Partida Rol por web

En un espacio cerrado como aquél, y bajo la luz de las antorchas mágicas, usé mi espada nueva que brillaba con luz propia. Era un espectáculo de ver, casi incansable por mi parte. Cada estocada, corte y ganchos que realizaba me hacían querer ver más y más a aquella espada en acción.

Era una verdadera maravilla. Tan ligera, tan fluida, casi cortaba como si atravesase el aire. En cuestión de minutos, saltaba de una esquina a la otra y rodaba por entre los lentos e incansables soldados caídos. Su inteligencia era bastante pobre, era algo fácilmente notable, se chocaban entre ellos cargando las pesadas armaduras y los cascos y espadas grandes les hacían ir más lentos. Eso me permitió esquivarles más de una vez, y ahora estaba ágilmente de pie sobre la tumba, al final de la sala.

Sin embargo no desfallecían, y para cuando logré cortar definitivamente la cabeza a través de la armadura de dos de ellos, me habían alcanzado gopleándome en un brazo y en la espalda. - TSK...Magulladuras... tendréis que hacerlo mejor que eso. - dije serio desde lo alto de la tumba del rey. Me habían tocado las narices. Me crují el cuello y mantuve pose de ataque con ambos brazos alzados y armados. Tres esqueletos se interponían entre mí y la salida.

Saqué mi puñal, y de un salto ataqué con ambas armas a la vez, cargué contra el que tenía más cerca. De un espadazo le rajé la armadura y de un corte vertical con el puñal le atravesé el cráneo, lanzándolo por los aires.

Tras esquivar a los otros dos como pude, embestí contra el otro con ambas armas a la vez, destrozándolo y dejando sus huesos repartidos por el suelo.

Para cuando ataqué al último, ya tenía su arma levantada contra mí. Mi espada le cortó por la mitad, pero el puñal rebotó en su mandoble. 

Di un salto y miré la espada azul. Era de verdad milagrosa. Sería imparable si tuviera dos!! aunque ya me sentía invencible teniendo una...

Miré a los restos del agonizante esqueleto que aún quedaba ante mí arrastrándose -Patético... - menuda guardia. Los muertos no servían para proteger lo que no pudieron salvar en vida. Pero fue un buen intento de trampa. Cualquier otro hubiera caído sin dudarlo.

Poco a poco los guardias iban cayendo, hasta que solo quedó uno en pie. Casi destrozado, aún intentaba alcanzarte con su arma.

Me quedé mirándole con el mentón bien alto, como se arrastraba por el suelo ante mi enormidad absoluta, intentado cumplir su único propósito de atacarme y matarme. - Descansa hermano. Ya has hecho bastante en vida como para encima seguir exigiéndote la muerte eterna. - guardé mi puñal y sin dudarlo, me acerqué lentamente hacia los restos de aquél difunto guerrero.

Alcé la espada azul con ambas manos aferradas a la empuñadura y apuntando abajo, y sin ningún tipo de piedad la bajé con fuerza clavándola en su cráneo y atravesándolo hasta el suelo. - Esta es mi piedad para vosotros. Disfrutadla - escupí finalmente a un lado y tras un gesto de malabarismo perfecto con la espada, volví a admirarla. *QUE MARAVILLA... - casi con enfermizo fulgor, mis ojos no se despegaron de ella... hasta que la envainé de nuevo. Mi trabajo aquí había terminado, y desde el más allá podrán mirarme y recordar que el gran Kon Graten les salvó de la mísera muerte eterna anclados a esos cuerpos momificados. Desde luego estarían agradecidos.

O quizás sólo fuesen muñecos sin alma. - Meh. - me troné el cuello y movilicé mis enormes espaldas, como quien estira los músculos antes de ir a nadar - Buen calentamiento. Hacía tiempo que no usaba dos armas a la vez.

Te mueves rápido entre los espadones de los guardias espectrales y golpeas salvajemente con tu espada. Partes uno de los cuerpos por la mitad, cortas la cabeza de otro y luego te vuelves para, con un amplio tajo, desintegrar en una nube de polvo y huesos al último de tus enemigos. Una vez terminada la cruenta batalla, decides abandonar cuanto antes la tumba subterránea y volver a la superficie.

