Partida Rol por web

Syrus se mantiene alerta, siempre con mil ojos. Ahora tenían la mercancía, ahora eran un buen blanco. Movimientos extraños, reflejos, gente que miraba demasiado... todo le levantaba suspicacias. El hecho de que el deslizador fuera en cierta manera una extensión de sí mismo era lo que probablemente impedía que atropellara a nadie. O no, pero tampoco pasaba mucha gente, la tormenta llamaba a la gente a refugiarse.

A Seldon le daba la impresión que sus compañeros estaban algo más nerviosos de lo que era habitual en ellos... Sus sospechas y suspicacias empezaban a bordear lo paranoico.

Calma, chicos... Estamos en un hangar junto a nuestro transporte, si quisieran atacarnos lo habrían hecho antes, cuando aún no teníamos un vehículo cerca con el que poder huir. Si hemos llegado hasta aquí, podemos subir al vehículo tranquilos.

A Sicks le olia mal todo esto. El secuaz parecía demasiado interesado en limitar exactamente las responsabilidades. Durante todo el trayecto, si hubieran sido atacados, habrían podido escapar callejeando. El hangar era el destino señalado. El lugar ideal para una emboscada. Además, la seguridad del mismo, siempre era canjeable por creditos...

Tras pasar la tarjeta con la clave, la puerta se abrió y un olor a nave bien engrasada inundó el ambiente eléctrico y fresco. Se notaba una ligera brisa, algo muy extraño, y Ophara se sentía mucho más despierto y menos abotargado. El hangar permanecía como siempre, con la nave en su centro y restos de cajas de repuestos diseminadas o acumuladas en torres pequeñas junto a la pared que formaba un anillo. Como un grano que saliera de esa pared, una elevación acristalada se elevaba sobre una porción de ésta y reflejaba la poca luz que había, de manera que era una de esas raras ocasiones en las que se intuían las figuras que había en el interior, personal de control secundario y seguridad. Uno no debía olvidar que el astropuerto de Anchorhead era uno de los más seguros del planeta, y sobre todo seguro para los intereses del astropuerto. Un cañón doble se apostaba bajo la cristalera, junto a un emisor de rayos de tracción, lo que garantizaba que nadie tenía la desfachatez de entrar o salir sin cumplir los trámites. Con los escudos bajados, cualquier nave era presa fácil.

En ese momento, mientras cada uno tenía su opinión sobre la situación, una vibración sorprendió a Sicks. Era la frecuencia personal de su comunicador.

- Hola, Sicks - dijo la voz inconfundible del responsable del hangar 54, el viejo de Corbell Callo -. Soy Corbell. Sólo llamaba por si iba todo bien por ahí. Creo que la tormenta que se prepara ha empezado a afectar a los equipos eléctricos, porque tengo una doble señal de entrada al hangar sin haber habido una salida entre medias. No sé si me explico. Es como si hubiérais entrado dos veces, pero sólo uno de vosotros tiene tarjeta autorizada. Confírmame que todo va bien para que envíe un técnico. En el puesto de control superior tampoco me responde nadie. Imagino que todo es por culpa de la tormenta, pero si ya que estás ahí me lo confirmas, mucho mejor.

Parecía que se estuviera preparando una tormenta de impresión. Había estática en el aire y las ropas rajadas de Tock se empezaban a cargar. Sus lekku también estaban inquietos. El twi´lek descansó un momento, hasta que se sintió un poco mejor. Repasó lo que sabía de la zona. Poco. Apenas conocía a nadie de confianza. Había entrado por el lado de la ciudad que menos conocía. Como mucho, conocía a un tipo en el astropuerto, era un joven de su edad lo suficientemente listo como para aprender algo útil y dedicarse a ello sin buscarse problemas. Se llamaba Elo, un humano siempre sonriente de mirada lista. Podría preguntar por él en la entrada del astropuerto, ya lo había hecho otras veces.

Otra opción, por supuesto, era la cantina de Pelk, un zabrak huraño, pero honesto. Ambos habían sido más amigos antes, pero no había pasado nada para acabar con su amistad, sólo tiempo sin haberse visto.

Sicks desenfundó su Blaster mirando a los demas, esperando que le imitaran.

-¿Armamento?- Sicks comprovó sus bolsillos y compartimentos del traje acolchado de vuelo. Cerró bien el broche hasta el cuello para obtener la maxima protección. Comprovó la carga de su cartucho de energía del blaster. Al 99%. -Blaster, cuchillo y medpac. Ophara, se ha confirmado la trampa. ¿Granadas?- Sicks apretó los dientes. -Seldon, Syrus, cobertura hasta estar dentro de la nave. Ophara no te separes de mi, conmigo a la cabina de pilotaje. Vosotros a los pozos artilleros. Quiero el pájaro en el aire lo antes posible.-

La seguridad de la caja es nuestra a partir de que la tengamos. Perfecto.

