Partida Rol por web

Cuando todo parecía perdido, un brutal sonido hizo que ambos investigadores dirigieran sus miradas hacía aquel montón de basura. El señor Taylor se sentía triste. Tras la desaparición del señor Miller había perdido toda esperanza de volverlo a ver, especialmente con todos sus miembros en su sitio. Pero sin embargo, allí se encontraba, vivo y de una pieza, aunque empapado.

-¿Qué había ocurrido? ¿No habría sido absorbido por el Remolino?

-No ves que parece una sopa.-

-¿Acaso habría seguido el consejo que la bella Circe dio a Odiseo para evitar a Caribdis y a Scylla? Un momento, Willie el Manco hablaba de un remolino, ¿acaso él sobrevivió a éste la primera vez?

-Recuerda que hubo una segunda.-

-Por lo que el Señor Miller...-

-O tú mismo, ¡viejo!-

A pesar de lo buena noticia que era ver al detective entero delante de ellos, el pánico invadió a William. Era posible que no estuvieran a salvo en ningún sitio, pero desde luego, dónde más riesgo sufrían era cerca del agua. Su síndrome de Gallipolli comenzó a incrementarse. -Tenemos que irnos de aquí, no es seguro. Volvamos al coche. ¡Alejémonos del agua!- gritó. Su mandíbula desencajada, sus ojos desorbitados. El rostro del anticuario había mutado. Dejo de ser el semblante de la lucidez y el saber, para convertirse en el del horror.

Solo reacciono cuando las palabras del avejentado anticuario comienzan a subir de tono, hasta transmutar en gritos de pánico. Solo ahí, en ese momento, recuerdo donde estoy y que estoy haciendo. Empapado de aguas inmundas y cubierto de mugre indescriptible, me doy cuenta de mi pobre situación y aun con sendos temblores en el cuerpo comienzo la marcha para salir de allí de una buena vez por todas.

- Está bien, está bien. Volvamos. Necesito un baño y ropa nueva…un momento ¿Dónde está mi sombrero? ¡Maldita sea! Mi sombrero…era mi sombrero de la suerte. –

Buscando enérgicamente en los alrededores me doy cuenta que mi sombrero no está allí… entonces caigo en la idea que mi preciado sombrero de la suerte no haya vuelto de… del otro lado, o donde sea que haya ido. Solo que recordarlo me trae sendos dolores de cabeza, asa que doy por perdido el maldito sombrero para acompañar a William hasta el automóvil.

- Vamos Alice. Esto no quedara así. Volveré como sea…- afirmo con absoluta convicción – Ese hijo de puta nos quiere alejar…no lo logrará – agrego luego analizar levemente la situación.

En cualquier otra circunstancia no se habría preocupado tanto. Estaría por ahí, siguiendo alguna pista o lo que fuera. Pero aquel caso no era normal y ya habían ocurrido unas cuantas cosas demasiado extrañas como para pasarlas por alto y no tenerlas en cuenta, dándoles la debida importancia.

El ruido le sobresaltó. Se dirigió velozmente hacia el montón de escombros y le vio.

- ¡Joseph!

Se apresuró a ir a su lado examinando por el camino con ojo experto por si tuviera heridas o lesiones.

- ¿Qué ha ocurrido? ¿Te encuentras bien?

Finalmente juntos emprendieron el camino de regreso hacia el coche. Por su parte ella no pronunció palabra. Aún tenía que hablar largo y tendido con el señor Taylor y se moría de curiosidad porque el detective les contara lo que había ocurrido pero parecía envuelto en un aura de auténtico terror. Le daría tiempo, sí. Y un coñac.

En cuanto llegaran a un lugar seguro.

El agente está a punto de insistir con Lillian cuando la súplica de Leon atrae toda su atención. Este se acerca rápidamente a él y lo sujeta por los hombros, permitiendo que el periodista descargue todo su peso sobre el cuerpo del agente. A pesar de estar exagerando un poco el dolor, este es real por lo que su actuación es realista lo que hace que el policía no se aleje de él. A pesar de todo, se detiene un instante y mira hacia Lillian.