Corres por los pasadizos de la tumba y por fin llegas a las escaleras que llevan al exterior. Empiezas a subir los escalones hacia la pálida luz de la luna.

Abandonas la tumba sin mayores problemas y te encuentras de nuevo entre las ruinas de la ciudad de Dalannast. El fresco aire nocturno te parece vigorizante en comparación con el malsano ambiente de la tumba. La plateada luna brilla en lo alto, señal de que la noche es ya avanzada. No quieres internarte en el sombrío bosque bajo la oscuridad, además de que estás agotado tras tu aventura en el subterráneo, por lo que buscas refugio en uno de los derruidos edificios. Te echas entre los cascotes y descansas a la espera de la mañana.

Un resplandeciente sol se eleva sobre el bosque con la llegada del amanecer, los negros nubarrones de días anteriores desaparecidos. Miras a tu alrededor y el bosque se presenta ante tus ojos como un bello lugar de majestuosos árboles y brillantes hojas. Una suave brisa sopla del sur, trayendo el canto de algún pájaro y el murmullo de la vegetación. No sientes el opresivo ambiente de cuando llegaste, y da la impresión de que el bosque hubiese despertado de una pesadilla. Meditas si la destrucción del Rey muerto tendrá algo que ver, pero no estás seguro, por lo que decides no pensar más en ello.

Recoges tu equipo y cruzas las ruinas de Dalannast para dejar el claro. Tu sorpresa es mayúscula cuando encuentras un sendero que parte hacia el oeste. Estás seguro que el día anterior ese sendero no estaba ahí y te maravillas nuevamente de la magia que impregna cada rincón de este paraje. Te internas por el camino dejando atrás la mítica ciudad de Dalannast y emprendes la marcha hacia el oeste. Avanzas a buen ritmo, recorriendo varios kilómetros antes del mediodía. El sendero se desvía entonces hacia el norte y lo sigues a través del curso de una antigua riera. Al anochecer, decides hacer un alto para descansar hasta la mañana siguiente.

Finalizada la masacre, piso los restos de huesos y polvo hasta salir de aquella tumba. Con un escalofrío final miro hacia atrás, pero decido salir cuanto antes de allí - Ya he tenido bastantes muertos y tumbas por un día... o por un mes. O unos añitos. - tocando inconscientemente el mango de mi espada nueva, me marcho raudo y corro por los pasadizos hasta salir de allí y respirar, al fin, aire fresco y puro. Olvidando completamente de la existencia de aquella corona que cayó de la cabeza del rey esqueleto.

~AHHHhhhhh - solté aire tras sentirme más renovado. Menuda incursión tan ... interesante. Alcé la vista viendo la plateada luna en el cielo. Estaba claro que había pasado demasiado tiempo dando vueltas entre el bosque y la tumba. Necesitaba descansar un rato. No es que mi cuerpazo necesitase detenerse, pero mi mente empezaba a sentirse absurdamente aturdida... Me echo entre algunos cascotes duros y al fin, duermo plácidamente.

[...]  durante el final de mi sueño, mis compañeros se alzaban cadavéricos... y caminaban con paso lento mientras se les unían los lobos y humanos con ojos bovinos hacia mi hogar... sólo para encontrarse a mi gigantesca figura amenazante y preparada para masacrar a todos los que se atrevieran a dar un paso más. Justo antes de dar mi primer espadazo azul brillante, la risa estrambótica de la vieja loca resonaba por el cielo. Al alzar la vista... una imagen... de una cabra...un dios cabra... se estaba riendo, como loca... JUAJAJAJJAJAJAJA - y con esa risa final me desperté de un ronquido potente de los míos, justo cuando ya había salido el sol [...]

