Partida Rol por web

El Gran Golpe de Goldsworth

¡Aventuras! [Partida]

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28/04/2022, 12:17
Narrador

El agua centelleaba con cientos de reflejos dorados con las últimas luces del atardecer, dibujando un cuadro impresionista en la bahía de Port-Savvy. Las decenas de barcos atracados en sus muelles hacían pensar en un bosque donde velas, mástiles y vergas hacen las veces de frondosos árboles que se mecen con la marea. La ciudad era todo aquello que la Marca Negra podía ofrecer a aquellos llegados desde el Viejo Mundo: arenas blancas, aguas del color de las turquesas, grandes picos rocosos y junglas impenetrables más allá de sus mismas murallas. No había en Galleon’s Cove, ni en todo el archipiélago, un lugar más pintoresco que aquel.

Escuadras de casacas grises recorren las sinuosas callejuelas de lo que una vez fuera una orgullosa colonia hispana. Indígenas y extranjeros venidos de todas y cada una de las naciones de ultramar comparten idas y venidas en las anchas avenidas que comunican el puerto con el resto de la ciudad. El calor y la humedad son difíciles de soportar en un principio pero, salvo unos pocos, todos acaban por acostumbrarse. El secreto es humedecer el gaznate con una buena jarra de grog o algún licor especiado del mismo estilo. La comida local es picante, al igual que sus mujeres. La música y sus voces, estridentes. Port-Savvy es una delicia para los sentidos y una oportunidad para cualquiera que sepa aprovechar lo que le ofrecen.

Pero medrar en la ciudad no es tan fácil como parece y algunas almas perdidas luchaban aún por hacerse un lugar entre sus bulliciosas calles…

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23/05/2022, 01:24
Narrador

Conseguir los materiales necesarios para elaborar tus preciosos juguetes estaba siendo cada vez más complicado conforme el peso de tu bolsa disminuía con el paso de los días. Tu sueño de abrir tu propio taller y hacer llegar tus creaciones a todas las naciones se veía cada vez más lejos, truncado por un revés del destino tras otro. No parecías ser, sin embargo, el único en situación similar. Otros han arribado a las costas de Galleon’s Cove, y en particular a los muelles de Port-Savvy, en busca de un mecenas, pero la alta sociedad de esta ciudad no tiene ojos para lo que no sean antiguallas venidas de ultramar. Ni tus más ingeniosos artilugios han conseguido llamar su atención. ¡Habrase visto! Pero todo esto estaba a punto de cambiar.

Cargado con tus cachivaches y las herramientas de tu oficio (en caso de tener que realizar alguna espontánea demostración) dirigías tus pasos a Sail Ward. El amigo de un amigo de Fritz había dejado caer que cierta persona con los bolsillos bien cargados había llegado a la ciudad y se encontraba necesitada de ayuda. Ayuda urgente. No había detalles. Sólo que se encontraba en cierta taberna frecuentada por truhanes. Y tus pies te llevaban hasta sus mismas puertas.

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23/05/2022, 01:24
Narrador

Por quinta vez releías aquella carta. Por fin el reconocimiento que llevabas meses esperando. Si tan sólo tu arte fuera loado tan vehementemente como en aquella anónima misiva tus problemas monetarios habrían desaparecido hacía tiempo. Pero al parecer aquellos con dinero en Port-Savvy únicamente tenían ojos para el rancio y clásico arte del Viejo Mundo. La osadía de tus colores y la fuerza de tu trazo no habían conseguido encandilar sino únicamente a aquel que dirigió la carta sellada hacia tu persona.