- Sigo pensando que es una mala idea señorita. No me siento cómodo dejándola sola en esta zona de la ciudad. Por favor, salga de aquí inmediatamente y contacte cuanto antes con su amigo, le llevaré al Cleveland State Hospital, por si quiere pasarse por allí. –

Con estas últimas palabras, tanto el agente como Leon se arrastran hasta el final de la calle y toman la esquina, dejando sola a Lillian.

Tras girar la esquina y perder de vista a Lillian, tienes un mal presentimiento. No eres capaz de localizar el motivo, pero todos los pelos de tu cuerpo están de punta. El silencio parece reinar en aquella zona de la ciudad.

- Mire, ahí tengo el coche. Por cierto, agente Wilson, a su servicio ¿Su nombre, caballero? –

Mientras te habla, ves que con la mano que tiene parcialmente libre, te señala un coche policial aparcado a un lado. Un vehículo reglamentario, con asientos delanteros y traseros y separadas ambas zonas por una malla que protege a los agentes de los malhechores que puedan llevar detrás.

Cuando alcanzáis el coche, el agente te apoya con cuidado y abre la puerta trasera para que entres. Despacio, te ayuda a entrar dentro. Todo tu cuerpo duele por las continuas palizas al que le estás sometiendo (La pelea de anoche y el accidente de hoy). Pero lo peor es esa extraña sensación de que algo no va bien y no poder saber por qué.

Cuando estas sentado, Wilson cierra la puerta y se dirige al puesto del conductor, arranca el vehículo y lo pone en movimiento. En pocos minutos, os alejáis del lugar. Puedes ver que el agente mira por el retrovisor, pero no hacia ti, sino hacia atrás.

- Espero que su amiga esté bien. En nada estamos en el hospital amigo. Solo aguante un poco más –

Entonces coge la radio y da aviso de vuestro accidente, indicando la calle y el modelo del coche.

- Así quitarán su vehículo de la carretera. Aunque por el estado en el que parecía estar, no se si podrá recuperarlo –

Parecía realmente comprensivo.

- ¿A que se dedica? –

Cuando el agente y Leon desaparecen de la escena, te alejas en dirección contraria, aun dolorida por el golpe, pero con la idea de encontrar un taxi y poner rumbo inmediato a la redacción. Sin embargo, pronto ves que se ha convertido en una tarea más complicada de lo que esperabas.

Encontrándote en el corazón de Kingsbury Run, compruebas que el agente no mentía con lo de que no podrías encontrar taxis allí. No queriendo arriesgarte más, decides llamar un taxi para que te pase a recoger, pero las dos cabinas telefónicas que encuentras están reventadas y saqueadas. Mientras sigues caminando, no puedes quitarte la sensación de que te están observando, sin embargo, las calles parecen desiertas y no se ve un alma por ellas. Ni siquiera vagabundos ¿Cómo puede ser esto? Lo que está claro es que salir de allí no parece que vaya a ser tan fácil como creías.

Los cuerpos de ambos cadáveres son de personas caucásicas de mediana edad. El tatuaje consiste en un glifo que no reconoces, como el de una cabeza o algo así junto con varios círculos concéntricos y el símbolo de omega rodeando todo. Como bien sabes, el símbolo omega es una letra griega que se ha usado para representar a deidades (Yo soy el alfa y el omega, el principio y el final)

Con Joseph aun agitado y sucio, los tres os alejáis del lugar, saliendo rápidamente del vertedero. Según os estáis alejando, os llegan los sonidos de sirenas que os anuncian que finalmente la policía ha sido avisada de los cadáveres y se encaminan hacia allí, por suerte, vosotros ya habéis salido. No obstante, el número de sirenas es bastante alto y pronto entendéis que vais a estar rodeados y vuestro vehículo está bastante lejos de donde os encontráis. Para colmo, Joseph no se encuentra en el mejor estado.

Esto os preocupa ya que como comprobasteis ayer, parecen tener cierta información sobre vosotros y no sería conveniente que os encontraran cerca de la nueva escena del crimen. Tenéis el río al norte, impidiéndoos ir por allí, hacia el sur varias naves industriales, algunas abandonadas y otras operativas. Si seguís por el este el río, llegareis a las vías del tren por las que llegasteis y un poco más allá hasta el coche. Aquí, además de almacenes y fábricas abandonadas, se encuentran cajas y mercancías que nunca llegaron a entregarse.

