Partida Rol por web

al cabo de unas horas el grupo se reunió de nuevo en la parte delantera de la casa. Joseoh había tenido que correr un poco calle arriba para que no entraran los demás sin él pues al parecer había logrado ocupar su tiempo. se sorprendió eso si cuando se fijo en un hombre con gabán negro que los acompañaba portando un farolillo de aceite. Era el Elroy McCallahan, un policía, que había decidido acompañar al grupo para descubrir si en aquella casa abandonada había sucedido en verdad un crímen. Aunque no parecía muy convencido de tal cosa, sus obligaciones como agente de la ley le obligaban a tener que, por lo menos, echar un vistazo.

Habría preferido poder entrar en la casa sin la presencia del doctor, el fornido joven y el policía. La compañía de la hermosa señorita René me parecía mas que suficiente por su gallardía y su predisposición a este tipo de cosas, pero parecía que la suerte me era esquiva.

Cuando quise darme cuenta ya estábamos todos de vuelta y con un policía a nuestras espaldas, solo esperaba que no terminase por clausurar la casa y nos dejase sin nada que investigar.  

Una vez acabadas las debidas presentaciones entre el inspector Elroy McCallahan y Pequeño J, el doctor Temple lideró la comitiva al entrar en la casa.

- Inspector, déjeme que le muestre dónde encontramos el charco de sangre y asi podrá decidir usted mismo si ha podido ocurrir algún acto violento en la casa. No han recibido ustedes ningún aviso sobre problemas en esta zona? Parece que aqui habitaba gente sin consentimiento del dueño, seguramente algún vagabundo o maleante. No tenían conocimiento de nada de eso?

Le extrañaba que no le hubiese dado avisos sobre movimientos ruidos extraños en la casa con todo lo que debió pasar ahí dentro.

Observe, con una sonrisa tierna al doctor, mientras intenta dar una explicación racional a lo sucedido, me pareció tierno y a la vez tan arrogante, que no pude más que sonreír. El pobre policía no sabía dónde iba a meterse, mientras los demás habíamos presenciado, incluso sufrido en nuestra propia piel, lo que sucedía en la casa Corbit.

Suspiré, buscando la mirada de la siempre hermosa Agnetha, en la que me sentía más apoyada, incluso habíamos desarrollado en estas pocas horas de camino y vuelta de la comisaría, cierta complicidad. Enhebré mi brazo al de la joven escritora, no sabía muy bien lo que el Pequeño J había averiguado, pero era un joven muy silenciosos y quizás preguntarle le incomodaría, aun así, no importa lo que averigüe, no importa lo que el policía saque de ésta casa, yo sé lo que he visto, sé lo que he sentido, tarde o temprano se nos revelará.

- ¿Qué te parece si vemos qué más hay? Creo que nos quedaron algunas habitaciones por descubrir. – Le susurro sólo a Agentha.

Si quiere, nos desmarcaremos un poco del resto. ¿Había una mancha de sangre en el suelo? Bien…. Quiero encontrar si la casa tiene sótano, para ver que hay debajo de la mancha.

Al volver a la vieja casa, dado que Pequeño J preferia ir por callejones y no avenidas, se llevo una no muy grata sorpresa al ver al grupo con un agente federal. Se paro en seco y lo primero que vino a su mente fue la de ocultarse, pero logro sobreponerse. Aun asi no se movia. ¿Para que demonios traen a un polizonte? Penso con desagrado. Se le habia ocurrido la idea de ir a la estacion policiaca a averiguar mas sobre el difunto señor Corbitt, pero su plan era la de inmiscuirse en el lugar, no ir con una caja de bombones de licor.

Tsss- mascullo el joven mientras caminaba hacia el grupo. Metio sus manos en los bolsillos, y arrastro los pies durante el ultimo tramo en que se acercaba. Le presentaron al oficial a quien solo le hizo un gesto seco con la cabeza. No habia averiguado demasiado sobre el caso, y lo que sabia eran un monton de daton inconclusos, pero con la presencia del agente no se sentia nada a gusto. Ya encontraria la manera de comentarle algo a Rene, aunque ahora parecia demasiado unida a la mujer adinerada. 

-Bien, tampoco habia mucho que contar. 

