Partida Rol por web

Lilian permanecía temblorosa y desorientada. Lo último que le faltaba por ver era la pavorosa escena de aquellos animales aparentemente muertos, pero que no lo estaban y que finalmente cayaron. Una escena que nunca olvidaría y que muy posiblemente no le dejaría dormir por las noches durante bastante tiempo. Al alzar la cabeza se fijó en como un agente se acercaba a ellos.

- Ha sido... ha sido horribles... - Dijo entre sollozos. - Los pájaros... los pájaros... - Y se derrumbó cuando empezó a llorar con ganas.

Wilson se detuvo a mirar el vehículo una vez se aseguró de que ambos estaban a salvo. Sentía náuseas y un intenso dolor de cabeza. Tenía la sensación de que se iba a desmayar ahí en medio. Se apoyó en el vehículo mientras la cabeza le daba vueltas e hizo ademán al policía para que llamara a una ambulancia. Sin poder evitarlo, se vomitó de puros nervios, manchando los zapatos de aquel buen hombre...

Temiendo lo peor es igual a la nada, porque nuevamente sucede lo mismo que en aquella esquina frente a Lester´s, cuando de alguna forma el sitio cambió por completo y un periódico de otras épocas golpeo mi rostro.

La misma sensación de mareo, cual borrachera pero sin la parte buena, me absorbe y dificulta el caminar. Ahora es de noche, o eso parece, y todo el paisaje decadente ha cambiado para ser reemplazado por una especie de playa de carga, con sus enormes cajas apiladas hasta lo alto. ¿Son cajas de metal, del tamaño de un tranvía? Tal vez mi vista me engaña, cuando todo aquí parece irreal.

Contengo el habla y ahorrando fuerzas trato de dirigirme al desvencijado edificio de la doble S, siendo el único que veo por el momento.

Sin embargo mi pistola reposa en el interior del bolsillo de mi sobretodo, en caso de necesidad...

El agente se acerca hasta Lillian y la sujeta por los hombros justo a tiempo de evitar que se derrumbe sobre el suelo. Mientras lucha por mantener el equilibrio, mira al agente a los ojos mientras sigue balbuceando. “Los pájaros, los pájaros”.

- ¿A que se refiere señorita? ¿Qué pájaros? –

Pero viendo el estado en la que se encuentra, la ayuda a apoyarse sobre una pared y se aproxima lentamente al coche. Sus pasos son lentos y cautelosos. Aunque parece tranquilo, si muestra cierto sentido común al no abalanzarse a lo loco sobre el coche. Cuando está ya a su altura, evitando el agua que aun cae a chorro, se asoma al interior y podéis ver como sus ojos se mueven rápidamente en sus cuencas mientras inspecciona todo el vehículo.

Mientras tanto, Leon, al lado de Lillian, intenta recuperar el resuello por la impresión vivida por el accidente y el extraño suceso de los pájaros. Ambos periodistas se miran buscando la calma en la mirada del otro. Entonces el policía se incorpora y se aleja del coche.

- Aquí no hay ningún pájaro –

El comentario os cae como un jarro de agua fría que se clava en vuestros huesos ¿Cómo es posible que no vea ningún pájaro si hace un momento anegaban todo el interior del vehículo? Tambaleante, Leon se aproxima un poco al coche y desde una distancia prudencial, se asoma para, en efecto, ver que no hay nada salvo cristales rotos en el interior. El policía se acerca a vosotros.

- Creo que tienen una conmoción, seguramente provocada por el accidente. Si me acompañan, les llevaré hasta el hospital más cercano para que puedan revisarles que no tengan lesiones más graves. Vengan conmigo, tengo el coche justo a la vuelta de la esquina –

Y os hace señas para que le sigáis.

Mientras caminas hacia el edificio, te fijas en que estás andando por las vías del tren, seguramente la línea CIRR de Kingsbury Run ¿En que momento te has metido en las vías? El gran edificio de hormigón se yergue amenazante frente a ti y aunque sigues avanzando hacia él, no puedes evitar sentir una punzada de temor. No es algo lógico, sino más bien un sentimiento nacido del instinto de supervivencia más básico. Parece que tu cuerpo te estuviera avisando de que sea lo que sea que hay ahí dentro, es peligroso. Sin embargo, sentir el peso de tu nueva arma te da cierta seguridad por lo que sigues caminando hacia el edificio.

