Partida Rol por web

Tengo una aterradora sensación de déjà vu cuando veo a Alder abandonarme para correr detrás de las faldas de Alys, digo... de Gemme. Hay que ver qué poco vale la amistad en estos tiempos después de todo lo que hemos pasado juntos.

Me lleva unos segundos serenarme y convencerme de que todo esto no es realmente una inteligente maniobra de distracción diseñada por quienquiera que esté tratando de asesinarme. No ha sido más que un intento frustrado de hurto que ha desencadenado el deseo de "justicia" mal entendida de Gemme y, en consecuencia, disparado la testosterona de Gunther y Alder.

Me quito mis pequeñas gafas de lentes redondas y masajeo el puente de la nariz para aliviar el dolor de cabeza que se me está levantando.

—Broven, sobrevuela el mercado y no los pierdas de vista —le pido a mi fiel cuervo blanco, el único con el que realmente puedo contar siempre.

Dos de los perseguidores se acercaban cada vez más al ratero, mientras que Gemme, había perdido definitivamente la pista de ambos. Alder y Gunther tenían a aquel joven ya muy cerca cuando este saltó un muro con una gran habilidad y prosiguió su carrera a través de una parte más elevada de la ciudad. Le tenían cerca, pero de entretenerse demasiado en aquel punto, podían perderle para siempre.

Gunther tomó carrera para superar la pared, y el salto pareció ser suficiente, pero finalemnte el peso de la armadura limitó sus movimientos y terminó colgado del muro, perdiendo preciosos momentos para poder pasar al otro lado.

Alder vio como Gunther trataba de salta sin éxito el muro. Sin duda su pesada armadura le había jugado una mala pasada. Saltar no era lo suyo, eso también lo sabía. Por ello miró a un lado y a otro buscando una alternativa y... ¡La encontró! 

Unos mercaderes estaban descargado unos barriles de una carreta y el joven buscavidas subió por una rampa hecha de madera hasta la carreta, de un salto se encaramó sobre el tejado de un tenderete y desde allí al tejado de un edificio. Entonces corrió en paralelo al ratero, pero desde las alturas y cuando vio la oportunidad, saltó sobre su presa con la esperanza de darle al fin caza.

Y así fue como Alder acabó atrapando al ratero. Saltando desde lo alto de la azotea, acabó sobre su espalda y ambos acabaron en el suelo. El ratero aplastado contra los adoquines y Alder algo dolorido por la caída, pero orgulloso de su hazaña. Momentos después llegó Gunther, quien enseguida tomó el control del asunto con una sola mirada que petrificó al joven.

- ¡Me rindo, me rindo! - Dijo él.

A Gunther no le quedaba más que esperar a Gemme, después de todo ella era quien había iniciado la persecución y sólo ella sabía por que lo quería. Se acercó al tipo sacudiéndose el polvo qu ele había dejado el choque contra la pared, y lo miró con una sonrisa que prometía una amistad profunda con sus puños si intentaba correr de nuevo.

Habían perdido a Gemme por el camino, por lo que sólo les quedaba desandar sus pasos y reunirse con ella. 

- Ven con nosotros, tipejo. - Le dijo mientras le agarraba del brazo y tiraba de él para reunirse con Gemme.

Momentos después, el grupo estaba de nuevo reunido en una de las concurridas calles de la ciudad. La gente que pasaba a su alrededor no se sorprendía demasiado de lo sucedido con el ratero, pues era algo habitual en la ciudad y más durante el Schaffenfest, donde los del gremio de aquel joven, aprovechaban para llenarse los bolsillos.

- ¡Por favor, dejen que me marche! - Suplicó el ratero. - ¡Sólo intentaba alimentar a mi familia! - Exclamó. - Tengo tres hijos! ¡Mi mujer murió el año pasado de lepra y mi padre está también enfermo! - Les dijo aparentemente muy afectado. - ¡No me he llevado nada! ¡Si me entregan me meterán en la picota! ¿Es que no van a pensar en mis niños? - Preguntó esperanzado. 

Aunque albergo la sospecha de que la lacrimógena historia del ratero no sea más que una sarta de embustes destinada a conmovernos, no puedo evitar recordar los tiempos en los que yo mismo debía buscarme la vida con cualquier cosa para llevarme un trozo de pan duro a la boca. Tuve la suerte de conseguir siempre trabajos honrados, si bien mal remunerados, pero no puedo imaginar cómo de difícil debe ser conseguir un oficio digno siendo un patán como este.

Echo mano de mi menguada bolsa. Está casi vacía y aún así pocas veces ha tenido tanto dinero dentro. Además, tengo la sensación de no haber hecho demasiados méritos para haber ganado este oro, así que extraigo un par de monedas y se las entrego al infeliz.

—Ten, con esto deberías tener para pan e incluso para algo de carne para tu familia durante un tiempo. Eres joven y lo bastante atlético como para echarle una buena carrera a mis amigos, asi que busca un trabajo decente. Que no es fácil lo sé por experiencia pero mírame a mí, una vez fui como tú y ahora soy uno de los más grandes magos de todo Brevoy. Estas monedas que te doy son mágicas, gástalas con cordura y la suerte te acompañará para conseguir más honradamente. Pero si me entero de que te gastas mi dinero en vino o te lo apuestas por ahí... bueno, entonces seguramente te arrepentirás de que no te entreguemos hoy a las autoridades. Y créeme, sabré en qué te lo gastas.

