Partida Rol por web

Despertáis con ayuda de los pitidos del avión, algo sobresaltados, pues durante un par de segundos no sabíais dónde estabais, pero os masajeáis la sien.

- Ya estamos casi. - Dice Marcus, consultando su reloj.

Llegáis a Alemania un poco antes de lo que estaba calculado, sobre las cuatro y media de la madrugada. Marcus os desea suerte y se dirige a pilotar el avión mientras Marilyn os da los últimos consejos, os entrega los comunicadores, y os ayuda a ajustaos los paracaídas. La piloto os muestra un mapa de la zona sobre la que vais a saltar, concretamente al norte de Bad Dürrheim, a unos cinco kilómetros al sur de Villingen. Allí posa Marilyn su dedo índice.

- Para llegar hasta la población tendréis que cruzar un pequeño río - explica arrastrando su dedo por el mapa -. Ahora... Respecto al salto, debéis hacerlo en cuanto se encienda aquel piloto luminoso sobre la puerta lateral del avión, y de uno en uno. Nada de abalanzarse como si fuesen rebajas. ¿Entendido? Cada dos segundos, saltáis uno de vosotros. No más, pues correríais el riesgo de aterrizar muy separados entre vosotros. ¿Lo tenéis? ¡Vale! - Se contesta ella misma, mientras Chispas y Pancho Castillo se miran, tragando saliva juntos. - Los paracaídas tienen un mecanismo de apertura enganchado al avión, así que no tendréis que abrirlo vosotros. Únicamente en caso de fallo, claro. Una vez abráis el paracaídas, el principal peligro serán las corrientes de aire, que os pueden empujar al sur hasta las montañas. Ya en suelo firme, enterrad los paracaídas y olvidaos de ellos. Vale, chicos, por último... No os molestéis en contactar con el avión desde tierra. Estaremos muy lejos, fuera del alcance, así que reservad la autonomía de la radio. En fin, buena suerte. - Dice giñando un ojo y levantando su puño, en actitud guerrera, antes de volver a la cabina a retomar el control del avión mientras Marcus vuelve a vuestro lado.

Al cabo de un rato demasiado corto, la luz se enciente. Marcus os mira fíjamente y dice: - Ha llegado el momento.

Jason sudaba.

- Cuando se encienda la luz salta - repetía mentalmente.

Echó mano a la bolsa con herramientas que Butter había preparado y se la cruzó sobre el pecho. Podría haber pensado que no sabía dónde estaban las herramientas que le había dado a Willy, pero estaba concentrado en otras cosas.

- Cuando se encienda la luz salta -

Cogió un paracaidas al azar y se lo colocó a la espalda.

- Cuando se encienda la luz...

Terminó de colocarse el paracaidas y miró hacia arriba. Un cable unía su mochila con el avión. Se había puesto el primer paracaidas. Miró a sus compañeros con pánico, pero cada uno se estaba colocando el suyo y no parecieron verle.

- Fantástico 

La puerta del avión se abrió y el frío viento de la noche europea le azotó la cara. Intentó tranquilizarse

- Cuando se encienda la luz

La luz se encendió. No pudo saltar.

- ¡Vamos! - gritó alguien a su lado.

No sabía muy bien si había saltado por su propio pie o le habían empujado, pero la realidad es que estaba cayendo al vacío como un peso muerto. Finalmente la lona se abrió y por un momento dejó de gritar.

Intentó controlar el la dirección del movimiento, pero el viento rugía a su alrededor y no recordaba muy bien dónde tenía que caer. Dirigió el artilugio lo mejor que pudo hacia un punto que le pareció correcto.

El suelo se acercaba. Había visto videos de paracaidistas que corrían al aterrizar así que empezó a mover las piernas intentando imitarles. Normalmente era ágil, pero no veía bien y estaba en shock, así que no frenó hasta haber dado un par de vueltas contra el suelo. Unos segundos instantes depués la lona de su paracaidas cayó sobre él, tapándole completamente.

- Fantástico - pensó.

