Partida Rol por web

14 de octubre, 1932.

Una fría mañana de otoño cada uno de vosotros recibe un telegrama del profesor Finch, de la Universidad de Miskatonic, donde permanece trabajando y residiendo temporalmente a causa de su enfermedad. Es allí donde os cita, entre la urgencia y la confidencialidad, para lo que el mismo denomina… un asunto delicado.

  Marcus lee varias veces el telegrama del profesor. Tanta urgencia me mosquea, pero no será la primera vez que empiezo algo con aún menos información.

  Bride acaba tranquilo se taza de ardiente café negro antes de enfundarse en su raída gabardina color beige. Las cosas están bastante duras para todos. Comprueba una última vez su arma. Tras eso cierra la puerta de su pequeño apartamento para dirigirse a la oficina de correos para enviar la contestación antes de dirigirme a la universidad. 

El telégrafo había visto pasar sus mejores días sin haber conseguido desbancar, tal como pretendía, al correo postal como medio de comunicación a larga distancia. Aun así, el teletipo inventado recientemente le había dado un último aliento de vida mientras el teléfono ganaba cada vez más y más presencia en la sociedad americana.

Por supuesto la Universidad disponía de su propio teletipo, y esa es la razón por la que era usado preferentemente por sus académicos, al igual que lo hacían la mayoría de los organismos públicos alabando su eficacia y rapidez. Las oficinas de correos por su parte facilitan el uso a los ciudadanos de a pie, aunque su demanda empieza a ser cada vez más residual.

Si señor, la respuesta a este telegrama está pagada a cuenta del receptor, escriba aqui sus datos, aquí dirección de recepción y aquí señor lo más importante, el cuerpo del mensaje, me entiende señor, el texto, quiero decir. -dice sin apenas levantar la vista y señalando con un dedo entintado el formulario sobre el mostrador.

La nota reposaba sobre el comedor mientras el Sr. Wong terminaba su rutina diaria de Tai-Chi. Sus viejos huesos ya no eran como antes y sus articulaciones ya no soportaban tanto, con media hora al día era más que suficiente para él.

Una vez finalizó le dedicó una mirada al sobre con el telegrama. Una mueca de desagrado se dibujo en su arrugado rostro. -Lionel Finch... Viejo testarudo. ¿Hasta cuándo me dejaras en paz?- divagó entre pensamientos mientras tomaba el papel y se dirigía a la azotea. Tomó un viejo bastón que reposaba junto a la puerta y se dirigió a las escaleras del viejo edificio donde vivía.

Una vez en la azotea observó hacia el horizonte. Estados Unidos era muy diferente de su tierra natal. Aquí si que estaban locos y se atrevían a tildarlo a el mismo de locura, cuánto cinismo. Finalmente tomó asiento en un viejo sillón, frente a el una pequeña mesa de jardín con algunos pequeños bonsai y algunos útiles de jardinería. Aquel pasatiempo le ayudaba a calmar su mente. Del bolsillo de su túnica sacó una alargada pipa de bambú y una pequeña bolsita con lo que parecía ser tabaco. Se tomó el tiempo de prepararlo antes de llevarse la pipa a sus cuarteados labios mientras encendía el tabaco con un fósforo, el cual voló edificio abajo una vez cumplido su objetivo. 

Sus ojos se posaron nuevamente en el sobre mientras propina  una prolongada calada a su pipa, dejando escapar una espesa nube de humo. -Veamos que quiere- sus dedos rasgaron el sobre y liberaron delicadamente su contenido, desdoblando el papel cual papiro antiguo.

Estaba en la terraza leyendo A este lado del paraíso cuando sonó la puerta.

Era la señora Fitcher, la propietaria de la casa de huéspedes

Derek se levantó y fue hacia la puerta y abrió

—Esta mañana ha llegado un telegrama para usted.—

—¿Un telegrama?—

—Sí.—

Derek cogió el papel

—¿Para mí?— Ella le respondió que sí y Derek cogió el telegrama y le dio las gracias y después cerró la puerta. Nunca antes había recibido un telegrama. Se sentó sobre la cama y lo leyó. Era del señor Finch. Parecía preocupado por algo ¿Por qué no le había dicho nada en persona? ¿Por qué enviar un telegrama? Debía ser algo importante, urgente.

