Partida Rol por web

- Se hará todo cual has pensado, Balbo. Demuestras una gran astucia en tu planeamiento.

Justo en ese momento los gritos de los de los espectadores de la carrera anuncian que algo ocurre en la superficie, o que quizá las facciones nuevamente se han enfrascado en violentas disputas debido al resultado de las carreras.

Esto marca el final de la reunión y tú debes partir junto a Mucio. Todos te desean buena suerte en la misión que has aceptado.

Mientras suben nuevamente a la superficie, Mucio, percatándose que se encuentran fuera del alcance de oidos curiosos, te dice:

- Creo que deberías reconciderar el ofrecimiento de conseguir el puesto de triúmbiro, mi querido Balbo. Esta disputa con los patricios es importante, pero el problema principal es que los venturi ya no saben que hacer con el poder y se enfrascan en sus disputas estériles. Pronto nosotros, los navegantes, seremos los llamados a salvar Roma.

Con buenos deseos partió de la reunión acompañado del filosofo, a cada paso el ruido se elevaba más y más, por un momento parecía que el circo máximo caería sobre sus propias cabezas, y entonces en ese momento el filosofo tras mirar a uno y otro lado se paro en seco agarrándole del brazo para llamar su atención.Sus labios formaron las palabras apenas un susurro oculto entre el ruido del gentío vociferante, Balbo no pudo sino sonreír gratamente negando con la cabeza.

-Mi buen Mucio, me honráis con vuestras palabras, y en parte tenéis razón- comenzó levantando la mano como si estuviese en el foro pidiendo permiso para hablar -las disputas de los venturi desgastan su poder y tarde o temprano se lanzarán el uno al cuello del otro, la situación actual es producto de su aniversidad pero olvidamos que son esa vociferante turba la que en mayor medida soporta el destino de Roma,nosotros solo somos la piedra que desvía el cauce del arroyo- dijo con tono contrito.

Poco a poco se acercó bajando aún más si cabe el tono de voz -es un regalo envenenado, ¿acaso no lo veis?,soy un soldado y vos con vuestra retorica desmontaríais mis argumentos con la facilidad que yo desarmo a un niño,¿creéis acaso que entre las filas de los patricios no hay gente de talento para la dialéctica?, los venturi de una y otra magistratura unirán filas contra una amenaza como solo puede serlo la perdida de poder - expuso con tono seguro.

-No ... tan solo traería vergüenza a los navegantes siendo incapaz de ejercer mi nuevo puesto, y sería destituido por aquel que me nombró por muy honorable y  por muy contrario a sus deseos que sea, dándole una salida para salvaguardar su honor y entereza.Se daría por sentado que el poder pertenece a los venturi, quienes hacen y deshacen a su antojo y luego volverían a sus triviales rencillas- negó con la cabeza afirmando sus palabras -nosotros por el contrario veriámos seriamente mermada nuestra reputación para el gobierno,el poder no se recibe como un regalo, se toma. Ese puesto y el de princeps están reservados a alguien de entre nuestras filas más antiguo y sabio que nosotros, cuando llegue el momento las acciones de unos y otros se medirán en una balanza eso acabará por decantar al resto de clanes a nuestro favor, Roma no puede ser gobernada y mantenida por un clan sin el consentimiento del resto, sería ... simplemente caótico- dijo señalando a la superficie.

Una sonrisa acudió a sus labios tras su planteamiento -os lo agradezco mi buen Mucio, pero ¿entendéis ahora por qué rechazo tal honor?, espero que no penséis que soy un necio- dijo inclinando la cabeza como aquel que se esfuerza por escuchar.
 

Mucio acepta tus razones, pero agrega:

- Eres un romano honorable, Balbo, por lo que has llamado la atención no solo de los ventrue de la ciudad, sino de uno de nuestros mayores, hijo del mismo Neptuno que nos engendró. El está interesado en Roma y desea que preparemos el camino para su llegada.

Eso era toda una novedad. Has escuchado que en el tiempo de Trajano fue el mismo dios fundador del clan quien venció a los odiados dacios y sus señores tzimisce, pero nunca que hubiera interés en el clan por tomar el poder del Imperio.