La sensación, sin embargo fué efímera tras mirar el fondo de tu bolsa y hacer un cálculo de cuántos días podrías pasar sin comer ni beber antes de que su contenido se esfumase. Necesitabas un trabajo, aún si éste no fuera de algún modo parte de tu oficio. Afortunadamente para ti el amigo de un amigo de Dwight había mencionado de pasada la llegada de cierta figura a la ciudad. Alguien necesitado de ayuda y con el dinero suficiente como para financiar tus próximas diez o doce obras. Sin mucho más detalle que el local que frecuenta dirigías tus pasos hacia Sail Ward con la esperanza de un futuro más halagüeño.

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23/05/2022, 01:25
Narrador

Haciendo caso omiso a las recomendaciones de Norton, dirigías tus pasos hacia Sail Ward con la esperanza de que, esta vez, el chivatazo de Fritz fuera correcto. Las cosas en la arena últimamente estaban algo complicadas. La deportividad propia de los luchadores de la isla se encontraba en entredicho desde la escisión de la banda y las oportunidades escaseaban. Combates amañados, reyertas, puñaladas entre miembros de una y otra facción. Y aquello sólo era el principio. Si la cosa seguía así dentro de poco tendrías que buscarte un nuevo oficio.

Miraste una vez más el andrajoso muñeco que siempre llevas en la faltriquera. ¿Qué sería de los niños si la cosa iba a más? Los reales no te sobraban y tus puños hacía días que no habían salido a pasear. La situación empezaba a ser insostenible. No estabas tan seguro de que aquel fuera un trabajo para ti, pero ¡qué demonios! Según habías oído aquel tipo estaba cargado de oro y desesperado por encontrar ayuda. Seguramente no sería tan complicado. ¿No?

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23/05/2022, 01:25
Narrador

Semanas han pasado sin noticias del Viejo Mundo ni la sangrienta rencilla que dejaste atrás en aquel empedrado frente al palacio del condestable. Una sensación agridulce. Sólo en aquella ínsula perdida de la mano de aquel que todo lo ve, has hecho lo que mejor se te da: amigos. Y lo que se te da aún mejor: perderlos. Las buenas gentes de la marca parecen tener un sexto sentido para los pillastres como tú (quizá acostumbrados a tratar con piratas y su ralea) y tus promesas de generosa recompensa una vez superado este pequeño bache no parecen calar entre la población. Ni siquiera tu arte parecía agradarles. Los legos oídos de tu público no estaban hechos a los sutiles mensajes e  insinuaciones de tus versos.

Pero como quien dice creer en los azares o el sino, cierto rumorcejo llegó a tus oídos. Una misteriosa figura, carente de nombre, pero henchida de oro, requiere ayuda urgente. Presto en ayudar al prójimo a descargar el peso de sus bolsillos dirigías tus botas polvorientas hacia una calle perdida de Sail Ward. Una taberna de nombre dudoso regentada por tu buen amigo Reginald era el punto de reunión acordado.

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23/05/2022, 01:25
Narrador

Dar con el condenado manuscrito estaba siendo aún más complicado de lo que parecía en un primer momento. Todas aquellas molestias por una transcripción de la Era Dorada tardía. Y ni siquiera una copia iluminada. Tu lista de contactos se reducía cada vez más y el dinero de tu bolsa también. Financiar aquella expedición era, a todas luces, un sinsentido. Sólo el viaje hasta aquel archipiélago había guillotinado la mitad del presupuesto y tu estancia no estaba siendo barata. ¿En qué estaría pensando el decano?

Un conteo rápido de tus monedas te indicó que, de no conseguir un dinero extra, tu estancia en la marca iba a ser breve cuanto menos. Pusiste en marcha la maquinaria pesada. El amigo de un amigo de Dwight conoce a un tipo que puede sacarte de apuros. No hay mucho detalle, pero se conoce el lugar en el que suele alzar copas a altas horas de la noche. Sin perder ni un segundo diriges tus pasos en dirección a Sail Ward con la esperanza de resolver tus estrecheces económicas con un trabajo rápido y sencillo.

