Partida Rol por web

Edward se apartó de inmediato al ver las ratas,y se tapó la nariz al respirar el hediondo olor. Era aquel olor fruto de la descomposición? Seguramente.

Necesitarían una lámpara o algo de luz si querían adentrarse en ese oscuro lugar.

- Alguien lleva una linterna?

Hacer un hueco en la pared no supuso dificultad alguna para Malloy, aunque poco despues se arrepintio de hacer eso. Un penetrante olor nauseabundo, dio paso a un sin fin de roedores, que enloquecidos incluso mordieron y arañaraon a J. Aquel no estaba resultando ser una tarde placentera. El joven se aparto y bebio algo de su petaca, a la vez que se frotaba un poco por las heridas causadas por las alimañas. No queria terminar con alguna desagradable infeccion. Se termino el brebaje, tomandose lo que quedaba de un sorbo. 

-Aqui tiene señor temple, aunque le queda poco gas-le dijo la señorita Elesten mientras le pasaba la lampara de gas con la que se habían aventurado a entrar en el sótano.

Edward recogió de las manos de Agnetha la luz que le tendía. Miró a todos los presentes esperando que alguno diese una idea mejory que las ratas terminasen de pasar.

Al no encontrar una respuesta rápida se adentró con cuidado, en una mano el estoque , en otra la linterna, en el agujero abierto for el forzudo pequeño J. 

Mientras Edward se adentra en aquel agujero seguido por el agente de policía y los demás no podíais dejar de pensar que os había llevado allí. ¿Que era esa criatura? ¿Como desapareció de aquella forma? ¿Había sido real o solo habían tenido alucinaciones como las personas que fumaban opio? ¿Era normal que hubiera tantas ratas allí por muy vieja que fuese la casa? 

Pero todos esos pensamientos se esfumaron cuando la luz iluminó el interior de aquel cuarto del que salía tan mal olor.  El suelo era de tierra y en el centro de la sala había una plataforma con un cuerpo que yacía inmóvil, muerto. En un rincón había una mesa con varios papeles enrollados. Aparte de eso el resto de la sala estaba vacía.

El Dr Temple había encontrado justo lo que se esperaba.

Miró de reojo al inspector de policía ya que el hallazgo un cadáver tendría que parecerle interesante.

A los ojos del pragmático dorctor, la cosa estaba clara; seguramente un mendigo se habría metido en la casa buscando refugio y aquella criatura - animal mutante o lo que fuera (necesitaría hacerle una autopsia para reconocer su especie, sin duda), lo había matado.

Por otro lado, allí donde se encontraba la víctima había lo que parecía un de altar. Eso también tenía una explicación, rara pero lógica; los antiguos habitantes de la casa habrían practicado algún tipo de culto ajeno al cristianismo.

Movido por la curiosidad, se acercó a los papeles y los ojeó bajo la luz de la lámpara.

Los papeles eran tan viejos y estaban tan mal conservados con la humedad del lugar que se deshacían en las manos del doctor en cuanto los tocaba. El resto entró también en la habitación, en silencio como esperando ver algo que les ayudase a entender todo lo que estaba ocurriendo. Pero nada ocurría. La señorita Elestense acercó al doctor...

El doctor estaba examinando los papeles cuando escucho como la señorita Elesten se situaba detrás. También escuchó algo más. Como un pequeño chasquido...

Derepente la fuerza se le fue de las piernas y cayó de rodillas tirando varios papeles al suelo junto con la linterna. Un dolor agudo en la espalda le avisaba del peligro. Rápidamente se giró y vio a la Agnetha. Estaba allí parada con su derringer humeando en la mano y los ojos brillando levemente con una luz amarilla...

Edward estaba herido, seguramente de muerte y él, como doctor, era consicente de ese hecho.

Po- por qué?- musitó a Agnetha intentando dar explicación a aquel ataque rastrero  y por sorpresa.

Se intentó tocar la herida para calcular las dimensiones de la misma, pero estaba a su espalda lo que le hacía imposible tratarsela él solo. Necesitaba ir al hospital, urgentemente.

Al pasar al otro cuarto, algo sucedio que pequeño J tardo un momento en asimilar.

Pero... Que?!

Agnetha, la joven escritora y de alta sociedad, habia atacado al medico. Algo que estaba en sus propios planes, pero nunca forma tan expuesta. 

Señorita! ,fue todo lo que pudo decir J, mientras que trataba de arrebatarle el arma. 

-¡Suelte el arma!-gritó el policía apuntando a la mujer con su pistola. Pero esta no hacía caso, no respondía a lo que le decían y simplemente se limitaba a forcejear con Joseph mientras René observaba la situación anonadada.

Frunciendo el ceño me remango el vestido, para que ninguno de esos bichos se enrede entre mis faldas, y poder verlos pasar claramente. Hasta las rodillas me llega el fleco del vestido, con el ímpetu que pongo y la rapidez con la que recojo la tela.