Antes de que Mucio se haga uno con la oscuridad de los pasillos y se retirara, te dice:

- Dicen que hay un burdel regentado por una vampiara egipcia en la Suburra. Es muy esclusivo y muchos patricios van ahí. Quizá te sirva para acercarte a los patricios una vez que seas denunciado en el senado.

La cara de Balbo reflejo su sorpresa, rápidamente se recupero, pero para alguien como Mucio los segundos bien podrían parecer horas.

-Será un honor pues llevar a cabo está tarea, de buen grado aceptaré el ofrecimiento de Cayo Lisandro- fue todo cuanto puedo decir en respuesta a la revelación de Mucio.

-Suburra ... así se hará- susurró a la negra forma que se fundía con el resto de sombras, tal talento aún no había sido revelado a Balbo, aún con todo prefería andar por las calles de Roma, ello le producía cierto regocijo, saber que toda la sangre derramada y todos los sacrificios tenían un fin, un cometido ... .

Mientras andaba su cabeza daba vueltas pensando en curso de acción -lo primero obviamente será dar motivos a la magistratura para denunciarme, tal vez algo sutíl pero del todo impropio de un magistri- sus pasos le guiaron hasta la salida del Coliseo, donde un hombre esperaba con las riendas de dos caballos cogidas de la mano.

Al verlo el hombre agacho la cabeza en señal de respeto -amo- añadió tendiéndole las riendas -por hoy hemos terminado Ciceron, volvemos a casa- dijo tomando las riendas entre sus manos -¿Cicerón disfrutas con tus obligaciones?-dijo con naturalidad pasando por alto la relación amo-criado invitando al sirviente a hablar abiertamente.

Ciceron era un sujeto astuto, pero de un ingenio práctico; la clase de inteligencia que posee una persona del pueblo llano. Adecuado para sobrevivir, pero sin utilidad en las grandes intrigas del Imperio.

Cuando le haces la consulta de acerca de si disfruta de sus obligaciones, el hombre piensa por un momento la respuesta para luego decir:

- Cuento con la confianza de dominus y estoy muy por encima que otros esclavos. Has compartido tu poder conmigo, domine, y trato de responder a ello lo mejor que puedo.

Ciceron tanteaba tus intenciones, ya que tu pregunta podía significar muchas cosas, más de alguna negativa.

Balbo sonrío al escuchar la comedida respuesta de Cicerón, sin duda había elegido bien a aquel más próximo, sin decir palabra asintió con un simple gesto de cabeza.

Ya en la seguridad de su dominio retomó la conversación con el esclavo -Cicerón, necesito que me consigas una esclava dacia,bella y salvaje,ve mañana al mercado y busca a Quinto Varilio,hazlo con discreción-acentuó dando especial importancia a la última palabra -ten,hay suficiente para la compra y sellar los labios del mercader de esclavos-dijo tendiendo una bolsa llena de monedas de plata.

Tu criado asiente en silencio y se desvía del camino para hacer lo que tú le has pedido.

Mientras te mueves en tu caballo por las oscuras calles de Roma sopesas en lo que te has metido y en lo que puede significar. Sabes que si fallas puedes ser llevado a la muerte definitiva u humillado públicamente. No sabes cuál de las dos posibilidades es peor.

Pero por un momento te sientes observado, lo cual hace que los nervios se te pongan de punta. Miras a tu alrededor, pero no ves a nadie. Solo escuchas un tintineo, como algo que se mueve con el viento. Entonces agudizas el oido y te d¡riges al origen de el sonido, llegando al lado de uno de esos postes donde se clavan los anunciós públicos. Ahi ves que cuelga una cuerda de cuero pequeña y de su extremo penden medallones de bronce que te son familiares. Se trata de orfebrería dacia que muestra el símbolo de la serpiente que se come su propia cola, cosa que viste varias veces dibujada en las guaridas de los demonios barbaros de dacia.

-¿Quién anda ahí?, salid para que pueda vuestro tu rostro- preguntó al aire mirando a uno y otro lado, tan solo el viento respondió con un suave tintineo metálico.

Allí colgado del poste de anuncios, lo vio.Extrañado, observó el fetiche, ¿quién lo habría dejado ahí? y más importante aún ¿con qué intención?.Los recuerdos de la guerra vinieron a su cabeza, desagradables recuerdos, un rictus de furia sacudió su cuerpo y desencajó su cara, el gladius salió presto de su vaina,con un golpe salvaje cortó la cuerda de cuero tirando el fetiche al suelo con un suave tintineo -bastardos- rugió mirando a uno y otro lado.