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23/05/2022, 01:26
Narrador

La hora: medianoche. El lugar: el cruce entre la calle Martingale y el callejón Turtleback. El local: una taberna de mala muerte llamada Good Ol’ Jenkins. Un nombre irónico, por lo visto. El estado de la fachada daba a entender que el dinero generado por el negocio no estaba destinado a mantener una buena imagen precisamente. Ventanas mugrientas, pintura descascarillada, un cartel desvencijado que chirría con cada vaivén. Sin embargo parecía bullir en actividad.

La música y el alboroto propio de un establecimiento de este tipo inundaban la callejuela. Hombre y mujeres de diversa etnia, raza y estado de ebriedad entraban y salían a través de sus maltrechas puertas. Esta vez cinco desconocidos se aproximaron al amparo de la noche, ignorantes de lo que estaba a punto de suceder.

Un hombre embozado en una pesada capa y coronado por un estiloso sombrero de ala ancha fue el primero en llegar, dirigiendo un breve gesto hacia la barra. El tabernero, un hombre calvo de gesto hosco, le devolvió el saludo mientras cargaba con dos pesados toneles de algún licor barato. Lorenzo Buendía, amigos míos.

Un poco más allá, sentado sobre un taburete y de espaldas a la crepitante chimenea podía verse a un fornido enano de barba poblada, este también parecía saludar con la mano a quien cruzaba el dintel tras el encapuchado: un hombre de sonrisa y nariz torcida, de manos callosas y gesto desafiante, al que conocían en las calles de Port-Savvy como “El Vanidoso”.

No pasó ni un minuto cuando una mujer encapuchada se adentró sin causar mucho alboroto. Sus orejas indicaban que su sangre no era del todo humana, pero la señorita Weyss estaba aquí por trabajo y no para hablar de lo obvio. Desde una esquina, el músico que entretenía a la turba con una no muy afortunada versión de Grog Mayles, ignoró el ocasional abucheo de su público para dedicarle una sonrisa a la dama. Más a la sonrisa no fue sólo ella quien respondió sino otro mestizo que se alzaba junto a ella, creando un contrapunto casi cómico entre los parcos ropajes de la primera y la vividez de la vestimenta de este último semielfo. Corfinas Wyanhogh, para serviros.

El saludo del enano se repitió por fin cuando el quinto y último desconocido asomó sus cortas piernas bajo las puertas y sus estridentes cabellos por encima de las mismas antes de adentrarse en la populosa taberna. Un gnomo. No había muchos de esos por esta parte de la ciudad. Arroka era su nombre.

Otros muchos parroquianos poblaban aquella espaciosa cantina repartidos entre las diversas mesas. Una camarera se afanaba en atender las comandas en lo que, al parecer, era una noche como otra cualquiera en Good Ol’ Jenkins. Sin embargo, no era una noche cualquiera. Alguien más estaba a punto de entrar por aquella puerta. Alguien que pondría patas arriba la vida de estos cinco individuos.

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23/05/2022, 03:05
Hawke "El Vanidoso"

Hawke no había participado de este tipo de negocios muy seguido, pero si los había visto desenvolverse infinidad de veces. Por lo general, trataban de no preguntarse nombres por cuestión de cortesía.

El pugilista penas saludó con un gesto de cabeza al hombre del sombrero que había llegado antes, algo le daba mala espina en aquel hombre ¿Sería el sombrero? ¿El monóculo? Sin duda parecía tener más dinero que el cliente habitual en el Good Ol' Jenkins y ese ya era motivo suficiente de sospecha. Reconoció el rostro de Weyss, que acababa de entrar pero en ese preciso momento se le escapaba el nombre, para él era una ocasional compañera de juergas, y no de las que veía más seguido, aunque igual la saludó con una sonrisa. Otro semielfo más se acercaba a la mesa, pero a este Hawke no le conocía, la ropa era un poquito extravagante en los colores, pero el señor del sombrero tampoco parecía preocupado por pasar desapercibido.
Hasta ahí, nada que no se esperara, le constaba que los malandros venían de todos sabores y colores. Pero al ver entrar al último de los que hoy se reunirían y verlo caminar directo hacia donde estaban ellos no pudo reprimir una expresión entre la alegría, la incredulidad y la sorpresa.

