Partida Rol por web

Gunther no entendía nada de lo que estaba sucediendo, o mejor dicho, entendía que no les creían nada de lo que había pasado y era culpa del finolis perfumado que ahora se hacía el amiguito y le decía al magistrado que "los perdonaran". A punto estuvo de hundirle la cara bonita de un puñetazo pero las palabras y las acciones de sus compañeros lo confundieron aún más. ¿Como era que se iban? ¿Por que se disculpaban? ¿Era verdad que se habían confundido?

Bufó y aflojó el puño, de paso bajó el brazo y ya que estaba bajó al suelo al mecader y soltó su solapa - Gunther disculpar, yo confundido parece - dijo mientras acomodaba la ropa de Teugen de una manera sorprendentemente delicada, no quedando ni una arruga. - Yo creer que tu poner trampa a Gunther y amigos, pero si ellos decir que yo confundir... - le dedicó una sonrisa y tras una reverencia al Juez se retiró.

Todo había sido tan rápido que los guardias apenas atinaron a reaccionar, las espadas estaban a medio desenfundar y las picas aún no llegaban a apuntar al gigantón cuando éste ya había bajado al mercader. Para Gunther no había pasado nada, después de todo la cara del finolis seguía tan entera como cuando lo vieron por primera vez.

Por suerte y pese a la sorpresa inicial, nadie se tomó demasiado mal las malas formas del bárbaro. Habían entendido que se trataba de una persona desequilibrada y que no comprendía las normas sociales. Por su forma de hablar, dudaban incluso que fuera capaz de razonar más que un niño de cinco años o que un miserable perro. Además, tampoco debían tener demasiadas ganas de enfurecer a un hombre con cuerpo de oso y cerebo de cacahuete.

Fuera como fuera, el variopinto grupo abandonó las dependencias del juez Ritcher. No habían quedado como los héroes salvadores de Bögenhafen, pero al menos tampoco les habían tomado por estafadores y les habían dejado conservar la jugosa recompensa que bien se habían ganado, pues en su fuero interno, todos ellos sabían que más allá de lo que pudiera haberse dicho en el interior de la casa de judicatura del Schaffenfest, que algo turbio estaba sucediendo en aquel lugar. 

No obstante, cada uno era libre de hacer lo que le viniera en gana. Ya nada les ligaba a permanecer juntos, más allá de la mera voluntad de seguir inmiscuyéndose donde no les llamaban o el contrato laboral que les unía al barquero Joseph Quartjin, si es que aún les necesitaba para vender su mercancía etílica. Llegado a ese punto y con las bolsas llenas de monedas, podían simplemente disfrutar del resto de la feria, marcharse de regreso a sus hogares o a donde el camino les llevara o tratar de averiguar que estaba sucediendo realmente en las entrañas de aquella apacible villa.

- Llegado  este punto, creo que debería reconducir mi vida. - Dijo entonces la sacerdotisa. - Al fin y al cabo soy una devota seguidora de Sigmar y mi lugar está en un templo, velando por la fe del Imperio. - Afirmó rotundamente la joven pelirroja. - Creo que ya he vivido demasiadas aventuras y debo empezar a comportarme como la señorita que soy. - Dijo no muy segura de sus palabras, pero si condicionada por el miedo y el recuerdo de todo lo que había vivido esos últimos días. - Iré al templo de Sigmar y allí pediré al señor Jentzsch, que me acepte como novicia. Eso sí. - Miró a sus compañeros. - Siempre estaré disponible para lo que necesitéis.

Se acercó a Adso y le abrazó.

- Adios Adso de Nuln... - Le dijo con los ojos humedecidos. - ¡Oh, no llores, que te oxidas!

Se acercó entonces a Chester y le besó en la mejilla.

- Adiós Chester, ya se que no es justo, pero voy a echar de menos la forma en que tenías de pedir auxilio antes de encontrar tu valor. - Le dijo sonriendo.

Llegó el turno de Alder y a él sólo le dio un abrazo cariñoso. Siempre pensó que podía llegar a pasar algo entre ambos, aunque nunca vio un signo claro por parte del espadachín que le invitara a dar el salto. 

Entonces llegó el turno de Gunther.

- ¡Oh Gunther, a ti te echaré de menos más que a ninguno! - Le dio un aprado, un beso en la mejilla y tras chasquear los talones de sus botas tres veces, se marchó corriendo del lugar.

