Partida Rol por web

Atrapada como estaba en aquella caja metálica forrada de fotografías de la selva, sólo podía hacer una cosa. Tratar de serenarse y prepararse para lo peor. Lillian se quedó en un rincón, sentada contra la pared y agarrándose las rodillas mientras se mecía hacia adelante y hacia atrás, manteniendo la mirada fija en un punto. Sin duda alguna había entrado en un estado de difícil retorno. 

- Si al menos tuviera aquí a Linda o a Charly... - Decía en tono susurrante. - ¡Si al menos estuvieran aquí Linda o Charly! - Gritó entonces.

Lo que había visto nunca se borraría de su mente. Aquellas plantas finalizadas en una siniestra calavera humana que miraba con aquellas oscuras y penetrantes cuencas vacías, habían logrado acabar con su cordura. Lillian nunca había sido demasiado fuerte mentalmente. Todo lo vivido en su infancia le había convertido en una joven frágil, tímida y temerosa. La muerte de su madre tras una larga enfermedad mental y los posteriores abusos de su padrastro habían mermado mucho su cordura y ahora que empezaba a salir a flote...

- ¡No quiero! ¡No quiero! - Empezó a gritar de forma desgarradora. Gritaba con todas sus fuerzas y sus gritos retumbaban por toda la estancia con un eco sordo. - ¡No quiero! ¡No quiero! - Y lloraba. 

Lloraba a lágrima viva. Su rostro enrojecido, con el rimel corrido y lleno de mocos era un vivo retrato de como se sentía internamente. Por dentro estaba destrozada, perdida en un laberinto de imposible salida. Difícil era salir de aquella situación airosa, imposible si dependía únicamente de Lillian, pero aún saliendo de aquella pesadilla, muy posiblemente Lillian no volvería nunca a ser la misma. Puede que acabara sus días en un centro de internamiento psiquiátrico. Eso si sobrevivía al día en el que se encontraba.

- ¡No quiero, no quiero, no quiero! - Gritaba casi sin voz, pues una aguda afonía se empezaba a adueñar de su garganta. - ¡No quiero, no quiero, no quiero, no quiero! - Y eso era lo único que Lillian podía gritar, no valiéndole para nada el refugio en sus férreos valores morales, ni en su fe en cristo.

No sabe cuanto tiempo permanece gritando contra la pared ¿Minutos? ¿horas? ¿Días? Toda la habitación da vueltas y el terror se adueña durante todo ese tiempo de su cuerpo que no puede hacer otra cosa que temblar mientras las imágenes de aquella escena macabra que había vivido arriba la seguían asaltando.

En un momento indeterminado, una gota de agua cae sobre tu rostro haciéndote reaccionar. Miras hacia arriba y ves una tubería goteando agua rojiza por el óxido. Entonces tomas conciencia de donde estas. El miedo sigue ahí y sientes la cabeza embotada pero tu parte lógica parece empezar a imponerse y te insta a moverte. Ahí quieta solo conseguirás que te maten.

Mientras están todos reunidos, Jonathan entra en la habitación y se acerca al señor William con una nota en la mano.

- Señor Taylor, con todo este lio olvidé darle la información que me solicitó. ¿Recuerda que me pidió información sobre el cuadro de la fotografía y su ubicación actual? Conseguí los datos que necesita –

Y le tiende a William un papel en el que podían leerse dos líneas.

“Cuadro en posesión Orem H. Van Schaen”

Y justo debajo la dirección de la casa del susodicho en una de las zonas ricas de la ciudad.

Cuando Leon consulta a William por el nombre del Historiador, finalmente cae en que conoce el nombre, aunque solo de oídas. Si sabes que tiene un doctorado en Historia Clásica y que siempre ha habido mucho revuelo por no terminas de recordar todo.

Leon escuchó atónito al ayudante de Taylor y se acercó al anticuario para comprobar la nota. Ahora no existía la menor duda.

- ¡Lo tenemos! - exclamó - quien sea que esté detrás de todo esto. Tiene sentido, todo aquella diatriba sobre mitología, las obras de arte... ¡Cómo no me di cuenta! Tenemos que ir allí de inmediato, si Lilian no está aquí mucho me temo... - se interrumpió. Ni siquiera se atrevió a terminar la frase. Wilson se colocó la chaqueta dispuesto a salir, a la espera de la reacción de sus compañeros.

