Partida Rol por web

Tiro con todas mis (penosas) fuerzas de la soga cuando escucho a Gemme pedir que la saquemos del agua. Bastan apenas un par de tirones para que mis delicadas manos se enrojezcan y se empiecen a formar las primeras ampollas.

—Un poco de ayuda por aquí, por lo que más queráis... —solicito a nadie en particular, gruñendo con los dientes apretados a causa del esfuerzo y del dolor.

Y yo que siempre había pensado que Gemme era una muchacha estilizada y resulta que está gorda como una nutria. ¡Madre mía cómo pesa!

Adso aunque escuchó a Chester se encontraba enfrentándose al cultista que quedaba a bordo además que intentaba agredirle. Siguió con su técnica de golpes rápidos aunque poco precisos... 

El último de los encapuchados que quedaba sobre la cubierta, blandió su espada contra Adso, justo después de recibir dos poderosos puñetazos en el rostro. El filo surcó el aire a una gran velocidad clavándose en el costado y abriendo una brecha importante. Se escuchó claramente como varias costillas se rompían y Adso gimió por el dolor extremo que eso le acababa de provocar. Sin embargo, aquello que habría dejado incapacitados a muchos, no surtió el mismo efecto en él.

En el agua del Bögen, los tres fanáticos que perseguían a Gemme siguieron avanzando hacia ella. La joven sigmarita, amarrada con la zurda a la cuerda que Chester le había facilitado, descargó un martillazo contra uno de sus perseguidores acuáticos, que le dejó algo aturdido. Quizás por ello no pudo ni alcanzarle al intentar apresarla. 

El otro si se lanzó sobre ella y la joven sigmarita tuvo que luchar para no soltarse de la cuerda y no quedar a merced de aquel hombre. Tras unos breves instantes, se zafó de aquel individuo y pudo seguir agarrada a la cuerda.

Joseph agarró el cabo de la cuerda y tiró de ella ayudando a Chester. Entre los dos, comenzaron a izar a Gemme para subirla al barco, mientras la joven sigmarita se aferraba con una sola mano a la misma y blandía su martillo con la otra defendiéndose de las fanáticos que trataban de impedir su huída.

- ¡Vamos, tira Chester, tira! - Incitó a su amigo.

- ¡Aaaah! - Gritaba enfurecido el demonologista desde la orilla. - ¡Cogedlos! ¡No pueden huir! - Alzaba la voz lleno de ira. - ¡Os cogeré! ¡Podéis escapar, pero os encontraré! - Les amenazó. - ¡Ésto no acaba aquí! 

En medio de un grito cargado de furia, su semblante se tornaba carmesí y las venas en su cuello parecían a punto de estallar. Levantó el puño con ira desbordante, expresando su desaprobación de manera contundente. Aquel hombre era el fiel reflejo de la atmósfera cargada de tensión que se estaba sucediendo.

Gemme miró al encapuchado que luchaba por seguir nadando después de recibir un buen martillazo. No lo dudó ni por un momento. Un nuevo golpe en la cabeza provocó que esta se abriera en dos, tras un sonido sordo. El agua se tiñó de rojo y aquel hombre comenzó a hundirse en el río.

- ¡Tú serás el siguiente! - Le dijo aquella superviviente heroína, elegida de Sigmar y devota del patrón del Imperio.

- ¡Adiós imbécil! - Se despidió Alder del enfervorizado cultista que acababa de casi partir por la mitad a Adso.

Lanzó un primer ataque y su espada larga pasó de largo, sin llegar a impactar contra el encapuchado. Seguro de sus posibilidades, trató de apuñalarle con la espada corta que portaba en la zurda. Sin embargo, ésta se quedó enganchada en cinturón del cultista y cuando quiso recuperarla, se desprendió de su mano cayendo al río y perdiéndose de vista.

- Ups... - Murmuró.

Adso recibió una estocada que casi lo manda al otro barrio, pero por el dios de la muerte que todavía seguía con vida pero casi moribundo. No sabía por donde le chorreaba la sangre, pero un intenso calor le recorrió el cuerpo sobre todo por una zona de su cuerpo por la que había sido herido de gravedad. Sin tiempo para saber si podía seguir o no combatiendo sin pensar si sería su único ataque antes de morir desangrado. El monje utilizó otra vez su técnica impactando en su segundo ataque... esperando que muriera ya o sino sería seguro su muerte. 

Cada crujido de huesos rotos, cada puñalada entre las costillas, cada charco de sangre... hace que se me revuelvan las tripas. Sobretodo por la naturalidad con la que mis compañeros llevan a cabo tales actos brutales casi casi con una sonrisa sádica de satisfacción. Estoy rodeado de psicópatas y fanáticos.

Y lo peor de todo es que hemos perdido a nuestro psicópata favorito no sé muy bien para qué. ¿De verdad ahora estamos más cerca de haber frustrado el ritual que hace media hora, cuando todos estábamos ilesos y nuestras manos no estaban manchadas de sangre?

La verdad es que no tengo ni idea y creo que prefiero que las cosas sigan estando así. Mejor la ignorancia que preguntar a mis compañeros qué han estado haciendo mientras yo vigilaba a Steinhäger y obtener de ellos una respuesta.

—Ya tiro con todas mis fuerzas —lloriqueo—. Pero la muy desgraciada no suelta ni su martillo. Así no hay quien pueda con ella.

El último cultista que quedaba abordo, lanzó un ataque desesperado contra Adso. Sin embargo, fruto del cansancio y el poco equilibrio que mantenía sobre la barcaza, falló de forma estrepitosa. 