Como un tonto, me quedo frotándome la mejilla allí donde Gemme me ha besado y la observo alejarse, embobado, mientras mi cabeza bulle llena de pensamientos como un puchero puesto al fuego.

Pienso que la echaré de menos. Pienso que es una chica lista por haber decidido dejarnos atrás a nosotros y todos nuestros disparates. Pienso que yo debería hacer lo mismo si tuviera dos dedos de frente y la bolsa llena. Pienso que, de algún modo, ella vertebraba este grupo desestructurado que formamos. Pienso que no le debo nada a esta ciudad y a sus gentes. Pero pienso también que los pobrecillos no tienen ni la menor idea de que pasa algo siniestro en Bögenhafen y que las autoridades locales no tienen el menor interés en que se sepa la verdad, bien por indolencia o porque se encuentran implicados.

—¿No os parece que deberíamos investigar a ese tal Franz Steihäger? —sugiero tímidamente a mis compañeros, arrepintiéndome casi al mismo tiempo en que hago la sugerencia.

Nadie hizo caso al pobre Chester, quien fue ignorado en su sugerencia como un perro haciendo la siesta al margen del camino. En realidad, hasta un perro haciendo la siesta en el margen del camino, hubira recibido mayor atención que el lamentable mago, pues al menos hubiera recibido una mirada de curiosidad por parte de cada miembro de aquel disfuncional grupo.

Fuera como fuera, el grupo comenzó a caminar sin rumbo. Ya no tenían una misión oficial por delante, como tampoco tenían alojamiento. A Chester le había despertado la curiosidad el asunto del pañuelo, pero también deseaba encontrar una posada en la que pasar unos días tranquilo y gastando su dinero y dedicándose a encantar algunos objetos. Quizás por ello en una taberna local.

Un cartel sobre la entrada rezaba "La Bruja Astuta". Un nombre arriesgado en un lugar como el Imperio, donde a uno le acusarían de brujería por mucho menos. La fachada exterior estaba cubierta por un sinfin de carteles, que anunciaba la actuación de diversos y extraños artistas, magos, hipnotizadores, músicos y bardos de todo tipo, e incluso la de un faquir.

La posada se trataba de un edificio de madera de una sola planta en el cual sus ventanas permanecían cerradas. Una vez se adentraron en la posada, observaron que prácticamente toda la planta era una gran sala común presidida por un enorme caldero de hierro en el centro. Una escaleras parecían descender a un sótano donde al aprecer se encontraban una bodega y las pocas habitaciones para los húespedes, con un mobiliario más bien escaso, pequeñas esteras de paja y algúnas mantas.

En un de las paredes se ecnontraba el menú:
 

Marisco Asado Y Nabo, Jarra De Cerveza (12 chelines)

Salazón de Cerdo y Queso de Suero, Jarra de Sidra (11 chelines)

Cordero Seco y Queso Azul, Jarra de Hidromiel (8 chelines)

Gachas De Mijo, Jarra De Amargo (5 chelines)

Gachas De Centeno, Jarra De Cerveza (5 chelines)

Gachas De Alforfón, Jarra De Hidromiel (3 chelines)

Galletas de Centeno y Requesón, Jarra de Cerveza (2 chelines)

Tras la barra se encontraba trabajando una mujer enana sirviendo algunas cervezas e hidromiel. Por suerte o por desgracia, la taberna no estaba demasiado abarrotada a esa hora y por ello el grupo se acercó a la barra y se sentó frente a la mesonera. 

- Bienvenidos a la Bruja Astuta", soy Marun, aunque aquí me conoces como "la Bruja". - Soltó una carcajada. - ¿Qué desean tomar?

Un estepicursor rodante me distrae durante un instante de la conversación con mis compañeros y, para cuando vuelvo a prestarles atención, ellos ya caminan calle adelante.

Me froto la cara con ambas manos. Tengo tanto sueño que a duras penas sé dónde estoy y mucho menos, por qué me tomo la molestia de seguirles cuando está claro que les importo una mierda. En cualquier caso, lo hago y no tardo en alegrarme de haberlo hecho cuando mis vagabundeos casi sonámbulos me llevan ante la entrada de una posada.