Derek dobló la hoja y la guardó en su cartera, luego se vistió y salió a la calle. Cruzó la calle y fue hacia la parada del autobús en dirección a la universidad. 

Aquella fría mañana de Otoño en la granja Baker, más bien chatarrería, Tom se preparaba mentalmente las labores del día entre el negocio familiar y la Universidad. Junto a una buen tazón de café y copisoso desayuno, el científico se dedicó a repasar la correspondencia que tan amablemente había traído aquella mañana el cartero. La sorpresa  fue mayúscula al  leer el telegrama. Que querrá ahora el bueno del Dr.Finch, parece bastante serio el tema.

Tom dejó de lado su planning  vistiéndose con presteza, bufanda incluida y se dirigió a la Uni con su camión grúa del negocio familiar. Era un medio de lo más aparatoso pero la chatarrería no daba para más y el Dr.Baker siempre había vivido ajeno a los comentarios de académicos más esnobs.

Una vez terminó de leer dobló nuevamente el papel y lo devolvió a su sobre, el cual dejó en el reposamos del sillón. Una nueva calada llenó de humo sus pulmones mientras mantenía la mirada fija en el horizonte. Después de unos segundos dejó escapar el humo sobre su cabeza justo antes de soltar una sonora carcajada.

-​​​​​​-Eres una caja de sorpresas Flinch, Je Je Je Je... ¿Amigo? ¿Ahora necesitas mi ayuda? Jua Jua Jua Je Je Je- El viejo conocía al Doctor Flinch desde hace ya varias décadas, al principio se admiraban mutuamente, pero desde que el Sr. Wong empezó a exponer trabajos dejando ver qué creía en varios mitos antiguos y otras dimensiones conectadas a nuestro mundo, Flinch se había encargado de desacreditarlo, afectando su reputación entre la comunidad de Ciencia e Historia. Desde ese momento habían dejado de llamarle para exposiciones o para conferencias y el Sr. Wong se dedicó a investigaciones mucho más oscuras, buscando una forma de conseguir algún prueba demostrable y callarle la boca a todos aquellos que se burlaron de él. 

Por ello aquel mensaje le cayó en gracia, ahora le necesitaba, ¡Ja! No desaprovecharía la oportunidad de recuperar su reputación, además que realmente tenía curiosidad de saber el verdadero motivo de su llamado.

Aquella misma tarde recogió algunas de sus pertenencias, entre las que se distinguían varios tomos antiguos, algunos implementos de medicina oriental y acupuntura, inciensos aromáticos que usaba para meditar y varios de sus títulos obtenidos en diferentes universidades alrededor del mundo. Se vistió con un traje tradicional de su país, color negro decorado con franjas doradas y escarlata. Quería verse a la altura para su regreso triunfal. Entonces partió hacia la Universidad de Miskatenic, afortunadamente el viaje solo estaba a un par de horas del apartamento de su hermano perdido, lugar donde se hospedaba desde que llegó a Estados Unidos.

  Marcus sonríe al funcionario que le indica el formulario a rellenar. Extrae su bolígrafo del bolsillo interior de su gabardina y escribe el siguiente mensaje. 

    ESTIMADO PROFESOR FINCH STOP ENCANTADO DE PODER OFRECERLE MIS SERVICIOS STOP ME DIRIJO HACIA SU DEPARTAMENTO EN LA UNIVERSIDAD STOP 

   Releo un par de veces el mensaje y después se lo entrego al individuo que se encuentra tras el mostrador. Vuelvo a guardar mi bolígrafo en el bolsillo y salgo del edificio en dirección al coche.

   Una vez en el vehículo enciendo un cigarrillo y me dirijo a la universidad.

Recorres el camino desde la granja en las afueras de Arkham entre una espesa y fría niebla otoñal, el olor a tierra húmeda te acompaño hasta llegar a la ciudad. Atraviesas el centro y llegas finalmente a la universidad dónde buscas tu aparcamiento habitual disfrutando de las miradas pretenciosas de algunos, sorprendidas de otros. Es pronto, tampoco hay demasiado movimiento, pero en mayor o menor medida conoces a casi todos los que te cruzas de camino al edifico principal, mientras, te preguntas si el viejo Finch estará ya en su despacho o en su residencia.