Me levanto con la baba saliendo de mi boca contra la fría piedra. Desperezándome, noto lo bello y majestuoso que me parecía ahora el bosque. De hecho hasta oí un pajarillo cantar. Quizás me lo estaba imaginando, el día anterior aquél bosque parecía un infierno de piedra, y ahora... - Meh... - encogí los hombros. Tenía que ponerme en marcha. Y ante mi sorpresa, cuando me preparé mentalmente para volver al laberinto, frente a mí había un sendero. Directo al Oeste. -¿brujería?... - miré a todos lados. Me estaban siguiendo? o el bosque era tan sabio?... o era mi espada? sin tener claro el cómo o el porqué, sí que tenía claro el "hacia dónde". No tardé en marchar al Oeste. Me despedí de las ruinas tras de mí con un gesto inclinando la cabeza, con respeto, y partí.

El ritmo era exageradamente mejor, el clima y los caminos también. La noche llegó sin pesarme en absoluto. 

Buscas entre la vegetación un lugar donde acomodarte para pasar la noche. Descubres un estrecho sendero que parte en dirección este y te internas por él para ver a donde conduce. Tras recorrer un centenar de pasos, hallas un gran árbol de hojas grises. Al pie del nudoso tronco, las raíces forman un pequeño embalse que recoge la cristalina agua de lluvia.

-Ese gran árbol tenía una pinta perfecta para descansar bajo él. Y mira! tiene hasta agua para refrescarme la cara antes de acostarme. - Me salpiqué la cara y hice una cuenca con ambas manos para beber algo antes de acostarme.

Juntando tus manos a modo de cuenco, bebes varios sorbos y sientes el vigorizante frescor del agua de lluvia. Al momento, recobras las energías perdidas y tus heridas sanan por sí solas. Asombrado, miras al enorme árbol y llegas a la conclusión que este lugar debe haber sido bendecido por Rael, diosa de la naturaleza. Con las fuerzas recobradas, haces una reverencia ante el imponente árbol antes de regresar al camino para descansar hasta el nuevo día.

Despiertas tan pronto amanece y recoges tus cosas. Sin dilación, sigues el sendero hacia el norte. El día pasa con rapidez mientras avanzas a ritmo vivo entre los árboles. Viajas durante toda la jornada sin mayores problemas hasta que, al anochecer, alcanzas el límite norte del bosque. Sientes un gran pesar al tener que abandonar su cobijo, ya que ante ti se extienden de nuevo las áridas Llanuras Grises. Al verlas, te llega el recuerdo de los orcos, los dragones y los asesinos enmascarados de negro, imágenes en las que no habías pensado en los últimos días. Ahora debes continuar tu misión y vuelves a sumirte en profundas preocupaciones.

Decides dormir esta noche bajo el amparo del bosque y abandonarlo por la mañana, ya que deseas demorar un poco más tu partida. De este modo, te echas entre la maleza a descansar hasta la mañana. Con las primeras luces, dejas el bosque de Shalanest Oeste para internarte en las vastas planicies de las Llanuras Grises. Un fuerte viento sopla del norte mientras recorres el desértico paraje, donde eternas estepas áridas y resecas aparecen desnudas ante tus ojos, acostumbrados al boscoso paisaje que has dejado atrás. Te cubres el rostro con la capucha y continúas caminando en dirección norte bajo el frío y ululante viento. A media tarde, las nubes cubren el cielo, confiriéndole un aspecto plomizo. Avanzas sin descanso hasta el anochecer, momento en que decides acampar y reponer fuerzas. Encuentras refugio bajo una loma de terrosa superficie y comes un frugal bocado. Luego, te echas e intentas dormir.

-UOOO!!! - tras beber el agua varias veces, el subidón que tuve fue más que de un simple trago de agua. Mis rozaduras tras la batalla con los esqueletos y el arañazo de los lobos sanaron por sí mismos, dejando mi piel tersa y firme como nueva. Agradezco al árbol y le hago varias reverencias. *Que maravilla encontrarse aún con ancestrales árboles como éste. Desde luego los dioses están de mi parte! - pensé después de haber encontrado aquella espada y haber encontrado aquél agua milagrosa.