Saltar en paracaídas es de esa clase de cosas que uno cree que podría hacer sin problemas, hasta que se encuentra a 10.000 pies de altura, con la puerta lateral del avión abierta y con el viento soplando en su cara contra sus gafas. Ahí, al ver la tierra a tanta distancia y saber a ciencia cierta que un fallo supone indiscutiblemente morir, es cuando se toma conciencia realmente de lo que supone. Maldita luz, ¡ya podría haber tardado más! Pero debía ejercer de 'jefa', y esperó a que todos saltaran para hacerlo ello, animando a cada uno de ellos con unas fuertes palmadas a pesar de que estaba literamente cagada de miedo. Y eso que no era fácil de asustar

Una vez se lanzó, procuró controlar el paracaídas de la mejor manera posible, pero bastante tenía con no ponerse a gritar y evitar que el corazón se le saliera por la boca. El silbido constante en sus oídos, muy potente, le impedía escuchar nada por lo que debía guiarse por nociones de orientación de las que carecía totalmente. Esperó, simplemente, que al menos no se desviara mucho y consiguiera aterrizar sin partirse las dos piernas...

No estaba muy convencido con aquello, nadie les había preparado para saltar en paracaídas sobre un país extranjero. Y menos cuando una secta de perturbados andaba envuelta en aquel asunto. Aunque la mayor parte del viaje permaneció en silencio no le gustaba cuando no conocía los planes.

— Señor nunca nos dijo que fuéramos a saltar en paracaídas, no estamos preparados. Las cosas no se hacen así. Primero nos vemos envueltos en un tiroteo porque su plan ha salido mal. Y ahora nos empuja a saltar sobre suelo extranjero.

Arthur miro a Janet con claro gesto de desaprobación pero se calló. Confiaba en ella y sin lugar a dudas no iba a dejar a sus compañeros en la estocada a estas alturas. Cuando llego el momento cogió su paracaídas y ayudo al resto de sus compañeros para que se lo ajustarán correctamente. Algo en todo aquello no le gustaba, quizá simplemente era una premonición de lo que pasaría mas adelante.

No era una persona de muchas palabras y decidió que la mejor forma para que sus compañeros confiaran en aquel salto era tomar la iniciativa y saltar primero. Animo a sus compañeros y se preparo para saltar cuando se encendiera la luz. En el momento que les dieron vía libre salto del avión pero su paracaídas no se abrió, algo no iba bien. Busco la anilla para desplegar el paracaídas secundario tiro de ella varias veces hasta que quedo entre sus dedos pero nada sucedió. Desde el avión todos veían como su compañero se precipitaba al vacío sin desplegar su paracaídas.

Pancho prestó más atención al mapa que a las indicaciones, faltaba poco para el salto y no estaba preparado. Arthur le ayudó con el paracaídas, cosa que agradeció para sus adentros, ya que no era muy diestro en esas lides. Echó un ojo a sus compañeros y notó que a ninguno le agradaba la idea de esta misión. Estaba a punto de decir algo cuando sonó la alarma y todo se precipitó. 

Tuvo el tiempo justo para ir donde estaba el mapa y cogerlo antes de que su turno para el salto llegara. Y no tardó en llegar. 

Saltó tras Jason y observó como su paracaídas se desplegaba,  el suyo no debería tardar mucho en hacerlo, y un sonido parecido a un silbido y un frenazo brusco se lo conformaron, ahora llegaba la parte difícil, primero aterrizar y luego hacerlo cerca de sus compañeros. Desde el primer momento aquello se complicó, parecía una brizna de hierba al antojo del aire, aun con todo seguía cayendo sin problemas con el paracaídas. 

El suelo estaba cerca y todo apuntaba a que iba a conseguir al menos aterrizar cómodamente, pero una corriente de última hora lo llevó hacia una arboleda cercana. 

Luna cruzó miradas de preocupación con algunos de sus compañeros. No estaban preparados para el salto al vacío, pero así lo exigía la misión. Antes de ponerse la mochila del paracaídas, la chica recogió una de las cuerdas que había a disposición del grupo. La guardó con el resto de sus cosas y se puso en fila para colocarse la mochila.

Con la puerta del avión abierta, el airé removió sus rizados cabellos. Su pluma de águila también revoloteaba ligada a un mechón. El frío de la noche se calaba a través de la ropa. Pero la adrenalina empezaba a liberarse a medida que se aproximaba su turno para saltar.

-¡Nos vemos abajo!- gritó a su jefa y amiga.