Dos fanáticos quedaban en el agua, tratando de atrapar a Gemme. El que estaba más alejado, había mostrado ya signos de cansancio y en un abrir y cerrar de ojos, desapareció bajo las aguas del Bögen. El otro en cambio, nadó hasta la sigmarita tratando de atraparla. Furto de ello, recibió un martillazo en la cabeza, que el dejó tan aturdido, que cesó en su empeño por agarrar a la muchacha.

- ¡Vamos, vamos! - Se dijo a si mismo Jospeh mientras tiraba con todas sus fuerzas de la cuerda. 

Para ese entonces y gracias a la inestimable ayuda del debilucho de Chetser, Gemme comenzó a ascender, empezando a pender de la cuerda hasta sacar todo el torso del agua. El barquero sonrió, pues estraban salvando a la joven pelirroja, algo que veía como un imposible, unos pocos segundos atrás.

Frustrado y humillado por la sigmarita, que había evitado ser afectada hasta por tres de sus sortilegios, Gideon comenzó a caminar por el pantalán camino de la zona donde Franz se afanaba por mantenerse a flote agarrado a uno de los postes de la misma pasarela. Resignado ya a que aquellos intrusos entrometidos, escapsen, se agachó para acercarle la mano al consejero.

- Dame la mano Franz. - Le dijo con cara de pocos amigos. 

- ¡Ya era hora! - Dijo aquel hombre aceptando la ayuda del arcanista.

Ayudado por la mano amiga, Franz logró subir a tierra firma apoyándose en los postes y maderas de la estructura portuaria. Ya en tierra firme, empapado y tiritando de frío, se giró hacia sus secuestradores, mirándoles con animos de revancha. Su mirada decía que aquello no iba a quedar así. Pero si quería vengarse, antes tendría que dar con ellos.

Gemma ni siquiera notó que la estaban izando a la barcaza. Desesperada ante los hombres que no dejaban de intentar atraparla, se aferraba tan solo a la cuerda lanzada por quienes consideraba sus amigos. Ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, solo estaba concentrada en los movimientos frenéticos de los fanáticos.

- ¡Dejáme! - Gritó. - ¡Ahhh! 

Fue entonces cuando descargó un furte martillazo contra la cabeza del sectario que trataba de llegar hasta su posición. El golpe sonó secó y los ojos de aquel infeliz se pusieron en blanco justo antes de empezar a hundierse en las gélidas aguas del Bögen.

Agotado, el espadachín que había perdido ya una de sus dos armas, intentó acabar de una vez por todas con la amenaza. Un único ataque, pero certero, causó un corte en el tobillo del encapuchado que le hizo perder el equilibrio. Pese a los intentos de éste por estabilizarse y no caer al agua, acabó zambulléndose en el río.

El joven se lanzó acto seguido al suelo de la cubierta tratando de agarrar a Gemme por la solapa se la armadura y evitar así que acabara en un destino similar al de los fanáticos, si la única mano que se aferraba a la soga, resbalaba. 

- ¡Ya estás con nosotros! - Le dijo a la sigmarita. - ¡Sube, vamos!

- Gemme, Alder es un milagro de que estéis aquí, lo siento por Gunther cayó en combate... Lo dijo mirando a Chester para que se pusiera al corriente de lo sucedido. - Despejare la bodega y pondre allí los sacos de dormir excepto Chester estamos todos heridos, sera mejor descansar, y para el que no quiera dormir mejor acostado que de pie. - Miró entonces a Gemme: - Si descansas podrás recuperar tus conjuros y sanarnos a todos. Después sin esperar respuesta se puso manos a la obra.

- No os pongáis muy cómodos. - Intervino Jospeh. - Vamos a por el Lauretta. - Desveló muy serio.

No iba a perder su embarcación y iba en serio cuando le dijo al legítimo propietario de aquella nave, que no quería robársela y que la dejaría amarrada al embarcadero cuando recuperara su propio navío.

- Me alegro de que estéis con nosotros. - Les dijo al pícaro y la sacerdotisa. - Y también lo siento por Gunther. Era un buen hombre. O eso creo...

Viendo el aspecto que traen mis compañeros y las miradas de locura en sus ojos, hasta yo comprendo que este no es el mejor momento para un siempre edificante "os lo dije".

Es casi un milagro que los tres hayan conseguido escapar con vida, aunque sospecho que las secuelas psicológicas les durarán mucho más tiempo incluso que las físicas. Si yo he estado teniendo pesadillas por no poder salvar a un ladrón al que hirieron otros, no quiero ni pensar en cómo serán las pesadillas que tendrán las próximas noches después de haberse tenido que abrir paso a espadazos para salvar la vida.

A su lado, Gunther puede sentirse afortunado. Ya no sufre. Eran tan valiente que no es una sorpresa descubrir que se quedó luchando hasta el final mientras los demás huían de una refriega que nunca deberían haber comenzado. Lo que me sorprende es descubrir que le echaré de menos. Siento una profunda sensación de pérdida y de tristeza, más por mí que por él. Casi nunca entendía lo que decía, pero siempre parecía que había perlas de sabiduría en sus palabras confusas.

Sin poder evitarlo y sin rubor, me pongo a llorar como un niño pequeño, con los mocos cayéndome por la nariz. Lloro por la muerte de Gunther, pero sobretodo lloro por mí y por todos los disgustos que he sufrido estas últimas jornadas. ¡Yo vine aquí a reclamar una herencia y a hacerme rico! Y me marcho perseguido por la justicia sin haber roto un plato. ¡Qué injusta es la vida conmigo!