Repentinamente, un trueno rasga el cielo retumbando en tus oídos obligándote a alzar la vista al cielo. Grandes nubes se arremolinan sobre tu cabeza, el viento comienza a sonar con mayor virulencia y las nubes comienzan a girar sobre si mismas. De pronto comienzas a marearte, como si el mundo entero estuviera dando vueltas y no pudieras frenarlo. Tienes que hacer grandes esfuerzos para no caer al suelo y sin embargo, no puedes apartar la vista del cielo. El remolino de nubes se está haciendo cada vez más grande, más negro, como una enorme boca que amenaza con tragarse Cleveland. Y como si quisiera confirmar tus pensamientos, varios dientes comienzan a brotar del negro vacío que es ahora el centro de aquel remolino, cientos de ellos, en hileras inconexas. Y en los extremos, tentáculos grisáceos y viscosos brotan sacudiéndose y produciendo aquellos truenos que te hicieron mirar hacia arriba en primer lugar. Aquel horror que amenazaba con engullir la ciudad iba creciendo de tamaño, pronto su boca lo abarcaría todo.

El horror te tiene paralizado, sin saber que hacer cuando algo te obliga a dejar de mirar el cielo y girarte bruscamente. La bocina de un tren te sobresalta a tu espalda lo que te hace girarte de golpe más al mirar hacia atrás, ves una enorme columna de agua que va directa hacia ti.

Buscais a Joseph por todas partes pero no conseguís dar con él, ni tan siquiera un rastro que os indique donde puede haber ido. Sus pisadas parecen avanzar unos metros pero luego desaparecen repentinamente. Le llamáis a gritos, pero nadie parece contestar.

Lillian se lleva las manos a la cabeza al comprobar que efectivamente, allí no había un solo pájaro ni una sola pluma. Leon también los había visto, de eso estaba segura. ¿Entonces, qué era lo que había sucedido? No podía ser locura, pues era imposible que los dos hubieran visto lo mismo sin haber siquiera hablado antes de aquella posibilidad. ¿Pero entonces qué?

Muy correcto, el agente de policía les sugirió a ambos la posibilidad de acercarlos a un hospital. No obstante, aquella propuesta no era realmente algo que en esos momentos pudieran hacer. Tenían algo gordo entre manos y estaban, al menos en el caso de Lillian, ansiosos por reencontrarse con sus compañeros y contarles lo que habían descubierto. No podían perder más tiempo o la investigación podía volver a estancarse.

- No creo que... - Dijo la joven periodista. - Creo que no hará falta. Ha sido un golpe duro, pero me encuentro mucho mejor. - Mintió, pues aún estaba mareada. - Tenemos que ir a la redacción. Somos periodistas y tenemos que informar de una exclusiva. - Aguardó unos momentos antes de continuar. - Si nos pudiera acompañar hasta allí... - Sugirió. - Si luego veo que me encuentro mal, algún compañero me acercará al hospital. O sino... mande un taxi. Por favor.

Estaba a punto de terminar de examinar los cuerpos cuando el comentario acerca de las hojas la distrajo.

- ¿Hojas? - preguntó más para si misma que para el resto. Extendió la mano una vez que William las hubo examinado para hacer lo propio.

Las tomó entre sus dedos frotándolas suavemente. Luego las olisqueó y las observó de cerca con ojo crítico.

- Son hojas de higuera - comentó en voz alta. Aquello era muy raro. No había higueras en Ohio. No al menos de forma natural. - Me pregunto de dónde han podido salir. Quizás de algún parque botánico o alguna finca particular. No hay higueras autóctonas en Ohio. Aparte he podido observar un extraño tatuaje aquí en el brazo - añadió señalando el símbolo, al parecer arcaico, escrito en algún idioma que ella no entendía. - Me pregunto qué...

La frase murió en sus labios cuando levantó la vista y vio que Joseph no estaba.

- ¿Qué demonios? ¿Joseph? ¡JOSEPH!

Pensó que habría ido a fumar o se habría sentido indispuesto al igual que ella pero no había ni rastro de él.

-¿Higuera?- Al parecer nada era normal en ese lugar. Nada cuadraba en ese sitio. William intentó razonar a pesar de la tensión del momento. Deseoso de largarse de allí, buscó alguna relación entre ese libro y la Odisea.