Algo no iba bien. Tenía la notoria sensación de que algo estaba pasando y ella estaba siendo ajena a ello. No le gustaba el discurrir de los acontecimientos. ¿Dónde estaba todo el mundo? Fuera como fuera, no quería descubrirlo, no sola. Empezaba a pensar que la idea de ir sola por aquellas calles, había sido una terrible idea y se arrepentía de no haber aceptado la oferta del agente de policía.

- Quien me mandará a mi... - Pateó una piedra y entonces incrementó el ritmo tratando de salir cuanto antes de aquella zona de los suburbios de Cleveland.

Mientras caminas por la calle, crees oír los sonidos de unos pasos que te siguen. Te paras de golpe y con ellos los pasos ¿Lo habrás imaginado? Aguardas unos instantes, mirando a tu alrededor, pero no parece haber nada. Achacas lo que acaba de ocurrir al cansancio por todo lo vivido y sigues caminando. Sin embargo, cuando recorres una angosta calle, estás segura de que esta vez has oído algo.

Aceleras algo el paso y giras una esquina, deteniéndote tras ella. Entonces, apoyada en la pared, escuchas como los pasos aceleran. Te asomas por la esquina justo para ver a un hombre bajo pero de aspecto musculoso corriendo hacia ti. De origen hispano, tiene la cara hinchada y una barba negra que apenas te deja verle el rostro. Viste una chaqueta marrón y una camiseta blanca de tirantes, ahora sucia y ennegrecida de haber estado días sin lavarse.

Al ver que le has descubierto, se para en seco un instante y entonces echa a correr, esta vez sin preocuparse por el ruido que haga. Ves que mientras corre, grita en un idioma que no hablas pero que no es la primera vez que escuchas. Está gritando en Español.

Lillian no lo dudó ni un instante. Aquel tipo no quería nada bueno de ella. ¿Un violador? ¿Un atracador? ¿El asesino de los torsos? Cualquiera de las opciones que pasaban por su mente eran viables y cualquiera de ellas deseaba evitar. Por ello, la joven periodista empezó a correr.

No le quedaba otra que tratar de alejarse a la carrera de aquel tipo barbudo y greñudo, sucio como una rata. Se quitó los tacones y trató de dar las zancadas más rápidas y largas de toda su vida. Sólo de esa forma dejaría atrás a aquel rufían, que a saber que planes tendría con ella.

- ¡Joder, joder! - Empezó a farfullar mientras huía y las lágrimas asomaban de nuevo en sus enormes ojos oscuros.

A pesar de haberte quitado los tacones, tu perseguidor cuenta con la ventaja de su forma física y del impulso inicial por lo que, aunque te mantienes a cierta distancia, poco a poco parece que va ganando terreno.

La persecución sigue por una calle ancha y esta vez, tal vez por el miedo o por la necesidad, pareces estar consiguiendo poner distancia entre el hombre y tú. Sin embargo, algo te hace dudar, pues puedes ver un vehículo que viene de frente hacia ti. No tarda en dar un volantazo y pararse en medio de la calle, saliendo de su interior dos hombres, uno larguirucho con mostacho y perilla, extremadamente delgado y otro más canijo, ambos aparentemente de raza hispánica. Al verte, te señalan y echan a correr hacia ti.

Con terror, puedes ver cómo tanto por delante como por detrás aquellos hombres parecen rodearte dispuestos a capturarte. A tu izquierda puedes ver sin embargo un estrecho y oscuro callejón que termina en una bifurcación a izquierda y derecha por donde continúan dos caminos, aunque no ves hacia dónde.

Mientras corres, sopesas que hacer a continuación.

Leon no lograba quitarse ese cosquilleo en la nuca, y eso que el agente no podía ser más amable. Para colmo de la ironía, compartían apellido, pero no tenía ganas de bromear ni con el hombre ni con nadie.

- Leon, mi nombre es Leon - repuso, secamente. No le veía sentido a ocultar su verdadero nombre si se encontraba ya en el coche patrulla y podría identificarlo en cuestión de horas, si lo retenía - Y no se preocupe por ella, esa chica es un toro. Es nuestra profesión, ¿sabe? Trabajamos en un periódico. Estamos acostumbrados a salarios bajos, demasiado café y malas caras por todas partes.

