Partida Rol por web

- Ésta bien... - Comentó Alder. - Si vamos a emboscarle, dejadme a mi. Soy el más silencioso de todos. - Miró entonces a Adso. - Creo que a ti tampoco se te da mal. - Asintió con la cabeza. - Si sabemos a que nos atenemos, creo que será más sencillo enfrentar lo que esté por venir... - Se encogió de hombros. - ¿Vienes conmigo? - Sin esperar respuesta, se puso en marcha.

Sin esperar más respuesta, comenzó a caminar agazapado y buscando las sombras de los edificios. Poco a poco se fue acercando hacia el almacén, hasta colocarse junto al marco de la puerta de entrada. Entonces miró a Adso y esperó a que se acercara o por el contrario, se mantuviera a la espera de acontecimientos.

Alder se acercó silencioso y por la espalda del cultista. Cuando estuvo junto a la pared del almacén esperó unos instantes y acto seguido, cuando lo vio claro, se introdujo en el edificio. Había cogido completamente desprevenido a aquel hombre y logró asestarle un espadazo a la atura de los riñones, derramando su sangre sobre el piso. Acto seguido lanzó un segundo ataque rápido que a punto estuvo de seccionarle la yugular. Un tercer ataque con su mano torpe se estrelló contra la armadura que el encapuchado portaba bajo su capa. Sin embargo, el combate estaba decidido.

- ¡Depón las armas o muere! - Le amenazó. 

Aquel hombre, sangrando, asustado y totalmente sorprendido por a rapidez con la que aquel intruso había actuado, cayó de rodillas. Estaba armado, pero no había sacado las armas de su funda y únicamente alzó las manos en señal de rendición. 

Gunther dejó a sus compañeros el interrogatorio del prisionero, después de todo no sabría que preguntar y no quería enfadarse si el tipo no les decía lo que querían saber. En su lugar se dedicó a recorrer la bodega en busca de algun lugar donde pudieran hacer el ritual o, en su defecto, alguna puerta que llevara al sótano.

Adso siguió a Alder deslizándose en silencio para emboscar a aquel hombre, un buen bastonazo en la nuca serviría para noquearlo e interrogarlo en otro sitio incluso utilizar su vestidura para infiltrarse ante los demás fieles de aquella secta.

—¿Pero se puede saber qué haces? —le pregunto a Adso en un susurro al ver que la emprende a garrotazos contra nuestro rendido prisionero.

Pongo los ojos en blanco y suspiro. Esa es una actitud esperable en Gunther pero estamos apañados si también a Adso se le empieza a ir la cabeza.

—Disculpe a mi amigo, es un novicio de Morr y ya se sabe que los adoradores del dios de la muerte no están del todo... cuerdos —le digo a nuestro cautivo—. No me gustaría que esto terminara en una tragedia pero ya ve que mis amigos están un poco nerviosos y es mejor tranquilizarlos con algunas respuestas que alterarlos con gritos de auxilio o movimientos bruscos que puedan interpretar erróneamente como una amenaza por su parte. Podría empezar diciéndonos quién es, qué hace en este lugar a estas horas y si espera otras visitas a parte de nosotros.

Capaces somos de haber sorprendido a un pobre mercader llevando a cabo la contabilidad de su almacén.

- Mi nombre es idiferente. - Respondió a la primera de las preguntas. - Y mis asuntos son míos. - Respondió a la segunda. - Hay más gente en camino. Están a punto de llega. - Afirmó con una sonrisa en su ensangrentado rostro, tras el sorpresivo ataque.

Fue en ese momento, cuando todos se percatron de que aquel hombre había esparcido algunos elementos en el suelo. Cinco candelabros con velas negras se habían dispuesto alrededor de lo que parecía ser un círculo, o lo que pretendía serlo. Aquel hombre había sido intrerrumpido cuando trataba de crear dicha figura geométrica en el suelo, mediante algún tipo de polvo metálico. Además, un saco de sal se había dispuesto entorno al resto de materiales.

—Vaya, no es usted un hombre muy colaborador ni locuaz, por lo que veo. Y eso es una pena para usted, porque estamos teniendo una noche bastante complicada y nuestra paciencia está bastante agotada en estos momentos.

Me giro hacia mis compañeros.

—Aunque vinieran treinta, por esa puerta tienen que entrar de uno en uno. Y de uno en uno ninguno es rival para vosotros —intento tranquilizarles—. Eso, si este individuo está diciendo la verdad y no le han dejado solo como a una rata, que también podría ser. ¿Alguno de vosotros quiere probar suerte a ver si consigue que nuestro amigo se muestre más colaborativo que conmigo?

- Este hombre sabe que no tenemos tiempo, y es el único que puede terminar este círculo. Opto por noquearlo y llevarlo a algún sitio lejos de aquí, por lo demás podría intentar disfrazarme de él y ver como se desarrolla la sesión o largarnos. Prefiero evitar un combate contra los que vienen, pueden ser personas influyentes que nos harían la vida muy difícil. ¿Qué decis?