El caballo relinchó notando la furia de su amo, de un tirón de riendas obligó al equino a pisar con sus cascos el fetiche,enterrándolo aún más en el polvo del camino.

Esperó un tiempo, desafiante, mirando a uno y otro lado por si alguien tuviese el valor de aparecer.La sangre llama a la sangre y hay heridas que nunca cicatrizan, el odio hacía aquel dacio nunca cesó, y en lo más profundo de su negra alma esperaba la oportunidad de acabar lo que aquella noche comenzó.

No hay más respuesta a tu desafio aparte del silencio. Alguien por el momento solo deseaba enviarte un mensaje, como para recordarte que las deudas contraidas en la guerra añun se encontraban frescas en la mente del demonio al que te enfrentaste.

Sigues el camino a tu casa y cuando llegas uno de tus esclavos te recibe, encargándose de tu caballo. Te retiras a tus aposentos y ahí te han dejado un jarro e oro con sangre y copas del mismo metal para que bebas. No es como alimentarse de un mortal, pero por el momento es aceptable.

Estás pensando en lo que puede ser el significado del talisman cuando escuchas un carraspeo. Cicerón está en tu puerta y tras de él viene una chica de cabello rubio y ojos celestes. Tu sirviente te dice:

- Hice como me dijiste, dominus, pero Quinto Varilio tuvo que recurrir a otro esclavista, pues no tenía dacias entre su mercancía. Ella es llama Solena y nacio cerca de nuestra colonia de Ulpia Trajana.

En verdad es hermosa, como mandaste. Seguramente cuenta con sangre celta en sus venas, por sus rasgos, y mira todo con cuidado, tratando de no fijar mucho su vista en ti.

Atrás quedaba el camino, atrás las conjuras bajo la roja arena del circo máximo, deber, honor, Roma ... .Llamó una esclava para que le trajese una palangana con agua y una toalla para lavarse manos y cara.

La joven muchacha apenas tardó diez minutos, el agua cristalina y pura mezclada con pétalos de rosa se tornó marrón mezclándose con el polvo del camino. Dejó atrás la suciedad del camino, pero otro tipo de "suciedad" no era tan fácil de "lavar" ... casi sintió pena por los mortales que sufrirían las consecuencias, si no supiese que el mismo llevaría esa herida eternamente, pues aunque fuesen de su propiedad también estaban bajo su protección.

Con gesto cansado se sentó en el triclinio llenándose una copa con el rojo néctar,aquello y no la ambrosía era el alimento de los dioses.El sabor de la sangre, terroso y salado ... era todo lo que importaba, estaba un poco fría para su gusto pero poco más se podía pedir dadas las circunstancias, algo más relajado se tumbó intentando intentando no pensar más lo sucedido, pero era inevitable ... por un momento volvió a estar allí, en esa cueva junto a sus compañeros ... y luego ... luego ese talismán ... quién quiera que lo dejara lo dejo como señal de advertencia, como si no fuera poco el descubrir lo que planeaban esos sacerdotes extranjeros, tal vez ... tal vez hubiese una conexión ... .

La puerta se abrió para dar paso a Cicerón, atrás la joven ... , su primera victima, era cuanto había pedido y más ... mucho más. Tranquilo se levanto, dejando la copa junto a la jarra.

-Bien, muy bien mi buen Ciceron, has hecho bien- dijo acercándose al hombre -¿a qué esclavista has recurrido?- preguntó distraído sin dejar de observar a la muchacha.

Lentamente se acercó, como un depredador ante su presa -mírame- ordenó con tono seco -¿sabes quién soy?, ¿sabes lo que soy?-  dijo plantándose ante la muchacha -¿sabes lo que quiero de ti?- continuó mirando directamente a los ojos de la muchacha.

-Esta noche vas a morir, nada de lo que digas o hagas puede cambiarlo, tendrás una última cena y una última voluntad,tienes mi palabra- dijo lentamente -si no haces lo que se te pide o intentas huir, morirás igualmente pero no tendré piedad de ti, asiente con la cabeza si lo has entendido- espero un tiempo prudencial y luego se marchó para llenar su copa de nuevo.

