Partida Rol por web

Ekarion observó la sala y la puerta de madera, - Puedo llevar a dos hasta el otro lado de la puerta, pero el resto quedaría de éste lado. 

El clérigo de la Triada se situó junto a Tassabra.

-Pasa a través de ellos -le explicó a la Cazadora mientras ponía su simbolo sagrado en la frente de la mujer-. Que el padre de todos te proteja. Será mejor que vayáis vosotros, nosotros estamos en las últimas.

-Creo que tengo un truco para pasar, pero si no puedo, será mejor que vayas tú delante, chico. Que Uriel guíe tus pasos.

Le puso la mano en el hombro a Alexandar y un aura protectora lo envolvió.

El guerrero se encogió de hombros y avanzó hacia la primera armadura para hacerle frente.

-Algo habrá que podamos hacer.

Descargo el hacha contra el casco del defensor, y no le hizo nada.

-Mierda...

Alexandar no se lo pensó dos veces y salió disparado hacia el otro lado, pasando como una exalación junto a su madre, que intentó detenerlo. Las palabras "podría haber una trampa" flotaron en el aire mientras el joven atravesaba el grupo de armaduras sin que ninguna le atacara y llegó al otro lado de una pieza.

-¡Joder! -exclamó para su propio asombro.

—¡Abriré camino! —dijo Tassabra, mientras se lanzó como punta de lanza hacia delante.

Las armaduras se movieron al unísono, al mismo tiempo. Algunas se giraron hacia Alexandar, aunque no podían hacer nada contra el santuario de Uriel.

El resto se giró hacia Tomund y Ghiaro, ambos demasiado expuestos. Sin embargo, las espadas que sostenían las armaduras huecas rebotaron contra la armadura que portaba Tomund. El médico de batalla sí que recibió un tajo en la cabeza.

- Ekarion, se me ha ocurrido algo. - Le dijo al mago. - ¡Utiliza el conjuro de puerta dimensional y así podremos pasar al otro lado del pasillo! 

Y es que cuando Ruru se ponía a pensar encontraba soluciones.

Ekarion movió las manos delante suyo en un círculo mientras sus dedos dibujaban complejas runas en el aire, acompañando la letanía del conjuro en dracónico, un ovalo de no espacio, rivetreado por vetas de luz arcana de color violeta se formó dentro suyo, y tras tomar del hombro a Minvant y a Ruru avanzó un paso.

Una apertura similar se formó en la escalera, delante de Tassabra, y un instante más tarde los tres viajeros dimensionales se materializaron en los escalones.

Descendieron por las escaleras, tensos y en guardia, esperando encontrar a Lemaître allí abajo, después de haber cruzado toda su casa y luchado contra la mitad de sus creaciones. ¿Qué demonios quedaba allí, cuando habían visitado ya los horrores de los que era capaz aquel hombre?

Llegaron a nuevo sótano de piedra, más estrecho y reducido que el anterior, hasta alcanzar una amplia sala abovedada en cuyo centro se alzaba una estructura. Nadie les salió al paso cuando llegaron a una puerta de madera reforzada con hierro de lo que, sin duda, se trataba de un gran mausoleo. Ekarion se dio cuenta de inmediato de que las dimensiones de aquel espacio eran mucho más amplias de lo que en realidad habían descendido por las escaleras.

La entrada a aquella tumba, si es que lo era, estaba fuertemente sellada.

- ¿Creéis que el panteón es de Duallia? - Preguntó el enano entre dientes. 

Era evidente que estaban de nuevo en un lugar tocado por la magia la amplitud de aquel lugar no correspondía con la zona que debiera hallarse allí abajo de encontrarse en el plano material y responder a las normas de la física. 

- Puede que hayamos llegado a nuestro destino. Aunque no estoy seguro de que Lemaître pueda estar aquí. - Afirmó. - Sigo creyendo que estará en mi bosque. 

Antes de avanzar, se concentró en su entorno, esperando que las fuerzas de la naturaleza le concedieran el don de detectar la magia que residia en aquella estancia.

—Probablemente —respondió Tassabra, más tensa que la cuerda de un arco—. Pero no podemos dejar un centímetro de esta casa sin revisar. Por si acaso.

La antigua capitana de la guardia se adelantó, como hacía siempre, e indicó al resto que se desplegara por los flancos, detrás de ella.

—¿Podréis abrir esa puerta? —le dijo a la colección de lanzadores de conjuros que iba con ella—. ¿O lo hacemos a mi manera?

Ekarion observó el mausoleo e imaginó quién estaría enterrada allí, y como Ruru dudaba que Lemaítre estuviera allí, aún así coincidía con Tass, debían entrar para terminar de resolver el misterio.

