Partida Rol por web

Al ver aquello Gaëlle se detuvo en seco. Ahogo un grito y durante unos segundos se quedó paralizada, ni siquiera fue capaz de apartar la vista. El espectáculo era dantesco. De pronto no le costaba respirar, le temblaban las manos, y quería echarse a llorar. Trató de decir algo mientras señalaba el cadáver, pero no le salían las palabras. ¿Que demonios había ocurrido ahí? ¿Que clase de criatura hacía eso? ¿Con que propósito? Por su cabeza de pronto pasaban historias de todo tipo, historias que había escuchado, que había leído o que había contado. Mezcladas unas con otras, no estaba segura de cuales eran reales, cuales eran cuentos... cuales se había inventado ella misma. Notaba gotas de sudor frío en la frente. 

Gaëlle no estaba habituada a ese tipo de situaciones. Ella viajaba de pueblo en pueblo, tocaba para que la aplaudiesen, se vestía para que la admirasen. Dormía en posadas y se emborrachaba con amigos que había conocido ese mismo día. En sus viajes había pasado frío, había pasado hambre, había luchado, la habían herido... pero aquello era diferente. 

Cuando Karlack alcanzó la escena rápidamente buscó su protección. ¿Contra qué? No lo sabía, no le importaba, en ese momento no podía pensar con claridad. Se agarró a su brazo, temblorosa, asustada, y trató de respirar hondo. Lentamente se fue calmando, fue volviendo a tener pensamientos ordenados, y dejando de temblar. 

Cuando consiguió tranquilizarse volvió a acercarse, casi no lo soportaba, pero necesitaba alguna certeza. Observó los restos con atención, tratando de averiguar que clase de criatura podría haber hecho eso. 

 Por suerte, o mala suerte, no era una distracción como había pensado. Sin dudarlo empezó a corrar a gran velocidad en post de Recta y el oro guardia.

 - Esperen, esperen, mis compañeros también están allá y puedo ser de utilidad.- Dice con el tono de voz suficientemetne alto como para que los elfos la escuchen y sin por ello armar un jaleo.

Gaëlle repasó mentalmente todo su conocimiento en busca de algún cuento o leyenda que pudiera aportarle una pista. Al no ser un conocimiento académico sacado de bestiarios y enciclopedias, su acceso era aleatorio e intuitivo. Su mente vagó por un millar de cuentos e historias que, por efecto de los daños que intentaba reconocer, eran invariablemente de terror y pensados para ser contados en buena compañía, junto a una hoguera y en un entorno tranquilo. Todo lo contrario que aquella situación, lo que hacía que el cadáver brutalmente profanado aumentase su nerviosismo.

Su repaso mental no dio sus frutos, no era capaz de pensar en ninguna criatura que pudiera hacer aquello, lo que la puso aún más nerviosa, dado que la lógica indicaba que, consecuentemente aquello tenía que ser algo muy extraño; tal vez, incluso, no catalogado. Y, desde luego, nada nativo del bosque.

Cuando Evea comenzó su carrera, el guardia del arco, muy distraído ahora que casi no había gente intentando atravesar, casi dejó caer la lanza del susto y la sorpresa al moverse para interceptar su dirección. Sin embargo cuando Recta oyó las palabras de la exploradora, se paró un segundo pensativa, hizo un gesto mitad de que la siguiera a Evea, mitad de franquear el paso para el guardia y siguió a la carrera.

La joven humana no tardó mucho en alcanzar al guardia que, ralentizado por su pesada cota de malla, corría mucho menos que ella. Tampoco acabó costándole demasiado alcanzar a Aleena, quien, aunque llevaba una más ligera armadura de cuero repujado, no estaba dotada de la excepcional velocidad de sus propias piernas.

Cuando ya la alcanzaba, la teniente, sin perder el ritmo ni notarse el esfuerzo de la carrera en su tono le dijo con una entonación que parecía levemente molesta, lo que aunque inquietante, era definitivamente mejor que un tono de sospecha:

-“¿Y dónde se supone que están exactamente tus camaradas y por qué? Parece bastante claro que sabes a dónde nos dirigimos y lo que ha pasado, aunque a mi me lo acaba de susurrar una guardia que lo acaba de descubrir"

Mientras hablaban siguieron a la carrera, atravesando la ciudad hacia las afueras, de regreso al lugar por el que sonó el alarido. Las calles estaban desiertas y medio a oscuras, aunque según se alejaban del centro y los árboles habitados se hacían más escasos, se empezaba a oír un leve barullo e incluso veían gente nerviosa que se movía, más lenta que ellas en la misma dirección.