-¿El árbol de Atenea?-

-Prffff. Viejo...ese era el olivo.-

Taylor parecía encontrarse perdido en un mar de dudas y de datos, pero en ese instante los ojos del anticuario se abrieron de par en par y con voz temblorosa comenzó a tartamudear el Canto XII de la Iliada. -El otro escollo, Ulises, es más bajo, y está muy cerca del primero; está al alcance de una flecha. En su parte superior hay una higuera frondosa; debajo de esa higuera se encuentra la formidable Caribdis, que engulle la negra onda.- La doctora llevaba razón, no había higueras en Ohio, pero sí en el clima suave del Mediterráneo, el abismo por el que vagó Odiseo en busca de Itaca. ¿Cómo era posible? ¿Acaso esas gentes habían viajado en el espacio? Llevaba razón Joseph cuando les contó sobre el remolino que tragó a Willie el Manco. Y si el remolino les llevaba hasta Caribdis y Scylla. Ante ellas aquel pobre desgraciado habría intentado aferrarse a la vida agarrándose a la higuera que había sobre ésta. Sin embargo, los perros de Scylla le habrían devorado y posteriormente, el remolino les habría escupido. -Tres veces al día la echa afuera y otras tantas vuelve á sorberla de un modo horrible.- Recordó de nuevo el canto. Todo era una autentica locura. Nada tenía sentido. Y aquel viejo solo encontraba una explicación en los textos clásicos de dioses y monstruos que había conocido desde pequeño.

Las siguientes palabras de la doctora sacaron al Señor Taylor de sus pensamientos -¿Tatuaje? - Avanzó predispuesto hacía el cadáver con la intención de analizar aquella nueva pista que se le acaba de desvelar. Mientras lo contemplaba absorto, no fue capaz de percibir el nerviosismo de la señora McMillan hasta que ésta grito el nombre de su compañero. William se incorporó, no podían estar pasando aquello. Su compañero, desaparecido. Por todos los alrededores, intentó encontrar el rastro del detective. No quería reconocerlo, pero se temía lo peor. Quizás deberían de irse. No sé encontraban en un lugar seguro. Los siguientes podrían ser ellos. El agua estaba tan cerca, por todas partes.

Se detuvo en seco, y con la mirada triste habló a Alice. -Y si Caribdis...y si el remolino...-

Leon se limpió la boca mientras recuperaba la compostura. Lo de los pájaros era raro, muy raro. Sabía que Lilian también los había visto, y esto de tener una alucinación compartida con alguien era algo que no había experimentado jamás. Recordó al detective y cómo la noche anterior contaba una historia de lo más extraña. ¿Se trataría de algún tipo de ilusionismo o de extraño vudú? Wilson no era un tipo supersticioso, pero tampoco se encontraba con las fuerzas necesarias como para establecer las conclusiones correctas. Después de todo, su cabeza acababa de golpear fuertemente contra el volante.

Vio al agente que trataba de ayudarles y se le erizó el vello. Por puro instinto, siempre entraba en estado de alerta en presencia de la policía (no le eran ajenos los pequeños delitos ni pasar noches en el calabozo... ni tampoco el trato "poco amistoso" de las porras de los de azul). Ante la decisión de Lilian, decidió tomar una vía intermedia:

- Me temo que yo no estoy muy fino - dijo con toda sinceridad. Aún le dolían las costillas de la pelea con el borracho de ayer - me gustaría que me llevara al hospital... pero antes debería hacer una llamada telefónica. He de avisar a mi mujer para que no se preocupe. Si se espera a que hable con ella, le acompañaré encantado al hospital. Respecto a ella - añadió señalando a Lilian - es fuerte, si dice que está bien, la tomo en serio. ¡Pero asegúrate de ir al servicio médico de la redacción nada más llegar!

El reportero paró un momento a recuperar el resuello. Le había costado decir todo aquello del tirón. Discretamente, se acercó a Myers.

- Coge los documentos del coche, toma un taxi y ve a la redacción - dijo Wilson, asegurándose de que solo la chica le oyera - no tiene por qué, pero no sabemos si este tipo está en la nómina de Ness. Y es mejor no levantar sospechas abandonando la escena del accidente. Si todo va bien, nos veremos en la reunión y si no... ya sabemos quién es nuestro candidato a asesino del Torso - bromeó guiñando el ojo a su compañera.