Pero al parecer los dioses del hambre no estaban de mi parte, pues al siguiente día avancé y avancé y cuando me di cuenta... me había quedado sin comida!!! Eso era una mala señal. Con el estómago gruñéndome logré encontrar el límite del bosque. 

-Al fin. Miré seriamente hacia las áridas Llanuras Grises. Debía continuar mi misión ahora. Me sentía más fuerte que antes, con mi espada nueva a mi lado y los antiguos reyes purificados, y los dioses resguardándome desde las alturas, me sentía capaz de lograrlo todo. Debía cumplir mi misión, independientemente de quien se interpusiera en mi camino.

Al día siguiente, abandono por fin el bosque, y avanzo en las resecas estepas árticas - Que aire frío... - Dije con seriedad mirando hacia el frente. Tenía suficiente calor corporal como para mantenerme estable, pero de todas formas me tapo bien con la capucha y sigo caminando, sin cesar, hasta bien entrada la noche. En ese momento me sentía tan hambriento que me comería uno de aquellos lobos. O incluso dos. 

El sonido gutural de mi estómago se oía en la fría noche.

La noche termina y amanece un nuevo día. El cielo permanece gris y sin luz, con negros nubarrones de tormenta asomando en el norte. Te abrigas con tu capa y partes por la mañana temprano en esa dirección. Continúas tu solitario viaje y por la tarde vadeas el ancho lecho del río Durn, que cruza las llanuras desde la ciudad de Erashar hasta el Gran Lago. Una carretera sigue el margen derecho del río y avanza hacia el oeste. Te detienes en medio de la polvorienta vía mientras meditas sobre qué camino tomar. La ruta hacia el norte a través de las llanuras es la más rápida, pero también la más peligrosa, ya que se trata de una desolada región de eternas extensiones de tierra árida y abandonada. Cruzarla a pie puede significar la muerte por inanición. Por el contrario, la carretera es una vía más o menos segura para viajar hacia el oeste y más adelante podrás girar hacia el norte en dirección a Stumlad. Sin embargo, seguirla te obligará a dar un largo rodeo y retrasarte varios días en alcanzar tu objetivo.

Planteándome ambas opciones, la más rápida pero que me haría pasar mucho hambre, y la más segura pero que me haría perder varios días. 

Por un momento pensé en qué haría un aventurero. Probablemente exploraría todo el camino del río, y se entretendría en varias posadas. Pero yo tenía una misión urgente, la guerra estaba en camino. No podía permitirme perder más tiempo... aunque me fuese la vida en ello.

Me abrigué más con mi capa y marché con total seriedad hacia las llanuras en dirección a Erashar, con paso firme y decidido. 

Decides hacer frente a la dureza del viaje por la desolada tundra antes que tomar el camino más largo de la carretera. De esta forma, esperas no toparte con los asesinos que te atacaron antes de entrar en Dalannast. Es un largo camino a pie, cargado con tus pocas provisiones, a través de una árida región donde será difícil encontrar alimento y agua. Durante toda la jornada, caminas sin pausa por el desapacible paisaje, tomando polvorientas rutas hace tiempo abandonadas, e internándote en la vasta desolación que son las Llanuras Grises. El horizonte se extiende perdiéndose en el infinito, sin que se divise más que pequeñas lomas coronadas por árboles muertos. Al llegar la oscuridad, acampas junto a una roca y te dispones a pasar una fría noche.

Caminando un par de kilómetros, me doy cuenta de que además por aquí quizás no me tope con los asesinos que acabaron con todos mis hombres. Aunque hubiera estado bien encontrarme con ellos para darles su merecida paliza. Aún recuerdo al que abatí con mi arco y su máscara oscura, con odio. 

Camino sin pausa, cuanto más me detenga peor. Las rutas están visiblemente hechas polvo y poco transitadas, y la línea del camino que tengo enfrente parece no terminar nunca. La oscura y fría noche llega rápido... por lo que decido acostarme, evitando pensar en lo largo que será igualmente el camino mañana.