Aquello había sido estresante tener que ir en sigilo hasta el hombre y herirlo, aún así la firmeza del hombre dejaba al monje todavía más indeciso. Aunque persistía en dejarlo sin conocimiento, había visto demasiados cadáveres, y sabía que era la mejor forma de escudriñarlos, aunque esta vez no era para matarlo. Pero el hecho de dejarlo sin conocimiento era algo que el monje prefería para poder examinarlo en algún lugar apartado sin contratiempos.

Gunther se acercó a observar la obra de arte en el suelo, velas negras... - Adorador del demonio - dijo convencido de su veredicto, y se acercó a la puerta haciendo crujir sus nudillos - Mejor decir tu nombre a mi amigo ahora, o decir después cuando capturemos al resto y yo poder romper tus huesos uno a uno.

Aquel hombre miró con cierto desprecio al mago loco, aunque no sabía que era un mago, pero si creía que era un demente. No le había gustado lo que acababa de decir entre murmullos, aunque tampoco creyó que fuera demasiada amenaza para los que tenían que llegar. O al menos esa impresión pudo dar, pues ni siquiera le dedicó unas palabras.

Se giró hacia Adso cuando el monje sugirió dejarle incosciente y secuestrarle. Aquello si pareció preocuparle, pues aunque trató de decir algo, tan solo pudo tartamudear un poco hasta que el bruto de Gunther profirió sus amenazas.

- No tengo nada más que decir. - Le respondió a Gunther trantado de guardar la compostura.

- Creo que podríamos sacarlo de aquí e interrogarle de forma más eficiente. - Intervino Alder, quien coincidía con Adso. - Aquí seremos un blanco fácil. - Miró a Chester. - Aunque la entrada nos conceda cierta ventaja, no sabemos contra que peleamos. Si la diferencia numérica es muy grande, acabaremos cediendo y aquí dentro estamos vendidos...

- ¿Y qué hacemos? - Preguntó Gemme. - ¿Nos vamos, interrogamos y volvemos? - Soltó una pregunta. - ¿Una vez hayamos interrogado a este tipo hablamos con las autoridades? ¿Y si no nos creen? ¡Nos están buscando por...! - Chasqueó la lengua. - Bueno... ya los sabéis...

- ¡Pues yo me quedaba aquí a darles su merecido! - Exclamó Quartjin golpeando su puño derecho contra la palma de su mano izquierda. - ¡Podemos hacerlo! - Trató de jalear a sus compañeros. - ¡Somos tipos duros! ¡Creo que si esperamos más, al final nos van a pillar y luego está lo de...! - Miró hacia el círculo mágico que habían comenzado a dibujar en el suelo. - ¡Lo que demonios quieran hacer aquí! ¡Hay que detenerles!

Menudo desastre de noche está resultando.

Primero el asesinato de Magirius, luego las acusaciones de piromanía y ahora este tipo que se niega a colaborar.

Yo tengo claras cuáles son mis preferencias, pero parece que no coinciden con las de algunos de mis compañeros, así que opto por transigir aunque solo sea para que no nos sorprendan aquí discutiendo los compañeros de este tipejo.

—Está bien, nos lo llevamos para interrogarlo —concedo a Adso y a Alder, que son quienes parecen más impacientes por huir heroicamente—. Y nos llevamos también todo esto —señalo de forma vaga los candelabros con velas negras, el saco de sal y el resto de elementos esparcidos por el suelo—. Está claro que pretenden llevar a cabo algún tipo de diabólico ritual aquí esta noche y no estoy seguro de que vayamos a frustrarlo llevándonos a uno de ellos, pero sin los útiles para realizarlo... Yo incluso os diría que le prendamos fuego a este almacén. Total, ¿ya de qué más crímenes pueden acusarnos? Al menos, si lo hacen, que sea de alguno con fundamento.

No tenemos tiempo que perder, así que no espero una respuesta por parte de mis compañeros antes de ponerme yo mismo a recoger los candelabros con sus velas y a echarlos a mi mochila.

Gemme extrajo unos grilletes de su mochila y los colocó entorno a las manos del sectario. Éste miro con reprobación a la sigmarita, pero no dijo nada, aceptando su destino como cautivo de aquellos metomentodo que parecían dispuesto a todo por frustrar sus planes. La joven sacerdotisa se aseguró de que los grilletes apretaban lo suficiente como para no poder liberarse fácilmente, pero no tanto como para que le cortara la circulación y entonces asintió. 

Alder desde la derecha y Gunther por la izquierda, agarraron a aquel tipo de los brazos y comenzaron a avanzar en la misma dirección por la cual habían llegado. Mientras tanto, Chester se molestó en recoger todos los utensilios que habían localizado relativos al más que posible ritual de invocación, mientras Joseph se encargaba a patadas de desdibujar el patrón que el encapcuhado había empezado a crear con polvos y sal en el suelo.