Escuché distraída al doctor mientras hablaba con el policía, seguía sin saber que estaba haciendo aquí el agente de la ley pero temía que clausuraran la casa. La hermosa René vuelve a enhebrar su brazo con el mío y me pregunta si seguimos inspeccionando el lugar – Querida René, gracias al cielo que estás tú aquí -  respondí con una sonrisita traviesa – vamos, aprovechemos que el doctor está distraído antes de que le dé por jugar al hermano mayor – le comento poniéndome en marcha sin mirar siquiera al doctor o al joven Malloy que, desde su llegada no había pronunciado palabra.

Cuando subieron a la habitación donde habían visto la marca de sangre no pudieron llevarse mayor sorpresa. No había sangre alguna, excepto una poca en los cristales rotos de la ventana que había atravesado René. La cama estaba allí descolocada tal como se había quedado pero del charco de sangre no había ni rastro.

¿Y bien?-preguntó el oficial molesto- no se si esta ventana estaba rota ya pero no veo mayor crímen que unos chavales hayan lanzado una piedra...

El doctor no cabía en su asombro. En seguida se agachó sobre el lugar donde había estado la mancha con el ceño fruncido, para tocar y oler el suelo, buscando pruebas de algún agente químico usado en limpiarlo. Pero no habían estado fuera mucho tiempo, al menos debería estar mojado!

- No entiendo, estaba aqui, alguien ha debido venir tras nosotros y borrarla. la verdad es que el charco de sangre que encontramos parecía manipulado era sangre pero noen un estado normal, quizás fuera tan solo una artimaña para confundirnos. Lástima, tendría que haber recogido una muestra cuando la encontramos.

Se volvió a levantar y se dirigió hacia el policía.

- Lo siento muchísimo inspector McCallahan, le juro que estaba aqui mismo. Quiere recorrer con nosotros el resto de habitaciones ya que le hemos hecho venir  o le hemos robado ya demasiado tiempo.

Temple estaba muy contrariado, él era un hombre de reputación y ese incidente no quedaría muy bien para su credibilidad frente a futuros pacientes. Si al menos encontrasen algo digno para que el inspector no se fuese con las manos vacías...

Sonrío, mirando de reojo a la señorita, que cada vez me cae en mejor estima, es la única cuya imaginación, puede llegar a sobrepasar límites a los que la mayoría no estamos acostumbrados. Pongo mi mano sobre la suya en el brazo enhebrado, y salimos de la habitación, mientras el doctor habla con un policía desconcertado.

- Así que ésta casa parece aún tener sentido del humor… - susurro, mientras bajamos… - tenemos que estar preparadas para cualquier calamidad – susurro cerca de ella, pegándome a Agnetha mientras bajamos – intenta confundirnos, mi bella escritora, y lo logrará si le dejamos, tenemos que ser fuertes, querida.

Las dos mujeres bajaron acompañadas del otro hombre que no parecía estar cómodo con el agente, y empezaron a registrar solas las habitaciones que habían pasado por alto la primera vez. Empezaron por la mas cercana a la puerta por donde habían entrado. Sin duda la habitación era un trastero por que su interior estaba lleno de cajas y trastos, así como un triciclo viejo.También habían en esta habitación un armario tapiado con unos tablones de madera que igualmente parecían viejos y algo podridos por el tiempo y la humedad.

-¿Me está diciendo que alguien les ha gastado una broma para asustarles? Me quedaré con usted, por que creo que es lo suficientemente cuerdo como para no hacer perder el tiempo a un policía de verdad, pero sepa que sus compañeros no parecen tener el mismo interes que usted-le dijo viendo que se habían quedado solos en el cuarto ya que los otros tres habían decidido bajar de nuevo al piso de abajo.

No se lo tome a mal, se lo ruego. La señorita Elesten es novelista y bueno, la señorita Peterson es medium o algo asi. Creo que dejan volar demasiado su imaginación, pero sin mala intención. A buen seguro la belleza que ambas poseen compensan lo alocado de sus mentes - dijo concluyendo su disculpa en un tono jocoso que esperaba el inspector compartiese, pese a haberle hecho ir para nada.

Me alegra que decida quedarse a inspeccionar el resto de la casa, a buen seguro nos va a venir de perlas esos conocimientos detectivescos que usted seguro posee y, además, no se irá de manos vacías ya que en esta casa seguro que se ha producido algún tipo de crimen. Yo no soy polícia pero desde luego algo raro parece haber ocurrido en la vivienda.