En cualquier otras circunstancias el nombre me habría disuadido de entrar pero, en las presentes, me parece un lugar tan maravilloso como el que más donde darme un baño calentito y quedarme dormido.

Para mi desgracia, no es un establecimiento tan lujoso como el que hemos abandonado recientemente, pero nos tendrá que servir.

—Encantado de conocerte, Marun —le aseguro con genuina sinceridad. Al menos, hoy sí—. Necesito una habitación; si puede ser que tenga cerradura por dentro, mejor que mejor. Y... —echo un rápido vistazo al menú mientras bostezo ruidosamente y las letras se me emborronan a causa de mis ojos lacrimosos—. El cordero no-se-qué con hidromiel suena fantástico y sería doblemente fantástico si alguien me lo pudiera llevar al dormitorio. Y ya si me consigues una palangana con agua caliente, una esponja y una pastilla de jabón...

Iba a decir de broma que le pediría matrimonio, pero consigo refrenarme a tiempo, no sea que me tome la palabra. A lo mejor es una bruja astuta o a lo mejor es solo una tabernera paleta y en ninguno de los dos casos espero unir mi destino al suyo.

—Te habrás ganado una buena propina.

- Aquí no tenemos dormitorios individuales, pero puedes acomodarte perfectamente en uno comunal. - Le dijo la mesonera. - Te aseguro que tus pertenencias estarán seguras y si no me crees, las puedo custodiar en una caja fuerte. - Se encogió de hombros. - Por lo demás... - Se mantuvo pensativa unos instantes. - No creo que haya problema con lo de la palangana, el agua y el jabón y por supuesto que puedes cenar donde te plazca.

Gunther estaba realmente perdido en cuanto a sus futuros planes, Gemme se había ido a internar al monasterio y hasta él sabía que las monjas eran intocables a menos que fueras sacerdote, y él no era sacerdote. No podían seguir en la posada buena porque los habían acusado de mentir y a esta altura ya no estaba seguro de que todo no hubiera sido un raro sueño. El pañuelo estaba ahora en manos de Chester, y parecía que él quería investigar al supuesto dueño pero él no sabí cómo a menos que tuvieran que entrar por la fuerza en su casa.

Tenían dinero, con lo que podían pagar alojamiento, pero no duraría mucho si se quedaban en el lugar finolis, por lo que le pareció bien que decidieran cambiar de alojamiento. Con sus cosas a cuestas llegó a la taberna que sus compañeros eligieron y le pareció un lugar bueno, especialmente por que los precios de la comida incluía una bebida. 

Cuando la mujer se presentó, a punto estuvo de preguntarle cuanto cobraba, pero recordó lo que le habían dicho sus compañeros acerca de que no todas cobraban por sexo y se calló a tiempo... en parte gracias a que Chester le pidió un montón de cosas y lo distrajo. - Gunther querer el cerdo, pero con cerveza, la sidra ser muy dulce para mi. - dijo mientras se acomodaba en su asiento - Y una cama, pero querer cenar en la mesa, no es bueno beber acostado. - meneó la cabeza con gesto de quien lo ha intentado y le ha salido mal.

Que la posada carezca de habitaciones individuales es un pequeña contrariedad que estoy dispuesto a asumir, especialmente si hay alguna habitación comunal que en estos momentos se encuentre desocupada.

—No te preocupes, soy un gran mago y cualquiera que tratara de echar mano de mis posesiones encantadas se llevaría un buen disgusto —miento lo suficientemente alto como para que cualquier parroquiano amigo de lo ajeno se replantee la posibilidad de visitarme mientras duermo—. Si me indicas dónde debo ir, esperaré allí con impaciencia los útiles de aseo antes de disfrutar de tu fabuloso guiso.

En realidad, de lo que más ganas tengo es de echar una buena cabezada pero temo que, después de haber bajado a las cloacas, si me acuesto sin haberme lavado tendré que pagar nuevas ropas de cama.

- Comeré lo mismo que mi buen amigo. - Le pidió a la mesonara pasando un brazo por encima del hombro de Chester. - No es tan lujosa como otras posadas que hemos pisado en esta magnífica villa, pero el trato sin duda es el mejor. - Le dijo a la enana. - Una cama para mi también. - Concluyó.