-Ciceron, haz que la aseen,preparen comida y vino para nuestra recién llegada, sin duda debe de estar hambrienta- dijo tras dar un sorbo a su copa.

Cicerón abre los ojos como platos, pero no dice nada. Por su lado, la chica se te queda mirando con esos ojos azules llenos de una fría dignidad que has visto en esos barbaros del pueblo de Decébalo. Sabes que los demonios han moldeado a esa gente según sus depravados gustos y que eso les ha dado cierto temple para enfrentar la adversidad, lo cual se muestra cuando ella hablaen un latín de acento duro:

- Tú eres vrikolakas, lo que mi gente conoce como strigoi, señor de la noche sediento de sangre. No eres el primero que veo. Solo te pido, romano, que cuando me mates no destroces mi cuerpo y encargate de que sea enterrado en mi país. Entre mi gente era de noble cuna antes de que ustedes me esclavizaran y me gustaria que mis huesos descanzaran en mi tierra con cierta dignidad.

La verdad es que no esperabas eso. Lo que deseabas era una mujer aterrorizada que gritara y suplicara por su vida para que los esclavos escucharan y se supiera en toda la ciudad que Lucio Cornelio Balbo era un depravado sádico, pero sabes reconocer el temple de la gente y estás seguro que ella no gritará desgarradoramente. Ni siquiera se comporta como una esclava y a pesar de tu misión, la directrices de tu filosofía de no-vida te hacen ver a la mujer con cierta admiración.

Allí frente a él una mujer que no templaba conociendo como conocía su naturaleza, el temple de la mujer era mayor que el de la mayoría de soldados que conocía, aquello le complacía en extremo, tanto que por un momento se arrepintió de sus anteriores palabras, pero ya estaban dichas, y a lo que él respecta, hablar y hacer son una misma cosa.

-Así es, soy un señor de la noche- asintió con un gesto de cabeza -y tú, deduzco perteneces a una familia criada por los dracci- dijo clavandole la mirada.

-Ciceron- dijo volviendo la mirada a su boquiabierto criado -que no tenga que volver a repetirlo : el domine desea que preparen comida para la recién llegada, haz que nos la traigan- dijo con tono malhumorado.

-Me complace tu temple, Solena, te concederé aquello que pides- sonrío triste -pero antes debes servirme, comenzando por responder a mis preguntas, toma asiento- dijo señalando un triclinio frente a donde él estaba sentado.

Tranquilo tomo asiento,volviendo a llenarse la copa -¿quién eres en realidad?, ¿a quién sirves?- enarco una ceja enigmático -no mientas, pues sabre si lo haces- advierte severo.

-Después del fetiche colgado de un poste, se presenta está joven ante mí, demasiadas coincidencias ... las coincidencias no existen, no cuando se trata de inmortales- pensó para sí mientras daba otro sorbo a la copa sin dejar de mirar a la mujer.

Mientras tú le haces preguntas a la esclava, entran otras de tus sirvientas, la desnudan y comienzan a asearla. Es en verdad hermosa, de pechos firmes, formas suaves, piel blanca y un vello dorado que apenas sombreaba su sexo. No obstante, la desnudez no le quita dignidad y mientras es ungida con aceite, te aclara:

- Si temes que pertenezca a una zagruda que sirve a los dracul, no es así. Soy sacerdotiza de Jarilo, señor de fertilidad; es por eso que sé acerca de los señores de la noche. Mi pueblo solo conocía a los dracul, pero mis hermanas mayores me contaron que en los tiempos de Decébalo vino del sur Tzhernogoy y sus hijos sin reflejos a compañando a los romanos, de los cuales supongo que tú eres parte, pues no hay ningún metal bruñido aquí en el que te puedas mirar.

La mujer sabía mucho más de lo que creías, aunque todo lo interpretaba desde el punto de vista de sus creencias. No obstante había algo más.

- Pero no es por mis conocimientos que sé qué eres, romano. Nací tocada por los dioses y puedo sentir cosas que otros no. Siento el poder frío de la noche en ti, pero no es lo unico que sé hacer.

En ese minuto le han traido comida y, desnuda, se reclina para comer frente a ti, mirándote fijamente. En ningún momento ves que tituvee en su relato, por lo que si te miente, lo hace demasiado bien.