¿¡Juguetero?! ¡Jajaja! ¡Mal deben andar las cosas para que busquemos los mismos trabajos! ¿No?— Hawke hablaba a los gritos, un tanto por el entorno ruidoso, y un tanto porque no estaba acostumbrado a tener que regular el volumen de su voz.

De no ser por la diferencia de estatura le habría palmeado la espalda, pero para evitar agacharse, Hawke se limitó a ofrecerle la palma para que el gnomo la chocara a modo de saludo.

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23/05/2022, 13:17
Arroka Pietorcido

Daba la impresión que el gnomo se hubiera perdido, pues parecía desubicado al entrar en la taberna. Lo primero no pero lo segundo sí. Con pasos precavidos se adentró un poco más en el establecimiento. Si no fuese pequeño, llamaría la atención bastante: llamativo pelo azul oscuro, mochilón desbordado de objetos repiqueteando unos con otros, cinturones de herramientas tintineando, una especie de gancho de madera con forma de mano saliendo de la mochila y una ardilla del mismo material sobre la cabeza.

El ambiente estaba repleto de estímulos de todo tipo embotando sus sentidos, pero su sentido mágico era difícil de saturar, y notaba una magia muy concreta que le generaba como siempre una mezcla entre tranquilidad e incertidumbre. Corfinas estaba allí aunque no lo hubiese visto todavía, y eso le hizo sonreír. 

Y cuando oyó la inconfundible voz de Hawke, se encaminó hacia él rápidamente sin prestar atención a su alrededor.

 - ¡HAWKE, HAWK, HAWKY! -chocó su mano de manera enérgica y le dio un rápido abrazo en la pierna- ¡tienes que ver lo que acabo de ingeniar! -si el humano hablaba alto, el gnomo lo haría aún más; solía replicar las maneras de sus interlocutores- mira esta ardilla, nada excepcional, ¿verdad? Pero si aprietas aquí...

Mostraba la articulada ardilla de madera, pintada con poco realismo pero con gusto, apoyó su dedo sobre el hocico y comenzó a emitir el sonido de de una ardilla comiéndose una bellota. Tras unos segundos cesó. Arroka miraba fijamente a Hawke con ojos llenos de ilusión.

 - ¿Crees que les gustará a los pequeños? Bueno, me refiero a los niños, yo soy pequeño y sé que me gusta -añadió con una risita- oye, ¿qué haces aquí? No habrás venido a pelear a ese callejón de al lado, a la que pasaba he visto que había gente con muy malas pintas...

Por primera vez desde que había llegado, Arroka miró a su alrededor. Reparó en Fritz y le dedicó un exagerado saludo moviendo el brazo de un lado a otro. Siguió observando la taberna. ¿Dónde está Corfinas?, pensaba.

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23/05/2022, 19:33
Corfias Wyanhogh

Corfias suspiró, le gustaría decir que apenas conocía el lugar, pero el Good Ol’ Jenkins se había vuelto un habitual en su rutina diaria desde que llegó a Port-Savvy.

Antes de atravesar las puertas del local supo que esa noche actuaba Dwight, para desgracia del muchacho la música era su mejor talento y aún así… No, no podía decir nada malo sobre él, era de los pocos que le habían echado una mano. Le devolvió la sonrisa al músico mientras se adentraba hacia la barra. Un vistoso sombrero le llamó la atención, pocos por no decir ninguno de los parroquianos se atrevía con esa indumentaria, debía ser… En efecto - Buendía. - Corfias inclinó la cabeza saludándolo, no eran íntimos pero habían coincidido más de tres veces y eso ya era algo. - ¿Ha venido a recibir clases de maese Dwight? - Sabia del gusto de Lorenzo por los versos y que no despreciaba una pequeña trifulca verbal.

