antes de salir de la central. Calculo que la científica no tarda en llegar, pidámosle que sea lo primero que revisen en cuanto estén por aquí.

Mientra bajaban escoltando al prisionero, volvió a llamar a la central.

-Sí, otra vez Monteros... necesitamos que pasen por el sistema a Javier Durás. Sí, gracias.

Cortó y siguió con atención la conversación de Guillermo con Durás.

Durás se mantuvo colaborador en todo momento. Patricia hizo las comprobaciones de rigor con el móvil y solicitó toda la información que tuvieran del sujeto. Le informaron que un rato se pondrían en contacto para facilitársela.

Los de la científica ya subían por las escaleras dispuestos a revisar pruebas. Siguieron las órdenes de Gutiérrez mientras Montalbano, bajando con Durás, le preguntaba sobre los temas esotéricos.

El hombre lanzó un suspiro de resignación mientras bajaban las escaleras. Se giró hacia los detectives que lo custodiaban, como si quisiera corrobar que en ese momento ningún otro agente los escuchaba. Su rostro reflejaba una suerte de resignación tranquila.

—Usted ya sabe todo eso detective. Han seguido los casos ¿verdad? ¿Recibieron la carta? ¿Sigue allí?

En ese momento uno de la científica llamó a voces a Gutierrez.

—¡Positivo! ¡Tenemos positivo en el bastón!

Tal como había predicho el viejo policía aquel bastón relucía de marcas gracias al luminol y la luz especial.

Patricia y Guillermo habían llegado a la planta baja con Durás. El hombre sólo hizo una mueca que podía interpretarse como una media sonrisa cuando oyó al de la científica. Abajo los policías de refuerzo se aproximaban para recoger al detenido y llevárselo para el coche policial. El chico del mostrador parecía sobrepasado por todo lo que sucedía, manteniendo la boca abierta y la mirada fija en su jefe.

- Empaquetadlo y custodiadlo como si fuese el oro de Moscú. - dijo Gutierrez a los de científica mientras se giraba y tenía que contenerse para no sacar el arma de nuevo y descerrajarle dos tiros a ese maniaco.

Respirando hondo, se acercó al asustado muchacho del mostrador.

- Tranquilo, chaval. - le dio una palmada en el hombro, con algo de brusquedad. - Vamos a enseñarte unas fotos y nos vas a decir si les has visto por aquí o si sus nombres te suenan haberselos escuachado a tu jefe.

Llamó la atención de Monteros, que seguro que tenía fotos de los fallecidos.

- Como parece que tú no has hecho nada raro, en un rato te irás a casa a tomarte un valium y quedarte frito frente al televisor. - quería tranquilizarle minimamente, pese a no ser su fuerte, para terminar de obtener toda información posible.

Miró a Monteros y a Montalbano seriamente un segundo.

- No sigue faltando una cuarta víctima...

Guillermo esbozó una media sonrisa y miró a Durás a los ojos. Le acompañaba de cerca, sujetando su brazo por el codo. Le trajo a un lado como para hablar con él en privado. 

—Algo de eso nos ha llegado ¿fue usted quién nos dio el soplo? Vamos a tener que empezar a hablar sin tapujos y con la verdad por delante si queremos confiar el uno en el otro ¿Usted nos dejó esa nota?

Monteros le pasó el móvil con las fotografías a Gutiérrez, sin dejar de prestar atención a la conversación entre Durás y Montalbano. Hasta el momento, la detective tenía una explicación racional para todo lo que venía ocurriendo. Durás era un psicópata muy inteligente, que se había montado todo un cuento basándose en el relato de un historiador aficcionado a las conspiranoias mundiales. Pero aquello estaba a punto de cambiar.

Tomó el móvil de vuelta justo al tiempo que ingresaba la notificación del mensaje de Gustavo. Se hizo a un lado (no quería que el sospechoso tuviera información de lo que estaban encontrando) y vio el video, horrorizándose a medida que avanzaba la grabación.

Tienequehaberunaexplicación, nolaestásviendoahora, tienequehaberla.

Pálida como un papel volvió con sus compañeros y les tendió el aparato.

-Tienen que ver esto... Debemos bajar cuanto antes.

Tengoqueverloconmisojos tengoqueverloyentenderlo hayunaexplicación...