Esperó los dos segundos después de Pancho y se dejó caer. En cuestión de segundos su adrenalina se disparó y sus pulsaciones se aceleraron. Tardó un segundo en adaptarse a la oscuridad de la noche, pero al fin pudo localizar a algunos de sus compañeros viendo sus paracaídas. Pero faltaba uno.

Sin descubrir de cuál de sus compañeros se trataba tiró de su anilla del paracaídas. Sintió el tirón y se concentró en el descenso. Pero nada pudo hacer contra las corrientes de aire que la sacudían. Tiró de las cuerdas intentando  dominar el paracaídas, pero el viento cruzado la desvió de su dirección.

Tras unos segundos del salto su paracaídas todavía no se había abierto y bajaba en caída libre sin control. Tenía que hacer algo y hacerlo rápido para no quedar estampado en el suelo envuelto en la oscuridad. El mecanismo normal no había funcionado y el de emergencia no parecía responder. Estuvo batallando con aquel sistema, era nuevo para él y no estaba acostumbrado a su funcionamiento.

Por suerte los meses en los que había desaparecido aprendió a buscarse la vida y solucionar todo tipo de problemas. Aprendía rápido y esto le había permitido salir de muchos apuros. Hoy por suerte no iba a ser una excepción en unos segundos que parecieron largos minutos entendió como funcionaba aquel mecanismo y logró abrir su paracaídas.

Todo aquel desastre había echo que fuera imposible controlar donde aterrizaba. Por supuesto el punto que habían acordado para tomar tierra quedaba muy lejos de donde había aterrizado. Ahora tocaba buscar la ruta de vuelta y eso le supondría perder un tiempo precioso para aquella misión.

Arthur comprende al momento que algo no va bien cuando ve los cuatro paracaídas de sus compañeros abrirse por encima de suya mientras él va poco a poco, acercándose a la velocidad terminal. Aprieta los dientes y grita un "¡Joder!" que nadie más que él escucha. Acostumbrado a mantener la mente fría, consigue girar sobre sí mismo para caer de espaldas y así manipular el mecanismo de apertura de su paracaídas. Durante unos segundos que se estiran hasta la eternidad, los dedos de Arthur consiguen ejecutar movimientos precisos y, al final, la mochila se abre y despliega aquel artilugio del demonio que, probablemente, no vuelva a usar por voluntad propia nunca más.

Las corrientes de aire se mueven en dirección suroeste, por lo que alcanzar el lugar establecido se torna difícil para el grupo. Mientras que Arthur Kronin, que al hacer parte del descenso en caída libre se ha visto menos afectado y ha caído sólo a unos quinientos metros de distancia hacia el suroeste, Janet Weissman y Chispas tocan tierra a unos tres kilómetros, y más lejos todavía, a cinco kilómetros, lo hacen Pancho Castillo y Luna. Luna juraría que no ha dejado de escuchar insultos en español de todo tipo por parte del grandullón.

El tiempo que tardáis en reuniros es el que se toma el sol en aparecer por el horizonte. Para cuando os volvéis a juntar, ya es de día y la ciudad más próxima a vosotros al otro lado del río, Villingen, comienza a llenarse de gente. Más allá, a unos pocos kilómetros (entre 20 y 25 kilómetros) en dirección noreste, se encuentra Rottweil.

Pancho llegó acompañado de Luna al punto de encuentro. Dentro de lo poco que le gustaba andar 5 kilometros al menos lo había hecho en buena compañía, Luna y el grandullón estuvieron recordando viejos tiempos y riendo, no le quedaban maldiciones tras el aterrizaje, durante el trayecto que les llevó de aquella pequeña arboleda junto a sus compañeros.

Rebuscó en su bolsillo y tendió el mapa en el suelo, sujetándolo con una pequeña piedra en cada esquina.

-Estamos aquí. Dijo señalando la X, como si no fuera lo bastante obvio.

-Nuestro objetivo esta a unos 25 km de este punto, el tiempo en carretera antes de los GPS le ayudaba a leer las distancias en un mapa con bastante precisión, y a mí con andar 5 kilometros me es suficiente durante un mes, así que si no tenéis objeción lo mejor es pasar por Vikinguen, Villavirgen, por aquí, señalo Villingen en el mapa con un gesto de rabia por no poder leer todas aquellas letras sin intercalar alguna palabra conocida, hacernos con un vehículo y ponernos rumbo a la otra ciudad. No se atrevió con el nombre de Rottweil.