Acto seguido, se acercó al policía y, apoyando todo su peso en él y fingiendo estar más herido de lo que estaba, se dirigió hacia la cabina telefónica más cercana.

- Así lo haré... - Respondió Lillian.

La joven reportera se acercó al vehículo, cogió su bolso y los documentos que habían ido recopilando y se acercó de nuevo a Leon, y le plantó un beso en la mejilla a la vez que le apretaba la mano por tal de darle ánimos. Acto seguido se dirigió a donde se encontraba el agente.

- Iré caminando, seguramente encuentre un taxi. - Dijo entonces. - Tengo que llegar a la redacción. Tenemos una exclusiva y no puede esperar.

Tal como lo suponía el edificio concentra el peligro e interés por partes iguales, aunque en ningún momento me di cuenta que caminaba por las vías del tren. Supongo que la ilusión vivida, o también pesadilla, tiene algo de real después de todo. Y por eso mismo debo rendir cuenta de cada detalle al igual que de las punzadas del peligro inminente.

Solo que el edificio pasa a un segundo plano cuando del cielo surge el monstruo de las peores pesadillas jamás soñadas. Esa cosa…la misma que murmuraba Willie el manco y la misma que menciona el anticuario…

El trueno y las nubes girando en remolino lo anuncian… tal como lo había escuchado antes de otros…un monstruo colosal a punto de engullir la ciudad. Es impensable pero tan real como las vías por donde camino.

Y no es hasta el clamor de la bocina que nuevamente mis instintos me indican que debo saltar fuera de las vías del ferrocarril. Sin pensarlo y casi por instinto me arrojo fuera de ellas con toda mi energía…

El agente asiente y se aproxima a Leon sujetándolo por el hombro ayudándole a llegar hasta la cabina más cercana

- Tranquilo, puede apoyarse en mí. En cuanto avise a su mujer le llevaré al hospital. -

Entonces ayuda al periodista a llegar hasta la cabina que se encuentra en medio de la calle. Una vez dentro, le deja algo de intimidad, acercándose a Lillian.

- Sin embargo, no me gusta dejar a una dama sola en medio de esta zona de la ciudad. No es seguro. Permítame que la acerque al menos hasta el centro donde pueda encontrar más fácilmente un taxi. No suelen venir mucho por esta zona. –

Mientras hablan, Leon sale cojeando de la cabina.

- Solo dígame donde quiere que la deje. Espere caballero, le ayudaré –

Y vuelve a ofrecer su hombro y señala hacia su coche.

- Acompáñenme y salgamos de aquí. En cuanto le deje en el hospital avisaré a la grúa para que se lleven su coche. –

Y comienza a avanzar llevando a Leon mientras hace señales a Lillian para que le siga.

Puede que sea por su entrenamiento de toda la vida o puede que tu instinto de supervivencia trabajando a pleno rendimiento, pero a pesar del horror que estás contemplando tu cuerpo reacciona rápidamente saltando justo a tiempo de uqe la hola rompa donde unos instantes antes estabas de pie. Caes con fuerza al suelo y un tren resuena mientras pasa al lado tuya a toda velocidad.  

Entonces el cielo estalla en una sonora tormenta mientras las nubes se quiebran y todo a tu alrededor comienza a derrumbarse. Los cascotes que caen, el hormigón de la carretera resquebrajado, todo comienza a elevarse hacia el cielo y a ser engullido por aquellos dientes que parecían querer devorar toda la realidad. Alarmas, gritos, truenos. Algo te empuja con fuerza y comienzas a ascender hacia el cielo, girando sobre ti mismo con velocidad. A pesar de lo extraño de la situación, tienes una certeza. Vas a morir. El viento sacude tu cuerpo, mientras intentas asirte a algún agarre, pero no lo consigues y ves como eres lanzado hacia una pared de ladrillo. Cierras los ojos, preparándote para el impacto…

… Y de pronto caes sombre una pila de basura. Estas mareado y confundido y te cuesta enfocar para entender donde te encuentras. De nuevo vuelves a estar el el vertedero. ¿Pero que es lo que has visto? ¿Una alucinación? ¿Una premonición? ¿Podía algo así existir realmente?

