Partida Rol por web

Cagen les pites coloras... Yes tonto u faiste? - Munio se levanta del suelo visiblemente cabreado - Que culada me di por el fatu este. Voy dale una hostia que van a parecer dos...

Inicialmente da un paso al frente para responder al empujón pero al ver que guarda el cuchillo al meterse en medio Alfonso. La situación se tranquiliza recapacita y Munio frena, resopla contrariado y le dice al viejo.

- Mienta usted o diga verdad, ya se ha ocupado de que el grupo se mantenga avizor con el guaje. Si algo ha de intentar, como dice mi padre, la trampa rescampla. Así que prau.

Concha, la hostia que me di. Puta su madre.... - pensaba Munio mientras se sacudía el pantalón manchado - Como me haya roto el laud pégole un moquetón...

-Mi señor-dijo Eneko al caballero, separándose un poco de la muchacha y en voz baja para que no le oyeran los dos energumenos- ese hombre miente, creo-aseguró-. Dice que le amenazo, y luego que le intentó robar cuando no le veía. ¿Que sentido tiene? Creo que ambos deberían explicarse-dijo el muchacho sin fiarse realmente de las palabras de ninguno.

Habiéndose tranquilizado el viejo con su cuchillo no había más que guardar el bracamante y dejar que las palabras hallaran la verdad. Su intuición le hizo pensar que puede que el joven fuera tal ladrón, pues la reacción del viejo sería natural por la impotencia y frustración de tener la razón y no tener testigos o no poder hacer nada más para demostrarlo que intimidar al joven para reconocer su falla. Alfonso entonces tomó cierta distancia de los dos y ayudó a Munio a levantarse, que aún mascullaba y perjuraba por lo que podía entender. En su experiencia pasada como amigo de lo ajeno, Alfonso pensó una idea para ver la verdad en aquel asunto: 

- Aquí nuestro señor de Torrenero puede participar de juez más imparcial en esta contienda por su experiencia con litigios similares en sus tierras, mas yo sugeriría primero que el buen viejo aquí presente dijera con pelos y señales qué cosa se le ha sustraído, cómo, y cuándo, y el buen joven aquí presente mostrara su zurrón o se le registre. Siendo inocente no veo porqué negarse, y si es culpable se le encontrará lo sustraído encima. Estando en camino hacia Santiago no ha sentido esconder lo robado bajo una piedra, pues sería evidente si quisiera marcharse con prisas de la peregrinación.   

Cierto, disputas aparte... -añadió don Aldano, como haciéndose eco de las palabras del suyo siervo que estaba junto a Munio-. Si vois habéis robado algo, sacadlo... Et si sólo lo intentó, como dice aqueste -se refería al hombre más viejo-, habréis de callar todos, pues ninguna fealdad hubiérase cometido.

Nada tengo... ¡lo juro! -el zurrón que le colgaba lo tómó por las manos, et lo abrió: lo único que había era pan para el camino, un odre de bebida y poco más (pues la manta la llevaba a un costado-. Et nada tengo bajo mis prendas. Vísteis que el hombre más viejo nada dijo, pues él había comentado que el tipo jóven "sólo lo había intentado", y de ahí venían las refriegas del cuchillo.
 

¡Uhm...! -carraspeó el hombre mayor-. Et se dió la vuelta, como sabiendo que sin objeto sustraido no podía demostrar nada en ese momento. Acto seguido se acercó a Munio.

Lo siento, no era mi intención hostigarle así como así. Le pido disculpas. El hombre, sin ni siquiera esperar respuesta del trovador marchó hacia donde tenía hecha cama esa noche. El resto de peregrinos, entonces, se tumbaron para dormir esa noche. Algunos de ellos habíanse propuesto a hacer guardia (por lo que no tuvísteis que preocuparos por ello).

Tra finalmente aclarar el asunto (que para unos parecía meridiano, pero para otros no), os tumbáteis a dormir. La burra Gómez de Munio fue atada a un árbol, et aqueste anduvo durmiendo junto a ella. Finalmente dormísteis al raso ese día de tregua del frío.

* * *

Al día siguiente, tras levantaros bien a la amanecida, os dísteis cuenta que érais de los primeros en levantaros y prepararos para continuar. Otro hombre hallábase arrodillado sobre la esterilla donde durmió, mirando hacia el camino que debíais seguir (hacia Compostela). Estaba orando, y cuando acabó, se giró y os vió también comenzando el día. Acto seguido se acercó hacia Munio despacio. Llevaba una capa ancha y osucura (bastante típica en la época para algunos peregrinos).