Un cadaver, habían llegado muy tarde. Desgarrado a mordiscos ¿que animal se hubiera metido en el pueblo a cazar? Ninguno en sus cabales. Habrá que buscar sus huellas.

La elfa se percató de que a medida que llegaban todos se quedaban paralizados ¡Bueno, que les pasa? ¿nunca vieron un cadáver? ¿acaso no cazan ellos?  para la druida acostumbrada a las leyes salvajes, un cadáver a medio masticar era lo más natural del mundo, bueno, no tan natural, no suelen dejarse a medio comer. Aunque podria ser amigo de ellos, si probablemente ese sea el motivo del horror, claro, que tonta soy

Mientras iba pensando todo esto examinaba el lugar alrededor del cadaver tratando de leer en las huellas qué era lo que había sucedido allí

-¿y a tí que te parece Auria? ¿que te dicen los rastros? Demasiado grande digo yo, ¿un oso?

Quiero hacer una tirada de rastrear y otra de sanar sobre el cuerpo, a ver qué averiguo.

Estoy viendo que no tengo las habilidades asignadas en mi planilla ¿puede ser que se hayan borrado de alguna manera? por que yo estoy bastante segura de haberlo hecho... ¿vos guardas copias de nuestros personajes? si no las vuelvo a armar en un ratito mañana.

Saludos.

 Evea se movía con paso raudo, con gran agilidad mientras daba alcance y se mantenía a la altura de la sargento, entonces le respondió.

 - Quizás Theonil le haya dicho algo, o tal vez el caballero Espadestrella. Durante el día de hoy descubrí que un mal potencial estaba acercándose a Zoquejo, adoradores de un príncipe demonio. Intenté avisar, pero sin pruebas claras y ante la alud de trabajo que tenías no pude llegar a informar. Pero a pesar de ellos unos cuantos voluntarios, decidimos permanecer alertas. Theonil sospechaba que guardaba relación con la llegada del unicornio... y tal vez con su hija.

 Sin lugar a dudas mantener esta conversación mientras corrían no era la mejor forma de tenerla, pero las circunstancias apremiaban.

 - El caso es que mientras aguardabamos atentos, tras la fiesta, escuchamos un grito hace poco y al acudir a dar un vistazo descubrimos que estaba en el interior de la espesura, Gaëlle, Theonil y Karlack se metieron en su interior, yo regresé al centro temiendo que fuera algún tipo de distracción... afortuandamente parece que em equivoqué. Enotnces vi que usted se ponía en marcha y aquí estamos.

Miro a las druidas y digo gravemente- Buscad a mi hija; rápido. No debe estar sola con ese bicho cerca- Miro al resto de mis compañeros y rompo a correr en la dirección que vi partir al ser- Seguidme, se fue por aquí. Es muy rápido para ser un oso.

Gaëlle, aun asustada y desconcertada, decidió seguir a Theonil. No sabía muy bien de donde estaba sacando las fuerzas y el valor, pero en aquel momento encontrar a Nasha le parecía "lo que había que hacer", y más con aquella criatura suelta. 

-Theonil, espera - trató de advertirle - Lo que ha hecho esto no es un oso... ni nada que habite estos bosques... puede que nada con lo que la civilización haya tenido contacto aun. Podría ser inteligente... podría estar tendiéndonos una trampa. 

De pronto se sentía extrañamente serena. Aun tenía miedo, aun estaba desconcertada, pero la cercanía del peligro la había puesto en tensión. O quizá fuese por las copas de coraje y valor que se había tomado antes de llegar. Prefería no cuestionarse demasiado. 

¿Que era aquello que había aparecido allí? ¿Que buscaba? ¿Tendría relación con el culto del que hablaban? 

El guerrero observó el cadáver, un animal de enorme fuerza parecía ser el causante. De pronto la bruja se le acercó y todo su cuerpo se puso tenso, el pulso se aceleró y fue incapaz de articular palabra. 

Respiró aliviado cuando Theonil se puso en marcha detrás del posible asesino. Bien un poco de acción era lo que necesitaba en esos momentos. Sin perder tiempo le siguió

Antes incluso de que Theonil pudiera indicar la zona por la que pensaba que algo había escapado, Nívea Selen se había acercado hasta el cadáver, parecía muy entera para la macabra escena y, con calma y aplomo, empezó a examinar el cadáver mientras buscaba alrededor.

