Partida Rol por web

El sol había caído ya sobre el ala este del castillo, casi nadie deambulaba por él, a excepción de algunas sirvientas. Había buen ambiente porque estaban prontas a realizarse las justas conmemorativas de fin de año en Neverville. El invierno se sentía ya, sería crudo aquel año y en el castillo, sólo aguardaban una noticia; quizás la más esperada por el rey: la ausencia de su hermano a aquella justa. Pero fue aquella misma noche, en medio de una neblina que un mensajero vino desde el reino lejano de Consert, avisando de la participación del hermano del rey en la justa.

A pesar de que se dio un mensaje agradeciendo por su participación,George Wellington III estaba furioso y caminaba de un lugar al otro. Su hermano no sólo quería su lugar sino también a su mujer y eso no lo iba a permitir. George era mucho más paciente y amoroso cuando se lo proponía y de algún modo eso había hecho que la reina lo eligiera a él pero ambos se escondían secretos. Volvía a Neverville luego de dos años de ausencia, George tenía que encontrar el modo de calmarse a pesar de los rumores acerca de que se planeaba su asesinato, tenía que ser mucho más rápido que su hermano por las dudas.

Aquel día estaba especialmente fresco, los caminos se habían teñido hacía semanas de colores dorados y el frío amenazaba con ser crudo pero nada de eso aminoraba el ambiente en Neverville, la justa estaba a nada de celebrarse y había sido un buen año tanto en la cosecha como en el comercio. Al rey se le veía saludable y rozagante, era un soberano más justo que otros que tuvieran pero en el castillo a veces se hablaba mal de él y la dama de compañía de la reina lo sabía. Caminaba ágil y desenvuelta, sin pausa por los pasillos.

Los soldados se fijaban en su belleza pero no osaban ir más allá. Era hora de encontrarse con la reina, pronto bajarían a cenar y debía ver si necesitaba algo. Una última y enorme puerta se vislumbraba a través del pasillo, aún tenía unos instantes para si antes de entrar en aquel salón y encontrarse con Lena. Ambos soldados que franqueaban la puerta se apartaron y esperaron la orden de la joven dama.

El silencio en el castillo era algo que no sucedía mucho últimamente, con todo aquello de la justa conmejmorativa, las cosas parcían salirse de su cause natural. La reina vio marchar al mensajero de Consert y supo enseguida que no tendrían más remedio que alojar a Charles durante los diez días que aquel evento duraba. Se quedó mirando por la ventana durante un largo rato, aún tenía que atender algunos detalles pero esperaba Leonor para ello: las comidas, uno de los bailes quedaba a cargo de Leonor y claro, alojar a gente importante sólo podía hacerse bajo el cuidado de ella por expresa orden de su marido.

Suspiró mientras se desenredaba el pelo con los dedos, el pelo que le caia por el hombro y sobre el pecho. Ya se estaba imaginando lo que pasaría esos días que el hermano de su esposo estuviera en su casa. Ella quería mucho a su marido, para ella era un gran hombre en todos los sentidos pero Charles.. Charles la hacía sentir cosas que nunca imaginó.

Vuelve la vista a su habitación y se sienta en una silla esperando que su dama entre para comenzar con los preparativos. Ahora no podía pensar en ello, sabía que su marido tambien le daría vueltas pero ella debía parecer ahora tranquila y como si no diera importancia al asunto. No caerá, no quiere caer.

Era una tarde tranquila, el pequeño castillo de Consert estaba en paz, los consejeros ya habían hecho su trabajo y ahora estaban abajo hablando de cómo sería el día que Charles los gobernara, creían haber hecho un buen trabajo con el menor de los hijos del rey pero lo que no sabían es que Charles no era un hombre manejable, muy por el contrario, tenía un encanto que manejaba a todos ellos sin que se dieran cuenta. Cinco hombres adultos sirviendo de juego del príncipe. Hacía frío y Vania había entrado a encender el fuego, en silencio como siempre, temía mirarlo y no porque no le pareciera un hombre atractivo, sino porque simplemente era el dueño y señor de aquellas tierras. Poco a poco el ambiente tibio inundó la habitación mientras ella seguía de espaldas a él poniendo maderos en el hogar.

El tiempo pasaba tranquilo, como si no hubiera nada de que apurarse y preocuparse y el viento gélido provocaba que las cortinas blancas de las ventanas se movieran al compás de éste. Nunca se habrían escuchado los pasos de la joven dama pero tampoco es que Lena estuviera muy ansiosa de que eso sucediera.