Lillian estaba al borde de la demencia. Todo lo que le había sido revelado le horrorizaba y la enloquecía a partes iguales. Saberse el objeto de un extraño ritual que la iba a convertir en una de aquellas cosas, la había dejado al borde del colapso mental. No sabía cuanto tiempo llevaba allí, pero lo que si que sabía era que no quería permanecer ni un solo segundo más encerrada. Como también tenía claro que no iba a dejar que le hicieran aquello. 

- Antes... antes cualquier cosa... - Se dijo a si misma.

Lillian se puso en pie. De nuevo buscó la puerta por donde la habían encerrado y se acercó a la misma con la clara idea de intentar abrirla. No obstante, aquella era una misión imposible. Se acercó a la tubería oxidada. Si podía arrancarla de la pared y armarse con ella, quizás... Entonces se percato de que tenía aquella silla metálica oxidada. La agarró con ambas manos y esgrimiendo aquel arma improvisada se acercó a la puerta y tocó a la misma con la esperanza de que alguno de sus captores estuviera del otro lado.

- Por... fa-favor, tengo-go que ir al ba-ba-ño... - Suplicó desde detrás de la puerta preparada para lanzar un buen golpe contra quien fuera que abriera la puerta.

Cuando todavía existía un atisbo de duda sobre la identidad del asesino es cuando el asistente del anticuario llega con una noticia monumental. Uno de los dos sospechosos resulta ser el correcto, descartando definitivamente al idiota de Ness.

-¡Mierda, lo teníamos en la palma de la mano! ¡Andando, que Lilian podría estar en sus garras! -  respondo con gran algarabía. Porque luego de todas las complicaciones sucedidas disponer de esta ventaja no tiene precio.

- ¡Vamos, vamos! Mi automóvil está aquí cerca. – confirmo las palabras del reportero para salir detrás de él.

Cuando ya tenéis una dirección y os disponéis a salir, el teléfono de la tienda comienza a sonar con su característico ring. No obstante lo obviáis pues tenéis algo mucho más importante entre manos, dejando que sea Jonathan el que coja el recado. Este se acerca al teléfono y contesta.

Estáis cogiendo lo necesario para iros corriendo mientras planificáis como vais a ir ahora que solo tenéis un coche.

- ¿Si? Ahora no puede ponerse y… -

Joseph tiene lista el arma, el resto se ha preparado, y os aproximáis a la puerta para salir. Sin embargo es la voz de Jonathan.

- Señor Taylor, ha llamado una señorita llamada Flora Lewis. Dice conocer al señor Wilson e insiste en hablar con él. Por lo visto hay un policía que dice tener datos sobre la señorita Myers y quiere hablar con el señor Wilson. Está muy insistente –

Mientras dice esto, tapa con la mano el auricular como si alguien estuviera gritando a través de él.

Alice volvió de la cabina con rostro de preocupación.

- Al parecer la policía la vio sola en Kingsbury Run - dijo nada más cerrar la puerta de la casa al entrar. - Dicen que un amigo de la infancia preguntó por ella - añadió mirando a Leon para que corroborase si se trataba de él o no. - De cualquier manera la policía la está buscando. A ella y a usted, señor Wilson.

Entonces cayó en la cuenta de que sus compañeros se estaban preparando para volver a salir.

- ¿Qué ocurre? ¿Qué me he perdido? - inquirió.

Tras ponerse al corriente¹ corrió a por su abrigo y se llenó el bolsillo de pastas mientras apuraba la copa de un trago. Había sufrido una gran impresión y estaba segura de que no sería la última. Esperaba tener más aplomo para la próxima vez.

Casi sin poder evitar los temblores de tus manos, coges la silla, te preparas tras la puerta y gritas tu señuelo, mientras aguardas con la silla levantada sobre tu cabeza. Al principio no oyes nada por lo que vuelves a gritar, esta vez más alto.

