Partida Rol por web

La batidora pudo ver desde su privilegiada ubicación cómo se desarrollaba el combate, mucho más desesperado de lo deseable, entre la maligna bestia y sus compañeros. Sabía que debía calmarse y centrarse en lo inmediato. Obviamente habría riesgo de que su disparo pusiera en riesgo a aquellos que la acompañaban, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados.

Recordó en un instante las lecciones aprendidas duramente sobreviviendo por su cuenta en lo salvaje, los tiempos con su mentora...respiró hondo y dejó que la flecha volara.

Aunque el unicornio estaba parcialmente cubierto por la enorme figura de Karlack lo cierto es que la distancia hasta el enemigo apenas superaba los siete metros. Había entrenado mucho en ese tipo de tiro, de modo que la flecha voló certera;  aún pareció que el equino la esquivaría en el último segundo, pero en ese instante la voz de Gaëlle entonó con su melodioso timbre una estrofa que sonaba como "Con el brillante Sol iluminando las verdes frondas del bosque en flor" y la bestia de majestuoso terror giró con furia hacia la bardo, clavándole una sobrecogedora mirada de odio tan puro como la que dirigía en todo momento a las druidas. 

Ese instante de distracción fue suficiente para que la flecha alcanzara su blanco la violencia del impacto quebró el astil y la flecha se desmenuzó contra el duro pellejo y músculo del ser, pero causando una fea herida de la empezó a brotar una sangre tan espesa que parecía negra y de una putridez tal que incluso el reseco suelo parecía desmenuzarse hasta convertirse en polvo al contacto con ella. 

El unicornio relinchó dolorido, pero se sobrepuso al aguijonazo, con su determinación apenas minada no parecía que las heridas hubieran hecho mella significativa en él. Seguía dispuesto a plantar batalla y llevarse a unos cuantos de ellos si debía abandonar el mundo.

El unicornio retrocedió ante el certero flechazo de Evea, allí le espereba Selene que irguió sobre las patas traseras y se aferró con poderío a los cuartos traseros del equino, desgarrando con sus zarpas de cinco centímetros el duro pellejo de los cuartos traseros de la bestia y llevándose jirones de carne cuando ésta corcoveó y coceó para liberarse. La osa lanzó un bocado contra el castigado corcel y aunque su boca se cerró sobre una pata, la fuerza con la que estaba moviéndose el unicornio se la arrancó de la boca antes de que pudiera hendir el correoso cuero que le protegía.

Finalmente Selene se vio obligada a retirarse del cuerpo a cuerpo antes de empezar a ser machacada por los cascos del bruto, que piafaba más furioso que nunca, aunque sus belfos empezaban a hincharse y su pecho se abultaba en exceso al tratar de llevar más rápido la sangre para compensar la cantidad que ya estaba perdiendo.

Animado por los recientes éxitos de sus aliados, Theonil trató de nuevo de impactar con sus potentes virotes, pero el blanco resultó igual de elusivo que las veces anteriores y, justo cuando el aasimar tiraba del gatillo, el unicornio dio un paso lateral que le ocultó tras Karlack, lejos de la trayectoria cautelosa que había elegido el investigador. El virote se perdió en la espesura de la que había salido el caballo astado.

No haber sufrido por su error en la intentona anterior había sido algo casi milagroso. Que el unicornio no se centrase en ella, vulnerable y mal colocada para defenderse, le parecía difícil de creer. Pero en ocasiones lo improbable, o incluso lo imposible ocurría, y había conseguido salir ilesa pese a su error. Imaginarse las caras de su público cuando contara esa historia le dibujó una sonrisa en los labios. 

Centrándose de nuevo en el combate, mientras se esforzaba por mantener una entonación coherente en su canto, se lanzó de nuevo a por la bestia. Esta vez tenía que salir bien, tenía que conseguir herir a aquella aberración de la naturaleza. "Olidammara, dame fuerzas para vencer en esta batalla. No permitas que esta historia se pierda en el olvido..." Rezó justo antes de lanzar un violento golpe contra el unicornio negro. 

El unicornio aún seguía pendiente de la osa, totalmente desconfiado ante la tremenda tunda que le acaba de dar, eso le distrajo de nuevo de Gaëlle, su aspecto engañosamente frágil volvió a traicionar al equino cuando la bardo aprovechó que los ojos negros de la criatura se giraban para asegurarse de que la osa no estaba tratando de volver a saltarle encima para hundir su delicada espada en uno de los flancos de la criatura, la hoja penetró ligeramente en el músculo, abriendo una nueva herida no muy grave pero que añadía más sangrado al ya debilitado astado.

