Partida Rol por web

La mirada de Akemi reposó con serenidad en las armas que el Grulla portaba, deslizándose después sobre el resto de su figura y el contraste de colores que el blanco y la oscuridad de su cabello forjaban en todo lo demás. La apariencia lo era todo en las primeras impresiones, y al menos en eso parecían estar de acuerdo. Pero había infinidad de detalles que no atendían en absoluto a la forma en que uno lucía y tenían un peso igual de significativo.

—Desconocía estar viajando con un poeta —comentó con gracia y sorpresa, dejando escapar una sonrisa generosa en la comisura de los labios.

Escuchó con atención, marcando un ritmo tranquilo y sin prisa que le permitiese disfrutar de la conversación y el paseo. La posada quedaba bien cerca y el calor comenzaba a descender dejando una temperatura más que agradable en el atardecer. Parecía contenta de estar allí, o tal indicaban sus ojos, que no dejaban de curioseras entre las fachadas de los edificios y los rostros de la gente que se cruzaban con ellos.

—Kyuden Doji —musitó en un trémulo suspiro, como si una esperanza hubiese escapado de su boca.— Siempre he escuchado que sus jardines son los más hermosos del Imperio. ¿Es eso cierto, Tensai-san? ¿Los has visto?

Buscó su mirada, la oscuridad obsidiana de sus ojos, exhalando una densa humareda que dispersó con un gesto rápido de la mano. El olor a tabaco se mezclaba con un ligerísimo aroma a hierbas. Parecía realmente interesada en ello, en la belleza que albergaba el famoso jardín de la kami fundadora.

—Lamentablemente no. Un poco al sur y un poco al norte... —se encogió de hombros, restándole importancia—, pero nada demasiado lejano al hogar. No es que no tenga interés, pero siempre he debido atender ciertas prioridades referidas a mi educación, además de honrar a mi familia, por supuesto. He visitado las tierras del León, y también las… —calló un instante, permitiéndose el desliz con un gesto impertinente— las tierras del Unicornio. Pero esto es lo más al norte que han llegado mis pies. Todavía no sé cómo sentirme al respecto, no me gustaría que el asunto se alargase lo suficiente como para pasar el húmedo otoño y el frío invierno entre montañas.

-Los jardines de Kyuuden Doji… -Tensai ralentizó sus palabras, como si pretendiera poner en orden sus pensamientos a medida que pronunciaba el nombre del corazón de su clan. En contadas ocasiones había tenido el privilegio de acompañar a su madre hasta ese lugar y poder contemplarlo. –Sí, probablemente sea el lugar más bello de los que he conocido. Allí la vida florece en una armonía como no puede verse en ningún otro lugar, cada pétalo, cada aroma, aparece justo donde debe estar. En cuanto a belleza formal, dudo que nada pueda superarlo.

Una solitaria ráfaga de viento acarició el rostro del joven bushi, desordenando ligeramente los mechones de su larga melena negra. Su mano acudió, presta, para devolverlo a su lugar, pero se detuvo a medio camino cuando un recuerdo cruzó su mente. Su mano descendió de nuevo, y su pelo quedó tal y como el viento lo había colocado.

-Aunque hay otros tipos de belleza que no pueden ser comparados a ése. –Añadió con una misteriosa sonrisa, a medida que recordaba momentos pasados. -¿Cómo podría valorarse la belleza de una palabra, o del simple movimiento del viento? ¿Cómo valorar la hermosura contenida en un latido del corazón?

Cuando ella exhaló una nueva nube de aromático tabaco, Tensai la observó a través de la niebla que había formado el humo, tratando de buscar en su mirada pistas de la mujer que se escondía tras ella. Bajo los ángulos de su máscara, sus ojos quedaban ensombrecidos y resultaba difícil captar más expresión en ellos que un tenue brillo de atención. El conjunto resultaba a partes iguales atractivo y ligeramente inquietante, probablemente el efecto exacto que pretendía obtener.

-En cuanto al viaje… creo que encontraréis la experiencia más que agradable. –Añadió con tranquilidad al escuchar las preocupaciones de Akemi. –Y dada la naturaleza de nuestra encomienda, tengo el presentimiento de que nuestro tiempo en las tierras del clan de Shiba no será especialmente largo. Para bien o para mal, creo que habremos salido de las montañas antes de las primeras nevadas.

—Cómo, ciertamente... —añadió, pensativa mientras su mano se movía de forma circular, trazando caminos dispersos con el humo de la pipa. Parecía haberse quedado en el limbo por un instante, tratando de imaginar con las pinceladas de sus palabras aquella belleza etérea y perfecta que se encontraba en aquel escondido lugar. Si algún día podía contemplarlo ella misma, entonces podrían hablar más abiertamente sobre aquel tema tan peculiar e interesante.

Un poco más allá se atisbó enseguida la fachada de la posada que ambos compartían, la parada final antes del nuevo día. Tenía cosas que atender antes de que los últimos rayos del sol se desvaneciesen, consciente del posible alboroto que su halcón debía estar armando si no había decidido alzar el vuelo por su cuenta, algo que desde luego hacía con frecuencia.

—Me alivian vuestras palabras y la seguridad que las acompaña. —dijo, mirándole de soslayo.— Espero que sean ciertas y que los inconvenientes que pueda haber no entorpezcan vuestra predicción, Tensai-san. Os veré entonces al alba, como acordamos. Que disfrutéis de esta apacible noche en la capital y descanséis de vuestro viaje.