Charles se encontraba, aquella tarde fría y monótona, en su recámara. La verdad es que no le apetecía nada tener charlas de religión, "civismo monarcal" y toda aquella información un tanto aburrida. No obstante, le iba a hacer falta, no tenía en alta estima a su hermano (aunque en el fondo tal vez le admirara ¿¿o era simple envidia??)

Sea como fuere, el hijo menor se encontraba en la cama, aunque fuera tarde, se estaba allí como en ningún sitio con aquel día frío. Sus ojos azules se tornaron hacia la puerta cuando su sirvienta entró, al parecer, temía mirarle, hacía bien, no obstante, siempre que hubiese gente tan "pisaverde" como sus consejeros, que enmarcaban una verdad suprema, cuando en realidad, como polvo escondido tras ese retrato, solo querían manejarle como a un títere, no había que ser muy listo para darse cuenta. Pero en fin, dejaría que eso pasara, hasta que le llevaran a donde quería.

Charles se incorporó en la cama, aun tapado de cintura para abajo, aunque por su pecho desnudo, se diría que no tenía ropa.

-Una tarde fría ¿verdad, Vania? Aunque a mi me gustan las tardes frías, me ayudan a pensar y a relajarme.

Explicó.

Charles salió de la cama, tapado por la sábana blanca y alargó la mano para coger sus pantalones de cuero y la camisa blanca de manga larga y puño en concha. Se retiró, ya, al calor del fuego, la sabana y se colocó los pantalones, sin pasar mucha verguenza ni apuro, luego se colocó la camisa, dejándola suelta, en un aspecto un tanto "de ir por casa". Se colocó el pelo hacia atrás con los dedos y luego se apoyó en la ventana, mirando el exterior.

-¿Aun siguen los consejeros por aqui?

Inquirió, sin mirar a la sirvienta.

Dejó de poner maderos en el hogar cuando él se dirigió a ella, era como si de pronto el día hubiera cambiado por completo, sencillamente comenzó a temblar como una hoja y pronto se controló, su madre, sirvienta del castillo le había dicho mil veces que Charles no era un monstruo, ni un poderoso hechicero. Puede que su madre tuviera razón en que no era un monstruo pero ella si lo consideraba un hechicero que se le metía en los pensamientos cada vez que podía.

-Es sin duda un día hermoso, mi señor.

No titubeó al responder, hacía muchos años que servía a personas más afortunadas que ella y sabía conducirse ante hombres como él, siempre y cuando ella no le pusiera nombre ni cara y entonces él se levantó y ante la mirada atónita de Vania se vistió. Era la primera vez que veía a un hombre desnudo y simplemente no pudo apartar la vista de Charles, aún cuando sabía que no debía y para responder, titubeó nerviosa.

-Ellos... No... Si..., están... Perdón, señor, aún están....

Charles se quedó algo pensativo, frotándose los pelillos de la barba que tenía en su mentón, observando como las hojas de los árboles se mecían por el viento, desde ahí, podía oler el aroma a cesped humedo que tanto le gustaba. La respuesta de su sirvienta le hizo ladear la cara con una sonrisilla.

-¿Estás indispuesta, Vania? Cualquiera diría que has visto un fantasma, dios nos libre.

Se santiguó un tanto peresoso, casi casi, podría decirse que burletero pero, eso era imposible, un noble no hacía esas cosas ¿o tal vez si?

-Oh, me has dado una mala nueva. No me apetece verlos para nada.

Suspiró y volvió a mirar a la chica de cabellos dorados.

-En fin, ¿Me das un jubón, una chaquetilla o algo así? para no ir hecho un haragán por el castillo.

Sonrió con ese encanto natural que desprendía el joven de ojos azules.

Vania se sintió avergonzada de su actitud pero enseguida intentó recobrarse y se atrevió a hablar más de la cuenta.

-Ignorelos, mi señor. Le enseñaría a salir de aquí sin ser visto pero imagino que ya lo sabe...

Le dio la espalda, como si no hubiera dicho nada importante pero dejando muy en claro que los caminos a esa alcoba ella los conocía muy bien. Rápidamente buscó la prenda que el príncipe le había pedido y se la llevó poniéndose tras él para vestirlo.

-No les dije dónde estaba usted-murmuró la chica mirando los anchos hombros de Charles.

Charles extendió los brazos para ayudar a la sirvienta en su tarea, cuando le dijo eso, alzó la ceja derecha y su boca se torció en una sonrisilla, ahora había captado su interés.

-¿Tu también lo sabes? ¿Y para qué lo has usado...?

Inclinó la cara hacia ella, sonriendo con picardía, juguetón.