Hola -le dijo-. Agradezco su buen hacer anoche... -le dijo al trovador-: no son buenas riñas por tales cosas, ni por cualesquiera otras. Soy César.

El tipo era amable y educado.

La noche había sido menos fría gracias al calor de la mula. Tras amanecer, Munio revisó el equipaje que llevaba en Gómez discretamente. No creia directamente al viejo pero tampoco quería pecar e ingenuo y dejarse robar sin siquiera levantar la voz. En ello estaba cuando se le acercó un peregrino. 

 Agradezco su buen hacer anoche... no son buenas riñas por tales cosas, ni por cualesquiera otras. Soy César.

Buenos días tenga, yo soy Munio Recarédiz - le tiende la mano - No creo que mis palabras hicieran nada en absoluto para parar la riña de ayer. Mi compadre Alfonso fue el que paró la riña, sin duda. 

Despertando como el día anterior antes del alba, refrescando mi rostro con agua fresca de la mañana, hago mis rezos oportunos a mi buen Dios vistiendo mi armadura para no perder tiempo. Pues las riñas vividas ayer me hacen estar alerta.

Comprobando que mis pocas pertenencias continúan estando y las del resto de la escolta de mi señor como las suyas propias me dirijo hacia Munio que habla con un desconocido:

-"¿con quién hablas?"

Tras la locura atestiguada del día anterior, no esperaba sino que el nuevo día trajera algo de claridad a sus cosas y al camino. Les llamó la atención un hombre de aspecto tranquilo que oraba sobre su esterilla. 

Eneko estaba terminando de morder un trozo de pan cuando vio a aquel tipo hablar con el trovador. Parecía un monje y si ya era un hombre al que poco le gustaba la iglesia, los monjes encapuchados no le ponían de buen humor. Además no haber conseguido ni una sola muestra de cariño de aquellas mozas puritanas que iban con ellos tampoco le mejoraba el humor.

Bueno, enseguida acudió vos a interesaros por ello, yo lo ví -dijo con amabilidad a Munio-. Os concederé un rezo por vos, un ensalmo que vos protegerá en la peregrinación. ¿Queréis*?

Orar por otros peregrinos no era sino muy común, práctica propia del camino para con otros congéneres.

No era Munio amigo de rezos u oraciones. Pero sabía que una peregrinación no era lugar de quitar importancia al credo de la gente, así que asintió con la cabeza. 

- Claro guaje, y de buen grando se lo aceptaré. No va a estar de más cualquier protección en este camino, visto lo visto...

Espero que no busque reciprocidad - pensó inmediatamente

El tipo entrelazó las manos y se levantó de su posición de rodillas. Se acercó entonces a Munio y comenzó a orar durante un pequeño rato mientras le hacía la señal de la cruz con los dedos varias veces. En sus palabras podíais oir susurros en los que se decían varias veces "Padrenuestro", "Ave maría", "en los Cielos" y otras tantas retahílas de similtar casuística eclesiástica.

Bueno, pues ya está -dijo al terminar-. Rezad vos también cuando andéis por el camino un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria, et Dios te protegerá.

Luego se dió la vuelta y comenzó a recoger sus cosas. El grupo peregrino pronto se estaba ya levantando al completo y pronto continuaríais la marcha hacia la Ciudad Santa.

Viste que el tipo llevaba hábitos por dentro, mientras hacía rezaba con Munio. Debía ser cura o fraile o algo por el estilo.

El grupo entonces comenzó a despererzarse, levantarse, comer algo y ponerse en marcha. En menos de media hora estábais todos puestos ya en el camino, recién levantados. El día asomaba frío pero soleado, cosa agradable en esaparte del Camino.

Eneko negó con la cabeza. "Tonterias" pensó, aquel tipo no sabía de que orden era, pero lo que le faltaba por ver era como un monje le daba un ensalmo al trovador por acercarse a ver la riña entre aquellos dos. 

El mozo recogió sus cosas con premura y sin esperar más se arrimó al señor, preparado para comenzar otro día más de caminata.

-Bueno, mi buen señor-le dijo- espero que el camino hoy sea  más tranquilo y sin nuevas riñas. ¿Partimos?