- Gra... - Miró al enorme hombretón que le había agarrado tirando de él y alternó la mirada con el joven que se había abalanzado dándole caza. - Gracias... - Dijo con los ojos a punto de romper a llorar. - Es... - Tragó saliva visiblemente afectado. - Es algo que recordaré. - Volvió a mirar a los tres hombres que estaban a su alrededor y finalmente miró a Gemme. - Disculpe por... - Bajó la mirada. - ...por todo. - Volvió a alzar los ojos mirando a Chester. - ¿Puedo irme entonces?

Gunther negó - La señorita pedir que te detengas, hasta que no hablar con ella no te vas - dijo con gesto lapidario, extrañado por la actitud del rubiales.

- Si... - Tragó saliva. - Disculpe. - Se arrodillo frente a Gemme y besó sus botas. - ¡Discúlpeme señorita! Yo... le pido perdón de todo corazón. - Dijo sin levantar la mirada, arrodillado y pegado a las piernas de la joven sacerdotisa.

Gemme parecía meditabunda ante las explicaciones y disculpas de aquel simple ratero. El joven, que al final no había podido robar nada, se mantenía en tensión esperando el veredicto de la sacerdotisa sobre lo que le iba a suceder en los próximos minutos. Aunque cierto era que Chester, mucho más amable que de costumbre, le había tratado de forma casi inmejorable y había paliado en parte algunos de sus problemas, todavía no sabía si iban a decidir entregarle a las autoridades e iba a acabar en un cadalso de la plaza.

Quizás por ello salió de nuevo a la carrera y se perdió entre la multitud. Gunther y Alder trataron de nuevo de atraparle, pero en esta ocasión les fue imposible seguir la pista. El ladronzuelo fue rápido y escurridizo y en un abrir y cerrar de ojos se había perdido entre el gentío que se aglomeraba en las abarrotadas calles de Bögenhafen.

Fuera como fuera, los cuatro aventureros se encontraban de nuevo frente a la feria ambulante de monstruos. El espectáculo, al parecer, ya había comenzado y entre la confusión de la gente, se habían colado en el interior sin necesidad de obtener una entrada. Se escuchaba la voz del doctor Malthisius por encima de la gente y en esos momentos estaba presentando a una de sus criaturas ante la asombrada muchedumbre que entre horrorizada y morbosa se mantenía expectante.

- ...y ante ustedes voy a presentar a uno de los caprichos de la naturaleza que he encontrado durante mis largos viajes alrededor de todo el Viejo Mundo. - Dijo con un torrente de voz. - Secretario, por favor... - En ese momento Grunni, su ayudante enano se encaminó a una jaula tapada por una manta y con cierta teatralidad la destapó mostrando a un ser humano de baja estatura cubierto totalmente de pelo.

- ¡Aquí pueden ver a el niño salvaje! - Alzó la voz cuando Grunni lo sacó de la jaula tirando de él con una correa. - Encontré a este joven en los bosques de Nuln, no muy lejos de aquí. Vivía entre alimañas y estaba sucio como las ratas. Está totalmente cubierto de pelo, como pueden ver y salvo algunos gruñidos, no puede comunicarse de ninguna manera.

Los asistentes soltaron sonidos de asombro por doquier. Algunos asustados, otros fascinados y muchos asqueados. Momentos después, el niño soltó un gruñido y trató de abalanzarse contra el público. Grunni tiró de la cadena y lo redujo. El público aliviado, comenzó a aplaudir entre risas nerviosas.

- ¡Y ahora, el perro ciclópeo! - Anunció el doctor cuando el enano devolvió al chiquillo a su jaula. 

Momentos después el ayudante apareció tirando de la correa de un perro de color negro, con algo de sarna y de tamaño grande. Sus babeantes fauces no eran lo que más impresionaba, pues pese a su fiero aspecto, sacaba la lengua y movía la cola alegremente. Lo más impresionante de su aspecto era que tan solo tenía un ojo en el centro de su cara. La gente, no demasiado impresionada, aplaudió de forma tímida y Grunni devolvió al animal a su jaula.

- ¡Llega uno de los momentos más impresionantes del espectáculo! - Anunció a viva voz el feriante. - ¡Les voy a presentar a Trespatas! ¡Un fiero goblin que nació con tres piernas y que cacé hace tres años en las frías llanuras de tundra de Kislev!

Y fue entonces cuando Grunni sacó de su jaula al goblin que ya había conocido el grupo anteriormente en su intento de fuga. Aquel pequeño ser deforme, parecía entre asustado y nervioso, pero lo que estaba claro era que estaba lleno de ira y agresividad, pues lanzaba mordiscos al aire y zarpazos, que tan solo eran evitados por Grunni gracias al palo con lazo con el cual mantenía la distancia suficiente entre él y la criatura.