Un débil silbido disturba tu frágil sueño a media noche. Te pones en pie con rapidez y buscas tu espada para investigar los alrededores. No tardas en descubrir una pequeña serpiente de cuerpo escamoso y multicolores anillos, que repta zigzagueante sobre la piedra mientras abre unas fauces chorreantes de un viscoso líquido amarillo.

-MMRegjlmf.ZZ.... Ejh?... mm?... - estaba ahí ahí entre consciente y el mundo de los sueños cuando un silbidillo me despierta del todo. Del susto, tardo un segundo pero me pongo de pie de golpe, mirando a derecha e izquierda. No hay nada peor que te despierten del susto y despertándose sin recordar dónde diantres te habías tumbado a dormir. *No estoy en casa... ah, cierto... las llanuras... la misión.  

Ajustándome los ojos miro entorno a mí, aún confuso. Algo brillante, multicolor, y sinuoso. Y colmilludo!!!  

-AHG! - pegué un chillido agudo afeminado vergonzoso el cual jamás admitiría que hubiera salido de mi garganta. Del susto y sin pensar, lancé hacia abajo la espada como quien intenta aplastar un bicho con una sartén o una bota. PLANCK! contra la roca. *JODER QUE SUSTO CON LA SERPIENTE. 

Pero no había nada ahí. Le había dado sólo a la roca. Me recompuse y me puse serio, más tenso. Era una ilusión? resultó que el agua del árbol era alucinógena? NO!! la escurridiza criatura apareció por detrás de la roca y se lanzó contra mí de nuevo.

-AH, NO. Maldita oportunista queriendo envenenarme mientras duermo! -blandí mi espada en un arco descendente, y tras intentar esquivarla de nuevo hice un rápido corte horizontal para cortar su asquerosa cabeza.

Por la mañana, te levantas a primera hora, cargas con tu mochila y prosigues la travesía por el monótono paisaje de las Llanuras Grises. Recorres muchos kilómetros durante otra jornada, hasta que te encuentras vagando por una serie de irregulares elevaciones cubiertas de rastrojos. Coronas una loma cuando una fina polvareda se eleva al este, acercándose. Rápidamente, te ocultas tras uno de los matorrales y aguardas en tensión. No tardas en reconocer el sonido de cascos de caballo y casi te alegras de encontrarte con otro ser vivo tras tantos días de solitario viaje. Te dispones a salir al encuentro del viajero, cuando por fin su figura se hace visible. Se trata de un jinete vestido completamente de negro y cubierto con una máscara del mismo color. Un arco cuelga de su hombro y un alargado puñal pende de su cadera. El viajero detiene su corcel a no más de treinta metros de tu escondite. Tras desmontar, se inclina sobre el suelo en busca de algún rastro.

La escenita con la serpiente me ha dejado muy mal cuerpo. Nunca me han gustado las serpientes. Y cuanto más pequeñas y escurridizas peor!

Duermo fatal y despertándome a ratos. Y cuando por fin amanece, me alegro de seguir viendo el cuerpo cortado de aquella cosa larga multicolor y de dejarlo bien atrás a medida que avanzo por las llanuras. El avance es eterno, pero por suerte la serpiente me quitó el hambre y empezaba a estar acostumbrado a no tener qué comer. Pero esperaba encontrar algo, o alguien... pronto.

Y tan pronto lo pensé, vi la fina polvareda. Sin pensar siquiera, me oculté, y en ese momento oí la montura. *Por fin, un ser vivo. - Llevaba días sólo o con los árboles, o peor, con los muertos. Por lo que eso era una mejora, aunque fuesen humanos bovinos. Me hubiera alegrado hasta encontrarme al maldito borracho de la posada que me molestó hasta que me hicieron marcharme. 

Pero la figura resultó ser uno de los asesinos que nos emboscaron. La furia me llenó en un instante, como si abrieras un abrasador metálico con brasas al rojo durante días. Era uno de aquellos cobardes desgraciados que escaparon. Y ahora, él iba a ser el emboscado. ¿Buscando pistas, rastros? YO A ESE *** * * ** * *** LO DESPEDAZO AHORA MISMO.