Ohh.. genial...
Ophara se pegó al culo de Sicks, no literalmente pero casí. Caminó en pos suyo con los ojos alerta y con la caja en la mano
Te sigo- Susurró.

-Uoh, fiesta... -dijo simplemente el poco convencional soldado mientras desenfundaba simultáneamente sus dos armas (sus fieles Wynny y Mynny, una pistola bláster pesada y una pistola bláster normal respectivamente). Inmediatamente empezó a desplazarse buscando la cobertura de las torres de cajas y tratando de encontrar a los que presumiblemente estaban esperando para emboscarlos.

Parecía que Seldon iba a sacar su arma y seguir a sus compañeros, pero de repente frunce el ceño, da media vuelta y realiza un rápido reconocimiento del casco de la nave.

Alguien ha estado aquí antes que nosotros... No buscaba el paquete, se conformaba con llegar a nuestra nave. ¿Por qué?

Seldon trata de reconocer algún objeto pegado al casco de la nave.

¡Quizás alguien nos ha puesto un rastreador!

O una bomba térmica, apuntó casi sin querer su hemisferio cerebral más pesimista.

O quizás, todavía peor: aún hay alguien escondido por aquí...

Su mano salió disparada hacia su bláster.

- ¿Sicks? - insistió el comunicador - Dime qué tal están las cosas por ahí, hombre.

No había muchos sitios por los que pudiera ocultarse alguien en el hangar. Quedaban las cajas apiladas, con algunos puntos ciegos donde entrarían una o dos personas, o quizá un humanoide grande. Luego estaban los huecos bajo la pared alta acristalada de la posición de control. Desde la puerta donde ellos estaban, no podía verse nada. Tendrían que desplazarse más hacia el centro para saber si aquello estaba despejado o no.

Por el rabillo del ojo, Seldom notó algo que le hizo girar la cabeza. Tras el grupo de cajas que estaban más cerca de la entrada de la torre de control le pareció que una sombra se recolocaba, e incluso juraría haber escuchado un sonido metálico. Por otro lado, más o menos encima de esas cajas, el tubo del rayo tractor parecía activarse y moverse como si fuera a apuntar a la nave.

Sicks se ajustó de nuevo el cinturón y apagó el comunicador sin contestar. Ya se disculparía mas tarde. Le hizo una seña a los demás para que aguardasen alli. Y despacio pero sin pauso avanzó hasta el centro del hangar, echando un ojo a todos lados.

-Lo que me faltaba…una tormenta –

Bien pensado, esto podía marcar distancias entre él y sus perseguidores, si es que seguía habiéndolos, siempre y cuando encontrase un sitio donde resguardarse. Decidió ir a buscar a Elo, ya que no tenía ganas de ir a una cantina llena de gente y prefería algo más íntimo.

-Con suerte, igual hasta puedo descansar y recuperarte…-

Se puso a rememorar todo lo que había ocurrido en las últimas horas: el rescate de los esclavos había sido el desencadenante de todo, después vino aquella la pelea, el señalizador en el desierto, la escapada… demasiado para su maltrecho cuerpo. Y luego estaban aquellos tipos de los que acababa de escapar, ¿quiénes eran?, ¿qué buscaban?, ¿irían a por él? Con todas estas incógnitas Tock partió en busca de Elo confiando en que aquel buen muchacho le diese el descanso que necesitaba.

Tock llegó al astropuerto moviéndose entre las encajonadas calles, sin atreverse a acercarse a las vías más concurridas. No tardó en dar con el alto muro de tierra que separaba el astropuerto de la ciudad, y mientras lo circunscribía, finalmente se topó con un portón de acceso abierto.

Un humano joven y aburrido se situaba tras un mostrador con holoinstrucciones. La gente iba, venía, y de vez en cuando alguien se detenía para preguntarle, mientras que él asentía pacientemente y señalaba una dirección, para volver pronto a su postura de soberano aburrimiento. No era Elo, evidentemente. Su amigo no estaría allí, y además era algo más alto y más fuerte, además de más vigoroso.

Seldon desenfundó su arma y se giró hacia las cajas que había cerca de la torre de control (NdA: En el Norte del mapa).

Apuntando hacia allí, gritó:

¡Salid de aquí! Estáis rodeados, cabritos! Salid o os dejamos hechos un colador!

Syrus no está precisamente quieto. No ha visto realmente nada, no ha oído nada, pero su mente de superviviente de mil trifulcas le lleva a avanzar a toda la velocidad que puede hacia una cobertura desde la que poder disparar. Y sólo espera la oportunidad para freir a tiros a lo primero que asome mientras avanza.