Una conversación o más bien un griterío le distrajo. Un hombre de aspecto rudo que no conocía hablaba con un enano de pelo azul… No, un gnomo - ¡Arroka! - Agitó la mano para que el artesano pudiese verlo desde ahí abajo. Le alegró a la par que extrañó encontrarlo en ese lugar, cuando terminase de hablar con aquel hombre iría a saludarlo.

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23/05/2022, 21:25
Lorenzo Buendía

Con la mano diestra apoyada en la empuñadura de la espada, que apenas se había esforzado en disimular bajo sus ropajes al entrar, el embozado de la capa recorrió con la mirada, por debajo del ala del sombrero, a la parroquia habitual de la taberna. Aunque apenas llevaba unas semanas en Port-Savy no le había costado demasiado adaptarse a aquel ambiente decadente de antro portuario: lugar donde resultaba tan fácil intercambiar unas palabras, una jarra de grog o un sablazo en los hígados con un desconocido…

Sí, podía decirse que aquí Lorenzo Buendía se sentía como en casa.

Y parte de ello se lo debía a Reginald, el camarero de detrás de la barra, quien gracias su carácter, o quizás fuera mejor dicho, quien gracias a la falta de este, había conseguido convertirse, a la vez y al mismo tiempo, en todos los taberneros que había tenido alguna vez en la vida: un hombre desprovisto de cualquier adorno prescindible de la personalidad, tabernero universal, reducido a su mínima expresión imprescindible: arisco, parco en palabras y sobre todo, nadie al que uno consideraría metérsela doblada.

Buenas noches, Don Regilio.– Tras saludar con un gesto de cabeza, el espadachín se había acercado hasta la barra, con movimientos sutiles y donairosos, que ciertamente contrastaban con su físico chaparro, de albondiguilla con piernas flacas que, al igual que la espada ropera en el cinto, solo se conseguía disimular en parte, bajo la capa. – Pues no dicen las malas lenguas en el callejón de las palomas –donde las fulanas, se entiende– que el otro día se formó aquí una buena marimorena… – No esperaba que el tabernero le diera ninguna respuesta a la pregunta, si acaso un gruñido, para confirmar algo sobre la veracidad del asunto. Dejando una moneda en la barra, con un gesto distraído para que le trajeran el vino hediondo habitual, importación de las Hispanias, continúo hablando naturalmente… 

Solo te diré que estoy componiendo un soneto, que considero pueda llegar a tener cierto éxito, al que pienso darle por título: Al hideputa de mi jefe. ¿Estoy en lo cierto?

[…]

Por cierto, Don Regilio, que me han dicho que hoy se celebra aquí fiesta privada ¿Hm? ¿Qué sabes de eso?

El artista de la pluma y de la espada se había dado la vuelta con la espalda apoyada en la barra, sorbiendo de su vasito de vino, mientras observaba horrorizado el esperpento musical que estaba perpetrando el músico de la esquina. Lorenzo hablaba en voz alta, sin tratar de disimular su desagrado por la actuación, cuando Corfinas se acercó a él preguntando.

¡Pardiez, no! Espero que alguien filetee a ese hideputa sin sensibilidad...– Por su forma descarnada de hablar era difícil de discernir si aquello era pura socarronería o una sincera expresión de deseo del alma. –

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23/05/2022, 22:38
Sofia Weyss

…un respeto al respetable, Buendía – le reprendió Sofía a su lado en la barra – Y a la primera invitáis vos, por la falta de sensibilidad. – le guiñó un ojo divertida llevándose una jarrilla a sus labios.