La mañana es fría y húmeda y la niebla parece meterse en tus huesos el poco tiempo que pasas esperando el autobús que cruza el centro de Arkham. Este no tarda demasiado en llegar a la universidad, esta es una ciudad en expansión per aun esta muy lejos s de cualquiera de las grandes ciudades americanas. Para muchos sigue siendo un pueblo venido a más.

Una vez en la Universidad y viendo que es temprano, te diriges directamente a la residencia de Finch, eres uno de los pocos que puede tocar en su puerta con confianza y siempre es bien recibido, a Finch le gusta tu compañía, tan alejada de los estereotipos académicos en los que siempre está inmerso y en algunas ocasiones ha solicitado tu ayuda para llevarlo con su silla de ruedas en sus qué haceres por la universidad.

La carretera a Arkham desde Boston está cubierta por una densa y fría niebla, aunque normalmente el recorrido podría hacerse en cuarenta minutos las condiciones hacen que tardes algo más de una hora, Ya en la ciudad la niebla es más ligera, y en poco tiempo la has atravesado para llegar finalmente a la Universidad. Por distintos motivos, entre ellos la presencia de profesor Finch, hacia algún tiempo que no pasabas por aquí, pero estos lugares cambian muy poco con el tiempo, y parecen vivir al margen del frenético avance de la modernidad. A pesar de eso, no sabes dónde puedes encontrar al profesor en este momento.

Cuando llegó a la residencia del señor Finch era media mañana. Se detuvo enfrente de la casa. Todo parecía estar en calma. No había nada extraño. Fue a llamar a la puerta pero en el ultimo momento cambió de idea. Aquel asunto le daba mala espina. Giró sobre sus talones y regresó por donde había venido y dio un paseo por la manzana. Conocía bien la zona y a los vecinos así que caminó despacio, con las manos metidas en los bolsillos mirando con disimulo por si veía algo que se saliera de lo habitual. 

El frio y la niebla no invitan a salir del coche una vez que has llegado a la universidad. El edificio parece sacado de un cuadro antiguo, atemporal en el centro de esta ciudad que a regañadientes se moderniza con cierta pereza, casi por obligación.

Es pronto aun, no hay demasiado movimiento en la universidad y el poco que hay es tan silencioso que no se deja notar. Lo que más te llama la atención es un camión grúa estacionado cerca de tu coche, parece completamente fuera de lugar en aquel entorno. No importa, ¿Dónde estará el profesor? trataste con él en alguna ocasión, pero nunca dentro de la universidad, la única puerta abierta es la puerta principal, dónde supones que habrá algún tipo de recepción.

   Marcus detiene el vehículo. Se coloca el gorro y se sube el cuello de la gabardina. Una mañana bastante desapacible. Bajo coche y echo una mirada a la hora en el viejo reloj de bolsillo .- Espero no haber llegado demasiado pronto.

   Mis pasos me dirigen a lo que parece la puerta principal del edificio. Una ve allí entraré en lo que parece el hall del edificio. A ver si tenemos suerte y ya esta la recepcionista y puede indicarme dónde encontrar al profesor.

   El lugar es enorme y un día como hoy no me apetece en absoluto andar paseando por el lugar. 

Bufanda y llaves en mano, Tom se dirigió primero al despacho. Sabía de sobras que al Dr.Finch no le privaba un par de ruedas seguir con su trabajo. Una vez aparcó y durante el camino para encontrar al Dr., bien se le caían unos folios de la cartera o tenía que volver a la grúa porque se había dejado el sombrero. Tardando el doble que un ser humano normal para cubrir el breve trayecto, cuando no era una cosa era otra. Baker cavilaba sobre el enigmático telegrama...

Por qué me habrá enviado un telegrama? Si lo veo a menudo, será que se ha distanciado de mí? O quizás se le acabó la tinta, no lo entiendo. Es como muy oficial y enigmático...lo habrá recibido más gente o soy un privilegiado? Por qué tendré sólo un cerebro y tan poca memoria.mmmm memoria que bueno sería inventar una unidad portátil para almacenar memoria. Rayos, sería todo un invento!!! Lo tengo que anotar en algún lado para que no se me olvide... pero que era lo que había pensado anotar. Rediantre!!! Tengo que mejorar la memoria.