Impasible observó como desnudaban a la muchacha, y la acicalaban para él, antaño habría sentido la debilidad de la carne, la habría mirado como el avaro mira el oro, mucho tiempo atrás murió el deseo ... ahora solo sentía placer en la sangre, la sangre era todo cuanto importaba, y aún con todo intentaba reprimir este deseo cuanto le era posible.

Los recuerdos acudieron una vez más a su cabeza cuando la muchacha mencionó a Decébalo. Allí lejos de su patria, cuatro legiones comandadas por Trajano luchaban contra las huestes del feroz rey de los Dacios, los engendros de los dracci se alimentaban de sangre y carne romana. El sol se ocultaba sobre un manto negro, su hora había llegado, con furia y abandono cayeron sobre los engendros, los obscenos aullidos fueron sustituidos por gritos de dolor,el resto es solo historia ... .

-Sí, recuerdo a Decebálo y sus huestes, fueron enemigos formidables- añadió pensativo como si aún los estuviese viendo allí cargar contra las formaciones tortuga romana -los draccul ... - masculló con cierto animadversidad -engendros de la noche, crueles sádicos empecinados en malograr la obra de los dioses, atados a su tierra,vengativos bárbaros con extraños ritos y aún con todo enemigos honorables- enunció describiendo su concepto de los draccul, quienes se presumía descendían de un odiado y temido titan -sí, yo también los conozco, contra ellos dirigimos nuestra campaña- añadió despreocupado dando un sorbo más a su copa.

Allí donde salió dejó un pequeño charco de agua, el agua descendía por su piernas en una imagen evocadora -así debió de ser el nacimiento de venus- pensó para si. Allí donde las esclavas la ungían con aceite su piel blanca se tornaba dorada y brillante.

Tranquila se sentó frente a él, la mujer no sentía ningún pudor a pesar de su desnudez -las sacerdotisas de Jarilo serian también meretrices tal como las de que siguen a Afrodita-pensó mientras la veía comer despreocupada a sabiendas que sería su última cena.

No dijo nada tras su revelación, simplemente la miró con más curiosidad -muchos hombres gritan en el foro afirmando lo mismo ... la mayoría son locos, el resto farsantes y charlatanes- se limitó a decir -los dioses son crueles, y prueba de ello es el que te encuentres aquí, es por voluntad de los dioses ... por nuestra voluntad- suspiro hastiado dando a entender su concepto sobre los dioses.

-Dices que tienes el don de la profecía, dime algo que no puedas deducir mirando simplemente el reflejo de una copa o un plato bien pulido y entonces te creeré- continuo poco convencido -dime, ¿que encontré esta noche colgando de un poste de anuncios y quién lo dejó?, entonces solo entonces podría creerte-afirmó acercándose un poco más hacía ella para mirarla directamente a los ojos.

La mujer te sigue mirando y por primera vez en la noche sonríe, y de pronto su rostro se llena de dulzura juvenil que hasta ese momento no habías intuido. Se trata de una chica que a penas pasaba la veintena, pero a tus ojos había parecido una mujer mucho mayor.

La mujer deja el plato, se vuelve a poner de pie y se muestra delante de ti. Si bien tu carne ya no reacciona ante ella, tu mente sigue admirando la belleza. Ella te dice:

- Si te digo lo que veo aún pensarás que es un truco, o que soy sirvienta de un dracul y por ello sé lo que había en ese poste.

Se aleja uno pasos de ti y continua:

- Ya estoy lista. Sé que lo que planeas es brutal y que solo lo haces por un deber, pero recuerda tu promesa.

Ella se está entregando con resignación y esa sonrisa encantadora en los labios, pero antes te dice:

- Veo el talisman que representa el círculo infiníto, la serpiente que se come a sí misma por la cola. Ellos vienen por ti y te recuerdan que están ahí.

No mentía, no titubeaba ... o lo hacía muy bien, allí dispuesta a morir con una sonrisa en los labios. Sin duda era una mortal excepcional que por caprichos del destino había llegado hasta él. Él que llevaba más de una centuria habitando en la tierra y había recorrido el mundo conocido, jamás conoció mujer así ... y ahora por azar debía dar fin a su vida.

 -Sin duda los dioses son crueles ... - sonrío con triste.