Había atravesado la sala con discreción, pareciera que las personas congregadas se hubieran apartado a su paso o simplemente supiera dar el paso al hueco en el preciso momento en que se generaba con un aire de inocuidad que prácticamente la volvía invisible, salvo para Dwight. Su presencia no había pasado desapercibida para el joven músico a quien saludó con un leve gesto de la mano. Parecía que El Vanidoso también la había visto; tenía buen ojo el pugilista, pero Lorenzo era harina de otro costal.

Ha pasado tiempo desde la última vez. ¿Qué tal os tratado la vida en estas tierras? – preguntó por sacar conversación con un viejo conocido cuando reparó en el hombre que parecía hablar con él y aún seguía allí – Sofía Weyss. – le dijo levantando la mano discretamente – Bibliotecaria enviada especial de la Excelentísima Universidad de Santa Delaida. – se presentó espontáneamente.

Revisó la sala por enésima vez con la vista buscando algún detalle que le indicara donde podría estar su futuro empleador, que al fin y al cabo era a lo que había venido aquí. Cuando la necesidad aprieta, hay que contenerse las ganas de fiesta.

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23/05/2022, 22:58
Hawke "El Vanidoso"

Hawke tomó el juguete y lo inspeccionó, como si fuera adivinar qué lo hacía funcionar.

¿Esto es una ardilla? Nunca vi ninguna, pero me habían dicho que eran como ratas con la cola peluda— dijo, rascándose la frente con confusión mientras devolvía el aparatejo, su mecanismo aún un absoluto misterio.— ¡Está bonita!, seguro que van a poder inventar alguna travesura para usarla.

Hawke dio un pequeño trago de su jarra, antes de responder a la otra pregunta de Arroka.
Eh, no. Creo que hoy han organizado peleas de gallos, a mi no me dejan participar en esas ¡Jaja!— dijo, rematando su risotada con un manotazo en la mesa. El peleador miró a su alrededor buscando algo con la mirada, y luego al enano que lo acompañaba, como preguntándole ¿Dónde está? — Uh... estoy, eh, esperando a un posible... empleador. Te he visto entrar tan seguro que pensé que estábamos por lo mismo— aclaró, rascándose la cabeza con nerviosismo pero manteniendo la sonrisa.

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23/05/2022, 23:21
Narrador

Los fortuitos encuentros se fueron sucediendo, como venía siendo habitual en aquel enclave de vida nocturna. Los cinco desconocidos no parecían serlo tanto, pues es bien sabido que entre un kobold y un dragón sólo hay seis grados de distancia.

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23/05/2022, 23:22
Dwight

El destemplado sonido del acordeón de Dwight competía con el del bullicio de la sala. El público le hacía los coros, quizá por ahogar de alguna manera aquello que él se empecinaba en llamar música. Ninguno tenía, sin embargo, nada que hacer contra la capacidad de su garganta para alcanzar nuevas cotas de estridencia.

Con un exagerado movimiento de cabeza, el muchacho invitó a Corfinas y Sofía a aproximarse al entarimado. Entre estrofa y estrofa el tunante “susurraba” información a sus confidentes, creyendo estar siendo del todo comedido.

- Bienvenidos, chicos… Me alegra veros hoy entre el público… Si queréis alguna saloma no tenéis más que decirme… Bueno, a lo que íbamos… Él aún no ha llegado… Buscad una mesa y poneos cómodos… Y…

La música cesó de golpe cuando los dedos del pelirrojo resbalaron por las teclas. Su mirada clavada en la puerta. Su gesto de evidente preocupación.

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23/05/2022, 23:22
Reginald

El tabernero respondió al saludo y pregunta del poeta con su gesto habitual. Una mueca que podría considerarse a su vez afirmativa y negativa, agrado y molestia, y una forma de preguntar sin tener que decir una sóla palabra: ¿qué va a ser hoy? Sin embargo la pequeña pulla proferida por el hispano arrancó una mueca poco habitual en él que posiblemente dejara marca en su piel avinagrada. La sonrisa duró poco, pues, inclinándose sobre la barra a la altura del cogote de Lorenzo, le sirvió su ansiado vino y profirió dos palabras.