Entonces, cuando terminemos de mirar bien este cuarto, me acompaña y seguimos a las señoritas? Habrá que protegerlas de lo que encuentren y hasta de ellas mismas.

Antes de volver a reunirse con el resto, se aseguró de haber revisado todo lo que había por ver en esa habitación. Abrió armarios, cajones, todo lo que pudiera guardar algo dentro por si daba con alguna una pista que no hubiesen encontrado antes con las prisas.

Asentí a las palabras de la hermosa René y baje junto a ella y al joven Malloy que, al parecer prefería mantenerse en silencio. Habían habitaciones que habíamos pasado por alto y, podía ser que en los detalles pequeños estuvieran las respuestas que buscábamos.

¿Qué creéis que habrá pasado con la sangre? – pregunté a ambos mientras miraba dentro el trastero y las cajas para ver su contenido. 

El polvoriento trastero, oscuro, con olor a tiempo, y telarañas por doquier, abre un sin fin de posibilidades. Sonrío, fascinada ante la habitación en penumbra, y con la vela, voy reparando tranquilamente en estanterías, cajas y algunos triciclos.

Mientras camino, llena de curiosidad, con una sonrisa expectante, escucho a la hermosa escritora, que pregunta por la sangre. Sin duda es una mujer con inquietudes… sigo curioseando, y murmuro, en voz baja, como si fuera un secreto, como si pudiéramos molestar a alguien, aunque lo hago por inercia.

- Creo que juega con nosotros, querida... eso creo, que no nos quiere aquí y que está intentando asustarnos. Sea lo que sea.

Y en ello ando murmurando cuando veo el armario, un viejo armatoste carcomido por el tiempo, lleno de termitas seguro, que huele a humedad. Muerdo mi labio inferior, y mis manos se mueven solas incluso antes de que yo me dé cuenta, y ahí voy, a quitar los tablones del armario, para ver qué secretos guarda, pues tapiar un armario, que de por si tiene puertas, no es por capricho, si quieres preservar lo que hay dentro, las puertas ya están cerradas, clavar tablones a un simple armario es un acto extraño ¿qué querían encerrar ahí dentro?

Cuando el detective y el doctor bajaron Rene quitaba el último de los tablones que sellaban aquel armario del primer vestibulo. En su interior, aparte de un montón de polvo, solo había tres diarios encuadernados, bastante anchos fiormados por un tal W. Corbitt.

-Señorita-exclamó el policía al ver como la mujer había quitado las tablas del inmueble- ¿que cree usted que está haciendo?

- Señor policía – murmuro, sin siquiera mirarlo, tomando entre mis manos los libros – si hay algún problema con que yo merodee por la casa, le sugiero que hable con el señor Laurence Chase, propietario de ésta casa, que nos encomendó el trabajo de investigar en ella, por lo visto tienen alguna especie de… – pienso como decirlo, para que los hombres aquí presentes no se lleven las manos a la cabeza o señalen a la pobre mujer descarriada y la llamen loca – plaga – sonrío socarrona, ojeando los libros firmados por un tal W. Corbitt -por lo visto el señor Chase quiere esta casa habitable, para que una familia de bien pueda morar a sus anchas sin peligro alguno - soplo el polvo de los libros examinándolos, quizás haya algo que la hermosa escritora pueda aprovechar o descubrir, creo que le gustaran - así que respondiendo a su pregunta, estoy haciendo mi trabajo, igual que usted.

Ahora sí, sonrío con amabilidad y lo miro.

-Pues supongo que el señor Chase tendrá en cuenta el destrozo de la propiedad privada a la hora de retribuirle sus honorarios. El caso es que ahí solo veo esos libros ni un cadáver ni un asesino...-dijo algo molesto.

 - ¿Destrozo? – pregunto sorprendida, mirando al hombre a los ojos.

No sé cómo a este señor se le ocurrirá buscar una “plaga”, pero en cualquier caso, luego miro al Doctor, que ha decidido complicar las cosas metiendo aquí a gente que no debía cuando nos advirtieron que debíamos ser discretos.

- Yo tampoco he visto cadáver ni asesino alguno en lo que llevamos aquí. Tiene usted razón, así que eso le sugiero que lo hable con el Doctor, que es quien le ha hecho llamar. – Me encojo de hombros – si me disculpa.

Si no hay nada más en este trastero, me voy al otro trastero.