Lentamente se levantó dejando la copa junto a la jarra -soy Lucio Cornelio Balbo,chiquillo de Pericles,chiquillo de Aristedes,chiquillo de Boukhepos,chiquillo del dios Neptuno- recitó solemne -esta noche, cumplo con mi deber para con mi clan -continuó mientras se acercaba a la joven con determinación.

Con un ágil y florido movimiento se quitó la capa carmesí tapando la desnudez de la muchacha -declaro que esta noche, Solena, la esclava que llegó de Dacia está muerta- dijo mirándola a los ojos.

-Cicerón- llamó bien alto al criado que aguardaba tras las puertas -ve al templo de Neptuno, busca a un acolito llamado Quinto y dile que tu señor tiene que discutir con el suyo un asunto trascendental y de suma importancia para el clan y la magistratura de los augures en particular, esta misma noche a menos que los dioses mismos o el senado le reclamen- dijo una vez este se presentó -llévate contigo a un par de hombres armados,pero no se te ocurra entrar con ellos en el templo- advirtió severo.

Ciceron parece algo aliviado por tu decisión. Sale de inmediato en dirección del templo para cumplir con tu orden.

La verdad es que por un momento la chica no entiende muy bien que es lo que ocurre, por lo que se arropa con el manto purpuro y espera atenta a lo que pueda suceder.

Le traen un vestido más apropiado, dejándola al rato como si fuera en verdad una dama romana. Si hubieran espejos en tus apocentos incluso ella se sorprendería del cambio.

Al rato vuelve Cicerón diciendo que ha hecho lo que le has dicho y e informa que el señor de Quinto está en camino.

Pasa el tiempo y te das cuenta de la llegada de tu invitado cuando las luces de las lamparas de aceite comienzan a debilitarse. En el atrio de tu casa se encuentra la oscura figura que esperabas. Su nombre es Anfites de Creta, un griego avencidado en Roma desde las guerras púnicas.

Cuando entra en tu casa la oscuridad que le rodea parece tangible. Sus ojos son totalmente negros y su piel blanca como la cal. Su vez es un un susurro insidioso. Cuando le dices lo que deseas te pide que le dejes a solas con la mujer.

Están por un largo rato hablando y tú esperas impaciente. Cuando Anfites sale, te dice:

- Tiene un don que he visto en pocos humanos y sabe como usarlo, aunque creo que su potencial es mucho mayor. Recuerda que si deseas hacerla tu chiquilla, puede que ese poder se pierda... ella quiere hablar contigo.

Cuando entras ella mira tu jardín desde la ventana. Entonces te mira y dice:

- ¿En verdad quieres hacerme como tú?.

Antes de la llegada de Anfites dispuso otra jarra de sangre llena para su invitado, al día siguiente serían dos y no uno quienes descansarían de su trabajo y comerían bien.

En cierta forma sintió alivio al ver a Ciceron de vuelta con la respuesta de Anfites -bien hecho mi fiel Ciceron, retirate a descansar si así lo deseas, preséntate ante mí poco antes del alba, volveré a llamarte si te necesito- se despidió para que el hombre pudiese dormir lo suficiente como para seguir activo durante la el día.

La llegada de Anfites vino precedida por la huida de la luz, tan grande era la oscuridad de su sombra que las llamas de las antorchas podían llegar a extinguirse al más mínimo de sus deseos.

-Salve Anfites- saludó al hijo de la noche con pronunciado gesto de cabeza en señal de respeto debido a su posición y sapiencia -os doy las gracias por acudir tan pronto a mi llamada- dijo llevándose la mano al pecho.

A modo de bienvenida, le lleno una copa de oro e hizo lo propio para él -este es el motivo por el que os he llamado- dijo acercándose a Anfites para tenderle la copa -una sacerdotisa de Jarilo, que afirma haber sido bendecida con el don de la providencia- tendió la mano hacia la joven Solena agarrando la suya para mostrársela a Anfites.

El susurro de Anfites parece llegar desde lo más profundo de un abismo, con un gesto de cabeza se despide para dejarlos a solas tal como pidió el griego, esperando en el jardín contiguo.

Impaciente pasea por el *perystilium contiguo,preocupado por lo que Anfites le pudiera decir, o tal vez lo que la chica le pudiera decir a él -sería un activo muy preciado para el clan- piensa mirando las cristalinas aguas del *pluvium, quienes caprichosas por su condición no le muestran su reflejo.