Tras una buena comida, un buen baño y una necesaria siesta, el grupo decidió pasar la tarde en aquella apacible posada. El ambiente era afable y con la llegada de unos músicos, el salón empezó a llenarse y las gargantas a regarse de vino y cerveza.

Chester, por primera vez en mucho tiempo, dejó de pensar en todo lo qie había acontecido durante las últimas jornadas. El buen vino le había calmado la mente y el alma y hasta empezó a pasarlo bien en un ambiente que no era el suyo, lejos de los libros y las artes arcanas.

Quien si estaba en su salsa, era Alder. El joven pícaro, se marcó varios bailes y hasta trató de cantar una canción junto al grupo. Aunque rieron tras su desastrosa intervención, no le volvieron a dejar amenizar la velada, el cante no era lo suyo, aunque eso sí, se había convertido en el alma de la fiesta.

Gunther se mantuvo algo más apartado. Sobre todo desde que encontró una fulana con la que saciar sus más bajos instintos, algo que no había podido hacer com Gemme, como tampoco con la mayoría de furcias con las que creía haberse cruzado. Aquella con la que se desfogó, no era de las más atractivas, pero al menos sabía lo que se hacía.

Adso no bebió más de la cuenta. Caer bajo el influjo de las bebidas espirituosas no estaba dentro de sus planes. Era un hombre discipliano y serio, al que nadie había vistp nunca embriagdo y así quería que siguiera siendo. No obstante, sabía disfrutar del buen ambiente y la buena música sin necesidad de llenar el buche de alcohol y eso decidió hacer.

Quizás fue por ser el que más sereno se encontraba, fue quien advirtió algo extraño al empezar a caer la noche. Mórrslieb, la más pequeña de las dos lunas, en lugar de estar en su cuarto menguante como debería ser habitual en esa época del mes, estaba prácticamente en la fase de luna llena.

- ¿Os habéis fijado en la luna? - Les preguntó algo inquieto. - Sin duda es un fenómeno causado por fuerzas sobrenaturales. Según dicen los astrónomos, Mórrslieb está formada por piedra de disformidad...

No era extraño que Mórrslieb actuara de esta forma anómala de vez en cuando. No obstante, no dejaba de ser inquietante. Cada vez que sucedía algo así, era como si aquel satélite actuase en base a su propia voluntad, algo totalmente ajeno a cualquier leu natural. Al menos la otra luna seguía su curso con normalidad...

Con el agotamiento que arrastro de la pasada noche y el alivio de no tener que bajar a las cloacas de nuevo para nada, en cuanto tengo el estómago lleno y la cabeza embotada por el alcohol, no puedo evitar recostarme sobre la mesa compartida de la posada. Usando mis brazos como almohada, decido echar una cabezadita.

«Solo voy a cerrar los ojos treinta segundos. Un minuto, como mucho —me prometo, mientras escucho la alegre y desafinada canción de Alder y el bullicio de la posada—. ¿Con tanto ruido, cómo podría quedarme dor...?

Despierto sobresaltado y sin la más remota idea de cuánto tiempo ha pasado. Adso pregunta no-sé-qué de la luna. Miro por la ventana y me doy cuenta de que se ha hecho de noche. ¿Cuándo ha ocurrido eso?

—Creo que todavía estoy un poco borracho. Veo doble. —Mi mano algo temblorosa a causa del entumecimiento apunta hacia el cielo nocturno—. Cuatro lunas.

Gunther regresó terminando de ajustarse la camisa y con una sonrisa satisfecha que sus compañeros no le habían conocido, algo lógico dado el estilo de vida que habían llevado desde que se conocieran. - Gunther solo ver la luna en el culo de Greta, haber visto mejores pero este moverse mejor que muchos, yo recomendar Greta a ustedes. - dijo sentándose a la mesa y tomando una jarra que podía o no ser la suya - Creo que ahora pedir más comida, quedar mas hambriento que pelear con demonio.

Poco sabía Gunther acerca de las lunas, sólo que allí estaban cuando miraba al cielo, y como a su oficio no lo afectaban las fases nunca se había fijado si había más de dos o cómo se comportaban. Les echó una mirada, pero pronto su atención pasó a la camarera a la que le pidió el cerdo y la sidra.