Lo primero que encontráis al acercaros caminando es el río, que podéis cruzar sin problemas por alguno de los puentes cercanos. La ciudad de Villingen-Schwenningen eran anteriormente eran dos ciudades independientes, pero se fusionaron en
1972 como parte de una reforma territorial, y está formada en su mayor parte por edificios de tres o cuatro plantas, de tejados inclinados de teja roja, muy antiguos pero muy bien conservados. La ciudad se encuentra enclavada en una zona conocida como el Bosque Negro y tanto en la periferia como en la misma ciudad hay una elevada presencia de árboles. Como caso particular y pintoresco, el casco antiguo (lo que anteriormente era Villingen) está rodeado por un cordón de árboles, a modo de muralla natural. La zona exterior de la ciudad se extiende principalmente hacia el oeste del casco antiguo (lo que
anteriormente era Schwenningen), esta parte de la ciudad se mueve al ritmo que marcan los relojes de la antigua factoría relojera de Schwenningen, actualmente un museo. La vida de esta ciudad siempre ha girado en torno a los relojes, desde que
en 1855 Johannes Buerk diseñara un reloj "portátil" para los vigilantes nocturnos de la ciudad. La idea fue un gran éxito y la fábrica se convirtió en un referente para la ciudad y para el país. La fábrica-museo sigue siendo funcional y se continúan
fabricando relojes con las antiguas maquinarias para deleite de sus visitantes.

En el momento en que entráis de lleno a la ciudad, ya es de día y los habitantes y vehículos atraviesan las calles. A pesar de alguna mirada curiosa al peculiar grupo que formáis, nadie parece advertir nada destacable más allá de eso, aunque vosotros no olvidáis que, después de todo, habéis entrado de manera ilegal en el país.

Arthur acababa de vivir una experiencia cercana a la muerte y necesitaba algo que le revitalizará. Busca un bar cercano para pedir algo de tomar. Aunque los paisanos estén desayunando necesita algo para ponerse en marcha de nuevo. Se aleja de sus compañeros y entra en un bar cercano.

— Dame algo de tomar. Ponme un trago de lo mas fuerte que tengas

Cuando le puso un vaso delante con un liquido blanco con un ligero color rosado. Se lo bebió de un solo trago y puso el vaso delante de la camarera para que se lo rellenará de nuevo. Este segundo vaso lo tomo con mas calma y disfruto un rato de la tierra firme mientras esperaba a sus compañeros.

Pancho fue a llamar la atención de Arthur, pero al estar centrado en otra cosa no escuchó al mexicano. Resopló. Quizá sea el único que sepa alemán. Pensó para sí mismo, era famoso debería saber idiomas. 

Confiando que Janet, seguramente, o algún otro pudiera sacarlo del apuro lanzó la pregunta. 

-¿Alguien sabe un mínimo de alemán como para comprar o alquiler un vehículo? A Pancho le vale cualquier cosa con ruedas mientras no tenga que andar más. 

-Creo que puedo hacerme entender sin demasiados problemas, mein Freund -respondió Janet, con una sincera sonrisa. Por suerte los idiomas eran su especialidad, y si bien lo pasaría mal de haber caído en Birmania estaba segura de poder entenderse en alemán. Para ella era demasiado pronto para bebidas fuertes, así que optó por pedir un café solo en un excelente alemán berlinés. -Si queréis terminamos nuestro desayuno y buscamos ese coche de alquiler -propuso, metiéndose media magdalena en la boca

"Bitte", responde el camarero cuando sirve todo lo que habéis pedido. El local huele a madera, y la terracita donde estáis os permite ver el vaivén de la gente calle arriba y calle abajo mientras el camarero barre unas hojas delante de la entrada. Al extremos sur de la calle, los árboles son más numerosos y se divisan zonas de cultivo y una zona vallada apartada del casco viejo de la población, mientras que hacia el norte, la calle desemboca en una bonita plaza donde está ubicado el ayuntamiento. La calle continúa tras de éste.

El camarero silba tranquilo mientras termina de barrer y prepara unos cafés para un par de señoras que se han sentado a charlar de sus cosas.

Ese trago había templado sus nervios y ya estaba preparado para atender este trabajo. Era raro y no estaba acostumbrado a estas investigaciones, pero la acción casi acaba con su vida por lo que a lo mejor era momento de cambiar de vida.