El unicornio se recuperó tras unos segundos de incertidumbre, cogiendo fuerza volvió a tratar de empalar a Karlack, una vez más la altura del corcel de obsidiana le permitió superar el escudo del joven. Pero ésta vez la armadura del guerrero no consiguió desviar el asta; el familiar chirrido al desviar el impacto se truncó ésta vez con un sonido húmedo y un grito de dolor cuando el cuerno consiguió hendir el metal y la cota de malla que había debajo, clavándose dolorosamente en el hombro del humano, por suerte Karlack mantuvo la sangre fría y, cuando el cruel caballo astado trató de arrancar el cuerno llevándose con él el brazo el guerrero giró facilitando el movimiento de modo que sólo recibió una contusión.

Furiosa la criatura trató de morder a su rival en el cuello, pero el escudo de guerra golpeó en su morro alejándole. Selene trató de aprovechar en ese momento para volver a hostigar al enemigo, pero éste coceó con fuerza con sus cuartos traseros derribando a la osa de vuelta a su posición, herida de gravedad.

El equino piafó contento, como si riera ante la posibilidad de, incluso si era derrotado, llevarse con él a algunos de ellos.

Luna contempló como Karlack la protegía. Como él, un hombre, había decidido empeñar su vida para protegerla a ella, una niña, una pequeña mujer, una cría elfa. Luna aulló de dolor, no por su herida sino por no haber confiado antes en aquellos que querían ofrecerle su ayuda y ahora lo habían hecho incluso imponiendo su vida.

Luna gruñó al unicornio al ver como Karlack sufrió con la herida causada. Apunto estuvo de adelantarse a él y salir en su ayuda cuando pudo comprobar que su nuevo amigo se movía.

Era absurdo volver a saltar al combate, pues entonces la ayuda del hombre no habría servido de nada. Era mejor permanecer detrás, confiando en el poder de su amiga Selena y de la fuerza de Karlack.

Todos juntos acabarían con el unicornio negro, no podría quedarle mucha de esa maldita vida que vivía.

Karlack notó como el cuerno hendía su carne. Sentía como la sangre manaba y se juntaba con la camisa y la armadura.

El dolor era terrible, aún así no soltó ningún grito. Consiguió interponer el escudo entre él y el negro equino para evitar un peligroso mordisco.

Después llegó el momento de devolver el golpe. Esperó a que bajara la guardia y prestara atención a uno de sus compañeros para lanzarle una estocada con su espada.

Tras deshacerse del acoso de la osa el unicornio se preparó para aprovechar su ventaja momentánea. Pero antes de volver a prestar atención la espada de Karlack salió de detrás de su escudo con una velocidad endiablada, devolviendo golpe por golpe.

La hoja entró en el amplio pecho del caballo astado, aunque éste se retiró antes de que pudiera alcanzarle los órganos vitales, un nuevo surtidor de sangre negra y espesa como el aceite se unió a los varios que ya recorrían a la criatura antinatural. El brillo de sus ojos se apagó un poco más, pero seguía con la suficiente fuerza para combatir aún. Y su mirada no había perdido un ápice de odio y furia.

Nívea contempló animada cómo sus compañeros cosían a golpes a la horrenda abominación, estimulada por el gran hacer de los demás y el inspirador canto de la bardo, apuntó con cuidado. Esperó al ataque de Karlack y mientras el unicornio retrocedía para evitar que la hoja del guerrero partiera - literalmente - su corazón, disparó un tiro largo, hacia atrás preveyendo que el movimiento del ser.

La saeta se clavó dolorosamente en el flanco del equino, que empezó a hacer pitos cada vez que hinchaba sus poderosos pulmones para llevar oxigeno a su sangre. Aunque aguantaba en pie y dando guerra cada vez le costaba más moverse. Por primera vez la duda pareció asomar a su actitud, pero con una nueva mirada a las druidas, piafó bañando a Karlack y Gaëlle en espuma de rabia, ahora teñida de un ligero tono oscuro por la sangre que bañaba al unicornio.

En los breves instantes que la llevó recargar su arma Evea pudo comprobar con cierta esperanza como los ataques de sus compañeros y los animales que respondían ante las druidas herían sin cesar a la bestia antinatural. Sin embargo a punto estuvo de dejar escapar un grito ante el contraataque que recibió Karlack, había sido un impacto salvaje y aunque el guerrero lo encajó sin pestañear, ella estaba segura que le habría dolido. Había que finalizar cuanto antes aquel combate para evitar que nadie más saliera herido.