El miedo comienza a invadiros al no ver a Joseph por ningún lado. Intentáis revisar los alrededores pero no veis nada. Aunque eso no es lo peor, lo terrible es que la basura que os rodea deja marcas de todos vuestro movimientos. Y sin embargo, no hay rastro de los pasos de Joseph, como si, simplemente hubiera desaparecido.

De pronto, resuena como un estallido y un golpe en uno de los montones de basura. Os aproximais rápidamente con el corazón en un puño, preguntándoos que habrá provocado semejante estruendo. Entonces, cuando rodeáis un vehículo detrozado, veis un cuerpo que se agita entre la roña. Tiene muy mal aspecto y está empapado, el rostro desencajado y el pelo alborotado. Su piel, antes de tez morena, se ve ahora blanquecina. Joseph se agita confundido entre los escombros

- No se preocupe señor agente. - Respondió un tanto insegura la reportera. Podía ser que estuviera paranoica, pero empezaba a sospechar que tanta insistencia en que subiera al coche patrulla, era algo extraño. - Me encuentro mucho mejor. Estoy totalmente recuperada del choque. He tenido bastante suerte. - Hizo una pequeña pausa tratando de adivinar algo en el rostro dela gente que le confirmara sus sospechas, algún tic, algún mal gesto. - Me vendrá bien caminar un poco y que me de el aire fresca. Tenga buena tarde. Leon, nos vemos más tarde... - Dijo finalmente y entonces comenzó a caminar tratando de alejarse de la zona. Esperaba que nadie la detuviera.

La conversación con Flora es rápida y escueta, sin embargo, lo que te dijo al principio te ha puesto realmente nervioso. Así fue el saludo de la mujer.

- ¿Leon? Querido, cuanto me alegro de escucharte ¿En que lío te has metido? Han estado aquí varios agentes de policía haciéndome preguntas sobre ti. Por supuesto, no eres más que un cliente más, pero no me ha gustado nada. ¿Estas bien? –

Es una voz preocupada y nerviosa.

Sabía que podía confiar en Flora, pero no le gustaba nada ponerla en un aprieto. Lo cierto es que no tenía opción.

- La verdad es que he estado mejor, cariño. Pero estoy vivito y coleando y eso debería bastar - dijo tratando de quitarle hierro al asunto, aunque sin poder disimular muy bien su angustia - necesito que me hagas un favor, Flo. Solo debes hacer una llamada telefónica al 555-384-276. Es la tienda de un anticuario llamado William Taylor, un amigo. Debes darle tres nombres: William Orson Delinger, un banquero; Oren Van Schaen, un historiador y... - Leon se detuvo por un momento y añadió sonriendo para sí - ... nuestro amigo Elliot. Ellos son los propietarios del modelo que andábamos buscando. Asegúrate de que tienes los nombres bien apuntados... Puede que no te vea en unas semanas, pero a la que pueda me pasaré por la cafetería y te contaré todo, ¿vale? Eres la mejor, Flo.

Wilson no quiso hacer esperar al policía demasiado, por lo que se limitó a colgar a pesar de las incesantes preguntas de su amiga. Había tratado de ser lo más vago posible, no quería que la mujer se metiera en problemas. Al ver que el policía se dirigía a Lilian, salió de la cabina.

Analizando la escena brevemente, Leon fingió tropezarse al salir de la cabina. Lo cierto es que no necesitó fingir demasiado ya que el accidente lo había dejado bastante maltrecho.

- Agente, necesito ver a un médico cuanto antes - susurró, tosiendo sin fingir - puede que me haya roto una costilla...

De repente me encuentro nuevamente entre la basura conocida y un vehículo en ruinas, solo que todo aquello fue demasiado…

Tardo un momento en recomponerme, tomar aire y ponerme de pie torpemente y avanzar un par de pasos hasta tomar asiento en el capó de ese coche incendiado y oxidado. Sin pensarlo entonces busco un cigarrillo, el cual esta completamente mojado al igual que toda mi ropa. Sin embargo intento, futilmente, encender el arrugado cigarrillo hasta que ellos llegan…

Mi aspecto es un asco. ¿Pero que importa? Luego de experimentar el fin del mundo todo lo demás es un paseo en bicicleta...