Observó la puerta y extendió una mano - Utur arrex - dijo en dracónico, concentrando el conjuro en la puerta y sintiendo cómo la magia de su sangre buscaba el mecanismo de cierre para desactivarlo.

Ekarion abrió la puerta a su manera y no fue necesario que Tassabra lo hiciese a la suya. La Cazadora, siempre al mando de aquella expedición, atravesó la entrada al mausoleo en primer lugar, seguida de su hijo y precedida por Ekarion y Ruru.

Descendieron por unas escaleras. Las paredes, estrechas, estaban cinceladas y mostraban diversas escenas de dioses siendo adorados por sus fieles devotos. El hechicero de la Torre los reconoció como los Primeros. Minvant señaló uno de los frescos.

-Son muy antiguos -comentó-. Este lugar parece ser de un culto a los Primeros. Todos y cada uno de ellos están representados.

Bajaron unos metros hasta que un arco dio paso a una estancia abovedad muy amplia. Allí encontraron la tumba de Duallia, solo que no era lo que ninguno de ellos esperaba.

Había una muchacha sentada en un banco de piedra, leyendo un libro bajo la luz de un fuego fatuo. Otra muchacha, exactamente igual a la primera en aspecto, caminaba con tranquilidad por una de las paredes. Una tercera muchacha pintaba con pincel un cuadro. Una cuarta, una quinta y una sexta conversaban mientras hacían labores y cosían paños. En total, el grupo contó una docena de muchachas de rubios cabellos, piel pálida y alas angelicales de color pálido. Todas exactamente iguales. Todas con el mismo rostro que habían visto representado en los pisos superiores.

Ruru no podía creer lo que sus ojos veían. Había, una, dos, tres... ¡muchas Duallias! Aquello no podía ser otra cosa que producto de la magia. De eso estaba más que seguro. Sin duda, debían ser un conjunto de constructos de pintura, al igual que lo eran los Everiks encontrados en el espacio dimensional dentro del cuadro en la casa del susodicho magistrado. No obstante, tenían que cerciorarse de ello.

-  No parecen agresivas. - Dijo Ruru. - Están a lo suyo. - Se mesó la barba. - Es como... - Emitió un leve gruñido. - ...un museo animado sobre la hija de Lemaitre. Teniendo sus imágenes aquí, es lo más  parecido a tenerla eternamente consigo. - Hizo una pausa. - Valga la redundancia, su obsesión con esta chica es obsesiva. Homicida más bien. - Sonrió ante su ocurrencia, aunque nadie se percató de ella, oculta bajo su barba. - ¿Interactuamos con alguna de ellas?

Ekarion musitó las palabras mágicas que le permitirían ver el entramado mágico sólo para confirmar algo que sus ojos no le permitían distinguir. Sin importar como las mirase no podía encontrar las imperfecciones que le revelaban las pinceladas defectuosas y después del encuentro con los Lemaitres falsos no quería arriesgarse.

En efecto, la magia de conjuración imbuía a todas las figuras de manera uniforme, eran constructos y eran individuos, cada una con sus propios intereses y seguramente relacionados al cuadro que Lemaitre hubiera pintado de Duallia, cuadros que, por otra parte, no veía en la sala.

- En efecto no parecen hostiles, habrá que ver si pueden hablar y si lo que saben puede ayudarnos, pero no sabría a cual escoger para ello.

- Sería curioso eso  de que sus copias hablaran, cuando la real no podía. - Intervino el enano. - Fijaós  en que no son iguales del todo. Hay pequeñas variaciones de una a otra. Cambia poca cosa, algún color en su ropa, en sus ojos o en sus alas. Esa de ahí, por ejemplo - señaló a la costurera - tiene un iris de cada color. 

Tassabra asintió y se acercó a una de las Duallias, vigilándola con la mirada, en guardia por si se volvían súbitamente hostiles (como todos en aquella casa).

—Muchacha. ¿Sabes dónde está Lemaitre?

Una de las muchachas a las que habló Tassabra miró en su dirección, dejando a un lado lo que estaba cosiendo. Se levantó para alisar unas arrugas inexistentes de su preciosa falda de seda y se aproximó a la Cazadora Imperial con gesto inocente y sereno. Las demás chicas detuvieron sus labores para mirar a los recién llegados, como si acabasen de verlos por primera vez. Alexandar fue el único que se quedó demasiado turbado para hacer nada más que mirar con la boca abierta a la Duallia más cercana.

-¿Te refieres a mi padre? -pregunto la chica-. No, la verdad es que hace tiempo que no lo vemos. Es habitual que desaparezca unas cuantas semanas. ¿Por qué? ¿Le ha sucedido algo? Yo soy Duallia. ¿Quiénes sois vosotros?