En un momento dado, Adso, quien estraba vigilando la entrada, pareció escuchar algo y enseguida dio la voz de alarma, al parecer algun tipo de carruaje se estaba acercando por la calle. Sin tiempo para quemarlo todo, salieron de allí a la carrera, llevándose consigo al cautivo y los elementos necesarios para el ritual, fuera cual fuera.

No se fueron demasiado lejos para llevar acabo el interrogatorio. Sabiendo que estaban siendo buscados por las autoridades y que su rostro era conocido ahora en Bögenhafen por todo el revuelo que se había armado entrono a ellos y sus actividades, decidieron acudir al almacén número 13, al cual ya habían accedido instantes atrás y donde podrían interrogar a aquel hombre ajenos a miradas curiosas.

Tras un minucioso registro de las pertenencias de aquel hombre, localizaron una serie de objetos personales y otros no tanto que podían dar alguna idea de las intenciones de aquel hombre. Para empezar portaba un puñal de buena calidad oculto en el cinturón. En una bolsa anclada también a la cintura, portaba una bolsa con coronas de oro; una buena cantidad de ellas, de hecho. En un bolsillo de la casaca que portaba bajo la capa, encontraron una pipa, varias ramitas yesqueras, así como un paquete con unas hierbas para fumar, con un olor intenso. Finalmente, localizaron en un bolsillo del pantalón, un pañuelo de color blanco de seda, con dos iniciales grabadas: F.S.

Gunther abrió los ojos como platos al ver las iniciales del pañuelo - Mira Chester, ser el mismo pañuelo pero ser otro, éste ser el dueño del demonio de la cloaca. - dijo dando una palmada en su propia pierna. 

Con la guardia buscándonos y los secuaces de nuestro prisionero pisándonos los talones, no nos queda más remedio que escondernos en el almacén que visitamos anteriormente. Por fortuna, en estos momentos se encuentra sin protección y eso nos permite echar un vistazo sin problemas a las instalaciones.

Quién sabe, quizá aquí también pensaban llevar a cabo algún ritual.

—Vaya, vaya. Si parece que hemos atrapado al mismísimo Frank Steigger, el demonólogo de las cloacas —comento, cuando Gunther me señala el pañuelo que ha encontrado entre las pertenencias de nuestro cautivo—. Es usted un hombre misterioso y esquivo. Hemos tratado de localizarle estos últimos días sin éxito y mire por dónde la fortuna lo ha puesto finalmente en nuestras manos.

»Yo diría que es usted un hombre condenado, aunque tal vez tenga una oportunidad si está dispuesto a confesar quiénes son sus cómplices. Si no, me temo, que la responsabilidad de todas las desapariciones y asesinatos recaerán injustamente sobre usted.

- ¿Frank Steigger...? - Repitió aquel hombre un tanto confundido. Sin embargo, en el momento en que comprendió que aquel foráneo había confundido su nombre tragó saliva.  - Franz Steinhäger. - Dijo con rotundidad. - Ese es mi nombre. - Desveló fimalmente. - No sospechan lo que acaban de hacer... - Negó con la cabeza. - Serán juzgados por las autoridades y colgados en la plaza para deleite de todos los presentes. - Sonrió levemente. - Desátenme y sugeriré a los magistrados que les otorguen una muerte rápida. Es cuanto puedo hacer por ustedes.

—Oh, vaya, alguien nos dijo mal su nombre —intento excusarme con un pretexto que suena poco creíble—. Tendrá que perdonar que no le demos los nuestros, pero así es más seguro. Para nosotros, quiero decir. Para usted, la cosa pinta peor. Es un adorador del Caos que ha estado invocando demonios en las cloacas de la ciudad y al que hemos sorprendido tratando de hacer lo mismo en el puerto. Yo no sé si tiene muchos y muy influyentes amigos en Bögenhafen, pero ahora mismo lo que sí tiene seguro es a seis valientes... Bueno, a cinco, a mí no me cuente entre ellos. A cinco valientes y armados héroes, que le han tomado prisionero por sus crímenes. Puede que amenazar con colgarlos no sea la posición más inteligente. Usted no tiene por qué morir aquí esta noche, ¿me entiende? Nadie tiene por qué hacerlo. Sencillamente tiene que contestar a unas preguntas muy fáciles: ¿quiénes son sus cómplices y qué es lo que traman? Vamos, hombre, ¿qué tiene que perder contestando? A fin de cuentas, todos vamos a terminar en la horca, ¿no? ¿Qué importa que nos lo cuente?

- La Ordo Septenarius no es una organización del caos... - Soltó una carcajada. - Usamos una antigua mágia para coseguir nuestros objetivos, eso es cierto, pero todas son causas nobles. - Negó con la cabeza mirando a aquellos extraños como si fueran totalmente imbéciles. - No sabéis lo que habéis hecho, ni donde os habéis metido. - Frunció el ceño. - Matastéis a Magirius y ahora pretendéis hacer lo mismo conmigo. - Tragó saliva mientras una lágrima fruto de la rabia, recorría su mejilla. - ¡Pagaréis por ello! ¿Lo habéis entendido? ¡No saldríes de Bögenhafen con vida!