Su rostro calmado mostró sorpresa, y un tanto de preocupación al poco; parecía mucho menos entera cuando empezó a mirar unas claras huellas que se dirigían de vuelta a la espesura. Fue en ese momento cuando Theonil salió a correr por la vereda hacia un punto muy concreto de la dirección en la que la druida estaba localizando las huellas.

Efectivamente, parecía haber una zona en la que el muro impenetrable había sido embestido, dejando algo parecido a un arrastradero que ya empezaba a cerrarse muy lentamente por efecto de la alta magia elfa que mantenía aquel muro defensivo en todo el contorno del Reino del Bosque.

No necesitó mucho tiempo para deducir que no había sido algo nativo del bosque lo que había infligido semejantes heridas. La compostura de la druida se llevó un buen repaso al deducir que no tenía ni idea de qué clase de monstruo - porque eso no lo había hecho un animal - había causado semejante trauma. Tenía una fuerte sospecha de que había tardado apenas unos segundos en causar todo aquel destrozo y que lo había hecho con total consciencia de sus actos de forma absolutamente premeditada. 

Lo que fuera tenía que tener una mandíbula como la de un tiburón mediano y garras de troll. Pero las huellas ensangrentadas que se alejaban con unas zancadas de poco menos de dos metros eran de pies humanoides y no demasiado grandes, tal vez de un elfo o una mujer humana, aunque estaban descalzos.

El rastro que había en el lugar al que corrió Theonil indicaba que el monstruo había atravesado por la espesura sin preocuparse de los peligros, enganchándose con los espinos, partiendo las raíces que se le enredaban y, en general, haciéndose tiras la piel y la carne... salvo porque no había ni el más mínimo rastro de tejidos ni de sangre. Su piel tenía que ser dura como la madera para hacer algo así. Y por si la caja torácica abierta no era suficiente pista, los restos vegetales partidos hablaban a las claras de una fuerza de ogro.

Al darse cuenta de la naturaleza del terreno Gaëlle se detuvo. Buscó algún lugar por el que poder pasar con cierta seguridad. 

Karlack intentó seguir a Theonil, pero enseguida se dio cuenta que sería imposible, la espesa vegetación le impedía el paso. Estuvo tentado de utilizar el arma con aquel muro espinoso, pero sería perder el tiempo. 

Las dos elfas se internaron con rapidez por la maraña en la dirección exacta que había señalado Theonil, quien trató de seguirlas aprovechando el sendero que se abría para franquearles el paso, pero la vegetación se cerraba a la espalda de Auria, que marchaba detrás de la druida más mayor, por si la abrazara, quedando dispuesta para despellejar a quien viniera detrás si no tenía cuidado.

Detrás del aasimar, Gaëlle y Karlack no tardaron en frenar su ritmo, pese a todo el cuidado no tardaron en quedar cubiertos de arañazos allí donde su armadura no podía protegerles y, pese a todo, aún dieron algún traspies.

Las druidas marchaban delante y se alejaban con rapidez, por un momento pensaron que las perderían, dado que el rastro de la criatura, aunque se cerraba con rapidez, era aún cristalino; sin embargo, apenas unas decenas de metros después las dos montaraces se detuvieron, permitiendo que un minuto después las alcanzaran.

Selen y Auria habían seguido el rastro sin ni siquiera reducir su ritmo, pero unos veinte metros más allá llegaba, recto y certero, hasta el tronco de un gran abedul de un metro de ancho donde desaparecía sin más pistas. Ni siquiera cuando Theonil llegó y se unió a la búsqueda tuvo mejores resultados. Unas marcas de garras a un metro del suelo en el grandioso árbol era todo lo que pudieron encontrar en sus pesquisas. La cara de decepción de los tres confirmó a la bardo y el mercenario, que llegaron cuando ya se daban por vencidos, que le monstruo que había destrozado al elfo había huído.

Desde claro les llegaban las voces de los primeros curiosos que llegaban, la voz de la guardia con un tinte histérico trataba de contenerles gritando que no se acercasen y que se marcharan; los primeros gritos de horror indicaron bien a las claras que no la habían hecho mucho caso. Para cuando terminaron de registrar el abedul, pudieron oír la voz, serena y segura, de la teniente Recta poniendo orden.