Tensó la cuerda y soltó el aire, como debía hacerse un disparo correcto. Pero en el último momento perdió pie y la flecha se perdió lejos del combate. Maldiciendo en voz baja Evea preparó el siguiente proyectil. Así no iban a acabar aquello, ¡su fallo podría significar heridas para sus compañeros!

Selene volvió a levantarse, presa del dolor rugió enfadada y se lanzó valientemente de vuelta al combate, dispuesta a hender de nuevo al unicornio con sus garras. Inteligentemente el equino retrocedió, embistiéndola con la grupa y evitando que pudiera asestar un golpe eficaz. Sin embargo el animal, furioso no se quedó quieto y lanzó un voraz mordisco contra los cuartos traseros de la bestia mágica.

Cuando el corcel azabache volvió a retirarse con rapidez, relinchando de dolor, un buen trozo de piel se desgarró dejando atrás carne y sangre en abundancia. Incluso perdió pie y estuvo a punto de hincar las rodillas, pero se sobrepuso y entre jadeos y resoplidos que enviaban sangre negra a todo su frente, se aprestó a seguir luchando hasta el último aliento.

Theonil comenzaba a ver la luz al final del túnel en aquel combate del infierno. A pesar de que su socio había recibido una fea herida, la bestia parecía estar en mucho peor estado. La confianza le jugó una mala pasada y, a diferencia de la elfa y su arco, cuando liberó su virote el objetivo estaba escudándose detrás de Karlack, de modo que su saeta se perdió entre la maraña muy lejos de las ancas del unicornio, donde había pensado hundirla.

Los gestos de fatiga del malvado equino envalentonaron a la juglaresa, que no dudó en lanzar una nueva estocada contra su enemigo. Puede que se tratase de la emoción de finalizar el combate, o puede que simplemente sus dotes con la espada no estuviesen a la altura de otras de sus habilidades, pero su golpe salió desviado, demasiado para siquiera llegar a molestar al negro unicornio. 

El unicornio aprovechó el fallo de Gaëlle y se revolvió. Decidido a vender cara su vida y hacer tanto daño como pudiera, se giró con en redondo por sorpresa, bañando de sangre negra a todos alrededor y con una certera estocada clavó a Selene contra el suelo, empalada en el cuerno. Cuando Karlack avanzó para aprovechar el hueco, el equino coceó con fuerza, el casco derecho golpeó al guerrero, sorprendido con la guardia baja de una forma brutal, por un segundo pensaron que la coz reventaría a su compañero, pero su soberbia armadura aguantó y fue como si el bruto hubiera coceado una pared de hierro, aunque tampoco había salido indemne y el pecho le dolía. Aunque el joven había sido desplazado de vuelta a su posición inicial, casi haciéndole tropezar con Luna.

La cruel bestia mágica aprovechó el momento para hundir sus afilados dientes antinaturales en el cuello desprotegido de la indefensa Selene, cerró su mandíbula casi decapitando a la osa, cuya sangre bañaba el suelo se su cuello casi seccionado cuando su cuerpo desapareció cancelada la magia que la había llevado allí con su muerte.

El unicornio relinchó feliz, aunque muy débil, girando con dificultad para enfrentar al resto de sus enemigos. Aunque no quedaba mucha vida en su cuerpo acababa de demostrar que ésta podía ser suficiente para generar mucho dolor en el mundo, suficiente para segar alguna vida más.

Luna alzó sus patas hacia el cielo, como tratando de ponerse en pie. En un instante su peludo cuerpo volvió a tornarse en piel y bajo aquella apariencia lobuna renació Auria. La joven elfa tenía todo el cuerpo lleno de sangre por el ataque del unicornio, clavó una rodilla en el suelo por el dolor que sentía y entonces agarró con sus manos el suelo que había bajo sus pies.

Necesitaba extraer las fuerzas de la escasa naturaleza que había en el lugar. Selene había fallecido por culpa de aquella bestia negra, pero lo que seguramente no se esperaba, es que tras aquella derrota, su amiga podría volver a renacer de entre los muertos. Como si del ave fénix se tratase.

Auria comenzó a repetir las mismas palabras que entonces, tratando de llamar a la Madre Naturaleza y que ésta le trajese de nuevo a Selene con vida.

El golpe fue tremendo, menos mal que la armadura lo absorbió casi por completo. Aún así desplazó al guerrero un metro hacia atrás. 

Aún así se recuperó pronto. Levantando de nuevo el escudo se dispuso a atacar a aquella criatura infernal