-Cuentamelo...me encantan las historias de cama.

Tonteó. Aunque luego ella le dijo que no le había dicho nada de su paradero a nadie.

-Has hecho bien... enhorabuena, eres mi sirvienta de confianza. ¡¡Pero no me cambies el tema, pardiez!! Cuentame esas historias...

Charles, una vez vestido, se abrochó la ropa y luego se giró. Tomó la silla de su escritorio y se la ofreció a ella. Él se sentó en el filo de la mesa, apoyando las manos sobre la madera.

Vania lo miró sin creerlo pero ya estaba sentada frente a él y bueno, había hablado y podía negarse con cualquiera pero nunca con él. Estaba buscando las palabras correctas para que él no la hiciera dormir en el calabozo o peor, la hiciera colgar. Perderse en esos ojos que poco quería mirar, parecía ser ahora la premisa en esa habitación. Ahora entendía por qué las mujeres enloquecían con él, definitivamente para ella: él era un hechicero.

-¿Si le hiciera prometerme algo estaría faltando a alguno de esos estúpidos protocolos? Está bien, no me desviaré...-dijo más nerviosa que antes, hubiera agregado que no la matara pero no quería impacientarlo.-Mi señor, su consejero, sir James, ese viejo decrépito, me ha perseguido durante semanas para... Bueno, usted ya sabe y por error he venido escondiéndome en los túneles y finalmente he llegado hasta aquí...-no quiso agregar que incluso lo había visto dormir.-Le juro que así es como he dado con los túneles y ahora me muevo por ellos como si fueran mi segunda casa...

Bajó la mirada, las mejillas enrojecidas, segura de que él o la iba a matar, o se iba a burlar de ella o se la iba a entregar a James que era un viejo flaco y como muchos años mayor que ella.

Charles le escuchó con mucho interés, con los ojos entrecerrados, como si tuviera algún tipo de falta de vista, pero no era así, era su mirada de cuando estaba concentrado en algo. Él había imaginado que ella le contaría alguna historia erotica con algún otro sirviente o señor, pero lo que le contaba era más interesante aun.

-Ya veo.

Charles sonrió y la tomó por las manos para tranquilizarla.

-Has hecho bien, querida, no toleraría que yacierais con ese viejo decrépito y amoral de James.

Sonrió aun más, de forma reconfortable.

-Solo os hecho en cara algo. ¡No haberme despertado!

Bromeó.

Separó las manos de las de ellas y entrechocó las suyas, haciendo algo de ruido.

-¡Bien! enseñadme vuestro tunel para consolarme, ya que yo esperaba una historia secreta de vuestra virtud y no esta historia tan oscura...

Vania respiró profundo, porque él no parecía molesto aunque si intrigado con la historia que ella le estaba revelando y cuando mentó su virtud, nuevamente se puso roja de las mejillas. Cuando dijo lo de haberlo despertado, casi salta en la silla y es que una vez hasta se había atrevido a acercarse a la cama, claro, había huido cual ratón asustado al verlo moverse un poco. Se levantó resuelta a olvidar los sueños y demás cosas que le pasaban por la cabeza, para ser la sirvienta que guiaba a su señor. Tomó una de las antorchas que estaban en la pared al lado de la chimenea y la encendió.

-Allí dentro está obscuro, húmedo y es muy estrecho... Pero no hay ningún peligro.

Se acercó a él y le dijo al oído con una sonrisa casi infantil:

-Ni los soldados podrían encontrarnos allí, mi señor.

Hizo una reverencia y se acercó al hogar, movió uno de los ladrillos y una de las puertas pesadas se apartó en completo silencio antes los ojos de Charles. Un pequeño espacio donde con esfuerzo entraba un hombre delgado, quedó expuesto en la obscuridad antes sus ojos pero la mujer de cabellos rubios se interno en él alumbrándolo con la antorcha que llevaba en la mano izquierda.

-¿A dónde quiere ir?

La pared se cerró apenas cruzar él porque la sirviente accionó otro ladrillo en la pared del túnel. Vania se dio vuelta de pronto dándose cuenta de que no sabía a dónde quería ir Charles.

-¿A dónde quiere ir, mi señor?-el fuego alumbraba los rasgos de la joven.-Podemos ir al bosque, al lago, a la caballeriza, la cocina o incluso podemos escuchar en el salón a los consejeros...

Ella le guardaba total fidelidad a él.