Fue instantes después del comentario de Adso acerca de la luna y la subsiguiente conversación, se abrieron las puertas de la taberna. Un hombre bien vestido y con una medalla al cuello, penetró en el local seguido muy de cerca por dos matones. Los aistentes se quedaron mirándole asombrados. Era como si nunca hubieran visto a nadie como él en un lugar como ese, pero sin el "era"; nunca nadie de su categoría había pisado La Bruja Astuta.

Aquel hombre echó un vistazo por toda la sala hasta parecer localizar lo que deseaba, a los cuatro individuos que habían pasado un tiempo de recreo en las cloacas de la villa. Entonces, con paso decidido comenzó a avanzar hacia ellos. A su paso un parroquiano, uno especialmente ebrio, se puso en pie y avanzó dos pasos hacia aquel hombre distinguido. El etílico, esgrimiendo una cerveza apuntó en dirección a aquel hombre.

- ¡Hey! Usted ez Magiriuz... - Dijo antes de ser apartado por uno de los matones. No le hizo daño, pero su fue contundente y le dejó sentado de nuevo en su silla sin poder rechistar.

El tal Magirius llegó a la ventana donde todavía estaban los cuatro aventureros de las alcantarillas. Se plantó ante ellos y les dedicó una sonrisa sicnera. Asintió con la cabeza y acto seguido miró a un lado y a otro, donde se encontraban sus guardaespaldas y éstos entendieron que debían hacerse a un lado y entonces se alejaron.

- Buenas noches caballeros. - Les dijo aquel hombre de barba canosa y escaso pelo sobre la cabeza. - Soy el concejal Fiedrich Magirius, del consejo local de Bögenhaffen. ¿Aceptarían una invitación a una ronda?

Me quito las gafas, me paso una mano por la cara y me rasco la nuca en un gesto mecánico, tratando en vano de quitarme de encima la modorra y la ebriedad.

—¿Vosotros también veis a cuatro matones? —pregunto a mis compañeros en un tono que intenta ser un susurro pero que en realidad suena mucho más alto de lo que pretendía—. Sin Gemme nos superan en número, será mejor seguirles la corriente.

El concejal llega hasta nuestra mesa y nos ofrece un trago. Guiño un ojo a mis camaradas de forma nada discreta y respondo:

—Por supuesto que sí, señor Magirius. Siéntese, por favor, y compartamos un trago mientras nos cuenta qué podemos hacer por usted a cambio de su generoso ofrecimiento.

- ¡Muchas gracias, muchas gracias! - Dijo aquel hombre aceptado la invitación y sentándose junto al grupo. - La verdad es que de vez en cuando uno necesita juntarse con la gente de a pie, ya me entienden... - Comentó. 

Fue entonces cuando le hizo un gesto a la mesonera enana y cuando ésta le atendió desde lejos, bastó un simple gesto para que entendiera que le estaba solicitando una ronda de bebida para él y sus nuevos amigos. 

- He tenido conocimiento de sus andanzas. - Comentó. - Es bueno tener gente así, dispuesta a ayudar a cambio de muy poco. - Sonrió complacido. - También he oído algo acerca de que encontraron un extraño "templo". ¿Me equivoco? Uno que después de unas horas ya no estaba. ¿Es así?

—No sé si yo lo llamaría templo... Era más bien una especie de sótano en las cloacas, con una puerta reforzada y signos de que se había realizado allí algún tipo de ritual de ritual para invocar espectros, o demonios, o quién sabe qué aberraciones del Caos. Pero si espera visitarlo como lugar turístico, se va a llevar una decepción. Estuvimos esta mañana y habían vaciado el lugar de su escaso mobiliario y limpiado toda la porquería y símbolos cabalísticos.

»Alguien debería preguntarse qué clase de persona decide poner su trastero en el sistema de alcantarillado y por qué, pero no parece que nadie comparta conmigo esta curiosidad, así que estoy determinado a olvidarlo todo a golpe de cerveza.

- Comprendo... - Dijo pensativo. - Entonces... - Se mesó la barba haciendo una pausa. - ¿Simplemente desapareció? - Chasqueó la lengua. - Supongo que está mejor así, aunque nunca sabremos lo que estaba sucediendo. - Frunció el ceño. - ¿O saben algo más sobre el asunto? ¿Tienen alguna pista? Desde luego me gustaría ayudar en lo que fuera necesario. Bögenhafen es una villa muy tranquila y debe seguir siéndolo.