- Mesa cinco…

No es que fuera ese todo el mensaje, sino que, dejando caer el trapo sobre su hombro y apoyando una mano sobre la barra el fornido personaje se volvió hacia la entrada nada más ver llegar a la comitiva que se presentaba en esos momentos en el local.

- Maldición…

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23/05/2022, 23:23
Fritz

Con una ceja enarcada al ver que tanto el humano como el gnomo parecían ignorar su presencia, el recio enano soltó un bufido antes de dejarse caer del taburete con escaso gracejo. Todo fuera por no tener las piernas colgando desde lo alto del asiento. Un par de vigorosas zancadas colocaron al barbudo personaje entre Arroka y Hawke, quienes recibieron sendas palmadas (el primero en el cogote y el segundo en mitad de la espalda)  a modo de saludo.

- Cualquiera diría que no estáis interesados en lo que tengo que deciros, mequetrefes - dijo enseñando los dientes. Dos de ellos carcomidos y otro de oro macizo - ¿Qué tal si hablamos junto a la barra?

Fritz volvió la espalda hacia la pareja y dirigió sus pasos hacia el taburete que aún seguía caliente cuando una mano corpulenta le apartó del camino con un empellón nada educado.

- ¡Hey! ¡Pero a ti qué diantres…! - el achaparrado marinero guardó silencio al ver pasar a los cinco tatuados.

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23/05/2022, 23:23
Jamaly

- ¡Jerome! ¡Jerooome! - la voz ronca de aquella que lideraba a la pequeña banda se alza por encima del murmullo y el rechinar de las sillas al moverse - ¿Dónde estás, perro traidor?

Cinco semiorcos tatuados hasta la rabadilla avanzan hacia la barra armados con palos y otros objetos contundentes. Su cabecilla, la única hembra, saca una cabeza al más alto entre ellos. Dos a su derecha y dos a su izquierda vigilan todo movimiento mientras la mujer parece impacientarse.

- ¡Vamos, pedazo de escoria! - con una mano vuelca una mesa cercana haciendo rodar por el suelo jarras, vasos, platos y comensales - ¡Que no tenga que entrar a buscarte!

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23/05/2022, 23:24
Jerome

La silla cruje bajo el peso del gigante que se alza desde una de las mesas del fondo. Más de dos metros de músculo del color del ébano que, sin contar las cejas, parecía no lucir ni un ápice de pelo en todo el cuerpo. El único ojo sano sostiene la mirada de la matona.

- ¡Largo de aquí, Jamaly! Este es mi garito - sentenció con voz cavernosa - Coge a tus verdes y piérdete. ¡Largo!

La tensión se respira en el ambiente. La sangre estaba a punto de correr.

Notas de juego

No es ningún secreto que Jerome y Jamaly tienen pensado resolver sus diferencias en mitad de la taberna. La cuestión es ¿intervendréis vosotros de alguna manera? Vuestros personajes se encuentran en la incómoda situación de estar en el meollo del asunto y de no haber llamado aún la atención de los matones. Cualquier movimiento puede ser tomado como una amenaza por parte de los recién llegados.

Jerome es un habitual de Good Ol’ Jenkins pero, salvo su nombre, no sabéis mucho sobre él ni sus asuntos. En un duelo uno a uno la semiorca no tendría nada que hacer contra el corpulento humano, pero, acompañada por sus esbirros, la cosa está algo más igualada. ¿Ayudaréis al mulato o permaneceréis impasibles?

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23/05/2022, 23:25
Narrador

Notas de juego

P.D.: Para horror de Hawke uno de los miembros de la banda de Jamaly es nada más y nada menos que ¡Norton! El semiorco parece visiblemente nervioso y no ha reparado aún en la presencia de su amigo ¿qué harás?