La puerta se abre y Anfites sale, sus palabras son un bálsamo y a la vez abren otra herida ante la posibilidad que la muchacha pudiese perder su don, con un gesto de cabeza asintió, dando las gracias al augur para entrar en el triclinium.

Allí la encontró, mirando por la ventana al jardín por el que él mismo vino -sí- dijo con tono seco respondiendo a su pregunta -pero no depende de mí, Anfites me ha dicho que podrías perder tu don al convertirte- dijo con cierta tristeza -tú tienes la última palabra, es costumbre entre los míos ofrecer el don a aquel que lo desea, no forzamos a nadie- dijo con orgullo a sabiendas que no era lo común entre los inmortales, muchos forzaban a los mortales a convertirse en sus chiquillos, no así en el caso de los apodados como navigatores, solo un selecto grupo formaban parte de sus filas, un selecto grupo que lo hacia por voluntad propia, un esclavo no tenía voluntad y los navigatores eran ante todo señores.

-Ya no eres una esclava,si lo deseas puedes volver a tu tierra- dijo mirándola con sus nuevas ropas -si eliges ser mi chiquilla, mi hija en las tinieblas, deberás permanecer aquí por un tiempo, Anfites será tu mentor si así lo desea,normalmente dispondrías de un tiempo razonable para meditarlo, pero me temo que dadas las circunstancias el tiempo apremia, si tienes dudas te dejaré meditarlo durante un día, no más- dichas las palabras permaneció expectante como una estatua esperando la respuesta de la muchacha.

La chica parece contrariada, pues es una decisión difícil. Mira nuevamente el jardín y se queda en silencio, motrándose adusta como cuando la viste por primera vez.

- Me haces dudar de todo, Lucio Cornelio Balbo, pero lo que más me intriga es la razón ppr la que me has elegido.

Ella se acerca a ti mucho y se te queda mirando fijamente, como si intentara descifrar un enigma en tu rostro. Luego da un paso atrás y te dice:

- Voy a aceptar tu ofrecimiento pero solo pondré dos condiciones. Dame este día para ver el sol por última vez y no me pongas a cargo de otro strigoi. Quiero que tú me enseñes los caminos de la noche.

Tranquilo la miró de frente,a los ojos dejándose observar en la intimidad de un prolongado silencio, vio como fruncía el ceño, tal vez, intentase hallar algo en el entresijo de tinieblas que forman el futuro, ¿que habría visto?.

El silenció murió con las palabras de la joven,aceptó no sin vacilar,aquello le complacía pues denotaba cierto juicio y precaución a pesar de su temprana edad, entendía que era mucho lo que dejaba atrás, y lo que le esperaba no era fácil.Solo entonces habló, pues no deseaba influir en la decisión de la joven con sus razones.

-Llevo más de una centuria morando en la tierra, he viajado a lo largo y ancho del imperio, he conocido a hombres y mujeres de valía pero ninguno como tú.Viviendo tanto como he vivido he dejado atrás a mi familia, y en mi estado no puedo tener descendencia- confesó con una  sonrisa triste -la principal razón es que has demostrado temple y honor, incluso cuando la muerte se cernía sobre ti, por eso eres digna- dijo mirándola levantando el mentón con orgullo -la segunda razón es que de conservar tu don podría ser muy ventajoso para el clan el contar contigo en los días que están por venir, espero que con eso quede satisfecha tu curiosidad- añadió con toda la sinceridad que pudo levantando las palmas de las manos hacia arriba.

-Te concedo tu primera condición, espero que entiendas lo que rechazas y a lo que te expones si deseas permanecer conmigo- dijo con tono muy serio -sabes que los draccul acudirán para vengarse de mí, y tú no estarás libre de su ira, además hay asuntos muy importantes que me conciernen y que sin duda te afectarán, lo más seguro para ti es estar bajo la tutela de Anfites, mis conocimientos sobre los caminos de la noche como tu lo llamas, palidecen al lado de los suyos-dijo mirando hacia el jardín para cercionarse si el griego permanecía ahí.

-¿A sabiendas de lo que supone estar bajo mi cuidado, sigues deseándolo?-preguntó volviéndose hacía la muchacha para mirarla directamente de frente.