- ¡Cierra la boca coño! –

Identificas rápido la voz pues has tenido “el gusto” de estar con él demasiado tiempo desde que estás aquí. Es el mismo al que rompiste la nariz, el mismo que te escoltó hasta arriba. Vuelves a gritar.

- Pinche güei, ¿que no más puedes mantener la boca cerrada? Te voy a tener que enseñar modales –

Y comienzas a escuchar el ruido de una llave girando en una cerradura oxidada, con un chirrido que se te clava en los oidos. De pronto sientes miedo, no sabes si es buena idea y si sale mal sabes que estás muerta. Una cabeza redonda se asoma y mira hacia el interior, sin verte tras la puerta.

- ¿Dónde carajos estás? –

Y comienza entrar en la habitación. Y no le das la opción de girarse. No quieres morir. Y descargas con todas tus fuerzas con el pensamiento único de querer vivir un golpe contra su cabeza. Un sonido sordo, un cuerpo cae secamente contra el suelo. Un hilo de sangre surca el suelo desde la cabeza. Necesitas unos segundos para entender que ha funcionado, manteniendo aun agarrada la silla, mirando el cuerpo inerte de aquel hombre.

Lo has conseguido. Le has derribado ¿Lo has matado? Lo cierto es que en este momento no es algo que te preocupe realmente y solo una orden se retire en tu cabeza.

“Tienes que salir de aquí”

Sin duda, escapar era su prioridad. Pero... ¿y si ese tipejo asqueroso se desertaba? Si daba la voz de alarma estaba muerta. Si luego al ver lo que había hecho la encontraban y la agarraban, también lo estaba, así que más valía solucionar el asunto antes de que el hispano recuperara la conciencia.

- Lo siento... - Dijo, aunque no se lo dijo a aquel hispano, sino a Dios.

Armada con la silla metálica se empleó a fondo por golpear el cráneo de aquel desgraciado hasta que quedó abierto como un melón y ensangrentada por los salpicones y agotada por el esfuerzo, se horrorizó al ver el resultado. Sangre mezclada con escorzos de carne y materia gris, constituían una masa informe de lo que otrora fue la cabeza de aquel tipo. 

Lillian se santiguó y se agachó junto al cadáver en busca de un arma, un juego de llaves, cualquier cosa. Necesitaba salir de ahí, pero para ello necesitaba las herramientas adecuadas. Una vez registrado el cadáver, lo arrastró al interior de la celda y cerró por fuera llevándose la llave. Su siguiente objetivo era explorar aquel lugar en busca de una salida.

Dispuesto a irse, Leon se vio interrumpido en su intención nuevamente por Jonathan. Si hubiera sido otra persona hubiera ignorado la llamada, pero a Flora le debía al menos contestar al teléfono. Alice, además, había descubierto que un amigo de la infancia la andaba buscando... Wilson no creía en las casualidades, sin duda alguna Morgan también estaba husmeando.

- Creo que sé a quién se refieren, señora McMillan. Disculpen un momento, responderé al teléfono y en seguida podremos irnos... - el periodista se colocó el auricular en el oído - ¿Flora? ¿Qué pasa, querida?

Cuando ya estais listos para marcharos, veis como Leon decide coger la llamada que acabáis de recibir. Este coge el aparato y comienza a hablar con tono despreocupado. Sin embargo, a medida que habla, su rostro se muestra más preocupado. ¿Significa que le ha pasado algo a Lilian?

Flora lanza un gritito de sorpresa al escuchar tu voz a través del teléfono, no de miedo, sino de sorpresa, una de esas manias que tanto te encantan de ella.

- Leon, querido, perdona la llamada, pero tengo aquí al agente… - Puedes oir como una voz de fondo que la contesta aunque no puedes captar la voz. - .. Jordan.. Wi-Wilson. Si parece muy nervioso y ¡Eh! –

De pronto su voz se apaga de golpe. Durante un par de segundos no oyes nada.

Pero entonces escuchas algo, otra voz, una que has escuchado hace muy poco.