Hacía nada que George había recibido al mensajero de Consert y lo había enviado ya de regreso con la protocolaria pero amable respuesta de su parte para con su hermano. Lena se estaba encargando de una de las dos cenas que se daban durante la justa. Una al iniciar y una al finalizar, no se podía quejar, ella siempre le ayudaba era casi una costumbre. Haría frío y lo sabía pero por suerte la cosecha ya estaba levantada y él se encontraba solo en el despacho, aguardando por sus consejeros.

El silencio reinaba en el área, hacia mucho tiempo que no veía a Charles y ahora tenían que volver a encontrarse. No era ningún secreto para él, el hecho de que su hermano aspiraba al trono y que aunque fingía en su cara, por dentro le odiaba por haberse quedado con el trono y con Lena.

Charles miró maravillado como el tunel se abría ante él. Abrió la boca levemente, impresionado y luego se acercó para tocar las piedra con las manos. Para él, ese tunel era totalmente desconocido.

Ella le susurró algo que le hizo sonreir.

-Y que sea asi...me gustan los lugares oscuros, humedos...y solitarios...

Con Charles, nunca se sabía si se refería al tunel o quizá, estaba sacando las cosas de contexto para llevarla a su terreno. Él se limitó a sonreir, como un niño con un juguete nuevo.

Charles tomó de la cintura a la joven sirvienta de cabellos rubios y se pegó a ella, nunca de forma obsena, al menos por su parte, ya que no lo consideraba así.

-Yo te sigo.

Pareció pensarse las opciones que ella le daba hasta que por fin se decidió por una.

-Me gustaría oir de qué hablan mis consejeros, luego seguramente me vendra bien un paseo reflexivo por el lago ¿gustais?

Ladeó la cara, muy pegado a ella, divertido, mirandola con aquellos ojos que, a veces malvados, a veces picaros y otras como los de un niño joven e inocente, pero siempre sabían cautivar, era su don; su cabello largo y azabache le caía hacia un lado.

Camina con paso presuroso, pero sin perder la nobleza de su porte, hacia los aposentos de la Reina... como una de las damas de su séquito personal, y seguramente con la que tiene mas confianza, tiene que comprobar que la Reina está perfecta para recibir a los invitados.

Mira a los soldados, con porte altivo... al fin y al cabo, ella tiene un título.

-Anunciadme a la Reina.

Luego de algunos minutos caminando por los obscuros túneles, finalmente entraron en uno que parecía hacerse más estrecho y él seguía pegado a ella. En principio la había puesto nerviosa pero luego se dio cuenta de que le gustaba sentirlo así de cerca. Se detuvo de golpe provocando que él chocara con ella.

-Lo siento, mi señor pero...

Le hizo una señal para que guardara silencio y se acercó más a lo que debía ser la entrada y salida de aquella parte del túnel. La grácil mano movió ligeramente un ladrillo y enseguida las voces de los consejeros inundaron aquel pequeño lugar. Hablaban de la muerte de George, del dinero que pagarían para deshacerse de él y una vez Charles estuviera en el trono, mover sus intereses a su antojo. Ninguno de ellos sentía el más mínimo respeto por él y muy especialmente aquel viejo decrépito que Vania aborrecía. Se quedó muda, ella respetaba a Charles, le agradaba como príncipe y dudaba que fuera capaz de todo aquello pero se tenía que mantener en silencio.

-Si hablamos muy fuerte nos descubren...-se acercó mucho a él para decirle eso.

Los soldados abrieron la puerta de par en par sin mirar ni una sola vez más a la joven dama de compañía y uno de ellos la anunció con total solemnidad dejando las puertas de par en par luego de que la reina ordenara que Leonor entrara. La joven encontró a la reina peinándose el cabello y como muy pensativa.

No me hacía gracia, ninguna gracia, que mi hermano viniera. Eso podía significar dos cosas, o bien que había decidido acelerar su sucesión, o bien que durante el tiempo que estuviese aquí yo iba a estar paranoico por nada.

Y no permitiré ninguna de las dos cosas.

Trago tras trago de vino, doy vueltas a la cabeza. Al menos en una cosa soy mejor que mi hermano, aguanto muchisimo mejor el alcohol. De hecho se rumorea que alguna vez dije que si alguien me vencía en una competición de bebida, lo nombraría conde.

Acabo por tomar una decisión. Mando llamar a mi hombre de más confianza, Tobias.

Mientras espero a que llegue, mi mente pasa a Lena. Mi odiada y amada Lena. ¿correría a los brazos de mi hermano?

Ella debe creer que no me importa, o que no lo sé, o...no lo sé, pero si sabe cuanto me duele que vaya a sus brazos una y otra vez...si lo sabe sin duda es una mujer cruel.