La Universidad permanecía tal cual la recordaba. Un sentimiento de nostalgia invadió al viejo Sr. Wong mientras observaba desde el interior del auto la vieja entrada al edificio principal. La puerta del automóvil se abrió mientras Chang le indicaba en mandarín que ya habían llegado manteniendo la puerta abierta hasta que el Sr. Wong bajó. Luego de cerrar la puerta se apresuró a sacar su equipaje del maletero a lo que el viejo le detuvo en seco.

-No saques mi maleta Chang, creo que no demoraré mucho...- Le ordenó a su sirviente mientras sus ojos se paseaban por las instalaciones.

-Espera aquí-  Se acomodó el traje e ingresó por la puerta principal, allí le preguntó al guardia por el despacho del Doctor Flinch, agradeció con media reverencia y avanzó hasta su destino.

No ves nada fuera de lo normal, pero tu breve paseo se ve rápidamente interrumpido- Mi buen amigo Derek, que gusto verle, y que adecuada su presencia tan temprana. No podía haber sido más oportuna. - Es la voz el profesor Lionel Finch a tu espalda, abriendo la puerta de su pequeño departamento para salir, con un gesto te indica que te acerques par ayudarle a salir y cerrar.

Supongo que habrá usted recibido mi telegrama y le habrá extrañado, todo se explicará convenientemente, espero que al o largo de esta mañana si es que todos son tan solícitos como tú y llegan hoy mismo, sería fantástico. Pero antes de las explicaciones, que dejaremos para cuando estemos todos reunido, quiero aclararle porqué le he pedido a usted que nos acompañara hoy, mi querido amigo, quizás piense cuando todo esté explicado que usted está fuera de lugar, y desde este momento le afirmo, que nada más lejos de la realidad, en pocos hombres pondría la confianza que pongo en usted para el delicado asunto que debemos tratar, no olvide esto en ningún momento, por que sé, que cuando todos duden, cuando la razón de los intelectuales se convierta en su propia sinrazón, usted sabrá que hacer, y esa, amigo mío es la razón por la que usted está aquí, por que sé que usted sabrá qué hacer.

Aunque resulte enigmático el profesor dice esto con total naturalidad, para él está claro que una vez explicado el asunto que se trae entre manos todo esto cobrará sentido. Mientras habla te pide que le acompañes a su despacho, dónde con suerte, pronto llegarán otras personas a las que también parece haber enviado telegramas.

¿El telegrama?, bueno, la confidencialidad era importante, pero, sobre todo, considéreme un viejo chocho algo teatral.

Recorres prácticamente toda la universidad, repitiendo incluso varias veces por algunos de los pasillos, la mayoría de las personas con las que te cruzas te ignoran deliberadamente, algunos sonríen discretamente, otros te saludan con mas o menos entusiasmo y no falta quién te dirige una fría mirada de desprecio cargada de ínfulas intelectuales. Realmente solo un par de los rectores más reaccionarios y como dirían algunos por lo bajo, mesozoicos de la universidad.

Finalmente, después de la innecesaria excursión acabas dando con el pasillo al final del cual se encuentra el despacho del profesor, al que justo te da tiempo a ver entrar, acompañado de un personaje al que no terminas de situar en tu mente, aunque te da la sensación de haber visto antes. El hombre, joven sin duda, empuja la silla del profesor y cierra la puerta tras él.

No hay nadie en el mostrador de la recepción cuando llegas, pero no tarda en salir de un cuarto situado detrás la que supones debes ser la recepcionista. Igualmente, entrada en años y en carnes, sostiene con una mano una taza de café humeante y en la otra un plato con una generosa porción de tarta de queso con arándanos, con toda la parsimonia del mundo lo va dejando ordenadamente en su mesita, se sienta, vuelve a colocar la taza y el plato a su gusto y solo entonces te pregunta amablemente que deseas.

Ni siquiera pregunta quien eres o el porqué de la visita, simplemente te da las indicaciones pertinentes para llegar hasta el despacho de Finch, no son precisamente sencillas, es un conjunto de edificios endemoniadamente grande, pero nada que no puedas recordar con un poco de atención.