- Señor Wilson, perdone que le moleste. He intentado contactarle en el hospital pero me dijeron que le habían dado el alta. Me temo que ha ocurrido algo… - El policía parece muy nervioso y se entrecorta mientras habla. – Su amiga, Lilian Myers ha desaparecido. Un amigo suyo, el señor Elais Morgan ha denunciado su desaparición tras haber quedado con ella y esta no presentarse. Al mismo tiempo, una vecina de Kingsbury Run ha denunciado el secuestro de una joven que concuerda con el de su amiga y… -

De nuevo silencio, como si no supiera que decir.

- Fue culpa mia. No debí dejarla sola. En comisaría piensan que estoy sobreactuando, pero la descripción dada por la vecina de los captores… creo saber quienes son y no creo que se traigan nada bueno. Voy a ir a buscarla, pero quería que por su parte acudiera a la comisaría y denunciara también. ¡A lo mejor así hacen caso de una puta vez a algo más que a ese puto asesino en serie! – Al ver que está gritando se calla de golpe. – Disculpe. Pero por favor, hágalo. Le prometo que se la traeré de vuelta. –

Y con esto, se dispone a colgar

Con la mano aun temblorosa, te agachas sobre el cuerpo y sin saber muy bien que haces, comienzas a palparle. En uno de sus bolsillos, encuentras un juego de llaves que imaginas serán del lugar. Así mismo, metido por entre el pantalón, encuentras un pequeño revolver con 4 balas. Por último, te extraña encontrar un billete de tren de la CIRR, son billetes caros por lo que no es normal que alguien como este... hombre, tenga uno.

Frente a ti, se abre un pasillo grande, uno que ya viste la otra vez cuando te sacaron, con escaleras al fondo y puertas metálicas similares a la tuya a los lados, Tres de ellas a cada lado. Sin embargo, al salir ahora reparas en que no solo está el pasillo que va de frente hasta las escaleras que llevan arriba. A izquierda y derecha hay dos pasillos que también se internan hacia no sabes donde. Uno de ellos termina en una puerta cerrada, el otro sin embargo, el derecho, hace un giro de 90 grados y se pierde en la oscuridad.

Puedes oir golpes, ruidos, arañazos que parecen venir de las distintas habitaciones. Sobre tu cabeza, oyes movimiento. Parece que hay gente ahí arriba. Como un flash, vuelve a tu cabeza la imagen de las calaveras.

Lillian agarró todo lo que aquel malnacido portaba. Guardó el billete de tren en el bolsillo y cerró con llave la puerta de la celda donde había introducido al muerto. No sabía muy bien cual era el objetivo de aquello, pues el suelo estaba repleto de evidencias. Sangre, sesos, carne... Pero lo hizo de todas formas. Entonces, armada con el revolver se encaminó hacia el pasillo que giraba en ángulo de noventa grados. Tan solo quería mirar y ver a donde conducía. Esperaba que a la salida.

No obstante, a medida que avanzaba sigilosamente, podía escuchar aquellos lamentos. Lamentos de gente que estaba al igual que ella, encerrada en diferentes habitaciones, posiblemente esperando el mismo desenlace al que ella estaba abocada. Al que estaba abocada al menos hasta antes de hacerse con aquel arma. No obstante, únicamente tenía cuatro balas y ella no había disparado nunca. Aunque mejor era eso que nada. 

Su objetivo no era el de detenerse a hablar con nadie. Sin embargo, aquellas voces, aquellos lamentos... 

- ¿Hola...? - Dijo entonces al pasar junto a una de las "celdas".

Leon se frotó los ojos. La cabeza le dolía fuertemente y se confirmaban sus peores sospechas: Lilian estaba secuestrada. No había que ser muy listo para imaginar por quién. Wilson dudó un momento sobre si confiar en su homónimo pero recordó la conversación en el coche y decidió que el policía era un buen tipo. Además, toda ayuda sería bienvenida:

- No cuelgue, Wilson. Le creo. No sabemos nada de Lilian pero sí sospecho dónde puede estar. No me haga preguntas, sencillamente veámonos en la siguiente dirección... - Leon citó de memoria la dirección de Oren H. Van Schaen, que acababa de leer en un papel facilitado por Jonathan - Creo que Meyers está allí. Ahora mismo me dirijo a ese lugar. Si quiere ser de ayuda... reúnase conmigo allí. Vaya armado - y colgó.