Los monstruos de feria del supuesto doctor me asquean más de lo que me horrorizan. Son espantosos, no hay duda, pero ni su amo ni el lacayo de éste parecen mucho mejores que ellos. Cualquier cosa sería mejor que exhibirlos de este modo, incluso una ejecución piadosa.

—Vámonos de aquí, por favor, este espectáculo me está revolviendo el estómago y quitando el apetito.

- Lo cierto es que... - Resopló asqueado casi tanto como el propio Chester. - ...siento lástima por ese chico. Quizás si le afeitasen el pelo... - Dejó caer. - Aunque la verdad es que parece que realmente se ha criado como un animal. No creo que pudiera llegar a integrarse en la sociedad. - Se encogió de hombros. - ¿De verdad quieres irte? - Le preguntó a su inseparable amigo arcano. - No tengo claro si el espectáculo me horroriza tanto para largarme o me invita a quedarme por pura curiosidad morbosa... - Miró entonces a Gemme. - ¿Qué opina una sigmarita como tú de algo como ésto? - Le preguntó realmente interesado en obtener respuesta.

Mi fallida carrera me habia dejado algo frustrada aun cuando simplemente por inercia segui al grupo hasta de nuevo encontrarme con aquella feria de engendros que disfrutaba de la tortura de otros seres.

No seria prudente crear un impase con aquel cazador de alimañas que lubraban del sufrimiento de aquellas criaturas, y tampoco podia premiar sus acciones con mi presencia, asi que siguiendo la cautela de Chester mantuve la mayor distancia posible poniendo mi interes en otras cosas alrededor de aquel lugar.

No podia serguir viendo aquello.

Mientras pensaba en aquel pobre ladron. Agradecia a Gunther a Alder por haberle atrapado pero mis intenciones nunca habian sido castigarle. Siendo un hombre acostumbrado a las hurtadillas esperaba que pudiera saber algo acerca de la Imprenta o aquel extraño señor que busca Chester para la supuesta Herencia, pero su actitud y lloriqueo acerca de su familia y sus hijos distaban de ser de un hombre acostumbrado al robo y las malas personas.

A menos que fuese tambien muy buen actor.

En todo caso ya no habia nada que hacer y me quede mirando hacia otro lugar que no fuesen aquellas extrañas criaturas.

- Chester, comentaste que habias recibido una carta que te informaba de la herencia y demas, aun la tienes? Puedo verla?

Tal vez, solo tal vez, veria algo que el no vio, aunque era poco problable ya que siendo un mago de mayor edad que yo seguramente conocia mas hechizos y seria mas poderoso.

—Puedes quedártela toda para ti —respondo a Gemme con un bufido de fastidio—. Esa carta no vale ni el papel en el que ha sido impresa. Todo patrañas. Y el único que podría decirnos algo está muerto, así que... toda tuya. ¿Los sigmaritas no podéis interrogar a los muertos, o sí?

Rebusco entre mis pertenencias y le entrego la carta lacrada que hace poco enseñé en la imprenta.

Mi cinismo no es más que una forma de enmascarar mi frustración, pero sería tan maravilloso que Gemme pudiera torturar el alma de Kuftsos y arrancarle una cofesión...

Mientras Chester y Gemme conversaban acerca de ese documento de cuanto menos dudosa veracidad, el doctor Malthisius y su ayudante enano anunciaron un nuevo monstruo. El enano se acercó a una jaula, agarró una sábana que la cubría tirando de ella y destapó lo que contenía en su interior. Se trataba de nuevo de aquel goblin de tres patas. Aquella criatura, al ver la luz del sol se tapó los ojos y empezó a gruñir evidentemente enfadado. Portaba una argolla al cuello y la misma estaba unida a una cadena.

Fue cuando Grunni agarró dicha cadena y abrió la jaula, cuando el goblin corrió hasta el enano tomándolo desprevenido y le propinó un soberano mordisco en la mano. El enano soltó de inmediato la cadena que sujetaba al goblin por el cuello y éste soltó inmediatamente la mano de su captor para salir corriendo.

En ésta ocasión corrió por una zona alejada del grupo de mercenarios que habían acudido a Bögenhafen a las órdenes de Joseph Quartjin y aunque varios asistentes trataron de atrapar al goblin en su huida, la mayoría gritaba aterrada, corría y se apartaba haciendo imposible coger a ese pequeño piel verde. Finalmente la criatura logró su objetivo de escabullirse al introducirse por un agujero en una de las paredes de muro de la ciudad.

Un pequeño grupo de asistentes se agolpó alrededor del agujero de la muralla y aunque los gritos de pánico habían cesado, fueron suficientes como para que una patrulla de la guardia se acercara a la zona. 

- ¿Qué es éste alboroto? - Preguntó uno de los guardias con cara de muy pocos amigos. - ¿Qué sucede aquí? ¿Qué hace toda esa gente en el agujero? 

Los dos guardias, aunque no parecían demasiado inteligentes, si parecían dispuestos a utilizar sus porras para disolver el tumulto o incluso sus picas si no obtenían una buena respuesta a sus preguntas.