El agente Wilson era extremadamente complaciente, pero Leon, abrumado por la paranoia, veía enemigos en todas partes. Después de todo, el mismísimo Elliot Ness podría estar detrás del caso y todo el mundo sabía que Cleveland y Elliot Ness eran prácticamente la misma cosa.

Lillian no iba a dejarse atrapar tan rápido. Resultaba extraño que un grupo de hispanos estuviera tan bien organizado. Sin duda alguna tenían pensado secuestrarla, aunque e¿a ella realmente por ser quién era, o la habían encontrado de forma aleatoria? No sabía cuál de las dos respuestas le aterraba más.

Avanzó a paso acelerado hacia aquellos tres tipos que le cerraban el paso. Ninguno de ellos tuvo tiempo ni tan solo de tratar de reaccionar a su ímpetu. No es que Lillian hubiera sido atleta de joven, pero en esos momentos, su instinto de supervivencia sacó fuerzas donde no creía tenerlas.

Dejó atrás a aquellos tres facinerosos y giró a la izquierda. No tenía ni la más remota idea de que era lo que iba a encontrar. Sólo esperaba que no se tratara de un callejón sin salida. De ser así estaba perdida. 

Los tres hombres salen a la carrera tras de ti en cuanto ven que te lanzas hacia el callejón. Este está lleno de bastante basura, algún cubo medio volcado y que intentas interponer en su camino, pero los tres perseguidores saltan o esquivan todo lo que intentas poner entre ellos y tú, manteniendo la presión en la persecución.

Finalmente llegas al final del camino y giras por completo a la izquierda para encontrarte de golpe con una enorme pared que te impide el paso por completo. Te giras para volver sobre tus pasos y ves que al otro lado, solo una valla metálica te separa de la siguiente calle, pero las fuertes pisadas te hacen entender que no será posible cambiar de opción.

Te giras hacia la pared y solo ves dos opciones, una puerta metálica que ignoras si estará abierta y unas escaleras de incendios levantadas en el aire que te permitirían huir hacia arriba aunque no estás segura de sí podrás alcanzarlas saltando y aunque lo lograrás, si serás capaz de subir antes de que te alcancen. Solo tienes unos instantes para pensar.

Mientras el agente te habla, intentas estudiar sus gestos, sus movimientos, el timbre y volumen de su voz. Muchas son las señales que pueden delatar a un mentiroso y estás dispuesta a desenmascarar a este.

Sin embargo, nada en él parece indicar hostilidad, falsedad u ocultación. Parece un policía joven y sincero. Pero entonces ¿Por qué tienes esa sensación? De pronto, la radio resuena en el vehículo.

- Atención 10-0. Tenemos posibles cadáveres en vertedero situado en la calle 9ª Este. Se está estableciendo un perímetro. Posible víctima de AT –

Gracias a tu conocimiento de la jerga policial, no te cuesta entender que se está solicitando la ayuda de todos los agentes. Y aunque las siglas AT no son algo habitual, son demasiado coincidentes como para no ser lo que tienes en mente. Asesino del Torso. El agente toma la radio.

- Agente 10-6. En escolta de civil herido. –

Tras dar el aviso a la central, el agente sigue conduciendo. Tu cabeza no puede dejar de dar vueltas. La dirección indicada está muy cerca de donde iban a investigar Joseph y los otros ¿Les habría pasado algo? ¿Era ese el motivo por el que te encuentras mal?

Lillian estaba atrapada. Tenía muchas opciones, pero ninguna era buena. La puerta podía estar cerrada, enfrentarse a aquellos tipos iba a resultarle imposible. ¿Que le quedaba? Aquella escalera. 

Corrió hacia ella y saltó con la intención de agarrarla, tirar de ella y desplegarla. Sus dedos agarraron el escalón tras el salto, su peso logró que la escalera de abriera. Todo iba bien, pero cuando trató de empezar a subir... Alguien le agarró de una pierna. 

Aquellos jodidos latinos eran rápidos y la habían atrapado. Podía patalear, podía tratar de zafarse, pero ya estaba allí. No iba a poder quitárselos de encima. Estaba perdida. ¿Que harían con ella? Nada bueno sin duda, nada bueno.