Cuando terminan de pasar dejo la falda caer de nuevo para llevarme las manos a los labios, y poder evitar el terrible hedor. De aquella habitación parecía que no saldría nada bueno ¿Cadáveres? ¿Más ratas? ¿Qué había allí dentro? Entramos con la luz del doctor iluminando a su paso y para mi sorpresa no hay nada semejante a lo que imaginaba.

Contemplaba fascinada paredes y techo, me disponía a pedirle al doctor que nos comentara qué veía en la extraña mesa cuando de repente el disparo me hace voltear la mirada y ver a la escritora sosteniendo su arma contra el doctor que cae al suelo.

- Querida… - susurro, mirándola y acercándome despacio a ella – suelta el arma… sé que algo te ha impulsado a hacer eso… no has sido tú, estás ahí dentro… algo controla tu cuerpo, tú eres noble y buena, no serías capaz de hacer nada semejante…. Agnetha…. Abre la mano y deja caer la pistola, sé que puedes hacerlo. Por favor…

Me voy acercando despacio si me deja. No pienso dejar que el policia le dispare, no... no es ella.

La mujer dejó caer la pistola al suelo pero no parecía volver en si misma. Era dificil saber si las palabras de René habían surtido efecto o si simplemente la mujer se había quedado aturdida. 

-¿Que es lo que ocurre aquí y que es esa cosa que está sobre la mesa? ¿Un cadáver? Este lugar está maldito-su voz estaba repleta de miedo, no podía comprender lo que ocurría pero sabía que no era normal.

Suspiro, recogiendo la pistola del suelo, comprobando la munición y guardándola yo misma. Mientras, miro al señor McCallahan.

- A eso hemos venido señor, a averiguarlo. Un mom… - ¿? En esa mes solo había papeles, me giro hacia la mesa un momento, mientras me acerco al doctor, preocupada – Señor Temple ¿Está bien? ¿Dónde le ha acertado el disparo? – intento mantener la calma – dígame en qué puedo ayudarle.

Pasado el peligro J observa detenidamente el sitio. Quizas haya algun tipo de farza wn el lugar, y todo este montado para encubrir algo. O quizas se hayan topado con algo mas siniestro. Aunque le cueste creerlo, recuerda que habia leido acerca de que el dueño de la casa solia molestar a sus vecinos con practicas poco comunes. De alguna u otra forma, lo mejor sera revisar aquel sitio. 

En aquel momento, mientras algunos atendían a Edward y otros miraban la habitación buscando algo que les pudiera ayudar a entender lo que ocurría, el cuerpo del centro de la estancia se movió. Una de sus garras, pues sus manos tenían dedos alargados que terminaban en unas uñas afiladas estuvieron a punto de atrapar a Joshep. Los ojos sin parpado de aquel cadáver que en algún momento debía haber sido un ser humano miraban hacia vosotros con un brillo amarillo. Tal y como habían descrito los últimos residentes de la casa. Su boca se abría horripilante en un oscuro pozo y un sonido gutural, como una especie de grito lleno de furia sale de su interior. Su piel se estira sobre los músculos del cuerpo que se mueven bajo esta.

Ne-necesito un hospital...- gimió mientras se desangraba en el sucio suelo de aquella estancia satánica.

No entendía por qué Agnetha le habá diparado, pero aun se sintió más confuso cuando vió que nadie le atendía. Tan solo René, que había empezado aquella aventura siendo amable con él pero se fue distanciando hasta el más absoluto desprecio con el paso de las horas, le preguntaba que cómo estaba. QUÉ CÓMO ESTABA?! Pues nada, de puta madre con un disparo en la espalda!

Ya que nadie iba a ayudarle, el Doctor intentó arrastrase fuera de esa casa de locos como pudo. Tenía que salir fuera y pedir ayuda.

Pero entonces, lo que parecía a primera vista un cadaver, se levantó amenazante. Edward sabía que ese era su fin. El resto podrían correr pero él no tendría fuerzas. El pánico tomó el control sobre el moribundo cuerpo del otrora sereno cirujano. Solo pensaba en huir.

El susto que se pego J cuando aquella cosa se movio no tenia comparacion. Se hecho hacia atras unos cuantos pasos y todo lo que pudo hacer fue tomar la lampara de quien la llevase y buscar con desesperacion algun objeto lo suficientemente contundente como para partirle el craneo. 

-Esta cosa deberia estar muerta. ¿No habra una pala por este maldito lugar? 

Entonces se le ocurrio... Quizas podria incinerar a aquel demonio. Con la lampara... Aunque haria falta algo mas para hacerlo correctamente. 

-Doctor! Asi no ira a ningun lado, yo podria cargarlo. Pero no si este... Ser... Nos persigue. Usted sabe mas que yo, ¿cree que podriamos quemarlo con esto?. Dice agitando la lampara con mas brusquedad de la que pretendia. 

-¡Dios mio!-grito el policia mientras, una vez más, abría fuego antes de mediar palabra. Tan nervioso estaba que las balas pasaron cerca de la criatura, pues de humano ya quedaba poco.