— Muchachos  no tenemos mucha información sobre Chrysostomus Duduloeus. Empecemos a buscar por aquí ya que hemos caído en este lugar. Acerquense si quieren a buscar un coche mientras investigamos por el pueblo alguna información.

Busco la atención del camarero para hacerle algunas preguntas. Realizo las preguntas en voz alta sin gritar para que el resto de personas que hay en el bar en especial las señoras escuchen nuestra conversación.

- Buenos días, mi amiga es una gran aficionada a la literatura antigua. Sabemos que por esta tierra hubó un escritor en el siglo XVI llamado Chrysostomus Duduloeus. Estamos de vacaciones y nos gustaría poder visitar algunos sitios relacionados con este autor. ¿Sabría donde podemos encontrar mas información? Quizá haya en el pueblo una oficina de información donde nos puedan orientar.

Luna se llevó, sin disimulo, la mano a la cara cuando escuchó a Arthur dirigirse al camarero para formularle preguntas. Entrar en el bar no era lo que la chica consideraba “ser discretos”. Pero lo pasó por alto, pues Arthur había estado cerca de palmarla.

El grupo hacia tan solo unas horas que había saltado en paracaídas, para entrar en un país extranjero de forma ilegal. Dejó caer la mano lentamente mientras se giraba a espaldas de “el famoso” y el camarero. Ya era difícil pasar desapercibidos siendo un grupo variopinto, que a ello le añadió, revelando, que buscaban información de Chrysostomus Duduloeus.

Por un momento reza a sus dioses esperando que el hombre no entienda su idioma. Y mira a Janet para que intervenga. Aun no sabían a que quienes se enfrentaban, como para ir dejando pistas.

La caída libre le había afectado a su cabeza y a su sentido de la discreción. Aunque quizás ya lo tuviera trastocado después de su incidente con la justicia y su famoseo.

-¿Vamos a buscar algún coche?- preguntó a Pancho para después dirigirse a Chispas. – ¿Puedes buscar en tu móvil alguna empresa?- 

El camarero niega educadamente y afirma no conocer a dicho escritor célebre, aunque reconoce que eso no significa nada y que vayan a preguntar, si quieren, a la oficina de información, como Kronin ha sugerido, sita en el ayuntamiento.

Ladeó la cabeza hacia Chispas para estar pendiente de la respuesta. Con su relativamente fluido alemán podría alquilar un coche sin tardar tanto tiempo. Y si bien el pueblo germano solía entender el inglés y hablarlo con relativa facilidad, aquellas eran poblaciones pequeñas, y posiblemente no se hubieran visto en la necesidad de aprenderlo. Sea como fuere, el hecho de que Arthur hubiera expuesto a los cuatro vientos sus intenciones tampoco creyó que fuera excesivamente acertado. Nunca se sabe quiénes pueden estar oyendo, pero ya era tarde para eso. Más les valía darse prisa y ponerse en marcha, porque tenía la extraña sensación de que estaban siendo vigilados de un modo u otro...

Se terminó la magdalena, apuró su taza de café y se dispuso a ir al primer lugar que alquilara vehículos de la zona. -No es mala idea ir al Ayuntamiento, si queréis podemos dividirnos y mientras vamos a por el coche vais preguntando allí. Algo de tiempo ganaremos -comentó, observando a los parroquianos con cierto resquemor disimulado

-Lo mejor es ir hacia allí. Pancho señalaba hacia la parte sur de la población. Si algo he aprendido tanto en Mexico como en USA es que los ricos cuidan menos sus coches que la gente pobre, además de que en la parte "rica" solo encontraremos SUVs que no nos sirven si el terreno se pone difícil. Pensadlo bien, menos presupuesto y una alegría para un pobre agricultor que no creo que suelte la lengua a las primeras de cambio si el precio es un poco más alto de lo que se consideraría justo.

Apuró su cerveza, esto no era la tierra del tequila, y se levantó a la espera de que los grupos se formaran. Tenían que ser rápidos, el variopinto grupo llamaba poderosamente la atención en aquel lugar.

Jason iba por el tercer cruasán cuando Luna le pidió que buscara algo. Lo dejó junto a la lata de monster, sacó el movil del bolsillo y empezó a teclear.